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Red Internacional
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DOSSIER 1° DE MAYO. La disputa por la dignidad obrera

LID entrevistó a la politóloga y miembro del Consejo Editorial de la revista de Ideas de Izquierda Paula Varela a raíz del 1° de mayo en la actualidad y de su nueva publicación La disputa por la dignidad obrera.

Jueves 30 de abril de 2015

¿Cómo encuentra este 1° de Mayo a la clase obrera actual?

Entiendo que esa pregunta es necesariamente una pregunta internacional, porque el internacionalismo es parte constitutiva del proceso de formación de la clase obrera a nivel mundial, aunque sea una práctica que ha intentado ser borrada de la memoria de los trabajadores (borradura que aquí se la debemos al peronismo). A nivel internacional creo que la clase obrera está pasando por un momento de transición en el sentido en que viene reemergiendo nuevamente como un sujeto social activo después de la larga noche neoliberal que la declaró desahuciada y que apostó a quitarla del centro de la escena.

La reemergencia de la luchas de clases de claro tinte obrero es inobjetable en la última década, aunque con temporalidades y características distintas según región y países. Si mirás China, donde la restauración burguesa asalarió a centenares de millones de trabajadores, viene habiendo una serie de huelgas por salario y condiciones de trabajo que marcó un pico en 2014 con 1.300 conflictos durante el año. Si mirás Europa, después de las oleadas de huelgas generales en 2010 y 2011 en Grecia, Francia y Portugal, la actividad huelguística se mantiene alta con oscilaciones.

El año pasado, hacia fin de año hubo huelgas generales en Grecia, Bélgica e Italia; además, te encontrás con huelgas contra el ajuste que se dan en forma aislada en distintos sectores, como las de correo en Alemania, el transporte en Francia o la telefonía en el Estado Español. Y si mirás EEUU en este momento te encontrás con un proceso impresionante que es el Fight for 15 (en referencia al valor de la hora de trabajo en 15 dólares) que involucra a sectores precarizados de los servicios y que han vuelto a poner el debate de la negociación colectiva y los derechos sindicales sobre la mesa. Y estas luchas claramente obreras se cruzan con otras que son más combinadas, como las luchas que tienen como protagonistas a los jóvenes precarizados o a los inmigrantes, que también expresan las resistencias al ajuste como política de salida a la crisis neoliberal.

Estoy pensando en los jóvenes de la banlieue francesa, los jóvenes del “pase libre” en Brasil, incluso los negros norteamericanos que resisten la brutal represión policial que es la política estatal de disciplinamiento para los sectores más oprimidos de los explotados. En América Latina, que está ingresando a los fines de ciclo de los gobiernos posneoliberales, también encontrás procesos huelguísticos como los paros generales en Argentina desde 2012, las huelgas metalúrgicas, del subte y de la construcción el año pasado en Brasil o las huelgas por las jubilaciones de 2013 en Bolivia.

Heterogéneo…

Sí, una heterogeneidad que ha vuelto a abrir algunas discusiones en el ámbito intelectual como el de las definiciones de “clase obrera” o lo que en la New Left Review Göran Thernborn llamó “nuevas masas”, pero que todavía no ha puesto en debate con la suficiente fuerza dos elementos que son centrales y que cruzan los procesos desde China hasta Brasil. El primero, el problema de la burocracia sindical y su política de dividir, controlar e intentar contener estas luchas. Fijáte el caso de China: en Guangdong, el gran polo industrial del sur donde fue la huelga histórica de Honda en 2010, el gobierno lanzó una serie de reglamentaciones laborales para darle más poder a los sindicatos (que son completamente estatales) a ver si podían controlar la oleada de huelgas y protestas en medio de la contracción económica.

En Europa las direcciones sindicales se han mostrado completamente impotentes para plantear siquiera medidas mínimas contra los planes de austeridad. Entonces, con el retorno de las luchas obreras retorna también la evidencia de la responsabilidad de las burocracias sindicales que operan fraccionando a la clase trabajadora y debilitándola para resistir los despidos, las bajas de salario directo e indirecto, los recortes en los derechos sociales. El segundo, el retraso en las organizaciones que se reclaman de la izquierda socialista o revolucionaria para hacer pie en esta gran masa de protestas (que en distintos lugares han dado formas de organización antiburocráticas) y a partir de allí construir una alternativa política de clase al ajuste posneoliberal.

¿Y en Argentina? Vos acabás de publicar un libro, La disputa por la dignidad obrera, sobre los trabajadores en los últimos 15 años

El libro es el producto de mi tesis de doctorado e investigaciones posteriores basadas en entrevistas a obreros industriales, delegados, militantes y vecinos de barrios de la Zona Norte. Ese material de tipo “etnográfico” está combinado con el trabajo con fuentes estadísticas para intentar un análisis de lo que se llamó el “sindicalismo de base”, que es el fenómeno más significativo del nuevo protagonismo que tomaron los sindicatos en Argentina de 2003 en adelante. Es el más significativo por dos motivos: primero el hecho empírico de su importancia objetiva: la lucha de Kraft en 2009 que transformó un proceso de fábrica en el hecho político más importante de ese año, la lucha de Lear del año pasado que fue nombrada como el conflicto del año por los CEO de las empresas, pero también toda una serie de luchas y procesos de organización en Comisiones Internas combativas y antiburocráticas que quizás no son tan resonantes en los medios, pero que después se ven públicamente cuando hay un paro y la Panamericana se corta con decenas de internas fabriles que se diferencian de Moyano y establecen un pliego de demandas que, por ejemplo, incorpora al conjunto de los trabajadores (y no sólo a los afectados por el impuesto al salario). Pero no es sólo su peso objetivo lo que transforma al sindicalismo de base en el principal fenómeno obrero hoy.

Es también porque allí se concentra la posibilidad de colocar a la clase obrera a la ofensiva luego de lo que significó acá el neoliberalismo. Para entender eso creo que hay que tener en cuenta tres procesos que se combinaron. El primero, es la recomposición objetiva de la clase obrera luego de la devaluación de 2002 a partir de la incorporación de millones de puestos de trabajo, y su choque con el mantenimiento de las condiciones de explotación de los ‘90: millones de trabajadores y trabajadoras se incorporaron a un mercado de trabajo con los mismos niveles de precarización que en el menemismo y eso produjo un choque entre expectativas y la capacidad del kirchnerismo de satisfacer esas expectativas. Y el territorio de ese descontento fueron los lugares de trabajo.

El segundo, es que hay un sector importante de esa clase obrera que experimenta ese malestar que son jóvenes que no cargan ni con las derrotas ni con los prejuicios de los noventa: son una nueva generación obrera, que son los jóvenes que vos ves en las luchas y los cortes. Y el tercero, es la presencia de la extrema izquierda (básicamente trotskista como el PTS) en muchos de esos procesos lo que termina dotando a ese malestar de una inscripción en una tradición obrera, de una perspectiva, de un programa. Eso es lo que explica que en este momento buena parte de lo que surgió como sindicalismo de base en el 2004, se haya transformado en un sindicalismo de izquierda ligado a partidos de izquierda (particularmente del FIT) y que constituyan la única oposición a la burocracia de Moyano, Barrionuevo y demás. El kirchnerismo, por obvias razones (llevaba de candidato a Tomada, amigo de Pedraza y el que organizó el fraude en Lear) no puede metabolizar ese proceso (porque va contra su política de estado que es la precarización laboral) y ninguna otra variante de la sucesión de derecha tampoco.

Entonces, volviendo a la pregunta de cómo encuentra este 1° de Mayo a los trabajadores en Argentina, vos te encontrás con un movimiento obrero que en los últimos 10 años viene haciendo el intento de recuperar derechos, en últimas viene disputando cuál es el significado de la “dignidad obrera” hoy (por eso el título del libro), y en ese proceso un sector de la izquierda logró constituirse como referente de una política clasista, lo que coloca como interrogante central en la actualidad la pregunta acerca de si esa posición conquistada puede ser el punto de Arquímedes de una alternativa política anticapitalista al fin de ciclo kirchnerista.