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Red Internacional
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Polémica. La Iglesia mexicana contra la legalización

En un auditorio de cien asistentes, investigadores y especialistas debatieron junto a integrantes de la arquidiócesis de México las ventajas y riesgos de la legalización de la marihuana. La postura de esta institución es reaccionaria a la legalización y regulación del cannabis.

Miércoles 16 de marzo de 2016

Señaló el Cardenal Norberto Rivera en el foro: “Lo peor que nos puede pasar es que, ante los problemas que no podemos solucionar, tomemos el camino de ’legalizar’ los problemas, condenando con ello a los jóvenes, riqueza y esperanza de nuestra patria, y a las nuevas generaciones a un mundo sin remedio que ellos, tarde o temprano, tendrán que reordenar”.

La Iglesia contra el derecho a decidir

La legalización de la marihuana haría posible que las personas pudieran elegir si consumir o no cannabis sin ponerse en riesgo al conseguirla ni al consumirla. Con su pronunciamiento contra esta medida, Norberto Rivera y su séquito no hacen más que refrendar uno de los pilares de la Iglesia: impedir que mujeres y hombres decidan sobre su propio cuerpo.

Esto se pone de manifiesto con la verdadera cruzada contra las mujeres, en la cual la Iglesia mexicana, con Norberto Rivera a la cabeza, ha impulsado leyes antiabortistas en todo el país, junto a sectores conservadores como Provida. Porque la Iglesia concibe a la mujer como una productora de infantes. Son las mujeres de los sectores populares quienes sufren en carne propia la criminalización del aborto, ya que no pueden pagar abortos en condiciones seguras. Y se ven orilladas a elegir entre arriesgar su vida sometiéndose a un aborto clandestino o tener un hijo aun cuando no tenga la posibilidad material de mantenerlo o su propia vida esté en riesgo.

Otra cuestión en la cual la Iglesia muestra su rol reaccionario es su activismo contra el matrimonio igualitario. Porque considera que está mal que las personas decidan desarrollar relaciones sexoafectivas con personas de su mismo sexo. Para esta institución el matrimonio está consagrado a los límites de la heteronormatividad obligatoria y asociada a la reproducción.

Esto mientras permite a las y los religiosos pederastas que violenten los cuerpos de jóvenes, de niñas y de niños, los utilicen como objetos de placer y desecho. Como se ha visto recientemente con el cardenal Pell, secretario de finanzas del Vaticano, indagado ante un sonado caso de pederastia en Australia, la Iglesia mantiene su gente en la impunidad, a pesar de que hayan cometido atrocidades.

Legalización: primer paso de la lucha contra el narco y la violencia

Resuena el cinismo de Rivera al señalar que la legalización de la marihuana implica legalizar un problema, como si su regularización significara legalizar la portación de armas, la pelea violenta por plazas, el blanqueo de dinero ilegal y el trabajo a destajo y obligado de los productores que siembran marihuana y amapola, que también está vinculado con la desaparición de personas.

Muy al contrario, la legalización y regularización de la marihuana y otras drogas permitiría acabar con lo anterior, acabando con la pelea de plazas y con las condiciones de trabajo ilegal.

Al mismo tiempo, acabaría la ganancia exorbitante que se desprende de la ilegalidad del mercado de drogas y que orilla a los consumidores a riesgos y exposición innecesaria, así como a consumir productos de pésima calidad.

También permitiría desarrollar un programa integral de prevención y atención de consumidores ya adictos, con dosis controladas y atención médica gratuita para la población consumidora que ha desarrollado enfermedades producto de la farmacodependencia.

Por la desmilitarización del país y la legalización de todas las drogas

Y es que “la legalización de las drogas no acabará con la violencia” mientras no esté ligada a un programa que exija la desmilitarización del país y la expropiación de las grandes fortunas de los capos, como explicamos en esta nota.

Esta política jamás la levantarán los partidos que mucho antes de firmar el Pacto por México ya mostraban su voluntad de hacer cumplir los deseos de la Casa Blanca, aprobando las políticas de militarización del país e injerencia en la política económica y de seguridad que impulsaba el gobierno de Obama.

Eso es lo que Jesús Zambrano y el conjunto del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en su intento por aparecer a izquierda cuestionando las declaraciones de Rivera tampoco cuestiona.

Una legalidad al servicio de la protección de la propiedad privada y la ganancia de los grandes empresarios, sean legales o no, y un sistema capitalista al que la ilegalidad de las drogas, la militarización y la violencia terminan siendo funcionales para construir un nuevo nicho de acumulación y reproducción de una espiral de ganancia que garantiza mano de obra esclava y desechable, precio bajo de materias primas, ventajas producto de no pagar aranceles ni impuestos, así como un excedente extraordinario en la compra-venta y distribución de la mercancía.

Frente a la demagogia de Zambrano que se suma al reconocimiento del gobierno federal de la situación de criminalización de los y las consumidores, en particular los jóvenes, es necesario desarrollar un movimiento que exprese en las calles la desconfianza y cuestionamiento al rol del gobierno y sus instituciones –en particular la Iglesia, el ejército, los partidos patronales y los medios masivos de comunicación– en la situación de violencia que atraviesa el país.

Sólo con la lucha y movilización independiente a estas instituciones podremos implementar un programa integral frente al problema de drogas.

Por eso en este antidemocrático proceso constituyente de la CDMX, hay que destacar que la única fórmula que está por la legalización de las drogas desde un programa integral de salud pública –no desde un enfoque de seguridad nacional–, por la desmilitarización del país, por el cese a la criminalización de la juventud y la protesta social, y por acabar con el trabajo precario y las terribles condiciones de vida de la clase trabajadora y los sectores populares son los maestros en lucha contra la reforma educativa, Sulem Estrada y Sergio Moissen.