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Red Internacional
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Caso Maldonado. La Nación quiere que las víctimas les pidan perdón a los asesinos

En una editorial llena de falacias, el vocero de los terrateniente pide que la familia de Santiago Maldonado, los organismos de derechos humanos y la izquierda digan “Perdón, Gendarmería”.

Daniel Satur

Daniel Satur @saturnetroc

Alejandrina Barry

Alejandrina Barry @Barry__Ale - Dirigente del CeProDH e hija de desaparecidos

Miércoles 1ro de noviembre de 2017

El mismo día en que Mauricio Macri anunció que le regala el Ministerio de Agroindustria a la Sociedad Rural, y envalentonado por el sinceramiento presidencial en cuanto al plan de ajuste contra la población trabajadora, el diario La Nación aprovechó para reivindicar a la fuerza represiva nacional involucrada en la desaparición forzada y posterior asesinato de Santiago Maldonado.

Ni inaudito ni inesperado. Lógico. Pero no por ello menos despreciable. Este martes el diario fundado por Bartolomé Mitre publicó una nota editorial titulada “Gendarmería: las cosas por su nombre”. Allí engarza varias definiciones políticas con una serie de falacias sobre hechos que, o bien no ocurrieron, o se dieron de una forma muy diferente a cómo se los cuenta.

El objetivo del texto también es lógico: demostrar que esa empresa periodística nunca abandonará sus principios ni sus intereses. Que su compromiso con la parasitaria minoría social que se apropió de casi toda la tierra, de las fábricas y de las empresas y que conduce el Estado (sobre todo a sus fuerzas represivas) se mantiene inalterable.

Que parezca un accidente

Las más lamentables falacias expuestas por La Nación refieren a los hechos que llevaron a la muerte de Santiago Maldonado. Según la tribuna de doctrina (burguesa) el joven de 28 años tuvo “una muerte accidental” mientras “huía” hacia el Río Chubut luego de cometer un delito sobre la ruta 40. En esa instancia, según el relato cuasificcional, la Gendarmería procedió a “disolver” el piquete y “liberar” la ruta ejerciendo “el menor daño posible a los involucrados”.

Es más, esa fuerza represiva no sólo no habría realizado nada malo sino que fue la verdadera víctima. “Sin disparos de armas de fuego, sus efectivos recibieron numerosos impactos de piedras y elementos contundentes por parte del grupo activista”, tipeó el escriba de la oligarquía sin sonrojarse.

Según la reconstrucción de los acontecimientos, en base a los muchos testimonios de quienes estuvieron ese 1° de agosto tanto adentro como en las adyacencias de Pu Lof en Resistencia de Cushamen, lo que dice La Nación es absolutamente falso.

Por un lado, todos los testimonios de la comunidad mapuche y de quienes se solidarizan con ella sostuvieron siempre su coherencia y coincidencia en tiempos, espacios y hechos. Del otro lado, los testimonios de los pocos gendarmes que declararon en el expediente, cruzados con sus propias escuchas o con escuchas de sus superiores y con los pocos videos y fotografías que la misma fuerza entregó al Juzgado de Esquel, configuran un océano de contradicciones y autoimputaciones, todo ello condimentado con un racismo antimapuche avalado por quienes los conducen. “Corchazos”, “tenemos a uno”, “dale al negro”, “ya van a ver” y otras tantas expresiones lo certifican.

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Aún no se conocen públicamente los informes finales de la autopsia sobre el cuerpo de Santiago. Por eso lo correcto es no avanzar en hipótesis ni en especulaciones. Sin embargo La Nación ya decretó en su editorial que “Maldonado murió ahogado o por hipotermia”. Y con esa sentencia, explica cómo fue la “historia”. Es más, hasta acusa a quienes casi terminan como él de haber mantenido en “secreto” la información sobre el paradero de Santiago desde el principio y elaborado “la versión y el testimonio de su apresamiento por parte de la Gendarmería”.

Pues bien, la muerte de Santiago no tuvo nada de accidental. Sean cuales fueren las causales de su muerte, Santiago y sus compañeros mapuches fueron corridos a los tiros luego de una irrupción violenta y masiva de gendarmes en el territorio ancestral que desde hace tres años la comunidad Pu Lof decidió recuperar de las manos del grupo Benetton.

El ingreso de decenas de efectivos de Gendarmería, armados con escopetas, pistolas 9 milímetros y varios móviles, de forma ilegal (no tenían orden judicial para hacerlo), a los gritos y con un odio visceral contra los jóvenes mapuches no sólo fue confirmado por las víctimas del atropello sino por varios de esos gendarmes. Así lo corroboran innumerables escuchas telefónicas, videos, fotos y relatos “off the record”, casi todas evidencias volcadas, mal que le pese a La Nación, en el expediente caratulado como “desaparición forzada de persona”.

La Nación parece querer desconocerse a sí mismo. Durante un buen tiempo fue el propio diario el que, acompañando la coartada oficial, buscaba descargar las responsabilidades de la desaparición de Santiago en apenas un puñado de gendarmes para salvar a toda la institución y sus jefes políticos. Pero avalando la versión gubernamental para salvar a Bullrich y Noceti, terminó ubicando a miembros de esa fuerza represiva como victimarios directos.

Evidentemente el envión dado por Gustavo Lleral el viernes 20 a la medianoche envalentonó a La Nación, Clarín y otros medios macristas. En un mar de interrogantes y frases enigmáticas, el juez del caso aseguró que el cuerpo de Santiago “no tiene lesiones visibles”. Inmediatamente las conclusiones de los voceros oficiales fueron unánimes: la Gendarmería (y por ende Patricia Bullrich y Pablo Noceti), quedaba libre de culpa y cargo.

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“La Gendarmería fue vil y apresuradamente demonizada, algo frecuente cuando amplios sectores de la ciudadanía asocian ’la represión’ con los violentos años del proceso militar”, sentencia La Nación. Y aquí vale recordar tres cuestiones.

Por un lado que desde donde se dicen esas palabras es desde la misma empresa periodística que hace cuarenta años se reunía con los torturadores y desaparecedores para planificar el relato oficial del genocidio.

Por otro, que la Gendarmería es una fuerza casi impune desde la dictadura a esta parte y la que fue elegida por todos los gobiernos constitucionales para reprimir las más profundas protestas sociales a lo largo y ancho del país.

Y en tercer lugar, que la propia fuerza a la que La Nación reivindica lleva años realizando espionaje ilegal sobre ciudadanos y organizaciones sociales, de derechos humanos, políticas y sindicales a través de sus Centros de Reunión de Información esparcidos por toda la Argentina. Un verdadero trabajo sistemático de inteligencia delictiva en favor del poder de turno.

La Nación no puede desconocer el Proyecto X, cuyo expediente en Comodoro Py se engorda desde hace años con nuevas denuncias y pruebas contra Gendarmería. La Nación sabe que ese espionaje ilegal tuvo entre sus víctimas recientes a la familia Maldonado y que posiblemente el propio Santiago haya sido investigado durante los meses que vivió en El Bolsón.

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Doctrina sin tribuna

Fiel a su soberbia canalla y a su estilo medieval, La Nación lanza en el mismo artículo una serie de reaccionarias aunque audaces definiciones. Aquí se enumeran.

Que “el uso de una muerte accidental para crear y endilgarle al gobierno de Mauricio Macri una desaparición forzada” va a quedar “en los anales de la ignominia y la hipocresía”. Sí, así como se lee y como se escucha. Sin vergüenza.

Sumado a ello, que Santiago Maldonado había acudido, por “bohemia” o por aventurerismo, en ayuda de una “fracción” de la comunidad mapuche, “contestataria y claramente infiltrada por corrientes subversivas”. Así, copiado y pegado de alguna edición del año 1976 o 1977.

Esa “fracción mapuche” habría armado, junto a organismos de derechos humanos y “muchos comentaristas” propensos a las teorías conspirativas, “el libreto de la desaparición forzada”.

Es más, según La Nación eso se hizo “desconociendo el dolor de una familia y de toda una sociedad”, llamando engañosamente a marchas y protestas responsabilizando a la Gendarmería “y al propio Poder Ejecutivo Nacional”. ¿Sabe el redactor de la mentira que los hermanos de Santiago, con su dolor a cuestas, convocaron a esas protestas y denunciaron la complicidad con los criminales, el ensañamiento con las víctimas y la inhumanidad para con la familia de parte del propio Poder Ejecutivo Nacional?

Habla del dolor de la familia. Pero a renglón seguido le dice a sus lectoras y lectores que “debe lamentarse la actitud del hermano, Sergio Maldonado, quien, más allá de la comprensión que merece por su dolor, reaccionó con destempladas críticas y acusaciones fuera de lugar”.

Obviamente se refiere a la acusación de la familia Maldonado al Gobierno por ser responsable de que, apenas hecha la denuncia pública el 2 de agosto Santiago no haya aparecido inmediatamente con vida. Y en esa acusación, un rol central juega la ministra Patricia Bullrich, a quien La Nación defiende cuestionando que haya sido “fuertemente atacada cuando apoyó incondicionalmente a la Gendarmería a sus órdenes”.

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Provocación en letra de molde

Justo un día antes de que miles de personas salgan nuevamente a las calles para exigir verdad y justicia por Santiago Maldonado, la editorial mitrista lanza una provocación digna de quienes disfrutan del sufrimiento de sus “inferiores”.

“Nos preguntamos si quienes produjeron tanto daño y dolor, de modo tan artero o equivocado, no deberían expresar públicamente: ’Perdón, Gendarmería’”. Así, sin vergüenza. Resulta que quienes vienen sufriendo todo tipo de hostigamiento de parte de esa fuerza represiva, antes, durante y después del crimen de Santiago, ahora deberían arrodillarse ante sus victimarios, olvidarse de todo el escarnio y la tortura, y pedir disculpas para así no tener que sufrir nuevos castigos.

Sí. Suena increíble. Suena surrealista. Suena casi esotérico. Pero está escrito en uno de los diarios más “serios” de la Argentina. Por eso no es poco decir que en estos tiempos el matutino de los Mitre está repitiendo más de una maña de aquellas desarrolladas al extremo entre los años 1976 y 1983, cuando era un invaluable colaborador de la dictadura.

“Las palabras deben recuperar su sentido más cabal y dejar de ser instrumento de facciones que buscan tergiversarlas en un peligroso afán por vaciarlas de su auténtico contenido, poniéndolas al servicio de vetustas ideologías. El caso Maldonado nos ofrece una clara oportunidad para que, como sociedad, reflexionemos y repasemos cuál es el rumbo que elegimos”. ¿El cinismo hecho carne al punto de jugar con las debilidades más letales del adversario? ¿O el escritor frente al espejo?

Cuesta imaginar cuánto de todo lo escrito por La Nación es producto de la imaginación de un individuo muy bien remunerado o por el contrario está archidiscutido y consensuado en mesas de directorio y reuniones con funcionarios. Lo que no resiste discusión alguna es que en ese texto sin firma está inscripta es la línea editorial de la tribuna de doctrina y que en función de ello el nivel de montaje, elucubraciones y falsificaciones es tal que merece ser caracterizado como una obra de ingeniería al servicio de los criminales.

Lo que quedará en los anales de la ignominia y la hipocresía es el uso del crimen de Estado de Santiago Maldonado para crear una imagen totalmente opuesta del Gobierno de Mauricio Macri que permita salvarlo de su responsabilidad en los hechos que configuraron nada menos que una desaparición forzada seguida de muerte.


Daniel Satur

Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).

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