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Red Internacional
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Sionismo y antisemitismo. La colaboración del sionismo con el fascismo (II)

Ante los bombardeos de Israel a la Franja de Gaza, el sionismo ha intentado impulsar la culpabilidad de los palestinos en el Holocausto con los dichos del Gran Mufti de Jerusalén. ¿Qué hicieron, mientras tanto, los sionistas? En esta segunda parte veremos cómo el sionismo colaboró con las potencias imperialistas y en particular los regímenes fascistas de Italia y Alemania incluso durante el Holocausto.

Lunes 26 de agosto 23:30

El legado de Herzl: de la declaración Balfour al ascenso del nazismo

A pesar de morir en 1904, el legado de Herzl y la colaboración con la reacción se mantuvo. Aunque los judíos europeos ingresaban en masa a las filas de la socialdemocracia, cuya máxima expresión se vio en la creación del Bund Judío como sección del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso y la declaración de los militantes del Bund en ese mismo año en su V Congreso de oponerse al sionismo por ser “utópico y reaccionario”, las organizaciones sionistas buscaron la forma de obtener el apoyo de las potencias imperialistas.

Este apoyo vino de parte de Lord Arthur Balfour. Balfour, miembro del Partido Conservador británico, fue uno de los más grandes exponentes del imperialismo inglés. Como secretario para Escocia, reforzó el Acta de Crímenes, ganándose el apodo de “Balfour el sangriento”. De igual manera, como Ministro para Irlanda, impulsó la Ley de Crímenes y Procedencias bajo la cual la Real Policía Irlandesa disparó a una multitud de manifestantes en Mitchelstown, causando tres muertes.

El racismo de Balfour destilaba constantemente. Por ejemplo, cuando se debatía en el parlamento inglés cómo codificar el voto en la recién incorporada colonia de Sudáfrica, Balfour declaró que “las razas blanca y negra nacieron con capacidades diferentes” y fue uno de los padres fundadores del nefasto sistema de apartheid que caracterizó el sistema político sudafricano hasta su desmantelamiento en los años 90.

Durante la Primera Guerra Mundial, los ingleses desembarcaron en Egipto, ya por entonces colonia británica, para poder atenazar a las fuerzas otomanas que estaban luchando como parte de los Imperios Centrales (alianza entre los imperios otomano, alemán y austro-húngaro). Así, los ingleses, al mando del Gral. Edmund Allenby, rompió la línea del frente otomano y ocupó Gaza, más tarde Jerusalén y después Nablus. Es bastante revelador que en un artículo del Jerusalem Post de 2017 se declare a esta ocupación como una liberación .

La misma semana en que los británicos “liberaron” Palestina es que Balfour publicó su infame declaración. Dos años más tarde, Balfour escribía al primer ministro, David Lloyd-George que “en el caso de Palestina declinamos deliberadamente y con razón aceptar el principio de autodeterminación ... No proponemos ni siquiera pasar por la forma de consultar los deseos de los actuales habitantes del país ... los 700,000 árabes”.

Sin embargo, el control británico de la zona dejaba en el aire la cuestión judía, pues se trataba de un mandato británico en el cual la mayoría de la población seguía siendo árabe. Por un lado, dirigentes sionistas como Jaim Weizmann se entrevistaron con dirigentes árabes palestinos, los cuales afirmaron que no eran contrarios a la inmigración judía ni darles acogida en Palestina siempre y cuando no se impusieran a la mayoría árabe.

Es decir, los dirigentes palestinos eran favorables a la inmigración judía con lo que eso implicaba: integración cultural, aprender el idioma y las costumbres del país que uno visita y pretende establecerse de manera permanente (como sucede en todos lados). Pero los planes sionistas no pretendían eso, sino colonizar Palestina, es decir, imponer sobre la mayoría árabe unas formas de habla y religión ajenas a ellos, como lo fue la resucitación artificial del idioma hebreo (hasta entonces usado, como el latín, como un idioma litúrgico en las sinagogas) o comportamientos culturales hostiles a la mayoría árabe. Tan es así que los propios judíos árabes de Palestina veían a los sionistas y su origen europeo como “una interrupción, sino es que una destrucción de la forma de vida en Palestina y eran críticos de su aproximación separatista. El status del idioma árabe era el centro de su crítica”. [1]

Los judíos sionistas que colonizaban Palestina no pretendían integrarse en el país, no querían aprender el idioma local, las costumbres, respetar las formas de vida de las tres religiones (judíos, cristianos y musulmanes) en Palestina o aprender las formas de cultivo locales y sostenibles. Un periodista judío palestino señalaba esta hipocresía:

“Tú, el maravillado interior [judío], vas a Francia y aprendes francés, vas a Alemania y aprendes alemán, a Argentina y aprendes español, vas a Estados Unidos y aprendes inglés, ¿y por qué cuando vienes a Turquía —que es mejor para ti que todo eso— no aprendes turco, y cuando quieres entrar en Palestina no aprendes árabe, la lengua de la gente de la tierra con la que convives todos los días?”. [2]

De tal modo que, para la colonización judía de Palestina, el Mandato Británico en sí mismo se convirtió en un obstáculo. Weizmann entonces se entrevistó en 1923 nada menos que con Mussolini, quien había hecho explícito su rechazo a Inglaterra (en tanto potencia imperialista competidora con sus ambiciones imperialistas italianas) y el año anterior había recibido a una delegación sionista tras la Marcha sobre Roma.

Nahum Goldman en su autobiografía señala cómo Mussolini expresó que “yo les ayudaré a crear este Estado judío”. [3] Mientras que Weizmann era dirigente de un ala “centro” del sionismo, el llamado “sionismo sintético” (en contraposición a la “izquierda” del “sionismo laborista” de Ben-Gurión), Zeev Jabotinksy era dirigente del “sionismo revisionista”, un ala derecha más dispuesta a colaborar abiertamente con Mussolini.

Con Jabotinsky se llevó a cabo la fundación de la Academia Naval Betar en Civitavecchia, Italia, en 1934, en pleno gobierno fascista. En ella se formaron los futuros dirigentes de la marina israelí y en aquel entonces incluso llegaron a marchar codo con codo como cadetes junto a los soldados italianos en apoyo a la invasión de Etiopía, la misma contra la que México sería el único país que protestaría en la Liga de las Naciones.

Los sionistas revisionistas “sentían que vivían la verdadera vida beitarista en un ambiente de heroísmo, militarismo y orgullo nacionalista”. [4] La Italia fascista era para ellos una fuente de inspiración, pues era vista como un ejemplo de cómo una cultura otrora gloriosa reclamaba su posición a través del poder y el orgullo nacional. [5]

Para este momento, los nazis ya estaban en el poder y distintas agrupaciones socialistas y de judíos ya luchaban contra el fascismo que asomaba en sus países. Durante la Guerra Civil Española, los judíos servían de enlace, a través de las Brigadas Internacionales, para transmitir órdenes entre unidades de combate de diferentes nacionalidades que no hablaban el mismo idioma, exceptuando a los luchadores judíos antifascistas, quienes hablaban su lingua franca, el Yiddish, para tender un puente y combatir al fascismo españolista de Franco. [6]

Pero, ¿qué hacían los sionistas durante todo este tiempo para detener al fascismo? La respuesta es: nada. En 1933 las compañías sionistas establecieron el “Acuerdo de Haavara” (Acuerdo de Traslado) con la Alemania Nazi. Firmado el 25 de agosto de 1933, cinco meses después de las elecciones legislativas y ya con la Ley Habilitante en curso que otorgaba todo el poder a Hitler, el Acuerdo de Haavara fue firmado por el Banco Anglo-Palestino, la Alemania Nazi y la Federación Sionista de Alemania para ayudar a la emigración judeoalemana a Palestina. Varios futuros primeros ministros israelíes apoyaron esta política: Ben Gurion, Moshe Sharret (que entonces se llamaba Moshe Shertok), Golda Meir (que lo apoyaba desde Nueva York) y Levi Eshkol, que era su representante en Berlín. [7] En un memorando de la Federación Sionista de Alemania al gobierno nazi del 21 de enero de 1933 declaraban:

En la fundación del nuevo Estado [judío], que ha proclamado el principio de la raza, deseamos adaptar nuestra comunidad a estas nuevas estructuras [...] Nuestro reconocimiento de la nacionalidad judía nos permite establecer relaciones claras y sinceras con el pueblo alemán y sus realidades nacionales y raciales. Precisamente porque no queremos menospreciar estos principios fundamentales, porque también estamos en contra de los matrimonios mixtos y a favor del mantenimiento de la pureza del grupo judío [...] Los judíos conscientes de su identidad y en cuyo nombre hablamos, pueden encontrar un lugar dentro de la estructura del Estado alemán, pues están libres del resentimiento que deben sentir los judíos asimilados; [...] creemos en la posibilidad de unas relaciones leales entre aquellos judíos conscientes de su comunidad y el Estado alemán.

Este “acuerdo” priorizaba a los sionistas millonarios, cuyo capital era necesario para la colonización palestina, y dejaba a su suerte a las masas trabajadoras judías, quienes pronto se verían encerrados primero en guetos (y ya más tarde en campos de concentración). A cambio, los sionistas pactaron colaborar con el gobierno nazi y rompieron el boicot que otras organizaciones judías estaban llevando adelante contra la Alemania hitleriana, logrando que mercancías alemanas pudieran ser vendidas en Inglaterra, por ejemplo. Al mismo tiempo, simpatizantes fascistas hacían manifestaciones antisemitas en distintas partes del mundo, incluyendo Estados Unidos.

Como detalla Nathaniel Flakin, el 20 de febrero de 1939, el Bund Germano-estadounidense celebró un mitin en el Madison Square Garden. 22,000 personas acudieron a apoyar a la organización pro-nazi (en una ciudad donde casi el 30% ciento de los 1,7 millones de residentes eran judíos). El "Bundesführer" Fritz Kuhn despotricó contra "Frank D. Rosenfeld" y su "Jew Deal". [8] En el escenario, una guardia con uniformes de las SA permanecía en posición de firmes ante un enorme retrato de Georg Washington.

Fuera del estadio, más de 50,000 personas se habían reunido para detener a los nazis. La policía montada de Nueva York libró una batalla callejera de cinco horas para proteger a los fascistas. La mayoría de los manifestantes eran judíos, pero también había partidarios de Marcus Garvey y militantes del Partido Comunista. Sin embargo, la iniciativa de la contramanifestación había partido del Socialist Workers Party (SWP) de Estados Unidos, la sección de ese país de la Cuarta Internacional dirigida por León Trotsky.

En las semanas previas al mitin nazi, el SWP había intentado ganar el mayor número posible de organizaciones para una protesta conjunta. Los trotskistas enviaron una delegación a las oficinas de la Hashomer Hatzair, la organización juvenil sionista de izquierdas, en el Lower East Side. La Hashomer Hatzair respondió: "Lo sentimos, pero no podemos unirnos. Nuestra política sionista es no participar en política fuera de Palestina". Esto quería decir que las organizaciones sionistas se mantuvieran al margen en la política local siempre y cuando ello no interrumpiera los planes de colonizar Palestina.

Los trotskistas respondieron con un encendido llamamiento en su periódico: "¡Es una tarea inmediata de nuestro partido conseguir que esos chicos y chicas salgan a la línea de piquete con nosotros la próxima vez, para despertar al pueblo judío a la comprensión de que la lucha contra el antisemitismo, que es la lucha contra el fascismo, está aquí y ahora, y todos los verdaderos luchadores contra el fascismo pertenecen a las filas del Socialist Workers Party!" [9].

La colaboración de Kasztner con los nazis

Sin embargo, la colaboración del Acuerdo de Haavara no prosperó e inmediatamente al iniciar la Segunda Guerra Mundial con la invasión de Polonia dicho acuerdo se anuló. El pogromo [10] más grande del mundo fue la “Noche de los Cristales Rotos” en 1938, en la cual los negocios de los judíos alemanes fueron atacados por grupos de choque nazis. Ante esto, el sionista de “izquierda” David Ben-Gurión declaraba:

Si supiera que es posible salvar a todos los niños de Alemania llevándolos a Inglaterra, y sólo a la mitad de los niños llevándolos a Eretz Israel, elegiría la segunda solución. Porque no sólo debemos tener en cuenta la vida de estos niños, sino también la historia del pueblo de Israel. [11]

El 20 de enero de 1942, los nazis aprobaron la llamada “Solución Final” para el exterminio total del pueblo judío en Europa. ¿Qué hicieron los sionistas al respecto? En un memorando de 1943 del Comité de Salvación de la Agencia Judía, ésta declaraba:

¿Debemos ayudar a todos los que lo necesiten sin tener en cuenta las características de cada uno? ¿No debemos dar a esta acción un carácter nacional sionista y tratar de dar prioridad a la salvación de los que pueden ser útiles a la Tierra de Israel y al judaísmo? Comprendo que plantear la cuestión de esta manera puede parecer cruel, pero debemos establecer de forma inequívoca que si somos capaces de salvar a 10,000 personas de las 50,000 que pueden contribuir a la construcción de la tierra y al renacimiento nacional, o a un millón de judíos que se convertirán en una carga o, en el mejor de los casos, en un peso muerto, debemos limitarnos a salvar a 10,000 personas que pueden salvarse, a pesar de las acusaciones y los llamamientos del millón que queda atrás. [12]

Para este punto, varios judíos ya habían sido enviados a Auschwitz y eran testigos del horror del exterminio nazi. Varios intentaron valientemente escapar y alertar a la comunidad internacional. Tal fue el caso de Rudolf Vrba, quien escapó junto a su amigo Alfred Wetzler y redactó el informe que lleva el nombre de ambos, en el cual detallan las horas de arribo, especificaciones del campo, cantidad de alojamiento, las cámaras de gas, los crematorios, etc. Vrba y Wetzler redactaron con rapidez su informe para evitar más muertes de judíos, pues se habían enterado de un nuevo cargamento que vendría de Hungría, ya por entonces invadida por los nazis.

Pronto distribuyeron su informe en el Comité de Ayuda y Rescate. Éste llegó a manos del vicepresidente de este organismo, Rudolf Kasztner, quien a sus 15 años había adherido a las filas del sionismo. Kasztner, sin embargo, desoyó del informe; Vrba sostuvo hasta su muerte en 2006 que las razones para hacer caso omiso se debieron a las negociaciones de Kasztner con nada menos que Adolf Eichmann, el criminal de guerra que sería juzgado en Israel en 1962.

Kasztner, gracias a sus negociaciones con Eichmann, pudo garantizar un tren que salvó la vida a 1,685 judíos, de los cuales se logró con el precio de mil dólares por cabeza y que se obtuvieron mediante subastas y recolecciones. Esto no se compara con los 800,000 judíos que habitaban Budapest, quienes pronto terminaron en los campos de exterminio.

Luego de la guerra, Kasztner vivió en Israel como miembro del Partido Laborista hasta que en 1953 se hizo conocida su colaboración con Eichmann y las SS. El abogado de Kasztner fue Shmuel Tamir, otrora miembro del Irgun (organización paramilitar sionista) y simpatizante de Herut, el antecesor del partido Likud de Netanyahu. En su fallo, el juez Benjamin Halevi declaró:

La tentación era grande. Kasztner tenía la posibilidad real de rescatar, por el momento, a 600 almas del inminente Holocausto, con alguna posibilidad de aumentar algo su número mediante pago o negociaciones posteriores. No 600 almas cualesquiera, sino las que él consideraba, por cualquier motivo, más destacadas y aptas para ser rescatadas [...] Pero timeo Danaos et dona ferentes. [13] Al aceptar este regalo, Kasztner había vendido su alma al diablo [...] El éxito del acuerdo de rescate dependió hasta el último minuto de la buena voluntad nazi, y el último minuto no llegó hasta mucho después del final del exterminio de los judíos en las ciudades de provincias.

La defensa del gobierno israelí a Kasztner llevó a su colapso: el primer ministro Moshe Sharett tuvo que renunciar cuando el partido Sionistas Generales, que era miembro de la coalición de su gobierno, se abstuvo de votar un voto de no confianza impulsado por Herut y el Maki (el Partido Comunista estalinista). En 1957 Kasztner sería asesinado; al año siguiente, la Corte Suprema de Israel revocó los cargos en su contra, pero los motivos para ello son reveladores:

1) Durante ese período, Kasztner estaba motivado por el único motivo de salvar a los judíos de Hungría en su conjunto, es decir, al mayor número posible que él estimaba que podía salvarse, dadas las circunstancias de tiempo y lugar.
2) Este motivo encajaba con el deber moral de rescate al que estaba subordinado como líder del Comité de Ayuda y Rescate en Budapest.
3) Influido por este motivo, adoptó el método de la negociación financiera o económica con los nazis.
4) El comportamiento de Kasztner supera la prueba de la verosimilitud y la razonabilidad.
5) Su comportamiento durante su visita a Cluj (el 3 de mayo) y después, tanto su aspecto activo (el plan de los "prominentes") como su aspecto pasivo (ocultamiento de las "noticias de Auschwitz" y falta de estímulo para actos de resistencia y huida a gran escala), está en consonancia con su lealtad al método que consideraba, en todo momento importante, la única posibilidad de rescate.
6) Por lo tanto, no se puede encontrar una falta moral en su comportamiento, no se puede descubrir una conexión causal entre él y la facilitación de la concentración y la deportación, no se puede ver en él una colaboración con los nazis.

Esto argumentaba la Corte Suprema; pero las acciones de Kasztner no eran resultado de la alevosía ni de una maldad interna o mesquinidad, sino la conclusión lógica de la política sionista: colaborar todo el tiempo con los gobiernos burgueses imperialistas y rescatar/trasladar a los judíos que fuesen “aptos” para colonizar Palestina (es decir, aquellos con mayor capital). La política sionista dejaba a su suerte a los “yids” que hablaban yiddish marcadamente y que, por lo mismo, eran miembros de la clase obrera europea, aquella que el propio Herzl despreciaba profundamente. Como se puede ver, no se trata de una postura ocasional, sino de una política sistemática y consciente, la cual el Estado de Israel no duda en ocultar para hacer ver a sus exponentes como almas caritativas y no como los supremacistas y racistas que siempre han sido.


[1Evri, Y. y Kotef, H. (2020) “When does a native become a setteler?”.

[2Citado en Evri, Y. y Kotef, H. (2020) “When does a native become a setteler?”.

[3The Autobiography of Nahum Goldmann: Sixty Years of Jewish Life. Holt, Rinehart and Winston.

[4Kaplan, Eran (2005). The Jewish Radical Right: Revisionist Zionism and Its Ideological Legacy. University of Wisconsin Press, p. 156.

[5Ídem, p. 149.

[6Brossat, A. y Klinberg, S. (2016) Revolutionary Yiddishland: A History of Jewish Radicalism, Nueva York: Verso Books.

[7Ben Gourion et Shertok, dans Black: L’accord de la "havaara", p.294. Citado por Tom Segev en Le septième million, (Ed. Liana Levi. 1993, p. 30 y 595.

[8“Acuerdo Judío”, un juego de palabras con la política de Roosevelt denominada “nuevo acuerdo” o “New Deal”.

[9Ver Flakin, N. (2022) Martin Monath: un trotskista judío entre soldados nazis, Buenos Aires: Ediciones IPS

[10Se conoce como “pogromo” a una especie de revuelta antisemita que tiene por objetivo atacar a la población judía de un lugar. Tales sucesos se llevaban sistemáticamente adelante en la Rusia zarista para culpar a los judíos de eventos como la Revolución de 1905 o la derrota en la Guerra Ruso-Japonesa. Durante la Guerra Civil Rusa, el Ejército Blanco llevó adelante varias masacres indiscriminadas contra los “judeo-bolcheviques”.

[11Yvon Gelbner, "Zionist policy and the fate of European Jewry", en Yad Vashem studies (Jerusalem, vol. XII, p. 199).

[12Tom Segev. Op. cit. p.124.

[13Temo a los griegos incluso cuando traen regalos