La democratización del sindicato magisterial no vendrá de la mano del nuevo gobierno ni de los charros.
Lunes 3 de diciembre de 2018
Como no podía ser de otra manera, el triunfo electoral del Morena y López Obrador está repercutiendo también en los sindicatos. Posicionándose ante el nuevo gobierno, tanto dirigentes del sindicalismo opositor como del oficialista han expresado su apoyo a AMLO, en tanto que Napoleón Gómez Urrutia, del sindicato minero, es hoy senador del Morena.
En el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), el apoyo de Juan Díaz de la Torre y el Panal al PRI no impidió la derrota del tricolor y la pérdida del registro de Nueva Alianza, mientras que Elba Esther Gordillo salió fortalecida por su apoyo al Morena a través de las Redes Sociales Progresistas; fue exonerada, consiguió su libertad y se encuentra en campaña por recuperar el control del sindicato a través de Maestros por México.
Con la renuncia de Juan Díaz a la presidencia del SNTE, sus funciones fueron asumidas por el secretario general, Alfonso Cepeda Salas (de un bando charro distinto al de Gordillo), quien ha declarado que el próximo congreso para renovar la dirigencia sindical se realizará hasta el 2024. Eso está por verse; ya la “maestra” viene exigiendo congreso nacional para enero. Mientras tanto, las pugnas intercharras se mantienen, con ambos bandos expresando su apoyo a López Obrador.
La mano del gobierno electo
Pero Juan Díaz no cayó solo. Si bien los resultados electorales del PRI y el Panal lo dejaron debilitado, y las arremetidas de Elba Esther lo tenían tambaleando, la ausencia de una lucha magisterial de base por la democratización del SNTE le había permitido mantenerse en su sitio.
No obstante, la suerte del principal agente de la reforma educativa al interior del sindicato estaba echada, su permanencia era incompatible tanto con las promesas de “cancelar, abrogar, derogar, abolir” la reforma, como con la necesidad del gobierno entrante de aliados confiables en la dirección del sindicato, y su remoción tendría que venir desde arriba.
Metió la mano entonces el gobierno electo, promoviendo mediante miembros de su gabinete reuniones entre Díaz de la Torre y Gordillo Morales para tratar de llegar a un acuerdo. Aunque para el futuro secretario de educación, Esteban Moctezuma, la solución estaba en la restitución de Gordillo -su aliada- al frente del SNTE, el resultado fue la aceptación de Juan Díaz de abandonar su cargo y la decisión de Elba Esther de emprender una gira nacional para ganar el voto de los maestros, quedando así abierta la posibilidad, mediante este rodeo, del retorno de la “maestra”.
Para Arturo Cano (La Jornada, 23/11/18), los derrotados en estos encuentros fueron Juan Díaz y Elba Esther, mientras que el vencedor fue el gobierno de López Obrador, que al impedir el regreso simple y llano de Gordillo al SNTE, pudo salvar sus compromisos con la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), aunque sea temporalmente, deshaciéndose al mismo tiempo del lastre de su aliada oportunista. Sin embargo, la injerencia del nuevo gobierno en la vida interna del SNTE, viola la autonomía sindical, quedando desmentida la promesa de AMLO de respetar la misma.
La ruta de la CNTE
Tras el inicio formal del diálogo de la Comisión Nacional Única de Negociación de la CNTE con López Obrador y Esteban Moctezuma el pasado 28 de octubre, la agenda de trabajo presentada por la CNTE al gobierno electo el 7 de noviembre contempla, entre otras, la “Ruta por la democratización del SNTE”. No se trata, como en el caso de la reunión de Elba Esther con Juan Díaz, de un arreglo promovido por el gabinete de transición, sino de un llamado, desde la principal organización de la disidencia magisterial, para que el gobierno de AMLO se involucre en la vida interna del sindicato.
Dicha ruta contempla, entre otras medidas: exigir el reconocimiento a las estructuras de la CNTE, Comités, CCL’s, Promotoras, en todo el país; la reposición de los procesos de elección de representación sindical, en las secciones donde el SNTE promovió el charrazo; culminar con un encuentro nacional para la refundación del SNTE sin el control de los charros, y con una instancia imparcial, que garantice la limpieza del proceso.
El hecho mismo de plantearse la discusión de estas medidas con el gobierno electo, ¿no significa abandonar la perspectiva de democratizar el sindicato mediante la organización y la lucha desde las bases, como se hizo en las secciones 7 y 22? Y por el contrario, ¿no es ceder a la idea de que es imposible lograrlo, si no es con “ayuda” desde arriba? Pero además, ¿es posible la democratización del SNTE de la mano del gobierno?
Por lo pronto, aunque la Asamblea Nacional Representativa de la CNTE (18/11/18) ratificó la democratización del SNTE como un objetivo estratégico, nos parece que no hay realmente disposición, desde la dirección de la Coordinadora, a impulsar y encabezar una lucha a la altura de las posibilidades abiertas con la crisis del charrismo sindical.
Ante la renuncia de Juan Díaz, la CNTE hasta ahora se limitó a sacar un comunicado (23/11/18) en donde exhorta al magisterio nacional a desconocer las dirigencias seccionales charras y a que, “en pleno uso de los derechos sindicales”, cada sección organice asambleas desde las delegaciones y centros de trabajo para la toma de decisiones y elección de representantes, “a fin de que logren colocar representaciones sindicales seccionales democráticas y de auténtico perfil sindicalista”. Ni un solo llamado a la lucha y la movilización en las calles.
La cuestión crucial de la democratización del SNTE no apareció como eje central de lucha ni en el "juicio político" y la movilización del 26 de noviembre, ni en la marcha del 1 de diciembre en el marco de la toma de protesta de AMLO, en la que participó un contingente reducido de maestros, principalmente de Oaxaca.
Sin independencia política no hay democracia sindical
Luego de la reunión del 28 de octubre y los encuentros que siguieron, los representantes de la CNTE valoraron la interlocución con el gobierno entrante como “un triunfo irrefutable e histórico”, con la que se establece una relación bilateral “ya reconocida por el próximo titular del Poder Ejecutivo”.
Sin embargo, en esa misma reunión, el presidente electo aclaró que “la misma comisión va a trabajar y no [hay que descartar] la posibilidad de [que se integren] otras organizaciones del magisterio”. A la salida, Moctezuma declaró: “vamos a estar bajo un mismo techo trabajando con todos los maestros, sin importar su filiación política”.
Sobre advertencia no hay engaño y el 26 de noviembre López Obrador recibió en la casa de transición, primero a la coordinación nacional de Maestros por México y más tarde a la nueva dirigencia del SNTE. Ante ésta, el tabasqueño expuso: “estoy hablando con todas las corrientes, con todos los grupos de maestros. Tenemos que buscar la unidad, la conciliación, es el momento de ponernos de acuerdo”.
Por ahora, Andrés Manuel ha establecido tres relaciones bilaterales con el magisterio (el Comité Ejecutivo Nacional Democrático-CEND espera su turno), pero todo su discurso va en el sentido de meter a todos en la misma bolsa: ¿la CNTE se sentará en esa mesa?, ¿hay posibilidad alguna de democratizar el SNTE de la mano de los charros?
Ante las exigencias de la CNTE en el terreno sindical, López Obrador se limitó a decir que propondrá una iniciativa de ley para la transparencia sobre la elección de representantes sindicales, misma que contemplaría el voto libre, universal y secreto y cuya discusión es parte de la ruta planteada por la Coordinadora. Pero como vimos con la reunión de Díaz y Gordillo, AMLO no se iba a detener ahí en su relación con el SNTE.
Aunque en sus reuniones con los elbistas y los cepedistas el futuro presidente reiteró que será respetuoso de la autonomía sindical y que el gobierno no se va a meter en la vida interna de los sindicatos, eso no le impidió llamar “a construir un acuerdo previo donde participemos como jueces, sin cargar los dados, sin inclinarnos a favor de nadie, sino que se cuide sólo y se respete la voluntad de los maestros”.
Esto soslaya que son los charros quienes no permiten que se exprese ni respetan la voluntad de los maestros. Vendidos a los gobiernos en turno, son el vehículo para la violación de la autonomía sindical, sin la cual no hay democracia interna posible.
La experiencia con el SNTE nos muestra que la antidemocracia en el sindicato va de la mano con la burocracia sindical -que no es más que el agente de la patronal (en este caso el Estado y su gobierno) al interior de la organización gremial-, encargada de dejar pasar las políticas dictadas desde arriba (por ejemplo la ACE con Gordillo y la reforma educativa con Juan Díaz) mediante el control de los trabajadores.
Más allá de lo que AMLO tenga que conceder al magisterio, como abrogar la reforma educativa, aumento salarial, reinstalación de cesados, etc., no podemos perder de vista que el futuro gobierno defiende intereses ajenos a los de los trabajadores, como lo muestran el respeto a los contratos de la reforma energética, la política de amistad con Trump o la impunidad de Peña Nieto.
Y si bien está en nuestro interés como trabajadores de la educación la abrogación de la reforma y todo lo que promete AMLO, también lo está la transformación profunda de la educación en México, la mejora sustancial de nuestras condiciones laborales y el cambio en las condiciones de vida de nuestras alumnas, alumnos y sus familias; todo lo cual supone afectar los intereses de los grandes empresarios y el imperialismo, algo que López Obrador, que quiere gobernar para ricos y pobres, no está dispuesto a hacer; pero para lo cual el SNTE puede convertirse en un poderoso instrumento de lucha, a condición de conquistar su independencia política del Estado, cuestión íntimamente entrelazada con su democratización.
Si la burocracia sindical responde a los mandatos del gobierno, y éste responde a intereses de clase contrarios a los nuestros, la condición primordial para la democratización del SNTE es la lucha políticamente independiente de ambos, organizada democráticamente desde las bases. Sin lugar a dudas, el mejor posicionado para impulsar una lucha de esas características es el magisterio combativo agrupado en la CNTE, que debe ponerse a la altura del momento histórico por el que atraviesa nuestro sindicato.
Reconociendo el derecho democrático de los trabajadores a poder dialogar con sus gobernantes, desde Nuestra Clase llamamos fraternalmente a las compañeras y compañeros de la CNTE a no confiar más que en la fuerza de los trabajadores de la educación en el camino de conquistar la democracia sindical; a concentrar todas nuestras fuerzas y recursos en el impulso de una gran campaña nacional para poner en pie al movimiento magisterial por la democratización de nuestro sindicato; promoviendo la más amplia unidad de las filas magisteriales para la movilización en las calles junto a nuestros aliados, los padres de familia y otros sectores de trabajadores, y asambleas en todas las escuelas para la discusión democrática y la elección de delegados rotativos, revocables y con mandato de base, que nutran asambleas seccionales como base para un Congreso Nacional Democrático del SNTE, que desconozca a los charros y acuerde un programa de lucha unificado por la transformación radical de la educación en México.