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Red Internacional
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ESTADOS UNIDOS // BALTIMORE. La herencia económica de los hijos de Baltimore

Un incipiente recorrido histórico por la ciudad de Baltimore en el último siglo permite echar una mirada al fondo de la caja de pandora que volvió abrir el racismo rabioso del estado y la policía. En algo tiene razón Obama cuando declara que “toda esta violencia no es solo por Freddy”; la furia de las jóvenes generaciones ha dejado al descubierto las necesidades más elementales heredadas tras décadas de devastación económica.

Martes 5 de mayo de 2015

Ascenso de la industria del acero

Durante la primera mitad del siglo XX parte del cordón industrial fue constituyendo poblaciones alrededor de la región de Baltimore, hasta llegar lentamente a convertirse en una ciudad que fue el motor de la economía del estado de Maryland hacia 1950. La industria del acero llegó primero en 1893 con la Compañía Aceros Pensylvania, pero fue con la fusión de Aceros Bethlehem en 1916 que lograría desarrollarse como polo económico y atraer a millones de trabajadores inmigrantes blancos y trabajadores rurales negros del sur, con promesas de una mejor vida.

A la vera de la planta metalúrgica y el primer astillero constructor de buques de carga y transporte, la empresa desarrolló una política social construyendo un pueblo obrero segregando a los trabajadores por color mediante la determinación de las casas en tamaño y locación. Con este mismo criterio racial también subsidiaron iglesias y pusieron en pie las primeras escuelas a fin de formar a las próximas generaciones de trabajadores metalúrgicos con baja calificación destinados a continuar los trabajos en la acería; uno de los más insalubres de toda la nación.

La formación y los trabajos calificados fueron tempranamente reservados para los blancos. El pueblo que recibió el mismo nombre que el molino de acero de la planta, Sparrows Point, fue sobrepasado en habitantes hacia 1930 cuando comenzó a expulsar residentes, trabajadores de Aceros Bethlehem, hacia la ciudad de Baltimore. De un lado de la ciudad se establecieron los trabajadores inmigrantes blancos y en la otra punta los negros.

Sin embargo pese a la división fomentada por la burguesía del acero, la enorme experiencia que traían de los sindicatos europeos aquellos inmigrantes blancos se combinó con la combatividad de la comunidad negra, que ya en 1933 había realizado un exitoso boicot a los comerciantes locales que se negaban a contratar empleados negros. Hacía 1941 los 15.714 trabajadores de Aceros Bethlehem conquistaron la representación sindical y obtuvieron por primera vez los salarios de convenio, seguros sociales y licencias por enfermedad, entre otros derechos.

El boom experimentado por esta industria durante La Segunda Guerra Mundial hizo que hacia 1959 el número de trabajadores metalúrgicos de la zona ascendiera a un pico máximo de 35.000. Fue la segunda y tercera generación la que, sobre la base de la sindicalización, conquistó un nivel de vida de clase media que permitió por primera vez el ahorro, el acceso a una vivienda más digna y la educación universitaria de sus hijos, afrontada con el fin de procurarles una vida fuera de la fábrica.

La caída del acero y el auge de los buitres inmobiliarios

A principios de la década del 70, la apertura de las importaciones en este rubro provocó que la planta de acero más grande de E.E.U.U., Sparrows Point de Bethlehem, comenzara un proceso de despidos masivos y ataques a los derechos que sus trabajadores habían conquistado.

En esta y la década siguiente, la planta pasó de 35 mil a 8 mil trabajadores y en total el saldo de puestos industriales que se perdieron en Baltimore fue de 100 mil entre 1950 y 1990, que es lo mismo que el 75% del empleo industrial, el único con sindicalización. Nunca más la ciudad pudo recuperar la calidad de vida y los derechos que sus trabajadores habían conquistado en esos años.

Semejante colapso fue la base para la profundización de la pobreza urbana que terminó por exacerbarse con la actuación de los buitres inmobiliarios durante las siguientes dos décadas hasta la actualidad.

Apoyándose en los prejuicios raciales y la devastación de la caída de la industria, los agentes de bienes raíces impulsaron un mecanismo perverso mediante el cual lograron que miles de familias blancas emigraran de la ciudad desprendiéndose de sus viviendas a bajos precios, para luego venderlas al doble de su precio original a familias negras engañadas por créditos imposibles de pagar pero fáciles de obtener. El resultado 20 años después aparece en el tercio de viviendas desalojadas y el enorme crecimiento de los suburbios de Baltimore que pasaron de 387.656 habitantes en 1950 a 1.8 millones de personas en la última década.

La tasa de pobreza entre los residentes negros de Baltimore estuvo desde la década del 70 cuatro veces arriba de la cifra que arrojaba la de la población blanca. Asimismo esta ciudad que concentró en su auge al 75% de la población total de Maryland, llegó al final del siglo XX representando apenas un cuarto del total, con 6% de trabajadores industriales, mientras el resto son trabajos en servicios, con mayoría de mujeres (muchas cabeceras de familias) cobrando bajos salarios con pésimas condiciones y jornadas extendidas.

Emigración de la clase media negra y auge de la juventud

Las condiciones anteriores acrecentaron la polarización entre la clase media y los contingentes de pobres urbanos, arrojando como consecuencia no sólo la emigración blanca impulsada por los prejuicios raciales, sino la de la población negra que había logrado mantener un nivel de vida de clase media, sobreviviendo a la devastación económica de la ciudad.

Baltimore se convirtió entonces en el hogar de millones de familias pobres que no pueden acceder a una mejor calidad de vida. En definitiva aunque el prejuicio racial se alimenta diariamente desde el estado en la opresión y la violencia que ejercen, el terreno en el que emerge la disputa es el de clase; como lo expresa la valentía de los jóvenes negros en su slogan “Black lives matters” que llevan adelante una pelea que empieza contra el comisario y la alcaldesa de Baltimore, ambos afroamericanos.
Justamente por esas condiciones económicas, que mantiene a más del 50% de los afroamericanos de la ciudad en la desocupación, ya sea porque tal vez la protesta que estalló violentamente con la muerte de Freddie Gray abrió una grieta por donde está emergiendo con la misma furia que la devastación económica, una juventud que pide a gritos que su vida valga la pena ser vivida.

Fuentes: Revolution-news, Think progress, www.nathanielturner.com

“La realidad económica de Sandtown-Winchester: El barrio de Freddie Gray”
Desocupación / Chicos con niveles de plomo en sangre / Viviendas desocupadas.