×
×
Red Internacional
lid bot

La crisis de los pellets: negligencia empresarial e inacción de las administraciones

El pasado 8 de diciembre varios sacos de pellets de plástico cayeron de un carguero frente a las costas de Portugal. Este vertido se ha extendido ya a las costas gallegas, asturianas y cántabras y representa una grave amenaza para sus ecosistemas.

Sábado 13 de enero de 2024

A estas alturas todo el país está enterado del vertido de pellets en las costas del Atlántico y el Cantábrico. Está siendo uno de los principales titulares estos días y supone una gravísima amenaza para la fauna marina de las costas del norte. Las distintas administraciones se echan las culpas unas a otras mientras cientos de voluntarios se lanzan a limpiar las playas con medios increíblemente precarios.

Los daños de este “nuevo Prestige”, como algunos lo están llamando, haciendo alusión al vertido de chapapote que asoló las costas gallegas hace ya veintiún años aún están lejos de ser claros, seguramente se tardará años en determinar sus últimas consecuencias para el ecosistema y el sector pesquero, que se verá gravemente afectado, en todo el atlántico, ya que las corrientes se encargarán de esparcir los plásticos por infinidad de costas. Hagamos un repaso del suceso, de cómo se está gestionando y tratemos de darle una explicación a por qué ha pasado.


Crónica del vertido

El 8 de diciembre de 2023 el carguero Toconao, en ruta desde Algeciras hasta Rotterdam, perdió cinco de sus contenedores frente a las costas de Portugal, la causa de esto aún desconocida. Uno de ellos contenía 26 toneladas de pellets de plástico.

El día 13 de ese mismo mes una llamada al número de emergencias del 112 alertaba de la aparición de varios sacos de pellets en la playa de Espiñeirido, partículas de plástico utilizadas en la manufacturación de múltiples productos, de unos 5 milímetros de diámetro, que se confunden fácilmente con fragmentos de concha en las playas y con alimento por parte de los animales marinos.

En los sucesivos días y semanas se fueron sumando más avistamientos en todo el litoral atlántico de Galicia. La tarea de limpiar los arenales recayó en ayuntamientos sin medios para llevarla a cabo y en grupos de voluntarios autoorganizados que contaban solo con su buena voluntad y precarios tamices. Limpiar la arena de este material es especialmente complicado tanto por su tamaño y color, que se confunde fácilmente con fragmentos de conchas y ha de ser recogido filtrando pequeñas cantidades de arena de forma metódica, como por el hecho de que la gran mayoría del plástico no se encuentra en la costa sino en el mar, y es arrastrado por la marea a playas ya limpiadas. Estos grupos de voluntarios se llevan enfrentando a esta tarea de Sísifo cerca de un mes.

Durante las primeras semanas la noticia se va difundiendo por redes sociales y los medios pronto se hacen eco de ella. La preocupación por la situación empieza a crecer en sectores de la población.

La Xunta de Galicia, presidida por Alfonso Rueda del Partido Popular, en un principio no muestra preocupación, elevando el nivel de alerta al nivel 1, puramente de aviso, y declarando que los plásticos no son tóxicos, basándose en un informe de una sola página firmado por un empleado de una empresa privada.

En los últimos días de 2023 ante la creciente preocupación por la crisis y la inacción de las autonomías, Rueda alega que las competencias de la limpieza recaen en el gobierno central y que este no está actuando. De acuerdo con el Plan de Emergencia, el gobierno central sólo puede enviar ayuda una vez que se active el nivel 2 de alerta.

En los primeros días de 2024 se produjeron avistamientos en las costas de Asturias y Cantabria, y la gravedad de los vertidos va en aumento. No se espera que lleguen a las costas de Euskal Herria hasta dentro de unos pocos días, pero es un hecho que llegarán. Se espera que próximamente lleguen a las costas de Francia y que en unos meses las corrientes oceánicas los desperdiguen por todo el atlántico.

Finalmente el 9 de enero, un mes después del vertido, la Xunta declara el nivel de alerta 2.


Los responsables de la tragedia

Las elecciones en Galicia del próximo 18 de febrero han jugado un rol importante en esta inacción criminal, así como la pelea continuada entre la derecha y el “gobierno progresista”. Por un lado el PP ha intentado mantener una apariencia de normalidad ante una grave crisis para asegurarse su posición en las próximas elecciones y por otro el gobierno central ha jugado a lanzarle reproches a la Xunta durante más de un mes, cuando fue conocedor del vertido pocos días después de que sucediera y no puso en marcha ningún protocolo de emergencia, dejado la bola en el tejado de las autonomías gallegas durante un mes para ganar rédito político, a costa de una emergencia medioambiental grave. Ambas partes han tenido un rol vergonzoso en los hechos.

Ahora que el nivel 2 ha sido activado se pondrá en marcha un plan de limpieza exhaustivo durante las próximas semanas, más de un mes después del vertido. Las consecuencias finales de esta inacción criminal aún se desconocen pero varios expertos y ecologistas prevén que serán desastrosas para la vida marina, que ya se está viendo afectada, y la pequeña economía pesquera, que sufrirá un durísimo golpe como ya lo hizo en 2002.

No podemos tampoco olvidarnos de la naviera, la primera causante del vertido. Para empezar el carguero Toconao, con bandera en Liberia como numerosas embarcaciones, debido a su política laxa con respecto a la matriculación y estado de navíos, una de las conocidas como “banderas de conveniencia”. La empresa armadora del barco (la que lo prepara para su explotación comercial) es Polar 3 LTD, con sede en las Islas Bermudas. La empresa que lo gestiona, Columbia Ship Management, fue fundada por el aleman Heinrich Schoeller. El cargamento de pellets se encontraba dentro de contenedores de Maersk, una de las mayores distribuidoras de mercancías marítimas, y tenía como destino una empresa polaca dedicada a la fabricación de objetos plásticos.

La situación en este frente también está siendo deplorable. Ninguna de las compañías asume ninguna parte de la culpa y se van pasando la pelota unas a otras. Es difícil que ninguna de ellas acabe sufriendo consecuencias por la pérdida de los contenedores, cuya causa aún se desconoce pero echando la vista atrás a otros vertidos similares como el que tuvo lugar en las costas de Malasia en 2021 podemos asumir que muy probablemente haya sido causado por negligencias en el mantenimiento del barco, la seguridad de la carga o la ruta tomada por el navío (decidida casi siempre por la compañía gestora).

Los propios pellets, que la Xunta continúa asegurando que son perfectamente seguros para la salud, no lo serían tanto, como se ha demostrado por varios estudios toxicológicos, que han determinado que pueden poseer hasta un 30% de sustancias tóxicas, así como transportar diversas bacterias y enfermedades en sus superficie porosa. Estos plásticos se consideran mercancía no peligrosa, y por tanto no se toma ninguna precaución especial durante su transporte y manipulación. La crisis de los pellets ha desmentido esto totalmente, y no es el primer vertido de estas magnitudes que ha tenido lugar.

Nos encontramos ante una gravísima emergencia medioambiental, cuyos efectos se sufrirán durante años, si no décadas en multitud de países, que quedará sin responsables, o sin que estos se enfrenten a ninguna consecuencia grave por su negligencia criminal. Una vez más somos la clase trabajadora quienes pagamos los platos rotos por la burguesía.
El sector primario cada vez está más amenazado, perdiendo zonas de pesca a medida que la vida marina desaparece, y enfrentándose a desastres ambientales como este.

Sin embargo se nos dice que tenemos que consumir menos, o que debemos consumir productos ecológicos, “hacer nuestra parte”. Pero no somos la clase trabajadora la que causa la mayor parte de la contaminación global, sino las empresas, que orientadas por la ganancia y la competición acaban abandonando la conciencia social, eligiendo lo más rentable por encima de lo ecológico.


¿Cuál es la causa última de estas crisis?

La que se está viviendo ahora en el norte del país no es la primera ni será la última emergencia de esta magnitud que sufriremos. Ya vimos algo similar en 2002 con el hundimiento del petrolero Prestige frente a las costas gallegas, debido a la tremenda negligencia de las empresas armadora y gestora, que dejó las playas cubiertas de chapapote durante años y arrasó con la fauna y flora marítima y costera.

Cada pocos años vemos suceder crisis similares, casi siempre con la negligencia y la búsqueda de mayores ganancias económicas como su causante directo. Lo cierto es que la irracionalidad de este sistema y su completo desinterés hacia el medio ambiente es lo que nos trae estas emergencias, para después lavarse las manos y dejar a los habitantes de las zonas afectadas a su suerte.

La negligencia de las múltiples compañías que operan en los océanos no conoce límites. Además de los casos del Toconao y el Prestige, podemos recordar la catástrofe medioambiental que fue el hundimiento de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon en el golfo de México, que provocó el mayor vertido de petróleo de la historia, estimado en 779.000 toneladas de crudo. Las consecuencias de esta hecatombe son incalculables.

Pero hay muchos accidentes con consecuencias también nefastas que pasan desapercibidos por tener lugar en países coloniales, donde las medidas de seguridad son muchísimo más laxas y donde los medios no se hacen eco de estos desastres. El imperialismo tiene también en este aspecto consecuencias terribles para la población de estos lugares, que además de a la explotación colonialista, con todo lo que ella conlleva, acarrean con el grueso de la crisis climática que se vive a nivel global. Todo para asegurar el incalculable beneficio económico de la burguesía internacional.

A pesar de los constantes avisos de la comunidad científica sobre la acidificación de los océanos, la pérdida de biodiversidad y la reducción de oxígeno en el mar, los grandes monopolios campan a sus anchas mientras expulsan toneladas de plásticos y residuos tóxicos al mar.

Es imposible que las playas de Galicia vuelvan a cómo estaban antes; la crisis climática actual muestra claramente cómo por muchas ONGs que limpien el mar y por muchas conferencias del clima que se hagan, la contaminación del planeta va en aumento.

El acuerdo de París fue un intento de comprometer a los distintos países a una lista de objetivos de decrecimiento para evitar que la tierra llegase a calentarse 1.5 grados. A día de hoy, el escenario en que superamos ese límite es casi una certeza. Mientras, las empresas hacen todo tipo de maniobras para engañarnos con que el pellet es comestible, o que el mal llamado “gas natural” sea calificado como “energía renovable”.

La mayor lección que podemos extraer del vertido del Toconao no es cómo mejor asegurar el transporte de mercancías o cómo poner en marcha mejores protocolos de respuesta ante los vertidos en el mar, es la necesidad imperante de poner en pie otro sistema en el que la producción económica no esté destinada a la ganancia de una reducidísima clase social, sino a la gestión de los recursos y al cuidado de la naturaleza.

El mejor ejemplo de cómo sería una fábrica gestionada por trabajadores en una sociedad socialista nos lo da Zanon, una fábrica puesta bajo control obrero en Argentina que lleva funcionando más de veinte años.

Te puede interesar: Zanon: un importante paso en el compromiso con la defensa del ambiente.

Esta crisis, así como la emergencia climática en general que ve como cada año aumentan las temperaturas, el nivel de los océanos y la destrucción irreparable de ecosistemas, debería ponernos de manifiesto la necesidad imperante de poner en pie un gran movimiento ecologista socialista, que de la mano de la clase trabajadora internacional, más feminizada y diversa que nunca, luche por ponerle fin a este sistema capitalista que solo nos lleva a vidas de opresión y precariedad en un planeta cada vez menos habitable.

En un mundo en que las peleas por los recursos y las crisis migratorias se acentúan, apostamos por un futuro socialista que supere las contradicciones del capitalismo, como lo son la obsolescencia programada, el derroche energético o el desperdicio del 30% de la comida que se produce.

Frente a la impasibilidad de los gobiernos del mundo y la crueldad con la que las empresas nos explotan y destruyen nuestro planeta, solo nos queda cambiar este sistema de raíz. Esta es la única esperanza real que tenemos de ponerle freno a una crisis climática feroz que empeora cada día.


Te puede interesar: Video: Capitalismo, crisis climática y lucha de clases.