Cómo enfrentar los planes del macrismo si “Ellos son mayoría”, y “hay que esperar las elecciones”. A continuación, un intento de desenredar las frases de la vida cotidiana.
Martes 22 de mayo de 2018 09:49
-Éramos una banda de tontos que
ignorábamos el secreto de la fuerza-
Jack London en la Fuerza de los fuertes.
Del que se “se vayan todos” a la espera de las Urnas 2019
Lucia tiene 18 años, nació en el cambio de milenio, sin embargo, conoce levemente los hechos de ese diciembre de 2001. Sobremesa mediante y relato familiar: las palabras describen imágenes de saqueo, gente llorando, Madres de Plaza de Mayo enfrentadas a la Caballería, represión y muerte.
Ya nadie confiaba en la Justicia, el Congreso, los grandes medios de comunicación. “Que se vayan todos” y “que no quede ni uno solo”, era el cántico que describe a la perfección la subjetividad de las mayorías que salieron a las calles. El 2001 se ha convertido así en acervo cultural del quiebre entre los sectores populares y sus representantes políticos tradicionales. Hoy, ante la bronca latente al Gobierno y el disparo del dólar, vuelve el recuerdo de esa subjetividad, más edulcorada y redirigida hacia las urnas.
Rebobinemos. El kirchnerismo con Néstor a la cabeza no podía obviar una relación de fuerzas a favor de las grandes masas. Es por eso que inició el plan de gobernabilidad para recuperar la confianza en las Instituciones desgastadas y cuestionadas, con concesiones a los sectores en descontento. Así logró, viento de cola económico mediante, el desvío de la bronca popular en las calles hacia la reparación de la autoridad estatal, que abarca desde la reconciliación con las FFAA, hasta la confianza en el Congreso. EL “empoderamiento” popular tomó la forma de una “estadolatría”. Ya no era la gente movilizada la que peleaba por su destino, sino el Estado dirigido por el peronismo devenido en kirchnerismo quien “combatiría al capital salvaje” y le daría al “pueblo”. El Estado respiró hondo y asumió nuevamente su tarea de conciliador de clases. Los años que siguieron no fueron diferentes en esa materia.
Ya con Macri en el poder, el rol opositor de los restauradores sería una especie de “desensillar hasta que aclare” pero en lugar de Perón en el exilio estaría Cristina en Calafate. Si alguno atinaba a pedir más movilización, sería la propia ex mandataria la que explicaría que no. Y así, como quien no quiere la cosa, la “esperanza es el Congreso”, tal como lo definió el propio Filmus en un debate televisivo.
Calco y copia sería el rol de los sindicatos afines. Fieles a la doctrina. Su estrategia no tendría que ver con derrotar los ataques mediante un plan de lucha duro y con continuidad organizado desde las bases como cualquier ciudadano de a pie “antimacrista” sensato consideraría, sino que la clave pasaría por “protestar” para desgastarlo políticamente para cosechar la siembra en el año 2019.
Y así, la soberanía popular sería la dulce espera al ejercicio del sufragio cada dos o cuatro años, mientras que el poder económico vota todos los días . Y la soberanía política Atención: El recuerdo del pago de una deuda ilegítima, fraudulenta e ilegal...No se indigne y continué la lectura.
Una minoría no puede ser la mayoría
Mario tiene más de 40 años y en cada conversación insiste, es bastante terco, con su escepticismo frente a la realidad nacional “pero cómo vamos a hacer si ellos tienen la mayoría”.
La estadística siempre es buena para poner algo de luz sobre el oscuro túnel que nos introducen. En la Argentina, los asalariados y las asalariadas en actividad en la Argentina son 14,5 millones de personas. Si sumamos desocupados, jubilados y amas de casa (trabajo no remunerado) esta fuerza social llega a los 30 millones de personas. Para la “argentinidad al palo” hay que decir que no es una rareza local, sino más bien todo lo contrario: el 1 por ciento de la población concentra más del 80 por ciento de las riquezas mundiales.
Es decir, si hablamos de mayorías, es la clase trabajadora la que se lleva el primer puesto. El puñado restante son los que viven del trabajo ajeno, conocido por todos como los empresarios.
Veamos lo paradójico del algoritmo, el 80 por ciento de la población rechaza el pacto con el FMI. Sin embargo, en el Parlamento por cómoda mayoría salió negativa la propuesta de Nicolás del Caño de rechazarlo.
Curiosa forma de representación de los intereses de las mayorías tiene ese recinto. Conclusión, observamos que el Estado es una herramienta para legitimar el robo y explotación a esa mayoría que desconoce su propia fuerza: el pueblo trabajador.
A pesar de la erosión de la imagen del Gobierno, el viento de frente económico y el cuestionamiento de ciertos elementos de representación, el formateo de la conciencia de las mayorías durante década no es fácil de romper. Actualmente, esa esperanza en el voto “al mal menor” se nos presenta como obstáculo para un cara a cara con la única salida de fondo. Afuera queda la calle y la lucha de clases, con la que hay que reconciliarse y como bien dijo Moreno, ex secretario de Comercio, nada tiene que ver con ellos.
Es de primer orden, por lo tanto, reconquistar la confianza en la propia fuerza. Y la pelear por un programa que ataque cabalmente los intereses de ese puñado, dando una solución de fondo a los problemas del pueblo trabajador y que la crisis la paguen los capitalistas.