Jueves 14 de abril de 2016 01:26
La crisis del sector automotriz es la mayor de los últimos 10 años. La exportación a Brasil llega hasta el 80 por ciento de la producción en Fiat o en cajas de velocidad como Volkswagen. Es el principal mercado de Argentina. Y viceversa: somos el principal destino de la fabricación de autos brasileros. Pero empezó a sentirse la crisis internacional. Ya no son suficientes los salarios miserables del nordeste brasilero, por debajo de los 1500 reales. Ni tampoco la mano de obra regalada de los talleres metalúrgicos que acá pagan 7000 pesos. Ni siquiera la creciente tercerización dentro de las multinacionales. hay planes recesivos, violentos aumentos de precios y ataque al consumo de las clases medias bajas y trabajadoras.
Crónica de un ataque anunciado
En Argentina la lucha de Lear es considerada por los empresarios “el conflicto del año”, en 2014. Un sector de trabajadores combativos, donde tenía peso el PTS-Frente de Izquierda, durante meses resiste la flexibilización y luego los despidos, enfrentando la colaboración de la burocracia peronista y el gobierno nacional con esa multinacional. Comienzan despidos y suspensiones masivas a fines del 2015 en la industria automotriz en Argentina, con cientos de despidos “voluntarios”. Ya Renault eliminó 800 puestos, Fiat reduce más de 300, Ford anuncia que “hay 250 de más”. VW Pacheco abre una crisis profunda: 1500 deben irse, todo el turno noche. En VW Córdoba son 360.
En Brasil comienzan los adelantos de vacaciones, suspensiones y despidos, como en GM. Pero los ritmos de trabajo siguen igual o más rápidos. “La crisis es una oportunidad” dicen los gerentes en voz baja. Y “apuntan” contra activistas, enfermos, viejos obreros. Pre jubilaciones. Toda la ingeniería del dinero, para evitar lo que ellos tanto temen: despidos masivos y respuesta obrera con paros, movilizaciones, tomas de fábrica, como la empresa de faros cordobesa Valeo en 2014.
Unir a los trabajadores de Brasil y Argentina
En épocas de crecimiento, nos hacen “competir” a los trabajadores. Nos dicen que la mejor calidad y los bajos costos traerán inversiones a nuestro país. Pero cuando llega la crisis, la burocracia de Smata en lugar de resistir incentiva a los trabajadores para que se vayan con unos mangos más. A los que quedan, les pide el esfuerzo de aceptar reducciones salariales en las suspensiones, cumplir con los ritmos y objetivos de las gerencias y evitar las faltas por enfermedad. Ninguna diferencia con los planes del patrón.
Nosotros sabemos que, a pesar de la crisis, siguen ganando dinero. La apertura de los libros de contabilidad es necesaria. Para demostrar a la población que con los aumentos de los precios de los autos solo buscan mantener sus niveles de ganancias aunque cada vez sean menos los que puedan comprar un auto. Y esto agudiza la caída productiva. Pero sobre todo, demostraríamos que las ganancias de los últimos 5 años fueron giradas a sus casas matrices.
Ante esta situación, se hace imprescindible reducir los ritmos de producción y repartir las horas de trabajo sin rebaja salarial, para que trabajemos todos.
Pero no podremos imponer estas medidas si encaramos la lucha divididos por fábrica, por gremio o por país. Lo que no produzcan en Argentina, lo harán en Brasil.
Es urgente coordinarnos los trabajadores de ambos lados, empezando por exigir a las centrales sindicales medidas de fuerza a la altura del ataque que sufrimos para que no se pierda un solo puesto de trabajo.
La crisis no tiene fronteras, nuestra resistencia tampoco debe tenerla.