El pasado 14 de abril, miles de personas pidieron en redes sociales la llegada de la República. También pudimos ver como algunos partidos del Gobierno “progresista” hicieron alarde de su republicanismo, algo que sacan a relucir muy de vez en cuando, en mítines, redes y televisión, pero que ignoran la causa republicana cuando se trata de llevarla a la práctica. Más de dos años de gobierno de PSOE con Podemos e Izquierda Unida-PCE han mostrado muchos actos que ponen entre las cuerdas el relato progresista.
Lunes 18 de abril de 2022
Partidos, como Izquierda Unida –que integra el PCE– o Podemos, se llenan la boca reivindicando una Tercera República y recordando con nostalgia la Segunda, tan romantizada por el reformismo, pero que nunca dejó de ser un régimen burgués que reprimió a la clase trabajadora cuando lo necesitó.
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Pero el hecho es que la realidad constitucional sobre la que estos partidos han decidido operar se contrapone a cualquier compromiso republicano y demuestra que la única vía para lograr una república es la de la movilización en la calle poniendo en pie un movimiento que cuestione el conjunto del Régimen del 78, incluida la monarquía.
Si revisamos la Constitución del 78 observamos que imposibilita la caída de la monarquía por vía de una reforma constitucional. En su Título X aparecen las dos vías para llevarla a cabo: la reforma ordinaria, regulada en el artículo 167; y la reforma agravada, que aparece en el artículo 168. El uso de una u otra vía depende únicamente de la cuestión a reformar.
Para las cuestiones menos importantes, basta con la reforma ordinaria, que exige una mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras (Congreso y Senado), aunque prevé la creación de una Comisión de Diputados y Senadores, en caso de que las Cámaras no alcancen esa mayoría por separado. Si la reforma no saliera adelante, se contemplan otros mecanismos para aprobarla.
A pesar de la dificultad de reformar la constitución por esta vía, las reformas de los artículos 13.2 y 135 han demostrado que es posible llevarla a cabo. No obstante, para reformar el Título preliminar, la sección relativa a los derechos fundamentales y las libertades públicas, y el Título que regula la Corona, se debe recurrir al procedimiento de reforma agravado, mucho más rígido que el ordinario.
Esta vía requiere la aprobación por dos terceras partes de ambas Cámaras, la disolución de las Cortes, la ratificación de la decisión y el estudio del nuevo texto constitucional por dos terceras partes de las nuevas Cámaras, y el sometimiento a referéndum para una última ratificación.
En otras palabras, el artículo 168 exige unas mayorías descomunales que ningún partido ha sido capaz de lograr de forma independiente. Además, resulta aún más difícil que quienes logaran iniciar una reforma constitucional por esta vía, se comprometieran a iniciar un procedimiento que supondría la disolución de las Cortes, con el riesgo que supone para su mantenimiento en el poder, aun sin garantías de que esta saliera adelante.
En definitiva, la Corona no solo está protegida por el gobierno “progresista”, que se niega a investigar los negocios opacos de Juan Carlos y su familia, aumenta el presupuesto de la Casa Real en plena pandemia o protege al emérito ofreciéndole un exilio de lujo; sino también por la llave del Régimen del 78, que nadie está dispuesto a tocar. La vía reformista para terminar con esta institución de herencia franquista, imperialista y patriarcal no solo es inútil políticamente, sino también imposible dentro del marco jurídico del Régimen del 78.
Terminar con la monarquía no vamos a conseguirlo negociando con las instituciones del régimen del 78 y sus partidos que blindan la constitución e impiden, de facto, cualquier cuestionamiento, incluso mediante cárcel, como vimos con Pablo Hásel. si es necesario.
Reivindicamos el papel de la misma clase trabajadora que protagonizó con valentía la Revolución española y que hoy ligada a la juventud, mujeres y sectores populares debe verse como la única capaz de derrocar la monarquía y el conjunto de este régimen heredado.
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Para ello es necesario luchar por imponer la apertura de procesos constituyentes para decidirlo todo, para conquistar una República verdaderamente democrática en la cual los trabajadores y los pueblos sean quienes decidan sus propios destinos, y no los capitalistas y sus gobiernos. Todo ello, es evidente que no lo podemos conseguir confiando en los partidos adeptos a este régimen, ni tampoco reivindicando la constitución que lo sustenta.
Es el momento de cuestionarlo todo y tratar de organizar el descontento con la monarquía, con el imperialismo Español y su rearme y con un régimen que en su conjunto no tiene nada que ofrecernos ni a las mujeres, ni a la juventud, ni a los migrantes ni a la clase trabajadora, y poner en pie una juventud y una izquierda dispuesta a pelear por tomar el futuro en nuestras manos y mandar a la monarquía al basurero de la historia.
Es por eso que desde la agrupación juvenil y revolucionaria Contracorriente organizamos un encuentro estatal de la juventud antiimperialista, anticapitalista, feminista y revolucionaria que no está dispuesta a seguir tolerando la monarquía, el rearme imperialista, la precariedad, el racismo y la crisis capitalista.
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