Los sábados a las 21 hs en el Espacio Callejón, una obra de danza teatro que atraviesa desde lo sensible la interpretación de diversas formas de opresión, más allá de cualquier cliché o convencionalismo.
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Natalia Rizzo @rizzotada
Domingo 29 de mayo de 2016
La obra se configura en un clima donde se halla siempre presente la ironía y la punzante provocación. Desde su título: La Wagner , se toma un personaje vinculado al nazismo y a la figura del Führer, el compositor Richard Wagner, por quién Hitler tenía absoluta devoción, y se lo hace aparecer feminizado (con el artículo "la") para denunciar la bestialidad naturalizada en el tratamiento de los cuerpos de mujeres en la sociedad contemporánea.
He allí el cuerpo, he allí los cuerpos.
Cuerpos hibridados, contaminados por las más brutales representaciones de lo masculino y lo femenino, que logran escapar de diferentes encasillamientos genéricos luego de atravesarlos todos.
Cuerpos desnudos que se pretenden neutros, que albergan todos los estigmas de la opresión y juegan a subvertir los roles, que prueban intermitentemente ser opresores y ser oprimidos, ser víctimas y victimarios. Cuerpos que develan los mecanismos más perversos de la sociedad patriarcal, habilitando y brindando posibilidades de agencia.
Esta obra de Pablo Rotemberg tiene un sello personal que se fue configurando desde obras anteriores como El lobo o La Idea Fija, pero que se potencian con la participación de Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola. Se trata de cuestionar las formas domesticadas, los roles impuestos hasta implícitamente y muchas veces aceptados, hacer visible esos mecanismos y trastocarlos todos.
El tercer concepto: la reiteración de la opresión, por oposición un gesto liberador.
Constantemente a lo largo de la obra, nos vemos en la encrucijada de sentirnos atrapados dentro de un oxímoron. Partícipes de lo que les pasa a esa mujeres, saliendo del mero rol de espectadores y colocándonos en un lugar de incomodidad: algunas de las peores opresiones a un ser humano son mostradas con una belleza sublime. Desde lo conceptual y lo formal, lo híperopresivo incluso es interpretado con un gesto liberador.
Hay una contradicción permanente además de que se apodera no sólo de las formas sino del cómo esas formas se suceden unas detrás de otras. Todo es perfecto, con una técnica exacta y tiempos precisos. Todo se nutre de altos grados de burocracia, de expresiones absolutamente totalitarias y totalitarizantes que parecieran hacerse conscientes en la repetición, y al hacerse conscientes terminan expresando aceptación y repudio en ese mismo movimiento.
Estas referencias paradojales son el mayor factor de riesgo que enfrenta el cuerpo de la obra.
Todo lo que los cuerpos de las mujeres pueden hacer juntos, no se muestra pero se insinúa en pequeños gestos. Ellas son libres en su expresión más radical, pero no en su expresión más superficial. Rondan mensajes múltiples interpelando esas formas que se retuercen y brotan de ellos con pasión, con violencia, pero al poder interpretar esa opresión, al poder mostrarla con conciencia y sin pudor, todo se vuelve acción. Una acción absolutamente creativa y poco adaptada a la rutina y la convención.
La substancia oprimida lucha incesantemente por acabar con la asfixia, incluso exhalando con toda la fuerza hasta el último resquicio de aire y logra convertir el dolor en un orgasmo donde pareciera desaparecer hasta la última partícula sólida.
Desnudarse de la desnudez
De principio a fin aparece la transformación, la deconstrucción de los cuerpos, despojándose de signos y sentidos.
Cuando hacia el final de la obra, las intérpretes, que tenían como único vestuario rodilleras, coderas y calzado, se desnudan, lejos está de la redundancia. Parten del desnudo físico hacia el desnudo simbólico. Así en esa lenta caminata final hacia los espectadores, esos cuerpos librados de toda carga, de toda objetualización, esos cuerpos materia, permiten vislumbrar la potencia, la fuerza, “todo lo que puede un cuerpo”. El pasaje es de cuerpos objeto, de cuerpos propiedad, a cuerpos sujeto, cuerpos potencia.
La Wagner demuestra por contraste y saturación, rasgos sutiles, invisibles, de liberación. Tras la oscura y cruel fachada de la opresión está la candida y voluptuosa piel de la libertad.
Espacio Callejón | Humahuaca 3759 | Abasto
Más información en facebook: La Wagner
Adelanto
Duración: 60 minutos
Ficha artística-técnica
Elenco: Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola
Música: Richard Wagner, Phill Niblock, Armando Trovajoli y Gianfranco Plenizio
Edición musical: Jorge Grela
Iluminación: Fernando Berreta
Reposición de iluminación: David Seldes
Asistentes de iluminación: Héctor Zanollo, Facundo David
Diseño de espacio y objetos: Mauro Bernardini
Sonido: Guillermo Juhasz
Video: Francisco Marise
Diseño gráfico: Guillermo Madoz
Foto: Hernán Paulos, Juan Antonio Papagni Meca, Paola Evelina Gallarato
Prensa: Marisol Cambre
Colaboración artística: Martín Churba
Coreografía: Pablo Rotemberg, Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza, Carla Rímola
Asistente de dirección: Lucía Llopis
Dirección: Pablo Rotemberg
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Natalia Rizzo
Artista Visual, nacida en 1980, oriunda de Villa Luro. Es profesora Nacional de Bellas Artes y realizó la Maestría en Artes Electrónicas de la UNTREF. Miembro de Contraimagen y del equipo de diseño e ilustración de Ideas de Izquierda.