Este 9 de marzo, el Sindicato de Mujeres Trabajadoras de la Construcción fue parte de la gran Marcha por el Día Internacional de las Mujeres. Una jornada en la que visibilizaron su lucha y sus demandas. Wara (nombre ficticio) nos cuenta cómo se organizaron y su experiencia de ser parte de uno de los primeros sindicatos de mujeres que trabajan en la construcción.
Miércoles 11 de marzo de 2020
Foto: La Izquierda Diario
Wara Nina (nombre ficticio) nació en un campamento minero boliviano y vivió ahí hasta que su padre fue afectado con la relocalización de las minas y junto a su familia tuvieron que trasladarse a la ciudad. La relocalización fue un duro golpe para las familias proletarias que se vieron obligadas a buscar un nuevo hogar y trabajo. En la mina, ella y casi todas las niñas y niños, utilizaban el mismo estilo de zapato porque llegaba solo un diseño a la mina, al igual que la ropa e incluso la comida.
En Oruro todo era diferente, ella comenzó a estudiar en el colegio y su sueño era ser doctora. Luego se trasladó a La Paz tras haber terminado el colegio, rindió el examen para estudiar medicina y lo aprobó. En su segundo año de carrera, recibió la noticia que a su padre ya no le alcanzaba dinero para seguir contribuyendo para sus estudios, apenas podían reunir para los gastos de toda su familia. Por lo que ella decidió comenzar a trabajar, abandonar sus estudios y su sueño de convertirse en médico.
Tiempo después, tras haber reunido algo de dinero, Wara decidió retomar sus estudios universitarios en una carrera diferente. Luego, ella contrajo matrimonio y dejó la universidad porque su pareja pensaba que era malo que ella estudie, pues debía dedicarse al hogar. Cuando ella iba a estudiar, en su casa le esperaban duros golpes de su pareja por haber “desobedecido sus órdenes”. Su pareja era contratista, trabajaba en una construcción y regresaba a casa tarde. Ellos vivían en el mismo edificio que los padres de ella, sin embargo, ella vivía como en una cárcel, sin muchas posibilidades de salir.
Wara dependía del sueldo de su marido, quien era celoso y violento. Como forma de control, él no le daba casi nada de dinero. Lo que hizo que ella comenzó a realizar distintos oficios para generar algo de dinero, que después lo destinaba a su hogar y la preparación de comida. Wara había roto con su círculo de amistades. Un día luego de una fiesta en la que él se puso celoso, él acabó golpeándola. Tras una semana de tortura y con apoyo de su familia Wara pudo denunciarlo. Cuando la policía lo detuvo, pasaron a un proceso legal de mediación y él huyó. Wara se quedó sola con sus hijos e hijas además de tres semanas de impedimento (por su delicado estado de salud) y muchas deudas.
Wara ingresó al rubro de la construcción, en el que su exmarido trabajaba, ya que ella sabía que ellos pagaban semanalmente y era lo que necesitaba. Al inicio, no quisieron darle el trabajo por ser mujer, ante su insistencia, le aceptaron y ella recibia los peores trabajos y era maltratada “era como si quisieran que me canse y me vaya”, recuerda Wara.
Tiempo después, entre varias compañeras, cansadas de sus precarias condiciones laborales y su situación desigual de salario, decidieron organizarse en una asociación. Ellas identificaron que eran utilizadas por algunas organizaciones para beneficio de estas, mientras sus condiciones laborales no habían cambiado. Por lo que el 2016 decidieron fundar el Primer Sindicato de Mujeres Trabajadoras en Construcción, independientes de ONG’s y partidos políticos, buscan conseguir igualdad con sus compañeros del rubro sobre todo en términos salariales y dejar de ser utilizadas política y económicamente. “Ni este gobierno, ni el anterior gobierno, ni ningún gobierno nos ha colaborado para mejorar nuestra condición laboral”, comenta Wara, tras recordar que a todos los gobiernos no les ha importado las precarias condiciones de trabajo de estos obreros, trabajadores independientes. Demandan que se les asigne un seguro de vida por el alto riesgo laboral y que cada día sus compañerxs “mueren como perros”. Exigen que se regulen las horas de la jornada laboral. Estas demandas siguen en pie y corresponden también a los sectores de trabajadores independientes, quienes son los más precarizados y explotados.
A pesar de que este sindicato de mujeres es uno de los primeros en este rubro en América Latina, diferentes sindicatos de constructores han intentado boicotear su organización debido al machismo del sector. Incluso han abierto procesos legales contra este nuevo sindicato para evitar su funcionamiento. Además, han sufrido persecución política en este proceso. Los miembros varones de otros sindicatos la han agredido física y psicológicamente, incluso sus compañeras fueron violentadas.
Los días para Wara comienzan a las 5 de la mañana cocinando el almuerzo para sus hijos, luego se dirige a trabajar, que normalmente se encuentra a una hora y media de su casa o más, dependiendo del tráfico. Entra a trabajar a las 7a.m. hasta las 7 p.m., pero muchas veces su jornada laboral se extiende. Ella vuelve a casa y cocina la cena, luego realiza todas la labores del hogar. Esto sin contar los días en los que realiza actividades para el sindicato, las denominadas “actividades de lucha”, ya que en estos días ella llega más tarde a casa.
Ella realiza sus actividades sindical fuera de los tiempos que dedica a su trabajo, lo hace por compromiso, con la esperanza de que con cada lucha se mejoren las condiciones laborales para todas. Para Wara, ellas son “trabajadoras obreras multiexplotadas” al ser mujeres, madres, proletarias y pertenecer al sector “informal”. Ellas toman cualquier trabajo que se les presente, ya sea como limpiadoras, vendedoras, artesanas. Cuando concluyen la obra, ellas se encuentran de nuevo desempleadas y deben mantener a sus familias, pues dependen de sus salarios, que no son fijos.
Este 9 de marzo, el Sindicato de Mujeres Trabajadoras en Construcción fue parte de la gran Marcha por el Día Internacional de las Mujeres para que se puedan visibilizar de nuevo sus demandas históricas como mujeres trabajadoras. Ellas se sienten identificadas con la indignación por la situación que se está viviendo en Bolivia, por la ola de feminicidios, por la ola de maltrato salarial en el ámbito laboral. “Vamos a salir a gritar por aquello que por derecho nos corresponde, lo que por sangre y mucho coraje las mujeres hemos logrado. La mujer siempre ha estado en la vanguardia de la lucha de los trabajadores, sin embargo, ahora estamos muy molestas, ya que una vanguardia como era la Central Obrera Boliviana está siendo prostituida por unos cuantos hombres que se están vendiendo a este gobierno y a los otros gobiernos que solo se han ocupado de arruinar a nosotros los proletarios y más aún a las mujeres proletarias”. Este sindicato se encuentra obstruido legal y políticamente para no poder funcionar. Sin embargo, estas mujeres organizadas siguen trabajando y accionando para poder romper con este machismo que las bloquea y explota.
«Nuestra lucha es por todos los trabajadores que a diario sufrimos de malas condiciones laborales, que exponemos nuestras vidas por salarios que dan pena, por todos aquellos los trabajadores informales, que somos invisibilizados y que nadie nos toma en cuenta. No podemos esperar más tiempo, cada día mueren compañeras y compañeros. Y peor en el caso nuestro de las mujeres, si no morimos por malas condiciones en el trabajo, estamos muriendo por feminicidios. Por eso estamos inconformes con este sistema, no tenemos nada que celebrar este 8 de marzo, nosotras no sólo vamos a salir a marchar el 9 de marzo, si no nuestra lucha es todos los días y no nos vamos a quedar calladas y por eso decimos ¡Ni un minuto de silencio, toda una vida de lucha!»
Tras el golpe al pueblo, las mujeres proletarias han sufrido el aumento de precios en su canasta familiar, falta de empleo, diversas formas de discriminación y estigmatización por ser mujeres de pollera. En general un recrudecimiento de sus condiciones de vida y laborales que nos llaman a solidarizarnos entre mujeres proletarias y seguir en la lucha contra el capitalismo, patriarcalismo y toda forma de racismo que con el avance de la ultraderecha se agudiza.