La administración norteamericana juega en una línea muy fina entre las declaraciones grandilocuentes y las exigencias de la “realpolitik” en un contexto en el cual sus prioridades son posponer la recesión económica y ganar las elecciones del año próximo.
Jueves 22 de agosto de 2019 00:00
La Corte suprema de Gibraltar decidió atenerse a los estatutos vigentes sobre navegación internacional y este domingo liberó al petrolero iraní Grace 1 (rebautizado Adrian Darya), retenido en aguas de la colonia desde el 4 de julio pasado bajo la imputación de abastecer de combustible en forma a ilegal a Siria, desconociendo las sanciones que la UE aplica sobre el gobierno de ese país. La desición de Gibraltar estuvo cuestionada desde el primer momento por miembros de la propia UE, que adujeron que esa legislación solo atañe a Estados de la Comunidad Eropea y no aplican a embarcaciones que se desplazan por aguas internacionales. El gobierno español, que no reconoce las reclamaciones británicas sobre la colonia y la considera un territorio ocupado, sostuvo que la decisión de la Corte respondió a “una orden directa” del mismísimo Donald Trump, habilitando la interpretación iraní de que “se trató de un acto ilegal de piratería”.
El “estatuto especial” que rige sobre esta ciudad, ubicada a las puertas del Mediterráneo, combina la autoridad de los ocupantes británicos a nivel militar (fue la Royal Marine la que capturó el carguero), con autonomía política para elegir funcionarios y vigencia de las leyes de la Unión Europea dentro de su territorio. Sus ingresos principales provienen de la condición de “paraíso fiscal” y los servicios navales y comerciales para los que aprovecha su ubicación estratégica y la ambigüedad de su legislación. Involucrarse en las tensiones geopolíticas promovidas desde Washington y Londres le podía ocasionar serios costos a los intereses del enclave colonial, cuya soberanía y reconocimiento internacional están construidos sobre precarias bases legales del siglo XVIII.
Las autoridades judiciales de Gibraltar trataron de reducir el impacto de su decisión y el Premier de la colonia Fabian Picardo sostuvo que “ha recibido garantías por parte de Irán de que la embarcación no se dirige a Siria” e incluso se jactó de “haber privado al gobierno de Al Assad de más de un millón de barriles de petróleo”. A lo cual respondió de forma airada el Canciller iraní Yavad _Zarif a través de Twitter donde dijo que “nadie le puede indicar a Irán el destino de sus barcos”. Trump intentó una movida de último momento para que el buque cisterna continuara retenido a través del Departamento de justicia, alegando que la carga del petrolero provenía de fuentes en las que el Cuerpo de Guardianes de la Revolución iraní tiene un “interés financiero”. Desde Gibraltar rechazaron este reclamo aduciendo que el régimen de sanciones de los Estados Unidos difiere radicalmente del de la UE, a cuyas leyes está sujeta la jurisdicción del peñón.
Máxima presión de EEUU sobre Gran Bretaña
La sorpresiva decisión del Supremo tribunal le fue dictada por Gobierno inglés y la Corona, que decidieron desconocer las sanciones unilaterales a la navegación impuestas por Trump, debido a que los británicos se han demostrado incapaces de defender a sus propios petroleros en el Golfo, dos de los cuáles continúan retenidos en las costas persas y con su tripulación sujeta a un complejo proceso jurídico. La política de hacer recaer la decisión en la justicia colonial de Gibraltar está orientada a mantener las apariencias y no romper de manera tan contundente con la política de Trump, a la cual se ven cada vez más empujados luego de la elección del gobierno de Johnson y el aceleramiento del proceso de abandono de la Unión Europea.
En términos militares el Reino Unido viene dejando en evidencia su debilidad estratégica ya que, post Brexit, ha solicitado auxilio a la Unión Europea para formar una "fuerza conjunta" que realice la labor de vigilancia y garantice la seguridad de sus embarcaciones en el Golfo y el estrecho de Ormuz. Dejaron en un segundo plano la propuesta de formar una fuerza militar en común para realizar esa tarea hecha por el Comando Central de los Estados Unidos (Operación centinela) el 20 de julio, temiendo verse envueltos en alguna aventura bélica norteamericana y pagar costos aún mayores, los recuerdos de la nefasta intervención anglo-norteamericana a Irak de 2003 aún están muy presentes en la población británica.
Desde el punto de vista político el gobierno de Johnson sale "humillado" al no poder negociar el destino de sus naves, todavía retenidas por la República Islámica, y verse obligado a volver sobre sus pasos. También queda golpeado Jhon Bolton, el Asesor de Seguridad Nacional de Trump, que visitó Londres este 11 de agosto y se reunió con el nuevo gabinete inglés, desplegando una agenda amplia que va mucho más allá de los temas de seguridad en el Golfo y trata también los vitales acuerdos comerciales para compensar los costos económicos del Brexit y el aval a la “guerra comercial” del gobierno de Trump hacia China.
Bolton había calificado como “excelentes noticias” la captura del Grace 1, que era la primera demostración seria de sus aliados en una estrategia que el funcionario tomó como algo personal. En 2003 el gobierno de Bush Jr también tuvo a Bolton operando en Inglaterra, cuando como Secretario de Estado para el Control de Armas y Seguridad le tocó convencer al gobierno de Tony Blair de que Irak tenía armas de destrucción masiva. Tras su última reunión se mostró satisfecho y supuso haber subordinado a Johnson al decir que la nueva administración “refleja un cambio con respecto a la política del gobierno anterior”, lo que explica el desconcierto del gabinete norteamericano, desde donde el Secretario de Estado Mike Pompeo sostuvo que “la Corona debe decidir con quién hace negocios”.
Tanto Bolton como Pompeo encarnan el rol de “halcones” en el gobierno de Trump, que usa estas figuras como parte de su estrategia de negociación. Pero las oscilaciones e incertidumbre de esta política exterior han dañado seriamente su credibilidad internacional, la presión militar sobre el Golfo solo fue apoyada por Inglaterra, Bahrein e Israel (cada uno pensando en estrechos intereses propios) dando cuenta de ese aislamiento, la incapacidad para hacer cumplir por sus propios medios las sanciones a los buques (hay una base militar norteamericana en Gibraltar) hacen visible su debilidad y los límites de la “línea dura”. El canciller iraní Zarif en su momento aseguró “creo que el Sr Trump no busca la guerra. Pero Bolton y Netanyahu siempre han buscado la guerra” y el analista Jonatan Swan escribió que “Trump cree que no importa si mantiene a estos perros rabiosos a su alrededor, porque él decide si hay guerra”. La administración norteamericana juega en una línea muy fina entre las declaraciones grandilocuentes y las exigencias de la “realpolitik” en un contexto en el cual sus prioridades son posponer la recesión económica y ganar las elecciones del año próximo.
(Des) concierto europeo
La política norteamericana no logró evitar que se consolidara dentro de Europa una posición todavía comprometida con el acuerdo nuclear de 2015, a pesar incluso de las agresivas capturas de buques británicos y emiratíes en el Golfo, y la ruptura escalonada de las restricciones del acuerdo por parte del Gobierno de Irán. No puede subestimarse en este escenario el descrédito de la política norteamericana en la opinión pública de la UE y particularmente la impopularidad de las sanciones unilaterales, que hace posible que el poder del imperialismo yanki sea desafiado hasta por los pequeños tribunales europeos.
Francia tomó la delantera para destrabar la la crisis diplomática iraní en su reunión con Putin el 19 de agosto. El diplomático francés Francois Nicollaud planteó de forma explícita que “debido a la difícil situación en el Golfo Pérsico las partes buscan una salida, para la cual Francia pide el apoyo de Moscú”. Ante la acusación de Trump a Macron de “enviar señales mixtas a Teherán” el Ministro de Relaciones exteriores francés Jean Ives Le Drian afirmó que “Francia no necesita el permiso de otros Estados para tratar de calmar la tensión con Iran” y no descartó próximos encuentros con la Canciller alemana Merkel y su par iraní Zarif con el objetivo de implementar medidas que permitan sortear las sanciones norteamericanas.
Los países nórdicos también tomaron un rol activo en la resolución de esta crisis. Suecia, que es propietaria de la empresa Stena Bulk & Northern Marine Management, operadora a cargo del buque de bandera británica retenido por Teheran, se reunió con Zarif en conversaciones que la canciller Margot Wallstrom calificó como “constructivas” esta mañana, que además de la situación en el Golfo abarcaron temas como la guerra en Siria y Yemen. El lunes Zarif también se reunió en Helsisnki con el Canciller de Finlandia Pekka Haavisto, que mostró su voluntad de “garantizar la seguridad de las embarcaciones del Golfo” en conjunto con Irán y calificó como “prioridad” de su gobierno mantener la vigencia del acuerdo de 2015, considerado por muchos como la única hazaña de la política exterior del bloque europeo y que en su momento habilitó inversiones millonarias que quedaron paralizadas y representan negocios valiosos en un contexto global en el que la futura recesión de la economía global condiciona todas las decisiones.
Los múltiples “centros de gravedad” de la política exterior iraní
Indudablemente la decisión de la Corte de Gibraltar fue un respiro para la situación de aislamiento y bloqueo impuesta por Trump a la República Islámica. Se da en un contexto internacional en el que una corte brasileña permitió el abastecimiento de un barco iraní que intentó ser retenido por el gobierno de Bolsonaro y el buque chino Pacific Bravo, cargado con dos millones de barriles de petróleo de Irán, atravesó el estrecho de Malaca burlando de manera flagrante las sanciones norteamericanas.
Estos episodios muestran un límite de la política de bloqueo, exitosa en el plano comercial y financiero, pero hasta ahora incapaz de impedir que Irán logre su objetivo de poner en el mercado un millón de barriles diarios, suficiente según el gobierno para mantener su economía a flote con los precios actuales. Redoblando la apuesta, el jefe del poder judicial iraní Ayatholla Ibraim Raisi afirmó que los hechos “deben ser una lección para todos los que actúan en contravención de la Leyes internacionales” y que “no es suficiente la liberación de los cargueros, sino que es necesaria una compensación”. Por otro lado descartó una liberación inmediata de los cargueros capturados por la Guardia Revolucionaria o una revisión de las condenas por “espionaje” sobre ciudadanos con doble nacionalidad al decir que “no conocemos líneas rojas en la aplicación de la Ley y en el tratamiento de la corrupción”
Si bien ha disminuido la tensión inicial en el Golfo, la atención de la política exterior iraní está distribuida en varios frentes, cada uno de los cuales tiene un valor estratégico y choca directamente con los intereses no solo de EEUU sino también de potencias regionales como Israel y Arabia Saudita. Estos escenarios son vitales para su política, ya que se trata de conflictos bélicos abiertos a pocos kilómetros de su frontera, en algunos de los cuales está vinculado de manera directa como en Siria y en otros de forma indirecta como en Yemen y Afganistán.
Sobre Afganistan el vocero del gabinete iraní Mousavi cuestionó las negociaciones entre EEUU y los talibanes en Qatar que según él “se hicieron a espaldas del gobierno afgano”. Un posible recrudecimiento de este conflicto tendría serias consecuencias para Irán, esta semana se produjo un atentado con 63 muertos cerca de Kabul en una boda de la comunidad chiita hazara, vinculada religiosamente a la República Islámica y están pactadas elecciones para el 28 de septiembre con resultado incierto.
La guerra en Yemen parece haber entrado en otra etapa luego del alejamiento definitivo de los Emiratos de la política saudí. En ese plano la administración persa busca tender puentes entre las milicias autonomistas del sur, los Emiratos y los Houthies que lejos de proponer una tregua aprovecharon la debilidad saudita para lanzar ataques cada vez más audaces sobre territorio enemigo, como el realizado con drones este 17 de agosto a las instalaciones de la petrolera Aramco en Shaybah, a miles de kilómetros de su base en Saná.
En el caso sirio los iraníes promueven las negociaciones entre la funcionaria de la UE Federica Mogherini y los representantes del gobierno de Al Assad en Ginebra, siendo este un punto jerarquizado en las reuniones de Zarif con los líderes de la UE. Su intención es bloquear las intenciones belicistas de Israel y defender sus posiciones ganadas en Siria y el norte de Irak, donde viene recibiendo ataques directos del gobierno de Netanyahu a bases de la Guardia Revolucionaria con el objetivo de que no se instalen misiles de largo alcance que puedan llegar a territorio israelí.
Estos múltiples frentes abiertos muestran un panorama de la fragilidad de la posición iraní a escala regional, en un contexto de crisis económica crónica y cada vez más tensiones entre los “moderados” y los “conservadores” que se disputan el poder en el plano interno. Si no logran superar las sanciones al menos parcialmente es difícil que el régimen estará amenazado por la inestabilidad política y social, más allá de los éxitos relativos de su política en el escenario internacional.