En 1973 la JP/Montoneros y el Ejército colaboraron contra las inundaciones en el llamado Operativo Dorrego. Tres años después ese mismo Ejército protagonizaba el peor genocidio de la historia argentina. Hoy en día La Cámpora mete al Ejército a los barrios. Un debate sobre las Fuerzas Armadas que se actualiza en estos tiempos de emergencia sanitaria.

Federico Berg @fedeberg80
Lunes 6 de abril de 2020 22:39
Pocas semanas después del regreso de la democracia en 1973, tras la dictadura militar de Onganía-Levingston-Lanusse, un temporal azotó el centro de la provincia de Buenos Aires dejando un tendal de destrucción, inundaciones y evacuados. Las Fuerzas Armadas, desprestigiadas por su participación en los gobiernos de facto, encontraron una oportunidad para relegitimarse tras la derrota histórica que le propinaran las insurrecciones obreras que comenzaron con el Cordobazo.
El entonces gobernador de la provincia, Oscar Bidegain, referenciado en la Tendencia Revolucionaria del peronismo, convocó al Operativo Dorrego para hacer frente a la crisis de las inundaciones. La Juventud Peronista/Montoneros se sumó al Ejército en las tareas de rescate y reconstrucción.
El 23 de octubre del mismo año se cerraba el operativo con un acto oficial que reunió a la cúpula de Montoneros, el Comando del Ejército, el gobernador de la provincia y el ministro de Defensa de la Nación. Allí se celebró el rol de unas supuestas nuevas Fuerzas Armadas democráticas, “nacionales y populares”. Pero menos de dos años después, en febrero de 1975, el gobierno peronista encabezado por Isabel Perón lanzaba el Operativo Independencia en Tucumán: una verdadera cacería humana del mismo Ejército contra columnas del PRT-ERP y de los propios Montoneros. Fue, junto con el “Operativo Rocamora” en Villa Constitución, la antesala del genocidio de la dictadura de 1976.
La tragedia y la farsa
Hay una famosa frase de Karl Marx que dice: “La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa”. Aunque se la suele aplicar mal a cualquier tipo de situación, no parece haber mejor referencia que esta del Operativo Dorrego y el “Operativo Coronavirus”.
La intendenta de Quilmes Mayra Mendoza, fundadora de La Cámpora, impulsa la intervención del Ejército en el reparto de comida en los barrios de su municipio. Esta experiencia se está replicando en La Matanza, con el agravante de que se instala al Ejército en las escuelas para usarlas como centros operativos.
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En línea con la política de Fernández de “dar vuelta la página”, esta política del peronismo se inscribe en su tradición de reconciliación con las Fuerzas Armadas genocidas. Parece una “miserable farsa” de aquel Operativo Dorrego con el que se relegitimó al Ejército, que bajo una cobertura supuestamente humanitaria, se preparó para su tarea esencial: reprimir al pueblo trabajador cuando éste amenaza el orden capitalista.
Lo que viene
Las grandes patronales, la burocracia sindical y el Gobierno se sentaron a discutir la salida de la cuarentena para reactivar una parte del aparato productivo del país. No les interesa la salud del pueblo trabajador, sino solamente las enormes ganancias que se están perdiendo. Pero el escenario que se viene es uno de recesión económica, pobreza y miseria. El Estado se está preparando para la enorme crisis que se avecina, y para eso está reacondicionando sus fuerzas represivas.
Ya vimos lo que significa militarizar las calles: la Policía se ceba en el hostigamiento y la persecución. Ya hay más personas detenidas por circular que infecciones confirmadas. Especialmente en los sectores más precarizados, que ante la crisis y la cuarentena se ven obligados a exponerse al contagio para poder conseguir unos pocos pesos.
Los trabajadores no podemos permitir que se legitime a las FF.AA. ni que se naturalice su presencia en las calles con la excusa de la crisis del coronavirus. Como demostraron los trabajadores de Madygraf, de Astillero Río Santiago, las docentes de La Matanza y Tigre, o las escuelas técnicas y universidades, sobran fuerzas y voluntad en la clase obrera para ponerse al frente de la crisis.