La captura el miércoles del líder del cártel de Los Zetas se suma a la del líder de Los Caballeros Templarios la semana pasada. El gobierno de Peña Nieto espera recibir algo de oxigeno tras la crisis que significó la masacre de Iguala, la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, y la reciente renuncia del Procurador General de la República, Murillo Káram.
Juan Andrés Gallardo @juanagallardo1
Jueves 5 de marzo de 2015
Foto: Agencia EFE
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Soldados y policías federales de México capturaron el miércoles a Omar Treviño Morales, líder del cártel de Los Zetas. En una acción paralela, también fueron arrestados cinco de sus colaboradores, entre ellos Carlos Arturo Jiménez, señalado como su operador financiero.
Se trata del segundo golpe contra poderosas organizaciones criminales y del narco en solo una semana. La detención ocurrió días después de la captura de Servando Gómez, "La Tuta", líder del cártel de Los Caballeros Templarios, rivales de los Zetas, que operan en el estado de Michoacán.
Las detenciones de Treviño Morales y Servando Gómez son las más importantes desde la caída de Joaquín "El Chapo" Guzmán, en febrero de 2014.
Omar Treviño es considerado autor de asesinatos y secuestros en la fronteriza ciudad de Nuevo Laredo entre el 2005 y el 2006 como parte del cártel del Golfo. Los Zetas rompieron con el cártel del Golfo en 2010 y comenzaron a crecer llegando a tener presencia en 14 estados. Además, son señalados como los autores de las masacres de inmigrantes ocurridas entre 2010 y 2011 en el poblado norteño de San Fernando, Tamaulipas, donde fueron asesinadas en total 265 personas, y de un incendio en un casino de Monterrey en 2011 donde murieron 52 personas, entre otros delitos.
El gobierno de Peña Nieto, golpeado por la crisis abierta con la masacre de Iguala y la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en septiembre del año pasado, tratará de usar las detenciones de los dos líderes narcos para oxigenar su gobierno.
Las detenciones se dan a pocos días de la renuncia del principal funcionario a cargo de las investigaciones por la desaparición de los normalistas, Murillo Káram, la semana pasada, un hecho que desnudó la profundidad de la crisis abierta. Murillo Káram, desde la Procuraduría General de la República, fue la “mano derecha” de Peña Nieto en el intento de poner fin a la investigación sobre el paradero de los normalistas de Ayotzinapa, al mismo tiempo que lanzaban una política de mano dura y persecución sobre los sectores en lucha, como la brutal represión a los maestros de Guerrero que terminó con un muerto y decenas de heridos.
Más allá del efecto inmediato que pueda tener la captura de los líderes narcos sobre la alicaída figura de Peña Nieto, lo cierto es que la masacre de Iguala desnudó el enorme entramado de colusión que existe entre los partidos del régimen, los gobiernos locales, las bandas paramilitares, el narco, la policía y los militares. Muestra de ellos es no solo la detención del alcalde de Iguala sino la profunda crisis en la que entraron el PRI, el PAN y el PRD, los tres principales partidos, que fueron parte del llamado “Pacto por México”, lanzado por Peña Nieto.
Este cuadro hace pensar que Peña Nieto deberá balancear el rédito que puedan darle estas detenciones, con las consecuencias que puedan traer dentro del complejo entramado entre el Estado y el narco. Es decir si la "sobre actuación" en la ofensiva contra los líderes de estos cárteles no puede escalar en mayores enfrentamientos en los territorios que dominan o en sus relaciones con los distintos poderes estatales. Son escenarios que aún están por verse.
Mientras tanto durante los últimos meses organizaciones de Derechos Humanos denunciaron que la espiral de violencia desencadenada por este entramado mafioso, que se extendió durante la llamada “guerra contra el narco” impulsada por el anterior presidente, Felipe Calderón, y continuada por Peña Nieto, ya se cobró la vida de más de 100.000 personas entre muertos y desaparecidos.
Juan Andrés Gallardo
Editor de la sección internacional de La Izquierda Diario