La máxima autoridad eclesiástica de la capital bonaerense sabía que Maximiliano Di Virgilio, párroco y docente del colegio Santa Ana, era acusado de abuso y acoso contra menores. Pero lo ocultó. En noviembre pactaron con él un alejamiento momentáneo de la parroquia y las aulas. Pero al poco tiempo volvió y ahora el escándalo le estalló en las manos. Al igual que en los casos Lorenzo y Sidders, el encubrimiento quedó al desnudo por la acción de docentes y familias indignadas.
Daniel Satur @saturnetroc
Valeria Jasper @ValeriaMachluk
Viernes 15 de abril de 2022 18:54
Noviembre de 2021 | Maximiliano Di Virgilio da una misa a niñas y niños
La noticia de los últimos días sobre un nuevo caso de abuso en el colegio parroquial Santa Ana de la localidad de Hernández dejó en evidencia, una vez más, el plan sistemático que la Iglesia católica lleva adelante para encubrir a sus “ovejas descarriadas” que cometen delitos sexuales. La institución, que funciona bajo la órbita del Arzobispado de La Plata, tiene su parroquia y el secundario ubicados en 131 entre 508 y 509 en tanto que el jardín de infantes y la primaria están en 511 entre 25 y 26.
Según diversas fuentes de la comunidad educativa de Hernández, el párroco y docente platense Maximiliano Di Virgilio (41 años) había sido denunciado en noviembre pasado ante las autoridades del colegio por la familia de una estudiante. Pero el hecho nunca se dio a conocer a las madres y los padres que llevan a sus niñes al colegio y recién esta semana, cinco meses después, la situación salió a la luz a través de la denuncia que un grupo de docentes realizó (de forma anónima, por obvias razones) ante algunos medios de comunicación, entre ellos La izquierda Diario.
Frente a la falta de respuestas por parte de la institución y del propio Arzobispado que conduce Víctor “Tucho” Fernández, familiares de los y las estudiantes que concurren a los distintos niveles educativos se manifestaron entre el lunes y el miércoles en las puertas de las dos sedes del colegio exigiendo la inmediata desafectación del sacerdote de todas sus funciones, una respuesta institucional frente a lo que entienden es una clara actitud de encubrimiento del caso y, lógicamente, la intervención del Poder Judicial.
Las excusas de las autoridades
El mismo martes 12 de abril, dada la trascendencia que tomó el caso y mientras decenas de padres y madres manifestaban ante la sede de la secundaria, las autoridades del colegio emitieron un comunicado informando que “a fines del año pasado” habían recibido “una consulta” de una familia sobre una “presunta situación de conflicto”, ocurrida en una actividad realizada en el patio del colegio.
Según el texto entregado por la representación legal de la institución, “en ningún momento se advirtió allí un acto inmoral o alguna acción que comporte una vulneración a los derechos de ningún menor”, iniciándose “las actuaciones en cumplimiento del protocolo institucional: el diálogo con la familia mediante citaciones institucionales, la presentación del informe de situación de conflicto ante la Jefatura de Región 1 y la correspondiente presentación ante el servicio zonal de protección a los derechos del niño y del adolescente”.
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La institución agregó que el Arzobispado “determinó preventivamente que el sacerdote cesara en su cargo de representante legal de ese colegio, se nombrara otra persona en ese cargo y el sacerdote no tuviera actividad alguna en ese colegio”, agregando que Di Virgilio, “en orden a evitar toda sospecha”, renunció a sus tareas en otro colegio y evitaría “cualquier gesto que, aun no siendo ilícito, pueda resultar ambiguo o prestarse a una mala interpretación”.
Según puede reconstruirse a partir de diversos testimonios de docentes y familiares relacionados con el colegio, la cosa no sería como afirman las autoridades del Santa Ana y del Arzobispado.
En principio, es falso que desde fines de 2021 Di Virgilio ya no tenga “actividad alguna” y “cualquier gesto” que pudiera “prestarse a una mala interpretación”. Es que luego de ser dado de baja como representante legal y licenciado en sus horas docentes por orden de la anterior directora del colegio, ésta terminó renunciando a fin de año. Con la llegada de nuevos representantes legales y tras confirmar que finalmente la familia de la estudiante decidió no radicar la denuncia, el cura volvió a retomar las clases de religión que impartía a niñas y niños.
Tan es así que el propio Di Virgilio y la parroquia difundieron hasta la semana pasada en sus redes sociales diversas actividades sociales con tinte religioso en las que el cura participó junto a menores.
Las diversas fuentes incluso confirmaron que, quizás sabiendo que el escándalo estaba próximo a salir a la luz, Di Virgilio se tomó el tiempo para “despedirse” ante las y los estudiantes. “Les dijo que se iba a ausentar un tiempo de la escuela y de la iglesia” aunque sin explicar las razones, coincidieron varias fuentes del colegio. Vale decir que, además de catequesis, el cura solía dar charlas sobre “educación sexual”.
Lo que dicen familias y docentes
Desde que un sector de docentes hizo llegar su denuncia a algunos medios, se sucedieron una serie de mensajes (algunos anónimos y otros no) de familiares y docentes de niñas y niños que concurren a los tres niveles del Santa Ana. La Izquierda Diario respeta la integridad de quienes valientemente dan testimonio, por lo que en algunos casos no se dan nombres.
Las diversas expresiones recibidas en los últimos días coinciden respecto al fondo de la cuestión, especialmente sobre qué tipo de actitudes y procederes ha tenido Di Virgilio hacia las y los estudiantes. Y también en el reclamo de que se sepa toda la verdad y que renuncien tanto el cura como las nuevas representantes legales del colegio.
Una abuela de una niña que concurre al jardín de infantes afirmó en un mensaje llegado a La Izquierda Diario que “este cura ya viene denunciado desde otro colegio de Villa Elvira”. Además, varias niñas y niños del Santa Ana aseguran que hace tiempo Di Virgilio mantenía actitudes abusivas, como por ejemplo “mandar a alumnas a borrar el pizarrón y no disimular que lo hacía para mirarles la cola”, o “acosar con miradas y expresiones del tipo ‘qué lindo pelo tenés, qué bien te queda el moñito’ y otras similares”.
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Otra familiar de una alumna de primaria dijo que era común que el cura le dijera a alguna chica en particular que “era la más hermosa y por eso tenía coronita”.
Cristian, papá de dos niños que estudian allí, explicó ante Pulso Noticias que Di Virgilio “ahora sacó licencia de primaria, secundaria y jardín pero supuestamente va a seguir dando misa en la parroquia, eso no lo queremos, queremos que se haga justicia y den respuesta”.
Otro padre, también de nombre Cristian, que tiene tres hijos en la misma escuela pidió ante el mismo medio que el cura “sea detenido, que intervenga la Justicia, porque si no es mandado a otra escuela y va a seguir haciendo lo mismo”. Y confirmó que en noviembre se realizó la denuncia en la escuela, “pero el representante legal era el propio cura, entonces la cajoneó y dejó pasar”.
Una madre dijo ante un móvil de Canal 9 que Di Virgilio “les daba besos en las mejillas a las chicas y les tocaba el pelo” con insistencia. Y agregó que la comunidad educativa sabe que “hay maestras que están amenazadas para que no hablen”, por lo que al reclamo se suma el apoyo a las y los docentes “para evitar que los echen”.
“Los representantes legales, que son parte de los empleadores, para resguardar su trabajo han ocultado y callado. Eso implica ser cómplices de lo que ha sucedido, al no contarles a los padres la noticia cuando sucedió, quisieron encubrir todo”, enfatizaron ante Pulso.
A su vez, en un comentario a una nota anterior de La Izquierda Diario, una usuaria de Facebook escribió “violín hdp yo sabía, años teniéndolo como profesor y sacerdote en el María Reina, siempre se dirigió a mí y a mis compañeras de una forma inadecuada”. Específicamente recordó que el cura solía pasar a su lado, le tocaba el pelo y se sentaba a su lado sin que ella le diera ningún tipo de confianza. “Hasta que me cansé y fui a quejarme con la directora”, quien “sólo me dijo ‘vos le das confianza para que te hable así’. Tengo a todo mi curso de testigo, jamás me voy a olvidar”, dice la lectora, quien finaliza con un “ojalá pagues” dirigido al sacerdote.
¿Qué se cuenta en el Arzobispado
El 25 de noviembre de 2021, la Junta Regional de Educación Católica del Arzobispado (Jurec) que preside el presbítero Daniel Astuti (no es chiste), emitió un comunicado a fin de rebatir “algunas informaciones que no responden a la realidad actual”. Allí se informaba que “se ha designado nuevo capellán (...) y con fecha 7 de diciembre se han designado nuevas autoridades en el cargo de representación legal” del colegio.
El comunicado también aseguraba que Di Virgilio “ha cesado en todas sus funciones” en el colegio Santa Ana como en otras instituciones educativas pertenecientes a la Curia platense, considerando “necesario” retomar “el desarrollo de las distintas actividades institucionales, mediando el correcto diálogo y acompañamiento a todas las familias”. Es decir, el mismo discurso de las actuales autoridades del colegio, desmentido por la comunidad educativa.
Probablemente Víctor “Tucho” Fernández haya pensado que con esa movida de fichas y con el retiro de la denuncia por parte de la familia de la chica abusada en noviembre alcanzaba para “evitar el escándalo” público, una premisa de toda jerarquía eclesiástica que se precie de responder las indicaciones del papa Francisco. Y como es sabido, Tucho es uno de los más fieles representantes de Jorge Bergoglio en la tierra argentina, al punto que sus expresiones públicas son consideradas por la feligresía “palabra del santo padre”.
Pero los casos de abusos sexuales de curas y obispos católicos (también los hay en otras religiones, claro) contra menores que están bajo su guarda son moneda corriente en todo el mundo. Y los gestos del Vaticano para hacerse cargo y combatirlos son no sólo ineficaces sino que tienen un alto nivel de hipocresía.
Santa runfla
Hasta 2018, y durante las últimas dos décadas, la arquidiócesis de La Plata estuvo gobernada por el ultraconservador Héctor Aguer. Y es vox populi que para Bergoglio, el hoy arzobispo emérito siempre representó al ala “dura” de la curia con la que tuvo no pocas internas y disputas de poder. Sin embargo, cuando de encubrir los crímenes de las “ovejas descarriadas”, entre el actual papa y su viejo adversario no hay ni grietas ni dudas.
Cuando Francisco jubiló a Aguer y puso en su reemplazo al exrector de la UCA Tucho Fernández, éste heredó una arquidiócesis copada por una cohorte de secretarios, presbíteros, capellanes y curas moldeados por quien hasta hoy, pese a su “retiro”, conserva gran influencia en la Iglesia argentina. Entre ese grupo de sotanas adoradoras de Aguer se encontraban nada menos que Eduardo Lorenzo, Raúl Anatoly Sidders y Maximiliano Di Virgilio.
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Lorenzo, excapellán del Servicio Penitenciario Bonaerense, en diciembre de 2019 murió suicidado en la sede de Cáritas La Plata minutos antes de ser detenido en una causa donde se lo acusaba de múltiples abusos a menores cometidos en varias parroquias platenses. Sidders, excapellán de la Gendarmería Nacional en Puerto Iguazú (Misiones), cumple prisión domiciliaria a la espera de un juicio oral por abusos contra menores durante los tiempos en que era capellán del colegio platense San Vicente de Paul (época en la que vivía junto a Aguer en la sede del Arzobispado). En ambos casos, como informó oportunamente este diario, el rol del arzobispo Fernández y su obispo auxiliar Alberto Bochatey fue de claro encubrimiento.
Cuando Lorenzo murió (aparentemente después de dispararse al corazón), quien dirigía Cáritas La Plata era el presbítero Cristian Gonzálvez, nombrado un año antes por Aguer para al frente de la institución que hace de la pobreza una “virtud divina” y año a año junta millones de pesos para “paliarla”. Poco antes de su deceso y por orden del nuevo arzobispo Fernández, Gonzálvez decidió refaccionar una de las habitaciones del edificio de calle 4 entre 49 y 50 para que Lorenzo tuviera una “suite” donde refugiarse a la espera de su juicio. De paso, lo tenían controlado para que no hablara demás.
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Antes de ser nombrado director de Cáritas La Plata, Gonzálvez fue cura párroco de María Reina, la misma parroquia con colegio de Berisso en la que Maximiliano Di Virgilio era vicario y profesor de catequesis cuando, según una lectora de La izquierda Diario (y todo su curso como testigo), éste se paseaba entre los pupitres acariciando el pelo de les estudiantes y profiriendo palabras acosadoras sin pudor.
En diciembre pasado, cuando la denuncia contra Di Virgilio por abuso en el colegio Santa Ana ya era conocida en todo el Arzobispado y el mismo cura había sido corrido momentáneamente de las aulas y desplazado como representantes legal, Tucho Fernández y Cristian Gozálvez encabezaron la Asamblea Anual de Cáritas La Plata. Allí ambos coincidieron en que “cada persona posee una enorme dignidad y merece ser escuchada, contenida y acompañada”. ¿Se referían a Di Virgilio, Sidders y compañía? Probablemente.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).