La victoria por mayoría absoluta del Partido Popular supone un terremoto político para el escenario andaluz y el estatal. ¿Pero cómo ha logrado la derecha la “hegemonía” en el feudo tradicional del PSOE? En este artículo analizamos algunas de las claves para reflexionar desde una perspectiva anticapitalista y de clase.
Roberto Bordón @RobertoBordon13
Martes 21 de junio de 2022
El éxito arrollador de la derecha en las elecciones andaluzas y la debacle del espacio a la izquierda del PSOE han dado mucho que hablar en los análisis post electorales. A continuación, ofrecemos algunas claves de lo ocurrido y qué balance hacen cada actor de lo sucedido. Desde el triunfalismo del PP, la resignación de Vox, al fracaso del PSOE y la bancarrota del neorreformismo.
La “hegemonía” del PP: recogiendo los frutos de décadas de neoliberalismo progre
Los 58 escaños del Partido Popular el pasado domingo no sólo han renovado la presidencia de Juanma Moreno en la Junta de Andalucía, sino que lo han elevado a un primero entre iguales dentro de los barones autonómicos del PP. Al menos, así lo deja ver Alberto Feijóo, líder estatal del PP, quien lo ha apodado “el califa” del PP tras sus excelentes resultados electorales. En la guerra interna de la derecha, pausada tras la derrota de Pablo Casado, el éxito de Moreno da un gran impulso a la estrategia de “moderación” de Feijóo frente a la apuesta trumpista de Isabel Díaz Ayuso. La victoria de la línea de Moreno, que no sólo renueva el gobierno, sino que limita el crecimiento de Vox, al menos en Andalucía, da fuerzas a Feijoo para imponer su orientación al resto de barones autonómicos de cara a 2023 y preparándose para las elecciones generales.
La victoria de Juanma Moreno se ha basado en una capacidad para proyectarse como el candidato del “voto útil” para poner límites al ascenso de la extrema derecha (a pesar de pactar con ella el gobierno en 2018) y de encarnar la idea de la estabilidad y la rutina. Si hay algo que pueda calificarse de “hegemonía” en el triunfo del PP, esta es relativa y mediatizada por los contornos de un régimen político andaluz formateado por el PSOE durante décadas. Así, su victoria se apoya en 37 años de políticas neoliberales y de recortes en Andalucía por parte de los distintos gobiernos del PSOE-A. Tres años de los cuales, no lo olvidemos, el PSOE cogobernó con Izquierda Unida, que fue a remolque de esta política y le dio cobertura por izquierda. Moreno encabezó una campaña personalista, escondiendo las siglas de su partido, en la que se presentó como el mejor gestor para los negocios en Andalucía y haciendo entender a una parte importante del electorado del PSOE-A que no ha habido grandes diferencias entre su mandato y el del PSOE-A en las cuestiones fundamentales.
Este hecho que es estrictamente cierto, ya que ambas formaciones han aplicado medidas similares en lo económico y en cuanto a recortes de los servicios públicos, ha sido el trampolín con el que Moreno ha pasado de los peores resultados de su partido en Andalucía en 2018 a los mejores en 2022. El PP ha pasado de 26 escaños y un 20,75% de los votos a 58 y un 43, 13% de votos, sumando 830.000 votos de unas elecciones a otras. Su enorme crecimiento no se ha basado únicamente en absorber a Ciudadanos, a los que ha hecho desaparecer del mapa tras tenerlos como socios menores dentro del gobierno, o de recuperar una parte del voto que fue a Vox en 2018 (la ultraderecha ha perdido 400.000 votos respecto a las elecciones generales). Sino que también se impulsa en una absorción del voto al PSOE, una hipótesis que Moreno explicaba en una entrevista en la SER y que fuentes de su partido también proponen. En concreto hablan de un traspaso del 10% del voto del PSOE al PP y del 5% de IU al PP.
Aunque es prudente esperar al barómetro post electoral del CIS para conocer con más profundidad qué ha ocurrido, a nadie se le escapa que necesariamente el PP ha tenido que captar a una parte del electorado del PSOE para lograr su mayoría absoluta. Solo así puede explicarse que no sólo hayan quedado como primera fuerza en votos en general, sino que hayan ganado en todas las provincias incluyendo los bastiones tradicionales del PSOE como Sevilla o Huelva.
De hecho, como destacan varios medios, habría ganado en sitios muy simbólicos para la izquierda andaluza como Dos Hermanas (Sevilla), donde el PSOE ha gobernado municipalmente de forma casi ininterrumpida desde la Transición o en Alcalá de Guadaíra (Sevilla), que también forma parte del llamado cinturón rojo sevillano. En concreto solo en 4 de los 785 municipios andaluces no ha aumentado el apoyo al PP mientras que el PSOE pierde votantes en 707 localidades. El PP habría ganado en todas las capitales de provincia.
Un PSOE sin rumbo
La derrota del domingo pone en riesgo la estabilidad interna del PSOE, que ha tratado de desvincular rápidamente los resultados en Andalucía del gobierno central y, sobre todo, de la figura de Pedro Sánchez. Frente a los análisis que relacionan las políticas estatales con los resultados electorales del domingo, el PSOE insiste en otros factores que explican la derrota de su candidato y el revés del “bloque de izquierda”. El problema del balance que presentan es que no pueden hacer frente al hecho de que sus propias políticas han alimentado el éxito de la derecha, propiciando que Moreno pueda arrebatarles una a una las banderas históricas del PSOE-A: gestión; estabilidad; la defensa de Andalucía frente al gobierno central… en fin, la “moderación”. Todas ellas formaban parte de la marca construida a lo largo de 37 años de gobierno (recordemos una vez más, tres de ellos con Izquierda Unida como socio en el Ejecutivo) de un PSOE-A que ahora navega a la deriva.
Los distintos dirigentes del PSOE han salido a explicar que se trata de un problema de “tiempos”, al no haber podido preparar la campaña y hacer conocido a su candidato; al poder mediático e institucional de la derecha (copiando en parte las justificaciones de Pablo Iglesias para sus propios fracasos); a la división de partidos a la izquierda del PSOE; y a no haber podido transmitir a la ciudadanía los “logros” del gobierno PSOE-UP.
Una suma de explicaciones veleidosas que distraen del factor fundamental: el PSOE ha sido campeón durante cuatro décadas aplicar una serie de políticas antiobreras y de recortes que han ido construyendo el escenario para que gobierne la derecha. Una política que tuvo uno de sus puntos álgidos precisamente en el último periodo, cuando Susana Díaz quiso representar el españolismo más duro pidiendo la represión contra el movimiento democrático catalán, mientras impulsaba políticas neoliberales en el plano económico. Un discurso que, para ser estrictos, no era ni impuesto ni comprado a la derecha, sino que respondía a la construcción de la autonomía en Andalucía por parte del PSOE a lo largo de su historia, construyendo una visión españolista en teoría moderada pero que salió a relucir en cuanto se puso en duda la unidad del Estado.
El resto de los motivos que esgrime el PSOE para su derrota son el colmo de la impostura. Porque no se trata de no haber podido comunicar a la ciudadanía los “logros” del gobierno de Pedro Sánchez. Al contrario, gran parte de la ciudadanía, en especial los sectores más pobres de la clase trabajadora, ya se ha dado cuenta por su propia experiencia que dicho gobierno solo ha aplicado políticas en favor de los grandes capitalistas y no de las clases populares. Juan Espadas quiso presentarse como el candidato defensor de los servicios públicos y las libertades, cuando en realidad era el de los recortes y las tanquetas entrando a las barriadas obreras en Cádiz.
El PSOE se encuentra en un escenario de crisis interna que, si bien es negado por sus portavoces principales, que ya han salido a afirmar que no habrá cambios en la dirección andaluza o en el gobierno central, arroja serias dudas sobre el futuro de la formación hacia las generales. Por un lado, Sánchez sale a decir que van a sacar más políticas adelante para aprovechar la legislatura, pero dentro de poco y en un escenario de crisis económica, deberá aumentar los recortes. Por otro, las mismas fuentes socialistas ya afirman que Susana Díaz, que obtuvo un 34% de apoyos en el congreso regional a pesar de todo, podría volver a plantearse la lucha por el poder.
Debacle a la izquierda del PSOE
Los resultados electorales del neorreformismo auguran nuevas crisis dentro del espacio. De hecho, ya se están dando en el propio balance de lo ocurrido. Con 5 escaños y un 7,68% de los votos, “Por Andalucía”, la coalición liderada por IU y Podemos, se ha dado un fuerte batacazo a pesar del apoyo expreso de Yolanda Díaz al nuevo experimento (y van) de unidad de la izquierda.
Su candidata, Inmaculada Nieto, no tardó en culpar de los resultados a la participación (a pesar de que subió 2 puntos respecto a 2018), a Teresa Rodríguez por dividir a la izquierda o a la campaña mediática de la derecha. Así, la líder de Izquierda Unida trata de hacer control de daños y de proteger la figura de Yolanda Díaz para no quemar su capital político antes de las generales. Un hecho difícil porque ella fue candidata gracias a la intervención de Díaz y porque la vicepresidenta segunda del gobierno acudió a varios mítines centrales de la campaña para precisamente revivir a la candidatura y movilizar a su electorado.
Para evitar este posible desgaste, Por Andalucía ya está ensayando el relato de que la culpa central residiría en que Adelante Andalucía se presentase por su cuenta y no hubiera integrado la candidatura conjunta. Un relato que también está siendo impulsado por una parte de los medios de comunicación. En concreto, señalan que el capital político de Teresa Rodríguez habría sido suficiente para dividir el voto y hacer perder varios escaños al espacio político. Es decir, atacan a Adelante Andalucía justamente en uno de sus puntos fuertes: haberse mantenido en forma independiente del nuevo engendro neorreformista, en el marco de sus múltiples límites.
Casi siguiendo el mismo libreto que el PSOE, destacan que no han sido capaces de transmitir a la ciudadanía los “logros” de Yolanda Díaz como ministra de Trabajo. Nieto y los suyos, al igual que Espadas, se han olvidado convenientemente de las tanquetas en Cádiz, de que ya gobernaron con el PSOE de Susana Díaz recortando miles de interinos en Educación y Sanidad entre 2012 y 2015 o de que la reforma laboral que han utilizado como bandera electoral precariza las condiciones de vida de los trabajadores y consolida las reformas anteriores del PP (y el PSOE). Los mayores “éxitos” reivindicados a lo largo de la campaña electoral de “Por Andalucía” son precisamente los ejemplos de las políticas anti obreras que el gobierno central PSOE-UP ha ejecutado a lo largo de la legislatura y que en nada han mejorado la vida de la gente. Si a esto le sumamos el desastroso nacimiento de la coalición, el nulo potencial político de su candidata y el hecho de que gran parte de su campaña es presentarse como socios menores del PSOE, no es sorprendentemente el fracaso de sus expectativas.
El balance de lo ocurrido desvela por dónde irán los futuros conflictos internos de la coalición. Por un lado, Izquierda Unida parece estar asumiendo el desgaste ante el silencio de Podemos que responsabiliza a sus socios de los resultados, al haber llevado ellos la dirección de la campaña y sus recursos, al mismo tiempo que promueven un discurso de “proteger las marcas electorales”. Una idea lanzada desde La Base, el podcast de Pablo Iglesias, desde donde se defendió tanto esto como el ya manido discurso de que el problema principal de Podemos reside en el potencial de los medios de comunicación afines a la derecha. Una especie de fetiche que sirve para explicar cualquier revés de la formación independientemente del tipo de política que hayan llevado a cabo.
A esto puede sumarse un malestar entre la evidente hegemonía de IU dentro del espacio andaluz frente a una mayoría absoluta coyuntural de Podemos dentro del grupo parlamentario (3 de Podemos, 1 de IU, 1 de Más País). Como se ha señalado recientemente, es la primera vez desde 1982 que el Partido Comunista Andaluz no tiene escaño en el parlamento, por lo que puede haber una tensión entre el aparato que mantiene viva la coalición y el resto de los socios que tratan de sobrevivir en base a sus posiciones institucionales.
Adelante Andalucía: resultados, límites y perspectivas
En cuanto a los resultados de Adelante Andalucía, que obtuvo sólo 2 escaños con un 4,58% de los votos, han sido presentados como un éxito por Teresa Rodríguez. La dirigente de Anticapitalistas y líder de la formación que ahora se presenta como andalucista, ha afirmado que habrían cumplido sus dos objetivos principales: frenar a la ultraderecha y que el andalucismo vuelva a tener representación institucional. Sin embargo, su existencia limitada a Cádiz y Sevilla, con casi inexistentes votaciones en provincias como Jaén o Almería y muy débiles en Granada o Málaga, ponen en duda hasta donde ha calado su proyecto.
Adelante Andalucía ha logrado una representatividad parlamentaria humilde de dos escaños (aunque por la antidemocrática ley electoral no se corresponda con su caudal de votos que ha sido relevante, casi 170.000). Pero lo ha hecho “a contracorriente”, presentándose con un discurso crítico con el gobierno del PSOE-UP y con lo que representa el espacio neorreformista de “Por Andalucía”, amén de una serie de ataques antidemocráticos del estalinismo vernáculo que limitaron su capacidad durante la campaña. Este es quizá uno de los elementos más destacados y sintomáticos de sus resultados que puede estar mostrando que un pequeño sector de la población está haciendo una experiencia con la izquierda reformista en el poder y busca una alternativa por izquierda.
Sin embargo, es de justicia señalar que, al igual que Por Andalucía, no han sabido revertir la crisis del espacio a la izquierda del PSOE. Más bien han confiado demasiado en la capacidad performativa de su discurso y del capital político de su candidata -algo muy típico de las formaciones que se ubican en la amplia constelación de los “populismos”-, para asegurar la existencia institucional de la formación. Dicho de otro modo, faltó militancia (especialmente en la juventud, a la que no han sabido apelar políticamente) y sobre todo implantación en el seno de la clase trabajadora. Sin duda una herencia de la lógica política con la que han construido su proyecto, que en muchos terrenos se asemeja más a la video política que vimos en Podemos que a un proyecto político militante fuertemente enraizado entre las y los trabajadores y sectores populares.
Un síntoma de los límites de Adelante Andalucía no sólo es la ya mencionada distribución del voto por provincias, sino que incluso en sus plazas fuertes apenas logran grandes votaciones en las barriadas obreras, con excepciones como el Puerto Real. Para una formación que se reivindica andalucista y representante del fenómeno de la crisis territorial, resulta sorprendente sus malos resultados en la Andalucía más rural y donde se han dado candidaturas de la España Vaciada como Jaén.
A ello debemos sumarle los límites programáticos y estratégicos del proyecto, que ya abordamos en parte en otro artículo de polémica, uno de cuyos aspectos fundamentales es el problema del sujeto político. La apelación al “pueblo andaluz” como sujeto político policlasista, privilegiando mediante esta definición la unidad del andalucismo por sobre la defensa de la centralidad obrera y una perspectiva de independencia de clase, lejos de ser una expresión de la unidad del anticapitalismo y el andalucismo, implica la subordinación de una perspectiva anticapitalista y de independencia de clase a una lógica que adquiere contornos populistas de izquierda. A ello le podemos sumar su visión del Estado como un ente con el que “negociar” desde posiciones institucionales, por lo cual el programa debe adaptarse al marco de la institucionalidad capitalista, algo que hemos visto con su actuación en el ayuntamiento de Cádiz. Si Adelante Andalucía no se abre a un giro político hacia una perspectiva de independencia de clase, sacando lecciones hasta el final de los errores del ciclo político anterior, puede ver coartadas sus propias posibilidades de consolidar un polo rupturista con el Régimen del 78 para dar lugar a una nueva frustración política.
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Queda por ver qué papel jugaran las parlamentarias de Adelante Andalucía en el próximo periodo donde previsiblemente la mayoría absoluta del PP propiciará un clima de luchas sociales en todo el territorio andaluz: si estas posiciones son aprovechadas para impulsar las luchas obreras y de los movimientos sociales, llamando a confiar en sus propias fuerzas y no en los cambios por arriba, o si quedarán ancladas en el proselitismo de la opción andalucista y la gestión pacífica de la institucionalidad burguesa en Andalucía.
Roberto Bordón
Andalucía