El bloque legislativo del FpV podría dividirse hoy. Gobernadores y burócratas sindicales se “emancipan” de La Cámpora. La crisis de una oposición “desde el llano”.

Eduardo Castilla X: @castillaeduardo
Miércoles 3 de febrero de 2016
Hoy se verá si el bloque de diputados nacionales del FpV logra contener en su interior a las alas que se vienen expresando desde el inicio del gobierno de Macri o, por el contrario, se parte. La reunión tendrá lugar a partir de las 11 h. Los trascendidos indican que, desde más temprano, habrá febriles negociaciones.
Más allá de lo que efectivamente se anuncie a los medios, la ruptura es un hecho. No hace falta solo ver las formalidades, sino la realidad detrás de las palabras.
Resquebrajados
El sitio Parlmanentario.com anunció que “al menos 14 legisladores analizan abrirse del Frente para la Victoria para conformar un espacio propio con un liderazgo anclado en los gobernadores peronistas”.
La lista incluiría a diputados que corresponden a las provincias de Salta, Jujuy, La Rioja y San Juan. Pero también habría que sumar allí a algunos de los que fueron elegidos por provincia de Buenos Aires. Entre ellos estarían –un dato no menor- Diego Bossio, ex titular del ANSES bajo el kirchnerismo, y Oscar Romero, actual Subsecretario Gremial de Convenios y Leyes Laborales del SMATA.
El “proyecto” que no fue
La cantidad de legisladores que abandonaría el bloque crece en otros medios. Más allá de las operaciones políticas en curso, la línea divisoria en el viejo oficialismo parece seguir un estricto curso lógico, separando lo que fue unido a base de recursos estatales. Burócratas sindicales, gobernadores e intendentes son la base de la fisura. El “progresismo” queda del otro lado.
Se expresan así las contradicciones que arrastra un proyecto político que se construyó desde el poder estatal. Solo utilizando los cuantiosos recursos que proveían las exportaciones se pudo construir una alianza que incluyera a progresistas defensores de los DDHH y a derechistas congénitos como Ricardo Casal, Sergio Berni, Gildo Insfrán o Ricardo Pignanelli, por solo citar unos pocos nombres.
El kirchnerismo supo construir un poder basado en la combinación de un discurso político progresista y una alianza “por arriba” con los viejos poderes reales territoriales y de los caciques sindicales. Alianza que se sostenía a cambio de los recursos que provenían del vértice del riñón del Estado nacional, pero también por medio del “perdón” de los pecados de "lesa feudalidad”.
Hoy esos sectores son los que encabezan el plan de ruptura con el sector más duro del kirchnerismo. Es Oscar Romero del SMATA quien encabezaría el nuevo bloque en la Cámara de diputados. Para refrescar la memoria, conviene recordar que Romero fue quien llevó a las patotas de ese gremio al Congreso nacional para agredir a Nicolás del Caño durante el conflicto de Lear en 2014. En ese conflicto la conducción del SMATA defendió los despidos apelando al uso de patotas contra los trabajadores despedidos y las corrientes de izquierda que los apoyaban.
Los problemas fiscales que atraviesan las provincias son los que empujan a los gobernadores al camino de la moderación y la rosca con el macrismo. Miguel Pichetto, ex jefe del bloque kirchnerista en el Senado, ha actuado como ariete de esta política, ofreciendo un verdadero “plan canje” entre votos en el Congreso y fondos para las provincias. El kirchnerismo, con su retórica de “resistencia” –y a pesar de esa misma retórica- aparece como una suerte de traba para ese peronismo negociador.
La ruptura y el plan del kirchnerismo
Más allá de cómo se desarrolle la reunión de este miércoles, la ruptura es un hecho. Lo confirmó Héctor Recalde, que utilizó todos los medios a su disposición este martes con el fin de minimizarla. Desde definirla como un “arañazo” -en función de la cantidad de legisladores que se vayan- hasta afirmar que “el bloque no corre riesgo de romperse si algunos votamos a favor de algunas cuestiones y otros no”. Extraña forma de evidenciar “unidad” y coherencia.
El kirchnerismo trata, en última instancia, de mantener una unidad formal que, en los hechos, no existe. Esto evidencia los límites del proyecto del kirchnerismo que, una vez perdidos los recursos del Estado, es incapaz de sostener lo que presentó, durante años, como un “proyecto”. En el “llano de la política”, las “convicciones” de gobernadores y dirigentes sindicales se evaporan a velocidad asombrosa.
Vista las cosas retrospectivamente, el único “proyecto” que efectivamente funcionó fue la reconstrucción de un peronismo -también golpeado por la crisis de los partidos de 2001- en clave conservadora, ahora bajo la hegemonía de gobernadores y burocracias sindicales. La fórmula que encabezó Daniel Scioli -el más menemista de los kirchneristas, elegido precisamente por Cristina Fernández- era la expresión más nítida de ese cambio político.
El kirchnerismo hoy apuesta por mantener la formalidad en aras de no abandonar la interna del peronismo. Mientras Recalde dice que “la jefa es Cristina”, Agustín Rossi -ex ministro de Defensa Rossi- dice que lo mejor sería que “ella presidiera el peronismo”. Sin embargo CFK no competirá por ese trofeo. Hacerlo sería someterse a la posibilidad de ser derrotada. Su objetivo es capitalizar el descontento con el ajuste macrista por la vía electoral. Por eso Recalde repite hasta el cansancio que pretenden “volver el 10 de diciembre de 2019”, nunca antes.
Esta “estrategia” es la que explica el silencio total frente a la persecución a Milagro Sala o al ajuste en curso. Los pequeños videos caseros que cada tanto transcienden a la prensa, muestran que CFK no será parte de la resistencia.
Mientras tanto es la clase trabajadora y la izquierda la que enfrenta el ajuste. Ayer los trabajadores de Allevard Rejna en Córdoba bloquearon el depósito de la empresa enfrentando los despidos; el pasado fin de semana los y las trabajadoras del Grupo 23 lograron un masivo festival en apoyo a su lucha contra el vaciamiento; los trabajadores estatales en todo el país se movilizan y resisten el ajuste en todo el país. Esas tendencias son las que hay que seguir organizando y amplificando para garantizar una efectiva resistencia al ajuste.

Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.