Hoy comenzamos un ciclo sobre cinco filósofos que marcaron la historia del pensamiento latinoamericano. 50 años atrás, en una pequeña ciudad agrícola del oeste argentino, ellos enseñaban, escribían y participaban de apasionantes debates, cátedras y controversias para interpretar y transformar el mundo. Pero para Arturo Roig, Enrique Dussel, Dante Polimeni, Oward Ferrari y Mauricio López, hacer Filosofía puso un blanco sobre sus cabezas. Implacablemente perseguidos, primero por grupos paraestatales de la extrema derecha y luego por la sangrienta dictadura genocida de Videla, sufrieron atentados, expulsiones de la academia y cárcel, debieron partir al exilio o pasar a ser desaparecidos en el horror de los centros clandestinos de detención.
Martes 3 de septiembre 21:05
¿Cómo y por qué la Filosofía se convirtió en una condena a muerte? Quizás podamos trazar una analogía con lo que Élisabeth Roudinesco llamó la “la travesía por la tormenta” que debían pagar como precio, quienes se negaron a ser los sirvientes de una normalización del hombre, de una ideología de la sumisión. Los que sobrevivieron, llevaron y desarrollaron su ideas desde México, Ecuador o Costa Rica y proyectaron sus ideas por toda América Latina. Recuperar críticamente esta herencia es indispensable para pensar por nosotros mismos y asumir las consecuencias.
Hoy hablaremos de la vida y obra de Arturo Andrés Roig y para ello tenemos una invitada de lujo: la Doctora en Filosofía Estela Fernádez Nadal.
Estela Fernández Nadal es Doctora en Filosofía por la Universidad Nacional de Cuyo. Es Investigadora Principal del CONICET (jubilada) y docente titular de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Cuyo. Durante más de veinte años trabajó en diversos temas de Filosofía con Arturo Roig y Franz Hinkelammert. Su trayectoria se ha desarrollado en la Historia de las ideas latinoamericanas y la Filosofía Política, ha publicado un centenar de artículos en revistas de su especialidad y es autora o co-autora de media docena de libros.
-Bienvenida Estela. ¿Cómo estás?
-Muchas gracias por la invitación, es un placer estar aquí con vos.
- ¿Cómo llegaron a tu vida la filosofía y el pensamiento crítico? ¿Cómo elegiste esta profesión?
- La filosofía de casualidad, totalmente, porque yo había estado estudiando otra carrera un año, ya había hecho un preuniversitario, y me había dado cuenta que no era lo mío y que lo mío tenía que ver más con las ciencias sociales o las humanidades, y me fui a inscribir a la carrera Sociología. Dejé lo que estaba haciendo y (en marzo creo que era, o febrero) me fui a inscribir y era el año 77 y la carrera Sociología le habían cerrado. Entonces, en la Facultad me ofrecían hacer Administración Pública, que era algo que me pareció horrible y me crucé al frente y ahí las carreras que habían me gustaban todas, y estaba entre Historia, Literatura, Filosofía, y elegí Filosofía medio al azar. O sea, que no fue una cosa que desde siempre tuve la vocación, para nada.
Hice toda la carrera durante la dictadura, que fue verdaderamente sofocante y abrumador, porque fue espantoso, hice una carrera horrible, en una época horrible. A todos los profesores buenos los habían echado, habían echado cantidades y suspendido a muchos estudiantes, teníamos clara conciencia de que estaban los cursos llenos de policía, además de que la policía entraba al bar con armas y nos pedía los documentos. Así que traté de recibirme lo más pronto que pude. Entré en el 77 y me recibí en marzo del 83.
Y el pensamiento crítico lo conocí al año siguiente, cuando Arturo Roig volvió. Había sido expulsado y lo tuvieron que incorporar, porque él hizo un juicio a la universidad. Entonces, de todos los profesores expulsados, fue lo único que volvió, le tuvieron que restituir todos sus sueldos y hacerle un acto desagravio. Yo no lo conocía, sólo de nombre. Pero bueno, no más tener la posibilidad de tener clases con uno de esos profesores que yo no había podido tener, me inscribí en los cursos de los seminarios que él daba, que eran de Filosofía Latinoamericana. Y ahí lo conocí, conocí este libro que se llama Teoría y Crítica del Pensamiento Latinoamericano, y que era… todo nuevo, fascinante, sus clases y todo.
- ¿Podrías contarnos un poco más que en Fue Arturo Andrés Roig, cómo llega y por qué fue expulsado de la Universidad y llevado el exilio durante la dictadura militar?
-Bueno, él nació en el año 22, un 16 de julio del año 1922, era hijo del pintor Roig Matons y su mamá Elizabeth. Fue, junto con su hermano Fidel, ya que eran mellizos, los dos hijos mayores de cinco varones, que tuvo ese matrimonio. Y falleció el 30 abril de 2012, es decir, unos meses antes de cumplir 90 años. Y estuvo lucido todo el tiempo, perfecta lucidez.
Él se había recibido de profesor en la Facultad en el año 49 y en el año 59, o sea 10 años después, entró como titular en la Cátedra de Filosofía Antigua, donde trabajó hasta el año 75 en que lo echaron. Al principio se había formado en Filosofía Antigua, presocráticos, estoicos, epicúreos y Platón, era especialista en Platón. Pero después, paralelamente, ha estudiado otras cosas. Pero sus clases eran de Filosofía Antigua.
Y lo echaron, como echaron a montones de profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, porque echaron a un montón, Ferrari, Bazán, Dussel… Bueno, no quiero olvidarme, pero eran muchos, eran un montón. Tal vez esos eran los más conocidos, pero fueron muchísimos y muchísimos estudiantes. Como él les hizo juicio, volvió. En el exilio estuvo primero en México, pero después estableció en Ecuador. En Ecuador trabajó en una universidad privada, la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, donde encontró todas las condiciones para trabajar con muchísima libertad e hizo una tarea impresionante, porque los ecuatorianos no habían hecho su Historia de las Ideas y él empezó con eso dejó formada un montón de gente.
Echaron a todos y yo creo que echaron por lo que pasaba en la Argentina y lo que empezaba. Cuando a él lo echan, no solamente era profesor de la Facultad, era Secretario Académico de la Universidad y estaban haciendo un cambio de planes de estudio, eso también influyó. Pero básicamente porque todos eran pensadores muy críticos y entrábamos en una época oscura donde eso no era tolerable.
Incluso su misma concepción de Ideas, ya que él después se dedicó a la Historia de las Ideas Latinoamericanas yo creo que no era tolerable para los militares, porque él entendía las ideas como signos, signos socialmente construidos que mediaban el conocimiento de la realidad y esa mediación siempre es una construcción social, y es una sociedad que él la concebía como conflictiva. Por lo tanto las ideas siempre eran interpretaciones de esas realidades, de un punto de vista en el que también había conflictos en las ideas.
-Claro, ahí hay una diferencia entre lo que es la Historia de las Ideas tradicional y lo que vos has desarrollado en tus escritos, sobre que él encuentra una referencia en América Latina para pensar desde ese lugar situado, la condición humana en general. Y una visión particular de la dialéctica que hay entre lo universal, lo particular. ¿Cómo pensás que llega a desarrollar esas ideas?
-Sí, son descubrimientos que yo fui haciendo de a poco. Primero lo conocí Arturo, fue mi director de doctorado, entonces yo lo estudié tanto en su pensamiento filosófico propio, como su trabajo de Historia de las Ideas sobre pensamiento latinoamericano, entendiendo los grandes pensadores, Sarmiento, Bolívar, los independentistas, los románticos, bueno… Y yo sabía que sus primeros trabajos, durante la década 50 y sobre todo el 60, él había trabajado sobre Mendoza. Pero por un prejuicio mío, a mi no me interesaba, no me interesaba estudiar Mendoza. Y ya bastante después de haberme doctorado, por iniciativa de un estudiante que sí estaba interesado y me dijo que quería trabajar los libros de Arturo sobre Mendoza, yo le enseñé a trabajar y terminamos trabajando juntos, y ahí me encontré con una sorpresa impresionante en esos trabajos -que se han publicado como Mendoza en sus Letras y sus Ideas- donde él trabajó, sobre todo lo que era la cultura mendocina en los periódicos, en lo que refería biblioteca, en la pedagogía, en los distintos aspectos de la vida cultural, de Mendoza.
Y claramente en esos trabajos, que no tienen la rigurosidad de lo que después va a ser Arturo como historiador de las ideas latinoamericana que desarrolla un método impresionante, ya hay una preocupación metodológica, hay un trabajo muy riguroso y aparecen muchas puntas de cosas que después él va a desarrollar, en la metodología, ¿no? Y sobre todo aparece que eso me pareció sorprendente, que es eso que... yo llamo una dialéctica entre los particular o lo local, y lo nacional-regional-latinoamericano, que tiene que ver con la pregunta de por qué se interesaba por las cosas de Mendoza. Y bueno, ya aparece el tema del sujeto, de que no vas a encontrar nada que no estés buscando, y que si no valorás tu cultura y las cosas que son propias tuyas, no vas a producir conocimientos sobre eso. Que es un poco lo que luego aparece como a priori antropológico, la centralidad que tiene el sujeto. Ahí ya está la preocupación, porque había que ser muy riguroso en la erudición y en la recolección de los datos pero, después, en la interpretación. El historiador tiene que poner categorías, organizar el texto, descubriendo las categorías fundamentales, e interpretar esos textos, lo cual supone una mirada, ¿no? Que no es la historia, la neutralidad, como valor de cientificidad.
Y lo que aparece también es que el valorar lo propio no tiene que ver con cerrarse a lo universal, sino que desde el valor y el amor por lo propio, el conocimiento de lo propio, es como nos abrimos a lo universal. Porque lo universal, que en este caso sería lo latinoamericano, esa es la relación entre cómo pasar de esto local al plano latinoamericano, antes el nacional en el medio. Está esa idea de que el universal no se conquista por un proceso de abstracción, donde todas las diferencias se van dejando de lado, sino como una síntesis de lo plural. Y él trae a colación en esto, a Ricardo Rojas. Me he acordado muchísimo estos días sobre eso porque una de las nietas de Arturo, que se llama Valeria Roig, ha hecho un documental hermosísimo sobre el papá de Arturo, o sea, sobre su bisabuelo que era pintor y que pintó la gesta sanmartiniana, yendo el cinco viajes, cruzando, por los distintos cruces que había hecho San Martín cuando fue a Chile. El documental es bellísimo porque te muestra las pinturas, los lugares donde pintó, pero además sale la voz de él que relata, es la voz de un actor, pero son textos que él dejó. Y ahí se ve, primero, que el papá de Arturo admiraba a Ricardo Rojas, me enteré ahí en la película. Y era un catalán, que vos decís ¿qué hace un catalán, recién llegado, preocupado por esa gesta en Mendoza, por ese paisaje? Y es lo mismo, porque es lo local como lugar donde se gesta la liberación latinoamericana, la independencia de América Latina. Evidentemente su papá ya era un hombre muy interesante, la concepción que tenía de la pintura, de la historia, y la confluencia de las dos cosas, eso se los transmitió a los hijos, evidentemente, y en Arturo está lo mismo. Estos libros sobre Mendoza, es cómo lo local debe ser valorado, recuperado, interpretado, pero eso no te hace cerrarte en tu mundo pequeño, sino que es tu contribución y tu apertura hacia lo más general.
-Bueno, recién marcaste una diferencia entre los periodos, de esto que estás hablando con lo que después va a elaborar como una Historia de las Ideas latinoamericanas. ¿En el medio está la lectura particular que él hace de un autor como Hegel? Que es un autor tan apasionante, admirado, como controvertido en particular en el pensamiento latinoamericano que muchas veces ha sido más bien refractario al pensamiento de Hegel, partiendo de las contradicciones de algunas obras como la Introducción a la Historia de la Filosofía. Sin embargo Arturo tiene otra relación, otra interpretación de los aportes y la mirada de Hegel, que él va a desarrollarlo después en este concepto que vos nos ha adelantado recién del a priori antropológico. ¿Podrías contarnos un poco más cuál fue ese aspecto de Arturo como lector de Hegel?
Ese es la primera: tiene que haber un sujeto, un nosotros. Y la segunda, es que ese sujeto tiene que estar en una determinada posición, y esa posición es que se tiene que valorar a sí mismo, valorar su cultura y lo que él ha producido. Si vos tenés ese sujeto, que se valora y valora su historia, su cultura. Entonces tenés las condiciones para el comienzo de la filosofía.
Y eso lo llama a priori antropológico, porque a priori en filosofía quiere decir eso: condición de posibilidad de. Es un término que usa mucho Kant. Pero lo usa en este sentido de Hegel, y por eso es el a priori antropológico, el sujeto y la posición de sujeto que tienen que haber para que sea posible el comienzo de la filosofía latinoamericana. Entonces el va a decir que entre nosotros, cada vez que se han dado esas dos condiciones, hemos tenido un comienzo de la filosofía latinoamericana o un recomienzo. Porque a diferencia de la dialéctica de Hegel donde la filosofía tiene un comienzo y se va desarrollando sin interrupciones, podríamos decir; en el caso de nuestra historia, nosotros hemos tenido muchísimas interrupciones que tienen que ver con la violencia que se ha ejercido desde la conquista, que es algo muy importante en el pensamiento Arturo.
Él dice que Bartolomé de las Casas plantea la figura de La destrucción de las Indias. Cuando él escribe esa carta, ese libro que es para los reyes… Eso es una figura, un sentido también hegeliano, Hegel habla de figuras, que quiere decir una estructura, una forma, un lugar en la historia. Y esa destrucción tiene que ver con que los indígenas fueron el genocidio más grande que ha habido en la historia de la humanidad, aniquilados a un grado que no estaban en condiciones de dar comienzo a nada, porque no estaban en condiciones ni de considerarse sujetos.
Y esa destrucción de las Indias es una figura que se ha repetido en la historia. No es que pasó una vez, es que ha pasado muchas veces. Y eso se alusión a las invasiones, a las intervenciones norteamericanas en Centroamérica, a los intentos de recuperación de las colonias por parte de Europa, que también hubo, por ejemplo en México, que los franceses se metieron y hasta pusieron un emperador, los golpes de Estado. Son cosas que escribe durante la dictadura. Entonces, él está pensando en la destrucción de las Indias, como en la dictadura nuestra. Y entonces, por eso, han habido comienzos y recomienzos. Es una historia zigzagueante, interrumpida, la de nuestra filosofía. Pero cada vez que hay una derrota, de nuevo ese sujeto tiene posibilidad de volver a levantarse y de iniciar de nuevo ese camino, de construcción de una filosofía y una sociedad que sea liberadora.
-¿Es una forma de sobreponerse, de recuperar eso?
-Claro, y de proyectarse el futuro.
-Volviendo un poco a Hegel y su lectura a Hegel, también va a desarrollar él una interpretación propia de la famosa dialéctica entre el amo y el esclavo, ubicándolo, cambiando rolles… Algo que después también creo que repite en otras figuras mitológicas como es la de Antígona, Calibán, la relación entre el varón y la mujer ¿qué podrías contarnos de eso?
-Bueno, en La fenomenología del espíritu que es uno de los libros más importantes de Hegel aparecen esas figuras, que yo creo que tomándolo de ahí Arturo habla de la figura de la destrucción de las Indias, que son como estructuras, lugares, formas, que se pueden repetir, que aparecen en distintos momentos. Y una es la del amo y el esclavo, que es como Hegel explica la conquista de la libertad a nivel subjetivo, individual. Él dice que el hombre se da cuenta de que es libre cuando es reconocido por otro como libre. Y entonces él lo concibe como que hay dos hombres que se ven, se encuentran y se ponen a pelear para tratar de matar al otro. La idea es una pelea a muerte, donde el que gana, el que vence, mata al otro y el otro pierde la vida. Pero al final, no lo mata, sino que le perdona la vida a cambio de convertirlo en su esclavo. Y ese esclavo tiene que trabajar y producir todo lo que el amo necesita para vivir y el amo no hace nada.
En ese trabajo del esclavo y en esa dominación que ejerce sobre el esclavo, el esclavo lo reconoce como amo, lo reconoce como libre. Y entonces el amo y se da cuenta de que es un ser libre. Pero como en Hegel las cosas nunca las cosas son simples, esto sigue ¿no? Y entonces Hegel muestra que en realidad el esclavo es quien trabaja y quien transforma la naturaleza, que es una actividad humana por excelencia, el trabajo. Entonces, en ese trabajar, en ese transformar la naturaleza, se está ejerciendo una verdadera forma de la libertad. En definitiva, la libertad a la que llega el esclavo, es casi superior a la del otro que no hace nada y que no desarrolla sus condiciones humanas, porque está ahí y nada más... Pero claro, esa libertad que tiene el esclavo, no termina en que el esclavo se libera en Hegel. Hegel les reconoce la condición de libre y de ser humano, por eso de que es capaz de transformar el mundo, pero sigue siendo esclavo.
Entonces, Arturo dice que eso es lo que en griego se llama eleuthería (Ελευθερία), que quiere decir libertad, pero libertad como actitud interior. Y que para nosotros, nuestro símbolo no es el esclavo de Hegel, sino Calibán. Calibán es un personaje de La Tempestad, que es una obra de Shakespeare, que ha sido tomado por Fernández Retamar. Lo que hizo Fernández Retamar es compilar todas las formas en que aparece Calibán identificado con América, ¿no? Porque son unos españoles que se les rompe el barco, naufragan y llegan a una isla donde hay un indígena que es oscuro, de piel oscura, y que no se le entiende lo que habla. Y entonces lo ponen a trabajar, lo convierten en esclavo, pero llega un momento en que este Calibán, a diferencia de esclavo de Hegel se rebela. Lo han obligado a aprender el español, el aprendió el español y usa esa idioma para insultarlos y para rebelarse. El legado, que tiene que ver con la lengua, la religión, todo lo que nos dejaron los españoles, puede ser usado como herramienta de liberación. Y a esa forma de liberación, que no es la libertad, sino que sería la liberación, Arturo dice que es apólisis (ἀπόλυσις), que es desatamiento, es romper las cadenas, y que es distinta a la eleuthería (Ελευθερία), es un paso más.
Y la figura del varón y la mujer, Hegel la utiliza para mostrar la superioridad de lo que él llama eticidad, que tiene que ver con un nivel ético donde el sujeto ha logrado identificarse con la ley del Estado. El Estado es lo que le da dignidad al sujeto y a la sociedad. Porque en la sociedad, a nivel social, sería lo que nosotros llamamos mercado, la sociedad civil. Hegel dice que ahí impera (porque no es ningún tonto y se da cuenta, es uno de los primeros que se da cuenta) la competencia, y la capacidad destructiva que tiene esa lucha entre los individuos. Entonces, es necesario poner un nivel del Estado, la ley del Estado por encima de la sociedad civil, para que los intereses particulares se subordinen a la ley del Estado.
Entonces, muestra que está el varón, que representa al tío de Antígona que es el rey Creonte, y dos hermanos de Antígona se han batido y han terminado muertos los dos, uno apoyando a Creonte y otro en contra. No me acuerdo los nombres de los hermanos, Polinices es uno, pero no me acuerdo el otro. El que ha defendido a Creonte ha sido enterrado con todos los honores y el que se oponía, no lo quieren enterrar. Y entonces Antígona clama porque la dejen enterrar a su hermano, y ella representa entonces la ley de la tradición, la ley de la tierra, lo que sería la moralidad, que es una forma de libertad y de moral particular, que no se identifica con la eticidad que es una forma superior.
Bueno, Arturo hace lo mismo, entre la moralidad representada por Antígona y la eticidad, representada por el Creonte y por el Estado, entre el varón y la mujer… Él pone en valor Antígona, pero dice que nuestra Antígona da un paso más también como Calibán, porque son las Madres de Plaza de Mayo, que no se suicidan como Antígona sino que ellas salen a luchar hasta que consiguen que su moralidad se convierta en eticidad, es decir, hasta que se consiga que se juzguen a los militares.
-¿Qué actualidad, ¿no?
- Sí, impresionante como trae todas esas cosas al presente. Muy bonito es ese texto.
-Encontramos también referencias a la obra del Karl Marx en la obra de Roig. Por un lado está toda la identificación que Arturo hace de Marx, con lo que es la filosofía de la denuncia, de la sospecha. Pero por el otro lado también, algunos autores como Günther Mahr que le van a dar un valor importante a lo que es el concepto de la alienación en Roig. ¿Cómo has visto vos la lectura que hacía Arturo de la obra de Marx?
-Yo, personalmente, pienso que él era un filósofo marxista y inscripto dentro del marxismo, dentro una lectura particular del marxismo, muy reacio a hacer bandera con eso y sobre todo muy temeroso de ser interpretado en términos de un marxismo mecanicista. Pero yo creo que alguna vez me tendré que poner a verlo y a rastrear la presencia de Marx en sus escritos, que yo la veo por todos lados, la veo en varios lugares.
Por supuesto, lo que dice Günther Mahr es verdad, el tema de la alienación. Tiene que ver en definitiva con el independizarse de los productos del hombre y volverse contra él. El trabajo muerto, convertido en capital, que enfrenta el trabajo vivo. Eso tiene que ver con la humillación del hombre, la pérdida de dignidad humana, que es para Arturo una categoría súper importante.
Pero yo lo veo también en otros lados. Por empezar, esto creo que lo comparte con muchos otros filósofos latinoamericanos, en la importancia que le da al cuerpo, a la corporalidad, frente a lo que es la tradición eurocéntrica, occidental, de que lo espiritual es superior a lo corporal, que lo corporal no vale nada. Él, por ejemplo, en libros como este, que son de los años 80-81, opone las filosofías del ser y del tener. Y como en occidente, siempre el ser ha sido superior al tener. Y eso es una posición del que no necesita porque tiene. Entonces, no está preocupado por el tener, pero el que no tiene está preocupado por el tener. Y el tema de la corporalidad está presente en la importancia que le da a las necesidades y a la satisfacción de las necesidades. Como una base fundamental para el desarrollo de la persona humana.
Eso, por ejemplo, también aparece cuando él opone dos mitos del origen del hombre, uno el la Biblia que dice que Dios lo hizo de arcilla. Y después que hizo el cuerpito de arcilla, le dio un soplo y ese fue el alma. Y ahí es cuando se convierte en hombre. Y ese mito, que viene de la Biblia, Arturo lo relaciona con Heidegger, porque esta Heidegger lo toma en Ser y tiempo. Y esa idea la opone a la manera en que en el Popol Vuh se plantea la creación del hombre, donde los Dioses prueban con varios materiales y no funcionan, incluso con arcilla, se desarma. Hasta que encuentran la pasta de maíz. Y la pasta de maíz enseguida toma forma y es como si se irguiera ella sola. O sea, que ahí no hay alma y cuerpo, es una unidad, no hay un dualismo. Y entonces ahí aparece la importancia de la corporalidad, como inseparable de lo espiritual.
Y también veo en el método de Arturo, en el método que utiliza para la interpretación de los textos filosóficos y políticos latinoamericanos. Porque él toma una idea que la plantea un marxista, que se llamó Volóshinov, que murió en la Unión Soviética, en las purgas. Que planteaba que la lucha de clases no se da solo a nivel sociopolítico, sino que se da también en los textos, en el lenguaje.
Entonces los signos, como yo te decía, son construidos socialmente desde un lugar y en los textos se están jugando luchas, se está luchando. Arturo quería reconstruir el contexto social a partir del texto. Y eso, según él, se podía hacer tomando una idea de Volóshinov de que en los discursos, siempre hay discursos referidos. O sea, en los textos políticos, el que habla, Sarmiento refiere la barbarie que es su oponente. Y de alguna manera, la barbarie aflora en ese texto y tiene su voz, o sea, también habla, habla como sujeto silenciado, como sujeto despreciado, pero en el fondo está ahí y es posible de alguna manera reconstruirlo.
Y esa es una idea materialista, de la historia y de la discursividad. El cómo se puede reconstruir una sociedad que es conflictiva y cómo esos conflictos están en el plano del discurso y quien hace Historia de las Ideas, lo puede descubrir, reconstruir, y despertar esas pobres voces que fueron tapadas, que de alguna manera se expresan en el discurso del opresor, del que no quiere que hablen.
-Vivimos tiempos donde la filosofía la presentan muchas veces como una guía de autoayuda para consumir, cuando no incluso como una estrategia para que tu empresa sea más exitosa…
-Coaching ontológico… (risas)
-Hay un intento muy fuerte de instrumentalizar el pensamiento en función de la ideología de la época. Para quienes rechazan eso, para la juventud que empieza a estudiar una carrera, que se acerca de un libro, que escucha hablar de autores como Arturo Roig, Dussel, Oward Ferrari, Polimeni, que fueron tan perseguidos en esta facultad, en esta provincia. ¿Qué crees que pueden encontrar en ellos o en recuperar de esa tradición que sea determinante y valioso para que la filosofía sea una negación de eso, sea una herramienta realmente para cambiar el mundo como deseaban ellos?
- Mira, yo no sé si vamos a poder cambiar este mundo. Sí sé que es necesario hacerlo, porque si no, no queda mucho. Por este camino vamos al desastre ecológico, una situación de crisis civilizatoria que nos va a conducir, si esto no se transforma, a una especie de suicidio de la humanidad y que va a arrastrar consigo a las otras especies, o por lo menos a muchas otras especies.
Pero lo que yo sé es que no se puede transformar algo que vos no entendés cómo funciona. Y en eso, en ellos está ese esfuerzo por entender, por entender lo que está pasando, ¿no? Por entender este sistema en el que estamos inmersos, porque si no lo entendemos, no lo vamos a poder cambiar. Entonces yo creo que eso es lo que ellos pueden aportar, ¿no? Es un poco como la paradoja de Marx, que dice que los filósofos ya se han cansado interpretar al mundo, lo dice cuando está criticando a los hegelianos, ¿no? Y que es necesario transformar, pero es paradójico porque él se pasó la vida estudiando y para tratar de entender el capitalismo, ¿no? El capital, cómo funcionaba. Y bueno, estos son los nuestros, los que se inscriben en una tradición latinoamericana y creo que nos ayudan a entender el mundo, pero también nuestra realidad en el mundo. Y pienso que por eso los chicos se interesan.
-Muchísimas gracias, Estela. Vamos a hacerte un regalo de parte de las Ediciones del Instituto del Pensamiento Socialista, que es este libro llamado Problemas de la Vida de la Cotidiana y otros artículos sobre la cultura, de León Trotsky, que queremos dejarte como un presente por el enorme regalo que nos has hecho vos participando de esta charla.
-Muchísimas gracias, me encanta, lo voy a leer con muchísimo gusto y gracias a ustedes por invitarme.