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Red Internacional
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OPINIÓN. La gente que es brutal cuando se ensaña

Tomé este fragmento del tango “Infamia” de Enrique Santos Discépolo para introducirme otra vez en un tema que se me vuelve recurrente.

Viernes 6 de septiembre de 2019 20:38

«“(…) La gente es brutal
y odia siempre al que sueña,
lo burla, y con risas despeña
su intento mejor... (…)”»

Esta semana tuve que ir a hacer un trámite en donde operan Western Union y Pago Fácil. Extrañamente, delante de mí había como cuarenta personas, cuando en general, no hay más de cinco, pero como tenía tiempo, decidí quedarme y esperar. Entonces, me calé los auriculares y me puse a escuchar música porque en general, no suelen gustarme los comentarios que—muy a mi pesar—oigo por obligación cuando estoy en un espacio público.

Cuando iba por el tercer movimiento de la quinta sinfonía de Beethoven, decidí quitarme los auriculares porque vi algo que me inquietó y quise saber de qué se trataba: paralelamente a la fila, dos mujeres jóvenes—de unos veintipico de años—miraban a las dos cajeras y a quienes estábamos esperando para ser atendidos. En una de ésas, y después de largo rato, la que estaba de acompañante, preguntó:

  •  ¿No hay prioridad? La chica está embarazada.

    Yo ni me había dado cuenta de eso porque el camperón que la cubría, y estando ella de espaldas, no era evidente el embarazo avanzado, aunque cuando se dio vuelta, se hizo notorio.

    La cajera dijo tímidamente: - Sí. Y su voz se vio superpuesta y superada por dos mujeres que estaban antes que yo—el motivo por el que había decidido conectarme a los auriculares y escuchar música para no oír la sarta de pavadas que hablaban, sobre todo una que era la que dirigía la conversación, mientras la otra asentía simplemente.

    La de la voz cantante hablaba en un volumen lo suficientemente alto como para ser escuchada, y en general, al menos en mi experiencia, quien hace eso es porque desea que el resto se entere de lo que está diciendo, aunque no es su intención que otra persona se meta y opine. La intención es pontificar.

    La mujer dijo entonces: - Ja, está embarazada y usa el embarazo para no hacer la fila… yo tengo cinco hijos y cinco nietos y un negocio que atender y estoy acá y no hago tanta alharaca (…).

    Con esto, atrajo la complicidad de un hombre que inmediatamente dijo: - Éstos son todos iguales. Vienen de la provincia y nos demoran. Si sólo los de Devoto estuviéramos acá, no tendríamos que esperar tanto.

    El hombre desbocado y las dos mujeres de pelo planchado con pretensiones de bacanas comenzaron entonces una charla en voz alta con matices racistas, y en el lapso de un minuto, no sé cómo, pero llegaron a llamar a las dos chicas “planeras del Fuerte Apache”.

    Me dio vergüenza escuchar esto porque ellos no sabían de dónde venían y aunque así hubiera sido, la embarazada seguía estando embarazada y el cartel dice: Prioridad a (y están los dibujos que indican embarazadas, ancianos y discapacitados).

    La embarazada me partió el alma cuando le dijo: - Disculpe, pero trabajo en casa de familia y me mandó la señora a pagar las cuentas.

    A este punto, no pude evitar intervenir. Ya no tenía la excusa de los auriculares puestos, ni de la quinta sinfonía de Beethoven ni nada. La cajera seguía atendiendo gente y la embarazada, seguía parada como si no existiera. Nadie detrás de mí en la fila emitía palabra audible y yo miré, a ver si alguien reaccionaba, pero no.

    Le habían pedido disculpas a la que inició el conflicto, a la ofensora, y yo no se la iba a dejar pasar, así que viendo la indiferencia ante el hecho de que una mujer tiene que trabajar limpiando una casa y hacer trámites ajenos casi a punto de parir, me dirigí a esta señora:

  •   Si tuviste cinco hijos, sabrás que una mujer embarazada no debería pasar mucho tiempo parada. Y agregué antes de que me respondiera: - Qué triste es ver a las mujeres actuar contra otras mujeres. Vos tenés que pedirle disculpas.
  •   ¿Qué te metés? Yo no estaba hablando con vos… (respondió la mujer, quien, creyéndose una suerte de Carolina de Mónaco, no tuvo en cuenta que si estamos haciendo fila en un Pago Fácil es porque somos todos ciudadanos comunes).
  •   Me meto porque tu volumen invade mi espacio auditivo y estamos en un lugar público (a este punto, la cajera dejó pasar a la embarazada). Mirando al hombre, le dije bien fijamente a los ojos: - Un hombre debería tener consideración con una mujer embarazada.

    Me sonrió con una de esas muecas que demuestran desdén.
    Y a la tipa que había empezado el discurso maledicente (y seguía) le dije: - Buscar complicidad con un hombre para agarrárselas con una embarazada es deplorable.
    No sé si está de más decir que me contestó cualquier cosa, entre ellas: - ¿Qué sos, abogada de pobres y ausentes?

    Le dije un par de cosas más, ya en tono sarcástico porque a esta altura, quería ponerla en ridículo.
    Las chicas se fueron, las señoras de pelo planchado pasaron al mismo tiempo que yo, y vinieron a quedar en la caja de al lado, donde antes había estado la embarazada. Siguieron atosigando a la empleada con su discurso discriminatorio y sólo obtuvieron silencio. Por mi parte, hice mi trámite, y cuando la principal le dijo a su amiga pasiva: “- Sos tan diligente… por eso sos mi amiga, porque sos perfecta”, largué una carcajada sonora e inevitable, y mirando a mi cajera que se tentó con mi risa, dije: - ¡BASTA por favor…qué castigo!

    La señora insoportable no respondió nada esta vez; se fue con su amiga, y tras terminar mi transacción, mi cajera me dijo: - Yo vivo en Fuerte Apache. No te hagas mala sangre porque de esto, hay todos los días.

    Yo le dije: - Sí me hago mala sangre y mientras esté presente, siempre voy a intervenir. Acordate que ustedes tienen cámaras y micrófonos. Úsenlos a su favor. No se dejen pisotear.

    Volviendo a mi casa—queda a una cuadra—me puse a escuchar música otra vez porque tenía bronca, y apuré el paso para entrar en mi universo personal, con mis alumnos, mis amigos y mis perros que equilibran la balanza cuando del otro lado, la injusticia reina.

    Abriendo la puerta de calle fue cuando me vino esa parte del tango “Infamia” con la que empecé esta nota.

    Aunque el contexto del tango sea otro y hable de historias de amor, del otro amor, del romántico… existe también la brutalidad cuando alguien se ensaña con los sueños de otras personas que creen—y hacen bien en creer—que el estar embarazada o tener una discapacidad física o edad avanzada no son una excusa para pasar antes en una fila sino un derecho que todos deberíamos proteger y fomentar.

    También hacen bien en creer que no es necesario vivir en un barrio determinado para poder pagar servicios o para pasear.

    Muchas veces he escuchado a vecinos míos decir que “nos invaden” el Devoto Shopping los que no son del barrio, como si un centro de compras fuese un sitio de privilegio y como si mi barrio tuviera cercos con llave.
    Hay que cambiar de pensamiento si pretendemos irnos de este mundo mejor de lo que llegamos.