Las críticas dentro del oficialismo abrieron un debate sobre los proyectos para el desarrollo de la economía "post pandemia". ¿Se puede salir de la crisis de la mano de los dueños del país?
Javier Nuet @javier_nuet
Miércoles 15 de julio de 2020 00:04
“Usted sentó en su mesa a todos los que explotan a nuestros trabajadores y trabajadoras, y a los que saquearon el país. Y lo más grave de todo: a los que secuestraron a muchos de nuestros hijos que luchaban por una patria liberada”.
La dura crítica al presidente no salió de sectores disidentes ni mucho menos de la izquierda trotskista. Se trata de una carta pública firmada por Hebe de Bonafini en nombre de las Madres de Plaza de Mayo, en la que le plantea que se sienten “heridas y agraviadas” por el hecho.
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En otro tono, el domingo Cristina Fernández de Kirchner había recomendado en sus redes sociales la lectura de un artículo de Alfredo Zaiat. El periodista de Página 12 hacía un análisis de la dirección política de ese poder económico que acompañó a Alberto Fernández en el acto del 9 de julio y abría un debate con la política oficial.
La contradicción que marcaba la nota de Zaiat era la de plantear el camino hacia una “nueva normalidad económica” en un “capitalismo con otras bases” -no neoliberales- junto a los empresarios reunidos en el G-6 que dominaron la escena durante el macrismo y probaron “ser un fiasco en términos de bienestar general”.
Con amigos así...
Las críticas son acertadas. Una salida favorable para las grandes mayorías es muy difícil (por no decir imposible) de imaginar junto a empresarios como Miguel Acevedo, el presidente de la UIA que representa a las grandes exportadoras de la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara), como Cargill, Molinos y la empresa que preside, Aceitera General Deheza, que fue una de las que más dólares fugaron durante la crisis del 2001.
Otro tanto se puede decir de Adelmo Gabbi, el presidente de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires desde hace muchos años, que durante toda su vida apostó a la timba financiera además de dedicarse a entrenar caballos de carrera durante los fines de semana en sus campos. En 2019 planteó que iba a votar a Macri porque no hacerlo implicaba “caer en el precipicio".
Eduardo Eurnekian, de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios, fue otro de los invitados. Su fortuna ronda los U$S 1.500 millones según Forbes y maneja 50 aeropuertos a nivel internacional. Fue uno de los tantos neoliberales que apoyaron la última oferta presentada por Martín Guzmán a los bonistas, en un acuerdo que de concretarse va a significar la legitimación de la gran estafa macrista.
¿Es posible llevar adelante medidas como la expropiación de Vicentín o el impuesto a las grandes fortunas con aliados así? La realidad está mostrando lo contrario. La cercanía que busca el presidente con esos sectores del poder explicar por qué no se avanzó en esas medidas que serían tan importantes para las mayorías en el marco de la crisis.
En la reunión que mantuvo el presidente con los bloques opositores este lunes, Del Caño lo había cuestionado por estas políticas. En respuesta, Fernández planteó: “Nosotros lo que necesitábamos era demostrarle a la Argentina que íbamos a cambiar la Argentina con la ayuda de los poderosos”.
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De hecho, aunque ahora se presenten estas rispideces internas, fue hace unas pocas semanas que Máximo Kirchner y Wado de Pedro, los dirigentes de La Cámpora, se reunieron con distintos empresarios entre los cuales estaba el mismísimo Acevedo y también Marcelo Mindlin, el amigo de Mauricio Macri, dueño de Pampa Energía y favorecido por los tarifazos durante el Gobierno de Cambiemos.
Tampoco hubo voces disidentes dentro del bloque oficialista en Diputados cuando se le dio media sanción a proyecto de ley de “Economía del Conocimiento” con beneficios enormes para grandes empresarios como Marcos Galperín, dueño de Mercado Libre.
¿Capitalistas buenos y capitalistas malos?
La nota de Zaiat propone un proyecto basado en el consumo interno para “fortalecer el desarrollo nacional” y presenta como excepción dentro del poder económico a la familia Pagani. Pero los dueños de Arcor no juegan un rol muy distinto a la de sus pares de Clarín y Techint: durante la cuarentena le rebajaron el salario a sus trabajadores, hasta el punto de pagarle cero pesos a madres que pidieron licencias por no tener con quién dejar a sus hijos.
La historia nacional dejó en claro una y otra vez que no se puede pensar en el desarrollo nacional si los principales resortes de la economía siguen en manos privadas, si no se afecta a los dueños del país. Es imposible que Argentina salga del atraso sin poner en pie un sistema bancario estatal único que impida la fuga de capitales y sirva para dar créditos a pequeños comerciantes y trabajadores.
Lo mismo pasa con los puertos: la mayoría pertenecen a empresas multinacionales que especulan con los precios de los alimentos mientras millones de trabajadores y trabajadoras intentan llegar a fin de mes con una IFE que no alcanza. Por eso es fundamental plantear el monopolio estatal del comercio exterior.
No sirve de nada “ampliar la base social de la alianza con el sector privado, incluyendo a pymes, cooperativas, emprendedores, firmas recuperadas y empresas de la economía popular”, si se sigue pagando la deuda fraudulenta que funciona como un mecanismo de sometimiento al imperialismo hace décadas.
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Estas medidas de fondo, junto con la centralización del sistema de salud, terminar con la estafa de las privatizadas que aplicaron tarifazos brutales en los últimos años e hicieron siempre grandes negocios con los servicios públicos, la reducción de la jornada laboral y el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, son las que hay que tomar para que esta vez, la grave crisis en la que estamos la paguen los especuladores, los bancos, los grandes empresarios y los terratenientes.