Entrevistamos a Mariela Díaz, investigadora de CONICET y docente de la UBA sobre la cuarentena en las villas y el rol de las mujeres, el derecho a la ciudad y sus investigaciones en curso
Miércoles 24 de junio de 2020 00:43
Luego de su participación en el Conversatorio virtual del CLACSo sobre Migración transnacional boliviana en tiempos de pandemia conversamos con Mariela Díaz. Su trabajo nos permite echar cierta luz sobre algunos aspectos que resultan evidentes, pero no por eso sencillos de desentrañar: la crueldad con la que la desigualdad estructural se puso en evidencia una vez más a partir de la emergencia sanitaria, y junto con esto las profundas consecuencias sobre el tejido social pero también las estrategias, las protagonistas y las ideas para enfrentarlo
En tu exposición vos planteas que existe una crisis del modelo neoliberal capitalista de la reproducción cotidiana. Según tu perspectiva, ¿cuáles son los elementos estructurales que se articulan de forma específica con la situación de emergencia sanitaria?
En el conversatorio, yo centré mi intervención en la Villa 20, que se encuentra en la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires, como un caso testigo de lo que ocurre en general en las villas de la ciudad. Lo que yo planteo es que hay una crisis del proceso neoliberal capitalista que tiende a la mercantilización de la reproducción de la vida cotidiana, haciendo foco especialmente en las condiciones laborales de la población que vive en las villas, que está caracterizada en general por la informalidad laboral, la precariedad y los bajos ingresos. En este contexto de confinamiento, que empezó el 19 de marzo en Argentina, se han paralizado todas las actividades laborales prácticamente, salvo las que son esenciales. En la villa esto generó una desocupación generalizada de las familias, ya que muchos son obreros de la construcción, las mujeres son empleadas domésticas o trabajan en talleres textiles, ciertas actividades que son importantes para la economía pero que se vieron paralizadas. Es verdad que hay ciertas familias que reciben algún que otro subsidio estatal, por ejemplo [el Programa] Ciudadanía Porteña. Yo hice entrevistas a varios habitantes de las villas y me contaban algunos que pudieron recibir el IFE pero otros que no, porque hay una gran demora para recibir los diez mil pesos y también otros que les fue denegado el pedido y no comprenden porqué. Entonces frente a esta situación económica de las familias bastante crítica, lo que ocurre es que la mayoría, para poder comer, van a los comedores de los barrios. Hay como una especie de organización barrial fuerte donde hay varios comedores que dependen de distintas organizaciones sociales y barriales, prácticamente estos comedores son los que están conteniendo la situación de emergencia alimentaria en las villas. Hay que aclarar que estos comedores reciben alimentos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) y que también están repartiendo bolsones. El problema que están denunciando varias compañeras (yo entrevisté a muchas compañeras del FOL [Frente de Organizaciones en Lucha] que tienen un comedor en la Villa 20) que hoy es insuficiente la cantidad de comida que entrega el GCBA ante la gran demanda que existe. La gente está necesitando un plato de comida, algo tan básico se les hace muy complicado por no tener los recursos económicos. Además todos estamos muy preocupados por los aumentos de precios, sabemos que hoy diez mil pesos realmente no alcanzan. Estamos en una situación muy crítica en ese sentido, por eso digo que hay una crisis en este proceso de mercantilización de la vida porque en realidad las familias se están abasteciendo a partir de este tejido social.
¿Cómo se entrelaza el reclamo tan sentido de las villas y barrios populares por una real urbanización, con el concepto del “Derecho a la Ciudad” del que hablan Henri Lefebvre y David Harvey y que vos retomás? Harvey sostiene que este concepto es “inherentemente anticapitalista”. ¿Coincidís? ¿Por qué?
Hay distintas leyes que plantean esta cuestión. Por un lado está la ley 148 que plantea que es necesario urbanizar las villas y habla, si quieren, del “Derecho a la Ciudad” y después lo que ocurrió fue una fragmentación de este paraguas principal que era la ley 148 en distintas leyes por villa. La Villa 20 tiene su propia ley, la Villa 31 tiene la suya, todas tienen distintas características o plantean distintas especificidades, así se dió toda una fragmentación en donde lo que dispuso la ley dependió de la relación de fuerzas que hubo en la discusión de cada ley. Eso para plantear cuál es el punto de partida. Para llegar a esta ley, en la Villa 20 como en otras de la ciudad, hubo una gran lucha. Una lucha histórica, no solamente del año 2000, sino que viene desde la dictadura militar. Hubo distintas políticas estatales, desde la erradicación de las villas bajo la dictadura militar, una política de radicación en la década de los 80, después hubo toda una política de regularización dominial y ahora con Larreta hay un proceso de leyes de reurbanización.
El problema que quedó claro con la pandemia es que se avanzó en la construcción de viviendas nuevas pero no así en el tendido de infraestructura y servicios básicos, por eso también hay una preocupante precarización habitacional.
Entonces cuando hablamos del “Derecho a la Ciudad”, que plantea Lefebvre en su libro célebre [El Derecho a la Ciudad] y que retoma Harvey en Ciudades rebeldes (2012), plantea que el “Derecho a la Ciudad” no implica solamente resolver de manera urgente la cuestión urbana que tiene que ver con acceder a un servicio y a una red de infraestructura de calidad, sino que también lo que hay que resolver es la situación laboral de precariedad absoluta, el acceso a una salud y educación de calidad para el conjunto de las familias más postergadas, que fueron producto de años de intervenciones estatales fallidas. Un acceso real al “Derecho a la Ciudad” implica el acceso a una multiplicidad de derechos, no es solamente cuestión de acceder a una ciudadanía social, sino que lo que me parece interesante es que Harvey, retomando a Lefebvre va a una cuestión totalmente estratégica, que tiene que ver con su visión anticapitalista donde plantea que es importante que este “Derecho a la Ciudad” implique a su vez una gestión urbana plenamente democrática. Esto no es en el sentido de la democracia burguesa de ir y votar sino que estamos planteando que las organizaciones sociales tengan una injerencia real en la toma de decisiones, especialmente en la apropiación colectiva de este excedente social. Yo creo que esto tiene una mirada anticapitalista, porque justamente la perspectiva capitalista es la apropiación privada de ese excedente social. Lo que predomina en el capitalismo es una producción colectiva del excedente social pero con una apropiación privada de esa producción. Este discurso viene a cuestionar todo el modo de producción capitalista, que tiene que ver con la apropiación privada de las ganancias. Como existe esta apropiación privada del excedente, hay una socialización de las pérdidas. Es decir que cuando hay pérdidas, recae en todos pero cuando hay ganancias queda en unas pocas manos. Hace hincapié en si son los trabajadores organizados (estamos hablando sobre las organizaciones sociales, barriales, políticas de la clase trabajadora) o si son unos pocos que hacen ganancia en base a muchos.
En el contexto de crisis sanitaria que se está viviendo en el país pero que actualmente tiene epicentro en las villas del AMBA en lo que se refiere al porcentaje total de contagiados, ¿qué análisis haces sobre el motivo del alto impacto en los barrios populares? ¿Cómo afecta esto en la Villa 20?
Para mi, tiene que ver con la gran precariedad habitacional que hay. Hay un indicador que se construye para este dato que son los hogares que no tiene red cloacal, pluvial, de gas, de agua. Esos son los elementos que conforman el indicador de precariedad habitacional donde lo que se puede ver es que en las villas de la ciudad se supera a la media de la ciudad. Si uno está pensando en el acceso a los servicios básicos, en general, lo que hay es una conexión informal a la red de servicios, lo que lleva a grandes inconvenientes con respecto al agua potable. Hay un gran problema que tiene que ver con la red de agua en la Villa 31 y en otras villas, esto no es algo coyuntural, es estructural. Lo que trae muchos problemas para cosas tan simples como lavarse las manos. En las villas esto requiere una gran hazaña. Las compañeras de Villa 20 lo que me contaban es que esta conexión informal genera baja presión en algunas manzanas, muchos cortes, especialmente en verano. Lo que genera es toda una movilidad dentro de la villa: tienen que ir a reclamar al GCBA para que resuelvan el problema y lo que hacen es enviar camiones cisternas donde las familias tienen que ir a buscar agua en tachos para poder tener durante el dia, poder cargar los tanques de agua. Algo tan simple como abrir la canilla, para ellos no es tan simple. Abren la canilla y no sale agua y hoy una de las consignas principales para enfrentar la pandemia es “lavate las manos”. Estos indicadores de precariedad se cruzan con los indicadores de hacinamiento, que también superan la media de la ciudad. Ya había una crisis sanitaria previa, no surgió en marzo cuando empezó la cuarentena. Se corta la luz frecuentemente, el desagüe pluvial y la red cloacal generalmente están unidas y después se inundan, generan situaciones donde las personas se enferman de tuberculosis, por ejemplo y también dengue. Si bien hay dengue en toda la ciudad, golpea más fuerte en estas zonas de precariedad, especialmente en la zona sur. Imagínense cómo impacta la pandemia en áreas donde ya había una crisis sanitaria. Es una catástrofe lo que está pasando.
A partir de que empezó a golpear la crisis en los barrios, ¿cuál es el rol que vienen jugando las mujeres? ¿Y previo a la pandemia cómo se expresaba?
Las mujeres en los barrios populares son las que están al frente de los comedores populares. Imagínense que estas mujeres reciben los bolsones de comida que les da el gobierno de la ciudad y hacen magia. Me dicen que esa comida que reciben es insuficiente, que necesitan más: alimentan a 800 personas en un dia y esto es en uno de los comedores que reciben más comida porque son los que han hecho más reclamos, que tienen un peso político distinto, no es que todos los comedores reciben lo mismo. Ya 800 comidas para un comedor es un montón y es un laburo impresionante. Todo este trabajo colectivo cuando estamos hablando de una crisis de colectivización, recae en las mujeres trabajadoras. En general son migrantes de países limítrofes y ese trabajo no es valorizado ni reconocido, como el trabajo doméstico que hacemos todas las mujeres dentro de nuestras casas. Ellas están haciendo un trabajo que es fundamental. Es lo que está haciendo que las familias puedan comer: es la base para poder vivir.
En el último mes hubo un avance en la militarización de los barrios aunque haya un cerco mediático, como es el ejemplo en el conurbano en Villa Azul y en CABA en la 1-11-14, a partir de un avance en la cantidad de contagios. ¿Como ves la situación en este momento? ¿Qué opinás de la militarización de los barrios populares?
En números concretos, el primer caso confirmado de COVID-19 en las villas de la ciudad fue el 7 de abril y a partir de ahí lo que vemos es un crecimiento exponencial de los casos confirmados. Hice un informe donde para el 15 de mayo, los casos confirmados en las villas representaban un 37% del total de la CABA. El foco está ahí por todas las condiciones que hablamos anteriormente.
Hoy la televisión está con Vicentin, por eso no se habla de las villas. Pero más allá de eso, aprovechando la tecnología de hoy en día podemos ver los informes oficiales en los boletines epidemiológicos y en la página del Gobierno de la Ciudad, hay un registro de cuántos casos confirmados hay después de los testeos en las villas. Por ejemplo en la Villa 20, en abril había sólo 6 casos, ahora hay 536. Estos informes muestran que en marzo, los barrios con más casos de Covid eran Recoleta y Palermo, estos se habían contagiado sobretodo porque habían viajado al exterior. Ahora si vemos desde mayo los tres barrios con más casos de COVID son Flores (que está la Villa 1-11-14), Retiro (que está la Villa 31) y Barracas (que está la Villa 21-24). No es casual que los barrios con más casos confirmados sean donde están las villas más grandes de la ciudad.
Desde lo personal y desde el punto de vista político, creo que no es correcto militarizar una villa para generar aislamiento social. El Estado tiene que intervenir de otra manera, con recursos económicos y sanitarios. Si vos hablas con la gente de Villa 20 saben muy bien lo que tienen que hacer. Tampoco deberían estar las Fuerzas Armadas para repartir comida, para eso están las organizaciones sociales y de Derechos Humanos, que de hecho están haciendo donaciones de comida y elementos de higiene.
Más allá de que hoy la cuarentena es “la vacuna” que tenemos, tenemos que pensar que es complicado en estos barrios, por todos estos años fallidos de intervención urbana. La primera villa de la ciudad nació en la década del 30. Hoy, 90 años más tarde, todavía hay familias que no tienen algo tan básico como el agua potable o conexión a una red cloacal. Esto es responsabilidad política del Estado.
Es peligroso naturalizar la presencia de la policía y las FFAA en los barrios populares. Todos conocemos los abusos que realizan allí, todos los casos de gatillo fácil, todos los negocios ilegales y oscuros en los que está metida la policía. El caso de Luciano Arruga no es un caso aislado en La Matanza. También es importante tener en claro que no es una cuestión de un policía o dos, es una cuestión estructural del rol que tuvo y tienen las fuerzas, que no se comportan igual en un barrio de clase media que en los barrios populares, hay un grado de racismo y clasismo muy grande. En las villas el 49% de quienes habitan en ellas provienen de países limítrofes, de Bolivia, Paraguay y toda la xenofobia que hay se replica cuando la policía entra en estos barrios.
¿Cuáles son las características particulares que tiene la Villa 20 para el estudio de la comunidad boliviana?
A partir de hacer mi tesis de doctorado en Bolivia, tomé la situación laboral y habitacional de los migrantes Aymara de origen rural que residían en dos barrios en El Alto. Ahora estoy haciendo un estudio que compare esta situación de Bolivia con la de Argentina. Tomando la trayectoria laboral y habitacional de los migrantes aymaras y quechuas. La idea es reconocer que hay una cuestión indígena rural en muchos casos y dejar de homogeneizar al colectivo migrante. Todo esto enmarcado en los que viven en la Ciudad de Buenos Aires y también los que regresaron a Bolivia. Me interesa plantear una circularidad ahí y ver si hay ciertas prácticas con características similares con las que desarrollan acá cuando vienen. Tomé Villa 20 porque justamente es un enclave boliviano, donde la mayor parte de los sostenes de hogar (comúnmente se llama jefe de hogar, pero me parece un poco patriarcal hablar en esos términos) son bolivianos, si lo comparamos con los que nacieron en Argentina u otros países limítrofes. En Villa 20 se puede ver una estética y un paisaje muy parecido al que hay en El Alto, podés encontrar ferias parecidas, obviamente en una escala mucho más pequeña. Además El Alto también presenta una situación de precariedad urbana y habitacional muy importante, entonces hay algunos rasgos que me parecen interesantes comparar, además de las prácticas que desarrollan en Bolivia y en Argentina.