Docentes y alumnos son cada vez son más pobres. Para defender la educación pública hay que acabar con ajuste del FMI, Macri y los gobernadores.
Nahuel Rodriguez Delegado Departamental Suplente | Agrupación Docentes D-Base en el FURU
Viernes 5 de julio de 2019 20:54
En marzo, Unicef Argentina presentó un informe sobre los efectos de la situación económica en niños, niñas y adolescentes. En el capítulo sobre educación, alerta que “se estarían presentando situaciones de abandono escolar, específicamente en las transiciones del nivel primario al secundario”. Frente a la crisis “las adolescentes asumen responsabilidades de cuidado de hermanos e hijos, y acompañamiento a adultos mayores”, mientras que los varones dejan la escuela por “la incorporación al mercado de trabajo”.
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Estas situaciones reflejan que la mitad de los argentinos menores de 17 años están bajo la línea de pobreza (46,8 % para el Indec y 51,7 % para la UCA). Nuestros alumnos abandonan la escuela en busca de un ingreso económico para ayudar a su familia, pero solo encuentran precarización. Los programas Plan Primer Paso y Plan Primer Paso Aprendiz, destinados a jóvenes de entre 16 y 24 años, otorgan una “asignación estímulo” de $ 4.500 o $ 5.200 por 20 horas semanales. La otra opción son las plataformas digitales (Rappi, Glovo, etc.), sector de precarización laboral extremo que ya emplea, según el Observatorio Social de la UCA, al 1 % de la población activa (160.000 trabajadores) en Argentina. Entre 2010 y 2018 los empleos precarios e inestables casi duplicaron su peso en el mercado laboral y son la principal razón de que el desempleo no se haya disparado.
Por otro lado, el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia marca que la asistencia alimentaria para los menores 18 años pasó del 28,7 % en 2015 al 36,6 % en 2018. En la provincia, 4 de cada 10 estudiantes de las escuelas públicas asisten al Paicor (219.512 alumnos). En algunos departamentos, como San Alberto, el porcentaje llega al 73 %. Los fines de semana esta opción desaparece y son los comedores barriales los que deben absorber esta gran demanda con más voluntad que recursos, generándose la imposibilidad de que todas las familias puedan acceder a un plato de comida.
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No solo a nuestros alumnos les pega de lleno la crisis. Los docentes argentinos estamos entre los más pobres del mundo. Según un estudio elaborado por la OCDE, los salarios de docentes de la Argentina se ubicaban en diciembre de 2017 (antes de la corrida cambiaria y de la llegada del FMI al país) en el puesto 34 entre 37 países analizados. El año pasado, los docentes cordobeses perdimos casi un 11 % de salario frente a la inflación y este año puede suceder algo similar, ya que la recaudación sigue bajando. La precarización es moneda corriente en numerosos programas educativos y muchos docentes han tenido que buscar más horas para llegar a fin de mes, robándole tiempo al descanso, a la familia o al desarrollo de otras actividades.
A esto se suma que en los últimos años se han producido cierre de cursos y pase a disponibilidad de docentes del sector público y numerosos despidos, trabajos informales y subocupación en el sector privado, según un relevamiento de la seccional Córdoba del Sadop.
Como no podía ser de otra manera, la prioridad del gobierno no es esta situación sino “ahorrar” para afrontar los vencimientos de deuda de los próximos años, que alcanzan la cifra de 2.241 millones de dólares. Todas las opciones que manejan por el momento para lograr este objetivo pasan por disminuir jubilaciones y salarios de docentes y estatales o recortar el boleto educativo, del adulto mayor, social y obrero. El “esfuerzo” siempre lo ponemos los de abajo, nunca los empresarios y los sojeros, que tienen beneficios impositivos y ganan millones.
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Desde la UEPC repiten que los docentes cordobeses “estamos mejor” que los de otras provincias. Este discurso del conformismo no es nuevo; hace años que vienen bancando a Schiaretti y nunca movieron un dedo para enfrentar las políticas del gobierno que nos han empobrecido constantemente. Ahora, ese discurso empalma con el de la fórmula Fernández-Fernández: “nada de pedir nunca menos, hay que honrar el compromiso con el FMI y el esfuerzo lo haremos entre todos”.
No nos conformamos con la miseria de lo posible que nos ofrece esta burocracia sindical que solo pone como límite a Macri y defiende la política del “mal menor”. En mayo votaron a Schiaretti y ahora van por un voto al Frente de Todos militando la resignación.
Por eso necesitamos un sindicato con independencia política de los gobiernos que nos ajustan, que sea combativo para enfrentar la profundización de la crisis y clasista para ligar la defensa de la educación a todos los reclamos populares, de nuestros estudiantes y familias.
Queremos que nuestros alumnos dejen de tener hambre y de ser reventados en trabajos ultraprecarizados; queremos tener sueldos y condiciones laborales que nos permitan alimentar a nuestras familias sin tener que correr de escuela en escuela; queremos que nuestros jubilados tengan una vida digna después de tantos años de trabajo, queremos disfrutar del tiempo libre.