Hace unas semanas, los militantes del NPA que leen Le Monde se encontraron con un artículo de la periodista Sylvia Zappi que les anunciaba que su partido estaba al borde de la “implosión”. Sus conclusiones estaban basadas en su lectura del Boletín Interno que informaba sobre la última reunión Comité Político Nacional (CPN) del 4 y 5 de Julio. El objetivo de esta nota es explicar cómo llegamos a esta situación justamente cuando un partido revolucionario es más necesario que nunca en Francia.
Viernes 14 de agosto de 2020 14:30
Publicamos un artículo que hemos recibido de una compañera con la que la Corriente Comunista Revolucionaria (CCR) viene compartiendo posiciones, batallas y que en el último Congreso del NPA fue parte de la misma plataforma (Z)
Un poco de historia
En 2008, cuando la LCR (Liga Comunista Revolucionaria) de Francia lanzó el proceso de fundación del NPA, muchos miraron con entusiasmo a este partido que quería construirse desde abajo, y en el que los marxistas revolucionarios podrían confluir con miles de trabajadores y trabajadoras, de estudiantes, de amas de casa, de personas que no eran todavía revolucionarias, pero que buscaban cambiar el mundo en que vivían.
Después de una campaña nacional que duró algunos meses, el 6 de febrero de 2009 tuvo lugar el Congreso de Fundación. Había 630 delegados presentes elegidos por los 9123 miembros organizados en 465 comités en toda Francia. Para reafirmar el carácter internacionalista proclamado en los Principios Fundadores, hubo 100 delegaciones de partidos y organizaciones internacionales. Las deliberaciones fueron abiertas por un miembro de la UGTG (Unión General de Trabajadores de Guadalupe). Guadalupe, una de las últimas colonias francesas, hacía cinco semanas que estaba paralizada por una huelga general. La sesión del 7 de febrero se inició con las intervenciones de un representante del Frente Popular de Liberación de la Palestina y de un militante israelí anti sionista.
Diez años y varias rupturas después, el NPA tiene no más de 2000 miembros cotizantes y los comités que todavía se reúnen subsisten como pueden.
Es innegable que el proyecto de partido que se lanzó con el NPA fracasó. Lo que hay que comprender es porqué.
“Es mejor llegar a tiempo…”
La lucha contra el plan de reforma de la jubilación del Primer Ministro Juppé, a partir de noviembre-diciembre de 1995, abrió en Francia una etapa de luchas cuyo común denominador era el anti-neoliberalismo. De un punto de vista institucional, electoral, estas luchas se tradujeron en 2002 en los mejores resultados de la izquierda revolucionaria a las elecciones presidenciales de su historia. Olivier Besancenot, candidato de la LCR, obtuvo 1.200.000 votos (4.25%). En ese momento, “Avanti!”, la corriente interna de la LCR en la que participé entre 2002 et 2008, propuso aprovechar la situación para llamar a la fundación de “un gran partido por la revolución y el socialismo, anticapitalista, feminista, ecologista e internacionalista, con vocación de ser de masas.” (Ver el archivo de la corriente) Sabiendo que esas etapas no son eternas, dimos esa batalla sin cesar en los congresos de 2003 y 2006.
Finalmente, en junio de 2008, después que la LCR, con su consigna “Nuestras vidas valen más que sus ganancias” obtuviera 1.500.000 votos (4.08%) en las elecciones presidenciales de 2007, y que la gente comenzara a llegar a los locales pidiendo adherir, la dirección de la LCR decidió lanzar públicamente el proceso de fundación del NPA. A pesar de las dudas, dado que era evidente que no teníamos los mismos objetivos en la fundación del NPA, Avanti! se disolvió y sus miembros entraron en la nueva tendencia mayoritaria.
El proyecto que fracasó
Nuestras dudas con respecto al proyecto del NPA tal como era planteado por la dirección de la LCR estaban basadas sobre el hecho de que la LCR era la sección oficial de la IV (SU), y de que en su dirección había miembros de la dirección de esa organización internacional. En el XIV Congreso de 1995 de la IV (SU), los delegados, convencidos de que “el socialismo revolucionario es una utopía” [1], llegaron a la conclusión de que la diferencia entre partidos reformistas y revolucionarios no tenía más sentido y votaron la política de los partidos amplios, “estratégicamente no delimitados”. Una tras otra, las secciones aplicaron esta política, entrando en las diferentes agrupaciones reformistas que se fueron creando con la derrota del estalinismo. Así, la sección italiana se disolvió en Rifondazione Comunista, creada por una minoría del ex PCI (cuando la mayoría se transformó en partido “Demócrata”); la sección danesa entró en un conglomerado maoísta burocrático; la sección portuguesa entró en el Bloco de Esquerda (que actualmente apoya en el parlamento al gobierno social-liberal de Antônio Costa), etc., etc., etc. En todos lados la aplicación de esta política hizo que las secciones o se condenaran a vegetar como graciosa oposición a estalinistas o maoístas de todo pelaje, o se diluyeran dentro del magma reformista.
La aplicación de esta política en Francia era un poco difícil. Para comenzar, la única gran organización de la izquierda reformista por fuera del PS que existía en 2008 era el PCF. Pero ellos ya estaban trabajando en la creación del Front de Gauche (FdG – Frente de Izquierda) con Jean-Luc Melenchon [2] y su Parti de Gauche (PG – Partido de Izquierda). La otra organización de la izquierda trotskista, Lutte Ouvriere (LO) rechazó de plano el llamado. Su ex fracción permanente, l’Etincelle, que sí participó del proceso de creación del NPA, fue expulsada de LO. Para gran decepción de un sector de la dirección de la LCR y la IV (SU), las únicas organizaciones que respondieron al llamado, además de la ex Fracción de LO, fueron pequeños grupos trotskistas. Pero el llamado fue escuchado, fundamentalmente, por sectores movilizados de la clase media y de la clase obrera que se rebelaban contra el neo-liberalismo y sus consecuencias. Para los que creíamos (y seguimos creyendo) en la revolución, el gran desafío del NPA sería elevar la conciencia de esos sectores para hacerlos anti-capitalistas y revolucionarios. Contábamos para eso con la continuidad de las luchas y nuestra comprensión de los Principios Fundadores, discutidos y votados a lo largo y lo ancho del país, que decían:
El socialismo, el ecosocialismo, es el poder de los trabajadores y trabajadoras en todas las esferas y todos los niveles de la vida política, económica y social. Es la democracia de los productorxs asociadxs que deciden libremente y soberanamente qué producir, como y para qué. Una tal reorganización de la economía y de la sociedad supone en un primer nivel la emancipación del trabajo, indispensable a fin de que los colectivos de trabajadorxs y ciudadanxs puedan tomar realmente a cargo la marcha de las empresas y la gestión de los asuntos públicos….
/…/
El socialismo no tiene, evidentemente nada que ver con las políticas capitalistas de las formaciones socio-liberales como, en Francia, el supuesto partido “Socialista”. Se opone, también, radicalmente a las dictaduras burocráticas que, desde la ex URSS a la China han usurpado su nombre, al tiempo que reproducían los mecanismos de explotación y de opresión que ellas pretendían combatir y favorecían las peores taras productivistas. Nosotros queremos avanzar hacia la auto-organización y la autogestión democráticas de la sociedad, y eso implica las más amplias libertades de organización y de expresión política, sindical y asociativa. Las libertades democráticas que fueron conquistadas bajo el régimen capitalista serán consolidadas y desarrolladas. El socialismo es el reino de la democracia real y extendida.
De la misma manera que no hay un buen capitalismo productivo, no puede haber un buen “capitalismo verde”. La ruptura con el capitalismo es la condición necesaria para frenar la crisis ecológica cuyos efectos catastróficos comienzan a multiplicarse, porque sólo ella hará posible la toma de decisiones económicas democráticas y racionales en beneficio de las mayorías. En el marco de una nueva organización de la sociedad, cuya finalidad será la utilidad social y no la ganancia, los productores y lxs ciudadanxs autónomxs y responsables decidirán desarrollar las actividades económicas que beneficien a la colectividad y abandonarán aquellas que pongan en peligro las poblaciones y el medio ambiente. El socialismo que queremos no propone un desarrollo ilimitado de la producción, sino que se funda en la satisfacción ecológica de las necesidades sociales: es el eco-socialismo. Sólo una sociedad libre de la dictadura del capital estará en condiciones de reconciliar al ser humano con la naturaleza. [3]
Pero un gran sector de la dirección histórica de la LCR no sólo no tenía en mente la construcción de un partido revolucionario (ni tampoco hubiera sabido cómo hacerlo) sino que pensaba que los Principios Fundadores eran una suerte de orientaciones generales que podían ser dejadas de lado si se presentaba la posibilidad de un acuerdo con la izquierda reformista (y con él la posibilidad de puestos en listas a cargos electivos). En el Congreso de fundación del NPA, un sector minoritario de la dirección de la LCR partió hacia el Frente de Izquierda. Muchos de sus miembros terminaron en el PCF. Las sucesivas partidas de sectores de la dirección histórica de la LCR hacia el PG se continuaron hasta 2012, cuando se produjo el éxodo de la Gauche Anticapitaliste (GA – Izquierda Anticapitalista), formada alrededor de lo que era el núcleo central de dirección ejecutiva de la LCR en sus últimos años, y después del NPA, para fundar Ensemble! En 2016, un sector mayoritario de esta organización entró a la France Insoumise (FI – Francia insumisa), el movimiento creado por Mélenchon para la elección presidencial. Así fue como varios de ellos consiguieron puestos de diputados nacionales o europeos, o cargos regionales.
Pero volvamos al inicio. En 2010, a los problemas políticos se sumó la derrota de la pelea contra la reforma de la jubilación de Sarkozy, que había movilizado millones de manifestantes y cientos de miles de huelguistas entre marzo y noviembre de este año. Se cerró así el período de luchas abierto con el gran movimiento (parcialmente victorioso) de noviembre-diciembre 1995. El proyecto del NPA quedó hecho un sándwich entre el Frente de Izquierda, una variante verdaderamente reformista, institucional y anti-neoliberal que correspondía a la conciencia de los sectores que se movilizaban, y el fin del período de luchas que hubiera podido ayudar a elevar esas conciencias del anti-neoliberalismo al anticapitalismo.
Lo verdaderamente grave en esta historia no es el cambio de la situación objetiva. Una buena dirección, con una política de construcción de partido adaptada a la nueva realidad hubiera podido limitar las pérdidas. Lo grave es que, con la partida de la GA en 2012, el sector de la dirección histórica de la LCR que se quedó, comenzó un giro a la derecha. Como dijera uno de sus dirigentes: “Ahora que la derecha se fue, el peligro es que nos vayamos a la izquierda.” Y allí comenzó el ataque contra los sectores de oposición de izquierda que culminaría en el último CPN de julio.
El último CPN: culminación del fracaso de la mayoría relativa que dirige el NPA
El último CPN del NPA, a cuyos documentos tuvo acceso Sylvia Zappi, muestra el avanzado proceso de descomposición de la tendencia que obtuvo la mayoría relativa en el congreso de febrero de 2018.
En ese congreso, y a pesar de haber obtenido menos del 50% de los votos, la Plataforma U (formada por lo que queda de la ex mayoría de la LCR, más un sector ligado a Alain Krivine, y el Contre Courant—un sector de derecha proveniente de la juventud de la LCR—) pidió tener mayoría absoluta en todos los organismos de dirección para “poder llevar adelante su política”. Su argumento era (y sigue siendo) que las “sectas” (las tendencias de izquierda del NPA) les impedían aplicar su política y hacer avanzar al partido. La unidad de todas las plataformas de izquierda les hubiera impedido obtener esa ventaja inmerecida. Los delegados de la Fraction l’Etincelle, acostumbrados a ser la oposición “a su graciosa majestad”, votaron junto con la Plataforma U.
Unos meses después del congreso, octubre-noviembre de 2018, se produjo la entrada en escena de los “chalecos amarillos”, y con ellos, la situación en Francia comenzó a cambiar. Esta irrupción de los sectores más postergados, de los dejados en el camino por la reforma neo-liberal, había sido precedida por una oleada de huelgas contra la reforma del Código de trabajo y de los ferroviarios contra la reforma de la SNCF (la empresa ferroviaria francesa) y se continuó con la pelea histórica contra la reforma de la jubilación propuesta por Macron, en noviembre-diciembre de 2019. Estos hechos abrieron una nueva etapa de la lucha de clases en Francia, con la entrada en acción de nuevos sectores del proletariado. Esta nueva vanguardia formada, especialmente en el caso de los trabajadores de la RATP (la empresa de buses y metro de la región parisina) de jóvenes de origen árabe que habitan de las barriadas del Gran Paris, fue portadora de métodos de acción más directos y combativos. Pero la mayoría relativa que dirige al NPA no se dio cuenta del cambio.
Convencidos de que seguimos en la “medianoche en el siglo” y de que no hay ninguna posibilidad de tener una política independiente de los aparatos reformistas, tuvieron una política de seguidismo hacia las direcciones sindicales burocráticas. Frente a la lucha de los ferroviarios en contra de la privatización de la empresa y en defensa de su estatuto, tomaron la defensa de la CGT y su propuesta de huelga tres días por semana (que llevó a una derrota) en contra de la izquierda del NPA cuyos trabajadores, metidos a fondo en la organización de la lucha anti-burocrática, peleaban por una huelga por tiempo indeterminado. Frente al proceso de los “chalecos amarillos”, nunca quisieron atacar a las direcciones sindicales que impidieron la unidad entre los “chalecos amarillos” y los sectores de trabajadores que querían participar en el movimiento. Cuando en diciembre de 2019, en medio de la lucha contra la reforma de la ley de jubilaciones, los ferroviarios y los traminots (conductores de ómnibus y tranvías de París) desoyeron a las direcciones sindicales que querían levantar la huelga y votaron continuarla, la mayoría relativa del NPA tomó la defensa de las direcciones sindicales, acusando de “ultraizquierdista” a la dirección sindical antiburocrática que coordinaba la lucha, la Coordinadora SNCF-RATP en la que había compañeros de la izquierda del NPA. En todos los CPNs los ataques de la mayoría relativa que dirige el partido se centraron contra las “ultradas” de esos compañeros, que, mal o bien estaban insertados en el proceso iniciado por una nueva vanguardia obrera, y en la defensa de la burocracia sindical.
Mientras la pandemia impuso el confinamiento, la situación se mantuvo incierta. Nadie sabía si la bronca anti-Macron, contenida por el encierro, se manifestaría en la calle apenas fuera posible organizar las primeras movilizaciones. La magnitud de las movilizaciones anti-racistas y contra la violencia policial demostraron que hay una juventud racizada, obrera y estudiantil que vocea “Somos anti-capitalistas” y que está lista a salir a la calle. De golpe, la mayoría relativa se dio cuenta de que los militantes del NPA que participaban en las movilizaciones no eran los de antes. Era evidente que la izquierda del partido no sólo había intervenido en las luchas a lo largo de dos años y en especial desde diciembre y enero, sino que había utilizado el confinamiento para ganar militantes de esa nueva vanguardia anti-Macron para el NPA. Si esos nuevos militantes votaban en el congreso estatutario no habría manera para ellos de mantener la dirección. Por eso convocaron al CPN de julio para votar la fecha del Congreso, diciembre de 2020, con un procedimiento anti-estatutario y modalidades anti-democráticas. Primero, presentaron una moción de organización del congreso redactada por… la comisión financiera, cuya tarea no tiene nada que ver, pero que ellos controlan en forma estrecha. Segundo, para votar en el Congreso, que proponían se centrara en “el balance del NPA”, habría sido necesario ser miembro del NPA desde diciembre de 2019 (en todos los congresos anteriores realizados tanto por la LCR como por el NPA siempre se necesitó una antigüedad de tres meses y no de un año). Se les negaba así participación a todos los militantes de las últimas luchas que entraran a lo largo de 2020. Como les dijera Anasse Kazib, miembro del CPN y dirigente ferroviario reconocido nacionalmente: “Uds quieren impedir que la vanguardia de la lucha contra Macrón que entre al NPA, vote en un congreso que tendrá lugar el año próximo”.
Dando muestra de que todavía hay una reserva principista y militante en el partido, las proposiciones de la mayoría relativa fueron derrotadas. Será una comisión paritaria donde todas las tendencias están representadas la que organizará el congreso. Es de hacer notar que la mayoría relativa se niega a participar en la comisión paritaria.
¿Quién está en crisis?
¿Cómo es posible que cuando los sectores de la vanguardia de nuestra clase comienzan a gritar “Somos anti-capitalistas” (aunque no entiendan bien qué conceptos teóricos hay detrás de la consigna), y aprenden a auto-organizarse y a discutir de política, el NPA esté en crisis?
En realidad, lo que está en crisis es el proyecto de partido amplio de la mayoría relativa y de la IV (SU): una organización laxa, cuyo centro son los movimientos sociales y no la clase obrera, cuyos principios son la solidaridad internacional, la ecología y el feminismo en general con una figura pública carismática que sepa explicar esos principios generales y hacer buenas intervenciones en la televisión y los medios. Acostumbrados a las dos campañas de Besancenot (2002 y 2007) y al proceso de fundación del NPA, cuando la gente llamaba por teléfono y pedía adherir, la actual dirección minoritaria olvidó (si alguna vez lo conoció) el lento y trabajoso proceso que se necesita para ganar a un militante obrero para un partido revolucionario.
El partido que crearon, es un partido que podía funcionar –aunque también con problemas– en la etapa que se cerró en 2010. Un partido que interviene poco en las luchas obreras, excepto cuando se trata del lugar de trabajo de nuestros militantes. Que no critica a la burocracia sindical porque “la base no podría comprenderlo”. Que manda a nuestras figuras públicas a las luchas que salen por la televisión, lo que está bien, pero la solidaridad obrera va más allá. Implica que, dentro de la medida de nuestras fuerzas, nuestros militantes intervienen y se ponen al servicio de la lucha. Que nuestros estudiantes hacen su experiencia con la clase obrera participando a fondo en las huelgas, los piquetes y las colectas, como hace la izquierda del NPA.
Hay otra dimensión a tener en cuenta. En 2010, durante el XVI Congreso de la IV (SU), el NPA, que había pedido ser organización observadora, era el buque insignia de la política de partido amplio. Es cierto que el panorama se encontraba ensombrecido por la división del NPA en tres tendencias y las discusiones y luchas intestinas sobre si los sectores que habían partido y partirían en el futuro podrían pertenecer a la IV (SU). Pero la dirección histórica de la LCR y de la organización internacional podía demostrar que seguía siendo la mayoría indiscutida del NPA. Además, la mera existencia de un partido con miles de miembros era la prueba de que la estrategia del partido amplio era un éxito.
La partida hacia Ensemble! y luego la FI de parte de la dirección central de la LCR fue una catástrofe para la sección francesa de la IV (SU). Hoy, la dicha “sección francesa de la Cuarta Internacional” queda reducida a unas pocas centenas de militantes del NPA –dónde se encuentra cada vez más minoritaria–, y de Ensemble!
Este nuevo fracaso de la estrategia del partido amplio pone en peligro la existencia misma del mandelismo en Francia, lo que desespera a la dirección minoritaria del NPA. Por eso, con una relación de fuerzas interna que sólo podrían resultarles cada vez más contraria, muchos empezaron a considerar preferible romper en minoría, llevándose a su figura pública y manteniendo una pequeña notoriedad; y, de ser posible, volver a unirse a los otros sectores que siguen reclamándose de la IV (SU) en Francia.
¿Qué futuro para el NPA?
La desaparición del NPA en estas circunstancias sólo puede beneficiar a la izquierda institucional en general, y a la FI en especial. Como los dirigentes de la FI son políticos duchos, ya hicieron el cálculo de que la explosión del NPA les garantizaría la cantidad de votos “de izquierda” que le faltaron a Melenchon en 2017 para llegar a la segunda vuelta. Es por eso que pidieron una entrevista con la dirección del NPA. La mayoría de los miembros de la mayoría relativa no están de acuerdo en apoyar una candidatura de la FI, sobre todo si el candidato vuelve a ser Melenchon, pero dada la crisis actual y su capacidad militante, no es seguro que estén en condiciones de superar los escollos que exige la ley para presentar una candidatura presidencial. O sea que el reformismo se le haría el campo orégano por la ausencia de otra fuerza de izquierda reconocida. Las últimas prestaciones electorales de LO (y de su figura pública) han sido aún más lamentables que las del NPA.
Frente a toda la evidencia que indica que la mayoría relativa va a ser aún más minoritaria que en 2018, uno se pregunta qué sentido tiene para ellos quedarse y participar del Congreso. Su negativa a formar parte de la Comisión paritaria de organización del congreso es un elemento a tener en cuenta. Llegar al congreso sólo tendría sentido para ellos si aceptaran quedar en minoría, y no todos están de acuerdo. Es probable, entonces, que artículos como los de Zappi sean un “globo de ensayo” no sobre la reacción de los militantes frente a la implosión (o la explosión) del NPA, sino sobre la “ruptura amistosa” que propugnan algunos sectores de la mayoría relativa. En ese sentido, la Universidad de Verano del NPA—que se realizará a fin de agosto a pesar de los problemas sanitarios—será sin duda un banco de pruebas donde testear el ánimo de la base del partido en general.
Las cuatro tendencias principales de la izquierda del NPA coinciden en que el estallido del NPA en este momento sería una catástrofe no sólo para el partido sino para esta vanguardia que está creciendo y haciéndose preguntas. Todas participaron, en la medida de sus fuerzas, en las movilizaciones que se dieron a partir de 2018, y en dos de ellas surgieron figuras de la lucha reconocidas a nivel nacional. Pero todas intervinieron con políticas diferentes.
¿En esta situación está la izquierda del NPA lista a aceptar la ruptura del partido? ¿Y si eso no pasara, después qué? La continuación no puede ser un interminable debate entre tendencias para saber quién tiene el mejor programa. La situación nos exige que hagamos un balance estratégico de las últimas luchas y que discutamos cómo refundar, con la unidad de las distintas tendencias, un partido de la izquierda anticapitalista y revolucionaria digno de esa vanguardia que surgió de las luchas de la SNCF, de los “chalecos amarillos”, contra la reforma jubilatoria y la violencia racista de las “fuerzas del orden”. Si no somos capaces de eso estaremos frustrando a una nueva generación de luchadores. Y esta vez, la responsabilidad será nuestra.
Antes de militar en la LCR y el NPA, dónde ejerció distintas responsabilidades, Virginia de la Siega fue militante del PST y del MAS de Argentina. En el último congreso de 2018 fue parte de la Plataforma Z impulsada principalmente por la CCR (Corriente Comunista Revolucionaria)
[1] Building the international today – Documents of the FI – 14th World Congress – 1995 http://www.internationalviewpoint.org/spip.php?article145
[2] Jean-Luc Melenchon es una figura nacional de la izquierda francesa. En 2005, cuando el referéndum por la Constitución Europea, rompió con el PS, que apoyaba el SI y se declaró a favor del NO. El 1 de febrero de 2009, fundó el PG que, junto con el PC y la Gauche Unitaire (GU), formarían el Frente de Izquierda.
[3] Principios Fundadores del NPA https://npa2009.org/content/principes-fondateurs-du-nouveau-parti-anticapitaliste-adopt%C3%A9s-par-le-congr%C3%A8s