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Red Internacional
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¿Qué se puede ver? Tierra y libertad de Ken Loach: retrato de la guerra civil española

Al cumplirse el 86 aniversario del inicio de la guerra civil española recomendamos esta película del mismo director de “Pan y Rosas”, "Yp, Daniel Blake", El viento que agita la cebada" y “Riff raff” entre otras. Una película realmente conmovedora que interpela en tiempos de crisis mundial.

Daniel Lencina

Daniel Lencina @dani.lenci

Lunes 18 de julio de 2022 12:12

Revolución y contrarrevolución. Tiros, barricadas, canciones y emociones. Debates, impulsos, muertes y traiciones. Todo eso vas a ver en Tierra y libertad.

¿Cómo es una revolución por dentro? La película, estrenada en 1995, nos acerca parte de esa respuesta. Filmada en el mismo terreno donde se dieron los combates de la guerra civil española, en sus pueblitos y ciudades, nos ofrece una idea de cómo se desarrollan las variables políticas y militares en simultáneo. Todo lo que verás en este film es la dinámica entre la revolución obrera y campesina y el avance del fascismo por otro.

Mucho se ha escrito sobre este acontecimiento. Por ejemplo que la misma fue una lucha entre la república y el fascismo franquista, o entre la libertad y el totalitarismo. Pero lo cierto es que la dinámica profunda de la lucha se desenvuelve entre la revolución y la contrarrevolución. De hecho en una de las escenas aparece este debate. Los estalinistaa del Partido Comunista planteaban que primero había que ganar la guerra contra el fascismo, "olvidando" que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Esa separación entre "lo militar" y "lo político" respondía a una estrategia ideada por Stalin de colaboración de clases con la burguesía republicana o "democrática". Un obrero alemán en una asamblea donde se discute sobre la colectivización de la tierra plantea que en su país por "esperar" el momento de avanzar sobre la propiedad privada perdieron la oportunidad y "ahora está Hitler". De esa manera saca la conclusión de que las grandes transformaciones sociales no pueden esperar. Si la revolución no avanza rápidamente lo hace la clase de empresarios, terratenientes y la iglesia, es decir la burguesía.

En el teatro de operaciones

Para lograr cierta dosis de realismo el director trabajó tanto con actores profesionales como con simples trabajadores y habitantes de los pueblos retratados. Así logró complementar el trabajo de los actores con pobladores locales, pero todos tenían una clara comprensión y actitud política del personaje que representaban. Ken Loach cuenta que "el hombre que hace de líder del pueblo es un actor, un hombre muy politizado. El hombre mayor es un anarquista que luchó en la guerra y que tuvo que irse a vivir a Francia, pero como era amigo de la gente de la CNT vino con ellos. Él era muy bueno. Hay una anécdota al respecto. Este hombre mayor no entendía muy bien que se trataba de una película en realidad y al principio cuando empezamos a filmar Jordi Dauder, quien representó el papel del hombre principal en el pueblo, empezó a hablar y este hombre mayor le dice: “Espere un minuto, espere un minuto, ¿quién lo ha elegido a usted? Y Jordi respondió “Discúlpeme, yo soy un actor, estamos haciendo una película” y el hombre mayor le contestó “Sí, pero nosotros no hacemos las cosas de esta manera. Primero tenemos que votarlo”. Así que ¡Tuvimos que parar la filmación mientras que votábamos a Jordi para que interpretara el rol para el cual lo habíamos contratado! Bueno, fue muy bueno todo lo que pasó. Muchas veces la brecha entre la realidad y la ficción era muy estrecha".

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Las mujeres en la revolución

Por otra parte, la película muestra el rol de las mujeres en la revolución. Cuando la revolución avanza las mujeres combaten codo a codo con los varones, en la vanguardia, esquivando balas fascistas, en los puestos de combates más arriesgados. Sin embargo, cuando la revolución empieza a retroceder esos aires de libertad empiezan a ser sofocados, volviendo al clima irrespirable Y esto es así no por casualidad sino por responsabilidad de las direcciones políticas y sindicales que intervienen, sobre todo de la orientación impuesta por el Partido Comunista a la que el POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) se subordinaba. Así las mujeres pasan de estar en la vanguardia a ser enfermeras o cocineras de las milicias. Todo un símbolo del retroceso de la revolución.

"Estalinista de mierda"

Si alguien no safa de la crítica es el Partido Comunista. Cuando David uno de los protagonistas se suma al ejército que dirige el PC, Blanca, su compañera, lo cuestiona duramente y le dice que el PC prohibió a los demás partidos de izquierda, encarceló a sus dirigentes y arrestó a sus periodistas, previa clausura de sus periódicos. Es decir que el estalinismo suprimió toda libertad de opinión y empezó a destruir a la revolución desde adentro. El cuestionamiento de Blanca a David finaliza con una condena brutal: "estalinista de mierda". Pero safan de la crítica los anarquistas de la CNT-FAI, que por no tomar el poder lo ceden a la burguesía republicana y de esa manera la policía se reconstruye para empezar la represión en Barcelona y Madrid.
Lo mismo sucede con el POUM, un partido centrista (que oscila entre la reforma y la revolución) y que por tal motivo termina adaptándose a la línea impuesta por el Kremlin.
Según el director, en España conoció a un viejo capitán de milicia del POUM cuya experiencia personal le sirvió para retratar la última escena.

Bronca, impotencia y desmoralización fue el resultado final de la guerra civil. ¿Podría haber sido de otra manera? Es muy tentadora la hipótesis de que si la revolución hubiera triunfado muy posiblemente la Segunda Guerra Mundial no hubiera existido o se hubiera desarrollado de otra manera porque la Rusia Soviética no hubiera quedado aislada sino con un Estado obrero en el Occidente europeo para acudir en su auxilio. Pero la hipótesis contrafáctica no nos sirve de mucho. Lo que sí es imprescindible rescatar es que toda revolución sin una dirección a su altura está condenada al fracaso.

¿Seguirá habiendo revoluciones en el mundo? Sin dudas. Lo utópico en todo caso es pensar que no las va haber en un mundo como el del siglo XXI donde se rumorea sobre la vuelta de las hambrunas entre pandemias y guerras. El punto decisivo para cambiar la historia es si esas revoluciones van a triunfar y si tendrán en su dirección a un partido capaz de asaltar los cielos.

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Daniel Lencina

Nacido en Buenos Aires en 1980, vive en la Zona Norte del GBA. Integrante del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 1997, es coeditor de Diez días que estremecieron el mundo de John Reed (Ed. IPS, 2017) y autor de diversos artículos de historia y cultura.

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