Nuevamente el diario perteneciente a la oligárquica familia Mitre y una editorial escandalosa en defensa de los militares genocidas.
Martes 16 de agosto de 2016 20:06
En el día de hoy, el diario La Nación nuevamente lanza una provocación. Contra las victimas del terrorismo de estado, contra los organismos de DDHH y contra las pocas condenas a los genocidas de la última década, arrancadas con la lucha en las calles.
El editorialista señala, preocupado, la “hostilidad cultural hacia las FF.AA.”. Lo que existe, en realidad, es la memoria colectiva de la inmensa mayoría del pueblo trabajador que repudia el genocidio y la impunidad que gozan la mayoría de sus ejecutores.
Es una falacia sostener que el kirchnerismo sea el principal factor de la construcción de dicha “hostilidad cultural”. El discurso sobre los DDHH y el hecho de descolgar el cuadro de Videla, sirvieron como gestos políticos que tuvieron muchos límites a la hora de los juicios reales contra los genocidas.
Sin embargo, en doce años no abrieron los archivos secretos de la represión. Nómina en mano utilizando la figura de genocidio, se puede revertir la carga de la prueba. Que sean los militares en funciones durante el periodo los que deban probar su inocencia. El nombramiento de Milani al frente del Ejército y su continuidad por varios años, hacen aún menos creíble el supuesto “enfrentamiento” entre el kirchnerismo y FF.AA.
La Nación busca reconciliar a la sociedad civil con los militares, engañando al lector acerca del verdadero “papel de las Fuerzas Armadas”.
Por un lado, mostraron ser unos incompetentes para luchar contra el imperialismo inglés, en la guerra de Malvinas. Bajo la dirección de Galtieri, miles de jóvenes conscriptos fueron lanzados como carne de cañón, en una operación militar aventurera, pésimamente calculada y destinada más que nada a tapar el descontento interno.
Al parecer las Fuerzas Armadas para lo único que demostraron ser “eficientes”, fue para manejarse en patotas, en la oscuridad de la noche, secuestrar en autos sin patente, torturar, violar y asesinar a obreros y estudiantes. Además de secuestrar embarazadas y apropiarse de bebes, y organizar más de 500 centros clandestinos de detención, amordazando a la prensa e instalando el terror en la sociedad. Toda una prueba de “valor”.
Como si del 24 de marzo de 1976 se tratara, La Nación habla de “la subversión” para referirse a la generación de los 70, a aquella generación del Cordobazo, que supo luchar por sus condiciones de vida y cuestionar la dominación capitalista. La Nación, deformando el pasado, pretende reconstruir un viejo relato que les garantice a los genocidas la impunidad y relegitime su poder de fuego, en el presente.
Recordemos que Jorge Julio López fue desaparecido por segunda vez, en el año 2006, después de testificar contra Etchecolatz, dejando en evidencia el accionar mafioso de las fuerzas de seguridad, que en muchos casos cobijan en su seno a miles de asesinos del proceso.
En estos últimos días Etchecolatz volvió a ser noticia, solicitando la prisión domiciliaria, alegando problemas de salud. La médica que negó la existencia de alguna enfermedad, al día siguiente, encontró a su perro asesinado y un cuchillo ensangrentado en la puerta de su casa, un claro signo mafioso con el sello de la Bonaerense o alguna otra fuerza similar impune.
El kirchnerismo volvió a desaparecer a Jorge Julio López, CFK no lo mencionó ni una sola vez, la denuncia de que los cabecillas de las fuerzas de seguridad del presente, vienen de la “formación” de los Camps, corrió por cuenta de la izquierda y los organismos que rechazaron la integración al FpV. Que vayan presos todos los genocidas, significa desmantelar el aparato represivo en los hechos. Y todos los gobiernos capitalistas necesitan del aparato represivo para mantener el disciplinamiento, el control social y reprimir cuando la protesta afecta sus intereses como clase.
El envalentonamiento derechista de La Nación responde a una situación en la que está en juego la respuesta obrera y popular ante el ajuste. En Jujuy, el gobierno de Cambiemos viene desarrollando una sistemática represión que arranco con la detención ilegal de Milagros Sala, siguió con represiones a trabajadores de Ledesma a pedido de la familia Blaquier, SI! la familia del apagón de Ledesma. Las persecuciones, causas armadas y multas millonarias contra los sindicatos se transformaron en moneda corriente. En el resto del país, creció la militarización de los barrios pobres, y hace unas semanas, intentaron atacar la ronda de las Madres. Esto ocurrió mientras Aldo Rico desfila impune en los festejos del Bicentenario.
Hoy más que nunca, la pelea por memoria, verdad y justicia, por cárcel a los genocidas, por los 30.000 detenidos desaparecidos adquiere una importancia estratégica. Parte de esa pelea es repudiar “la teoría de los dos demonios” y el rechazo a la versión genocida de la supuesta “guerra sucia”. Así como la campaña derechista pro genocida de La Nación.