Las elecciones en el Estado Federado de Turingia abrieron la posibilidad de un gobierno encabezado por el partido La izquierda (Die Linke), liderando una coalición con la socialdemocracia (SPD) y los verdes. Un referéndum de los afiliados de la SPD dio luz verde a las negociaciones para el pacto liderado por Die Linke, un hecho sin precedentes.
Peter Robe Berlín | @robe_peter
Viernes 7 de noviembre de 2014
En los comicios de esta región en el este del país los Demócratas Cristianos salieron primeros con el 33,5 % mientras su socio menor socialdemócrata perdió el 6,1 %, llegando solo al 12,4 % de los votos.
Die Linke, que propagandizó la posibilidad de un gobierno bajo su dirección, se ubicó como la segunda fuerza con el 28,2 %, perdiendo en votos absolutos pero con una pequeña subida en términos relativos. Los verdes entran apenas en el parlamento con un 5,7 % de los votos.
La posibilidad del primer presidente de un gobierno federado por parte de Die Linke suscitó un gran debate sobre el pasado de esta formación política. El partido Die Linke es el producto de una fusión que se realizó en 2007 entre el PDS y una ruptura de la socialdemocracia que se formó en 2004 como WASG. El PDS, principal núcleo de Die Linke apareció después de la caída del muro como continuidad con el viejo partido único estalinista SED (Partido Socialista Unificado de Alemania) resultado de la unificación forzada de la socialdemocracia y el PC en la zona soviética ocupada en posguerra. Este fue el partido gobernante de la República Democrática Alemana (RDA), o Alemania del Este, desde la posguerra.
Históricamente Die Linke tuvo altos resultados en Alemania de Este, siendo “socio menor” de coaliciones de gobierno con la socialdemocracia en regiones como Mecklemburgo-Pomerania Occidental desde 1998 hasta 2006, en Berlín desde 2002 hasta 2011. En Brandemburgo siguen siendo parte del gobierno junto con la SPD. Pero esto tuvo altos costos para el partido, debido a la política de ajuste o privatizaciones que llevaron adelante los diferentes gobiernos regionales. Esto llevó a una caída importante de votos, por ejemplo en Brandemburgo en las elecciones en septiembre cuando perdieron casi el 10 % o en Berlín donde después de los comicios pasaron a la oposición.
Aun así, el jefe de Die Linke en Turingia, Bodo Ramelow, lanzó una campaña oportunista para hacer posible un gobierno con la SPD y los verdes a toda costa, cuestionando incluso el propio programa de partido.
En un Estado federado donde quedaron en evidencia los lazos entre empleados del servicio de inteligencia interior -Verfassungsschutz (Oficina federal de protección de la Constitución)- y bandas de asesinos neonazi, Die Linke reconoció fácilmente el derecho de existencia de ese organismo. Además, Ramelow anunció de antemano que todo proyecto de reforma se realizará siempre que se pueda financiar sin endeudamiento. Un discurso de moderación política muy claro.
En las últimas semanas, ad portas del 25 aniversario de la caída del muro, se reactualizó el debate sobre la definición de la RDA como un “Estado injusto”, contrapuesto a la RFA como “Estado de derecho”. Una definición que era parte de las condiciones previas de la SPD para evaluar las posibilidades de negociación con Die Linke. Mientras que la jefatura del partido rápidamente reconoció esta definición, hubo algunos miembros que reivindicaron las conquistas sociales de la RDA.
Hace una semana el presidente de Alemania, Joachim Gauck, que vivía en la RDA y era parte del movimiento evangélico anti-gobierno, se pronunció en contra de la posibilidad de que un partido formado por ex-miembros de la Stasi (servicio de inteligencia de la RDA) pudiera liderar un gobierno en el ex-territorio de Alemania oriental, cuestionando así la legitimidad del resultado electoral.
Aunque es conocido que los planteos de Ramelow para Die Linke son más que moderados– incluso el diario más conservador Franfurter Allgemeine Zeitung afirmó que “no se esperará una insurrección”, los democristianos y la prensa oficial teme este giro de la SPD.
No obstante, lo más probable es que el nuevo gobierno de Turingia no signifique un giro hacia la izquierda de la SPD, sino más bien un paso más en la integración al régimen por parte de Die Linke.