Jueves 18 de septiembre de 2014
El pasado lunes se repuso en la ciudad capitalina una nueva edición de la conmemoración anual al Señor y la Virgen del Milagro; según se dijo en algunos medios locales el evento data de más de una centuria y comporta un relato mitológico digno de antologías literarias para infantes: la ciudad, un valle jaqueado por los movimientos tectónicos, sufría severos vaivenes en su corteza que se apaciguaron cuando los distraídos feligreses recordaron ir a rendirle culto a las dos imágenes que habían llegado a la ciudad producto de una serie de confusiones entre los colonos españoles y la colonia americana, es decir, por cosa divina del destino.
Los avances urbanísticos y arquitectónicos han dado cuenta de construcciones antisísmicas que vienen haciendo evanescente a ese mito de origen, mas el culto parece no agotarse a pesar de quedarse sin sustentos reales. Ante la imposibilidad de arrogarle los avances de la construcción preventiva a los patronos provinciales, la creencia se resignifica con inagotables promesas de fe, esperanza y amor; claro, siempre considerando la fe, la esperanza y el amor como una propiedad exclusiva de quienes profesan la religión católica. El resto: herejes, desesperanzados, desairados, intranquilos, impíos.
Entretanto hay algunas particularidades que revistieron de forma especial la ceremonia de este año, trataremos de pasar revista por algunas de ellas. La concentración masiva se hace en las inmediaciones de la Catedral, ubicada en la plaza principal de la ciudad; hasta allí llegan peregrinos de las adyacencias a la capital y la provincia que se agolpan ensamblándose con la horda de creyentes citadinos. Se calcula que este año hubo 600.000 personas.
Curiosamente, como si su condición de fervientes católicos se solapara haciéndolos olvidar esta cuestión que caracteriza a la provincia, el gobernador Urtubey y sus amigos pasaron dos meses con la plaza cercada para realizarle “remodelaciones”. Las remodelaciones constaron de un exquisito trabajo de jardinería, mas no se invirtió ni un solo gramo de cemento, con lo cual la reinauguración de hace tres semanas atrás quedó literalmente desecha por la afluencia de personas el lunes pasado.
Vale aclarar que, a tónica con el modelo nacional de Sergio Berni, el gobernador inventó esta supuesta remodelación como una estrategia para reprimir y censurar la protesta social que los docentes llevaban a cabo acampando en la plaza 9 de Julio. Urtubey se proyecta presidenciable en la voracidad de ocupar la acefalía kirchenirsta que hereda Cristina de cara al 2015, por ello no podía permitir manchar su buen nombre con esa actitud terca y díscola que manifestaban los educadores.
Su labor fue no menos que artesanal, devanó hilo por hilo tratando de no hacer quedar en evidencia su actitud de absoluta intolerancia a la manifestación por un lado, y de petulancia, por el otro, no queriendo ceder al justo reclamo por salarios dignos y regularizaciones de cargos que han estado en condición de interinato por lustros. Primeramente urdió una alianza con el gremio más cercano a la burocracia, la Asociación Docente Provincial (ADP) encabezada por Patricia Argañaraz, lo cual no solo no amainó los ánimos sino que caldeó la atmósfera provocando que más docentes no orgánicos se sumaran a la lucha.
Esa situación obligó al Ministro del área, Roberto Dib Ashur, a empezar a retroceder lentamente en sus negociaciones paritarias. Por supuesto que desalojar la plaza fue el broche con el que el gobernador ayudó a su cipayo a resolver la cuestión y desgranar la organización que se había construido. Sin embargo pervive un frente de “Docentes Unidos” más otras fuerzas, que mantiene aún asambleas y tiene al vilo de la debacle a la tan cabizbaja imagen de Urtubey, que al compás de las adulaciones de sus cortesanos, se ha llegado a creer sucesor del trono K.
El Encuentro de Mujeres que se realizará en la ciudad el próximo mes de octubre, sin dudas, la segunda gran convocatoria que tendrá la provincia este año, amenaza con reavivar estas hostilidades con distintos sectores que el catolicismo kirchnerista del urtubeysismo se niega a resolver por la vía fácil: reconocer sus limitaciones ante la impronta de demanda de derechos, tanto sociales como civiles.
Entre la potencia que demuestren el Milagro y el Encuentro de Mujeres se debatirá qué sector apunta con más fuerza para imponer las prioridades de los salteños, es importante entonces engrosar la participación en este último para no solo hacerlo visible sino además postularlo como catalizador de los climas sociales de disputa que se han generado por las canónicas condiciones de postergación puestas a la sombra de los egos eleccionarios de los gobernantes de turno. Estos últimos más ocupados en sus inversiones propagandísticas que en elucubrar políticas públicas tendientes a la obturación de la desigualdad y exclusión reinante.