Esta película recién estrenada en los cines habla de una de las historias más trágicas y desconocidas de la represión franquista. Hablamos de los llamados “topos”, personas que estuvieron más de 30 años escondidos en pequeños habitáculos, o más bien zulos, en sus casas huyendo de la represión de la dictadura.
Miércoles 6 de noviembre de 2019
(Contiene spoilers)
La cinta recrea el encierro de 33 años (1936-69) de Higinio, concejal del Frente Popular en un pueblo de Andalucía, que con la ayuda de su esposa Rosa consigió permanecer en su casa oculto, emparedado entre dos paredes. La magnífica ambientación y las excelentes interpretaciones de Antonio de la Torre y Belén Cuesta, como el joven matrimonio, hacen que el espectador sienta el ambiente claustrofóbico, agónico y de miedo continuo del protagonista.
A través de los ojos del protagonista, mirando este siempre a través de una pequeña rendija y sumido en la oscuridad de su agujero, vemos las sospechas y la incansable lucha por descubrirlo del falangista de su pueblo. Esto hace que el terror a ser descubierto, el andar siempre a escondidas, el hablar en susurros, en definitiva, que su encierro y las consecuencias del mismo las sufran no solo él, sino también su esposa y su hijo.
Todo hasta que un día, con muchas dudas, miedos y sin saber muy bien cómo hacerlo, decido salir del escondite y “volver a la vida”, porque como muy bien dice el protagonista, su encierro era “estar muerto en vida”.
Los “topos” las victimas olvidadas de la guerra civil
La historia de los llamados “topos”, por comparación con este animal que hace de esconderse en la tierra su hábitat natural, fue durante décadas una historia oculta, silenciada, olvidada por todos. No fue hasta 1977 cuando los jóvenes periodistas Jesús Torbado y Manuel Leguineche publicaron su libro “Los Topos”. En el, tras casi ocho años de ardua investigación en la que recorrieron todo el país, recogían los testimonios de 24 republicanos o “rojos”, “enterrados en vida” para huir de la represión franquista.
También antes de la actual película, en 2012 se estrenó el documental de animación, “30 años de oscuridad” de Manuel H. Martín, en el que se cuenta la historia de los topos.
El número exacto de estos luchadores y luchadoras se desconoce, al igual que cuantos murieron durante su encierro, aunque se calcula que unos cientos, los cuales pudieron permanecer ocultos gracias al apoyo de su círculo más cercano.
La mayoría de ellos abandonaron su escondite a partir de marzo de 1969, cuando la dictadura franquista promulgó un decreto por el que prescribían todos los presuntos delitos cometidos antes del fin de la Guerra Civil, es decir antes del 1 de abril de 1939.
Sin embargo hubo varios que no se fiaron y prefiero esperar a la muerte del dictador e incluso al fin de la transición democrática. El último de salir de su escondite fue Protasio Montalvo, alcalde republicano del pueblo de Cercedilla (Madrid) durante los dos primeros años de la Guerrea Civil, que estuvo oculto durante 38 años, hasta julio de 1977.
Cuentan que a pesar de haberse celebrado ya las primeras elecciones democráticas tras la dictadura, un mes antes, afirmó que: “hasta que no vengan aquí los dirigentes del PSOE a entregarme el carnet no tendré la seguridad de que nada me puede ocurrir”. Y así fue, un grupo de dirigentes socialistas, entre ellos, Peces Barba (futuro Presidente del Congreso de los Diputados) y Javier Solana, posterior ministro y Secretario General de la OTAN, fueron a su escondite y le entregaron el carnet el 18 de julio de 1977, dando así por finalizado su largo encierro.
El Alcalde de Mijas y otros “topos” celebres
Además de Protasio, el caso más conocido fue el de Manuel Cortés Quero, alcalde socialista de Mijas (Málaga) al iniciarse la guerra civil. Al estallar la guerra, antes de que fueran a por él la Falange, Manuel se echó al monte y, durante los tres años que duró la guerra, estuvo comiendo de aquí y de allá lo que buenamente le proveía la naturaleza. Después regresó a su casa disfrazado de incógnito para vivir emparedado en un falso cuarto durante 30 años. El cuartucho medía 2 metros de ancho por 4 de largo, y 63 centímetros en su parte más alta. Lo justo para comer sentado.
Allí hacía mucho frío en invierno y mucho calor en verano. Su única compañía era la radio y la lectura del Diario Sur que su mujer, Juliana Moreno, le traía cada mañana con el café y el bollo. Cuando llegaba la noche, al igual que muchos de ellos, incluido, el protagonista de la película podía hacer vida familiar con su mujer y su hija. Pero siempre en la clandestinidad. No pudo asistir a la boda de su hija, cuya celebración vio, al igual que la de su bautizo, a través de la rendija de su escondite.
Al igual que todos ellos se tuvo que auto medicar para las enfermedades que padeció, llegando el mismo a arrancarse la mayoría de los dientes.
Tras su salida en 1969, fue fundador del PSOE local, y lo presidió hasta su fallecimiento en 1991. Actualmente en la Casa Museo de Mijas se puede visitar una recreación de la que fue su casa y escondite durante 30 años.
Este es el caso más conocido porque en 1972, el hispanista Ronald Fraser narró su experiencia en la novela “Escondido: el calvario de Manuel Cortés”, sobre la que el célebre dramaturgo Arthur Miller escribió en The New York Times: “En la montaña de libros sobre la guerra no puede haber otro tan breve pero tan completo, tan desnudo pero tan sutil, tan conmovedoramente humano como este”.
Otro caso muy dramático fue el de Saturnino de Lucas, natural de San Martín y Mudrián, un pequeño pueblo segoviano. El Cojo, como así se le conocía, ostentaba el cargo de alcalde y era el delegado del Frente Popular en la zona antes de que estallara la guerra.
A los pocos días de la sublevación militar, los falangistas le pusieron precio a su cabeza: 60.000 pesetas. Por ello en julio del 36 se escondió hasta abril de 1970, poco después de que el régimen franquista aprobase el último decreto de amnistía.
Su hábitat era una buhardilla raquítica de la casa de sus padres, un zulo minúsculo, tenía 63 centímetros en su parte más alta, dos metros de ancho y cuatro de largo, impracticable incluso para cualquier bicho. Lo asombroso es cómo logró sobrevivir en un espacio tan mínimo, con el cuerpo atrofiado, en unas condiciones peor que pésimas.
Tenía un termómetro, que en verano llegaba hasta los 65 grados y en invierno a -20º, una máquina de escribir y periódicos para matar el tiempo. La comida se la pasaban por un pequeño boquete, su único contacto con el exterior. Como el mismo explicó tras el fin de su encierro, “para nada he salido, nunca; ni me he puesto de pie, ni he andado una sola vez durante todo este tiempo, nada, ni un paso, ni ponerme de pie, nada, nada. Y eso ha sido terrible. Se ha notado mucho este trauma, que me ha cogido los riñones, el hígado, el corazón. El no tener contacto con el exterior ha sido fatal. El corazón me ha quedado muy débil, muy débil”. Tanto fue su debilidad, que murió a los pocos meses de su salida.
Estos son algunos de los casos más conocidos, pero como decíamos hubo cientos, escondidos en sitios tan diversos como la alacena de la cocina de una antigua novia, una fosa excavada en una cuadra de ovejas o un falso techo de 5 metros de ancho por 2 de largo, etc. Muchos estuvieron escondidos más de 30 años, algunos menos, en unas condiciones penosas e insalubres. Otros también fueron descubiertos e inmediatamente encarcelados o fusilados.
En cuanto a las mujeres, la única mujer “topo” de la que se tiene noticia fue Teodomira García de Zarza de Tajo (Cuenca). Sin embargo ellas, como madres, hermanas, esposas o novias también sufrieron las consecuencias de ese encierro. Algunas de ellas incluso llegaron a quedarse embarazadas.
Esto hizo que su condición de “enemigas “del régimen, por ser familia o pareja de “rojo”, tuvieron que añadir la situación de ser madres solteras en una sociedad nacional católica como la española de la dictadura. Eran consideradas “viudas ligeras” y, por supuesto, sufrieron la persecución de la Iglesia y de sus vecinos.
En conclusión una historia trágica, magníficamente retratada en esta película, que no debemos olvidar.