Donald Trump ha sido acusado. Pero esta acusación es un intento del régimen de relegitimarse y eliminar a Trump como amenaza para la estabilidad capitalista.
Jueves 6 de abril de 2023
Tras años de acciones legales, el expresidente Donald Trump ha sido acusado. Los cargos están actualmente en secreto, pero hay unos 30 cargos de fraude y prevaricación empresarial relacionados con el pago de Trump a Stormy Daniels, con quien supuestamente tuvo una aventura y luego pagó para que guardara silencio. La reacción a esta acusación ha oscilado entre la indignación (de los partidarios de Trump) y la celebración regocijada (de sectores del liberalismo) y la preocupación por el "precedente" que sienta acusar a un expresidente.
Por un lado, es algo satisfactorio ver a Trump, un notorio criminal capitalista incluso antes de convertirse en presidente, enfrentarse finalmente a alguna consecuencia legal. De hecho, rara vez se acusa a los capitalistas por sus delitos, por los daños que causan a los trabajadores, a los pobres y al medio ambiente; la mayoría de esos delitos están incluso legitimados por el sistema. No es ilegal hacer trabajar a la gente hasta la extenuación para obtener beneficios, no es ilegal cobrar a la gente cantidades exorbitantes por la atención sanitaria y la vivienda, no es ilegal explotar el medio ambiente para enriquecerse. Estos crímenes son legales porque son sobre los que se construye el sistema capitalista, y Trump no es más que una manifestación pérfida de ello.
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Por otro lado, es indignante que, de todo lo que Trump ha hecho a lo largo de su carrera en los negocios y la política, sea informar mal sobre pagos de dinero por silencio por lo que finalmente se lo está imputando. No se le acusa por las múltiples presuntas agresiones sexuales que ha cometido, por alentar los disturbios del 6 de enero de 2021 en el Capitolio o por pedir al fiscal general de Georgia que "encuentre" votos para él. No se le acusa por los múltiples casos de fraude que cometió su organización, ni por la discriminación racial que supervisó su empresa; se le acusa de cargos relativamente leves. Trump, como presidente y como hombre de negocios, cruzó las líneas de la legalidad burguesa en innumerables ocasiones, pero ha sido capaz de utilizar su poder político y financiero y su influencia para protegerse de estos cargos más graves. Esto por sí solo convierte en una farsa la llamada justicia capitalista.
Pero examinar los crímenes de Trump exige que nos fijemos no sólo en los crímenes que cruzaron la línea de la legalidad burguesa, sino también en los innumerables crímenes que cometió como cabeza del Estado capitalista. Como todos los presidentes, Trump nunca verá justicia por estos crímenes bajo un sistema capitalista. No será acusado por matar sirios en ataques aéreos, por ordenar la separación familiar de los migrantes o por cualquier otra acción asociada con la dominación del imperialismo estadounidense, el estado carcelario o el capitalismo porque, para acusarlo de estos crímenes, los tribunales tendrían que reconocer la violencia que es el corazón del estado capitalista e imperialista. Acusar a Trump de estos crímenes requeriría acusar a todos los presidentes por sus crímenes también. La justicia, la verdadera justicia, es imposible bajo el capitalismo, ya que a estos administradores del imperialismo se les permite matar con impunidad - el propio Trump supervisó los ataques con aviones no tripulados, las campañas de bombardeos, los centros de detención de migrantes y el endurecimiento de la frontera, todas acciones que causaron cantidades masivas de muertes.
De hecho, estos cargos son poco más que un tirón de orejas a un hombre que supervisó crímenes de guerra, encarcelamientos masivos, innumerables abusos contra los derechos humanos y décadas de fechorías capitalistas. En este sentido, cualquier discurso sobre la acusación como "rendición de cuentas" ignora cómo este episodio muestra, una vez más, que aquellos con dinero y poder pueden escapar incluso de las consecuencias legales más básicas por sus acciones.
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¿Por qué se enfrenta Trump a esta acusación legal? Para entenderlo, tenemos que alejarnos para observar la crisis más amplia del régimen capitalista. La presidencia de Trump fue, en muchos sentidos, muy negativa para muchos elementos del régimen. La “boca grande” de Trump, su obvio fanatismo y su falta de sutileza revelaron a muchos la violencia que acecha en el corazón del Estado estadounidense. Sin pretenderlo, reveló la verdadera naturaleza de muchas de las instituciones del régimen político y lo hizo en un momento en el que aumentaba el descontento de las masas hacia estas instituciones. Además, el enfoque de Trump a las crisis más amplias del capitalismo no siempre estaba en línea con lo que la burguesía quería de él. Adoptó una política exterior aislacionista, manejó mal la crisis del COVID-19, fortaleció las relaciones con déspotas extranjeros y aumentó la tensión con China. Estos movimientos no representaban los intereses de todos los sectores de la burguesía, y su método general de hacer política desestabilizó tanto la situación política como la economía. Por ello, hay un sector de la burguesía que intenta asegurarse de que no vuelva a ser presidente.
Trump surgió en un momento político concreto. Tras la crisis capitalista de 2008, la fe en todas las instituciones del régimen cayó, y la administración de "esperanza y cambio" de Obama no pudo reconstruir plenamente la confianza pública en estas instituciones. Esto proporcionó una apertura política para que Trump emergiera con falsas promesas de "drenar el pantano". El perfil político de Trump se basó en una imagen de "Bonaparte" - un outsider que revelaría y "reformaría" los elementos corruptos del régimen. Citando un artículo de Left Voice de 2020 de Maria Aurelio,
[El término Bonaparte] procede del 18 Brumario de Luis Bonaparte (1852) de Marx, y se refiere a un líder autoritario que surge cuando diferentes sectores de las clases sociales luchan entre sí y no encuentran la forma de imponer a su propio representante. En este contexto, surge un "Bonaparte" que se presenta como árbitro desde arriba, aparentemente libre de los mecanismos institucionales y de las clases dominantes. ... El bonapartismo de Trump arbitra entre las diferentes alas del Partido Republicano y de la clase capitalista actuando como un hombre fuerte. ... La administración Trump utiliza una retórica populista para reforzar su bonapartismo, apoyándose en los aspectos más antidemocráticos del capitalismo estadounidense para gobernar, como sus numerosas órdenes ejecutivas.
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Así que, en muchos sentidos, Trump representaba una amenaza para el régimen como candidato, y esa amenaza solo se vio ligeramente disminuida una vez que asumió el poder. Los llamados "adultos en la sala" no pudieron incorporar plenamente a Trump a la forma de hacer política del establishment, y sus tendencias bonapartistas se manifestaron en sus tuits y órdenes ejecutivas [decretos. NdT], disparadas sin preocuparse por cómo podrían afectar a la percepción pública de estas instituciones capitalistas vitales. La relación un tanto contenciosa entre Trump y el establishment alcanzó un punto de ebullición cuando Trump rechazó los resultados electorales y luego instigó los disturbios de extrema derecha del 6 de enero, que condujeron a la ocupación temporal del Capitolio. Este periodo mostró una profunda ruptura entre Trump y elementos del régimen, ya que Trump estaba dispuesto a movilizar a sus partidarios contra instituciones clave del Estado estadounidense y a disputar un traspaso pacífico del poder.
Una de las principales tareas del presidente de EE. UU. es garantizar la estabilidad capitalista y mantener a las masas bajo control. Trump no pudo cumplir ninguna de estas dos tareas a satisfacción de múltiples sectores del régimen. Sus últimas semanas en el poder fueron quizás el ejemplo más claro de su falta de interés en comportarse como el establishment quería. Por ello, sectores enteros del régimen se han dedicado a asegurar que Trump no pueda acceder de nuevo al poder. La acusación es, al igual que la investigación sobre su custodia de documentos clasificados, una forma relativamente transparente de poner a la opinión popular en su contra y ser un obstáculo para impedir que sea presidente. El régimen intenta resolver su crisis en parte impidiendo que un actor poco fiable vuelva a asumir el papel protagonista. Pero este movimiento refleja la propia crisis. Trump sigue manteniendo un alto nivel de apoyo; incluso es posible que sea elegido nuevamente. Dado que la crisis del régimen sigue sin resolverse, el régimen no puede confiar en que las masas no vuelvan a elegir a Trump, por lo que está tomando la medida de disciplinarlo legalmente.
Esta acusación, sin embargo, ya ha movilizado a su base. La llamada "martirización” de Trump le permite solidificar su perfil de outsider al que odia el establishment, y está movilizando a sus bases para que lo apoyen tanto económicamente como en las calles. La representante de Georgia, Marjorie Taylor Greene, ha convocado a una protesta por su comparecencia, y sus partidarios se movilizaron para apoyarlo en su viaje para entregarse a los fiscales en Nueva York. En todo caso, estas acusaciones solo refuerzan la relación de Trump con su base y les da más moral para luchar.
Como socialistas, no podemos caer en la trampa de ilusionarnos en el sistema de "justicia" penal. Estos son los mismos tribunales, después de todo, que encarcelaron a activistas de Black Lives Matter, que deportan a inmigrantes, que encarcelan a personas de color durante años por cargos menores, que dejan que la policía salga libre después de asesinar a personas de color. Los tribunales no son actores neutrales, a pesar de lo que al régimen capitalista le gustaría que creyéramos. Simplemente presentar algunos cargos contra Trump no es suficiente para cambiar la naturaleza de este sistema, que existe para justificar legalmente el sistema capitalista asesino. Trump se enfrenta a cargos porque es una amenaza para la estabilidad del sistema capitalista, no porque encabezara un régimen racista, xenófobo y misógino. Si los tribunales realmente castigaran a Trump por sus crímenes, también tendrían que acusar a todos los presidentes en ejercicio y expresidentes, lo que ciertamente no tienen planes de hacer. Porque, para hacerlo, tendrían que admitir en qué se basa el Estado capitalista: explotación, opresión, imperialismo y violencia. Admitirlo destruiría la falsa legitimidad que el Estado se ha dado a sí mismo y probablemente provocaría disturbios masivos, ya que las masas empezarían a organizarse más activamente contra unas instituciones que claramente no sirven a sus intereses. Este riesgo es demasiado para que lo asuma el régimen capitalista, por lo que nunca exigirá realmente responsabilidades a ningún presidente.
Al igual que la disciplina legal para elementos de la extrema derecha después de Charlottesville y el 6 de enero, este avance legal contra Trump es, en parte, un intento de relegitimar a los tribunales. "¿Ves?", están diciendo estos siervos capitalistas, "nosotros vamos a por los malos. Ellos no son como nosotros". Pero incluso un análisis superficial de la extrema derecha y de Trump puede revelar que estos elementos nacen, son fomentados y potenciados exactamente por el mismo sistema que los tribunales apuntalan. Debido a esto, nunca se puede confiar en los tribunales y el sistema de "justicia" para hacer justicia en el capitalismo, y ciertamente no se puede confiar en ellos para luchar contra la derecha.
Trump no será derrotado en los tribunales. En todo caso, este avance legal le está dando más capital político, ya que lo está convirtiendo en un mártir a los ojos de sus partidarios. Incluso si es encarcelado (un resultado muy poco probable) o se le impide volver a presentarse, todo lo que haría es despejar el camino para que Ron DeSantis gane la nominación republicana. Y DeSantis no es una mejora con respecto a Trump. Si acaso, es un actor político más peligroso, ya que ha encontrado la manera de presentar un programa hiperreaccionario sin ir demasiado lejos al chocar con elementos del régimen. Esto le convierte en un representante mucho más eficaz de la extrema derecha.
Los tribunales no son la forma de luchar contra Trump y la extrema derecha. En lugar de poner nuestra confianza en esas instituciones del régimen capitalista, debemos ponerla en la clase obrera unida, los oprimidos, los movimientos sociales y todos los que se organizaron contra Trump y los que se están organizando contra las políticas de Biden como medio para luchar contra el avance de la derecha. La historia nos ha demostrado, una y otra vez, que el régimen capitalista permitirá a la extrema derecha y, cuando sea necesario, doblará la rodilla ante ellos. En lugar de perder el tiempo presionando al Estado capitalista para que reprima a la extrema derecha, debemos tomar esta lucha en nuestras propias manos y organizarnos para derrotarla. Esta organización debe tener lugar en nuestros lugares de trabajo y en las calles y debe hacerse con la firme comprensión de que ningún partido del capital representará nunca verdaderamente nuestros intereses. Necesitamos recuperar la energía de las protestas masivas contra Trump, como las ocupaciones de aeropuertos tras su prohibición de aceptar musulmanes, si esperamos derrotar a Trump. La burguesía y sus partidos políticos no quieren a Trump porque desestabiliza su preciada economía. Nosotros no queremos a Trump porque desata ataques contra la clase obrera y los oprimidos. Nuestra oposición no es la misma.
Esta lucha política contra la derecha debe adoptar una perspectiva independiente de clase si queremos que tenga éxito, porque la lucha contra la derecha es parte de la lucha contra el capitalismo. Para erradicar y destruir verdaderamente a la derecha, necesitamos destruir los factores materiales que conducen a su ascenso, y esos factores son inherentes al sistema capitalista. La opresión y la explotación son componentes vitales del sistema capitalista, y este no puede existir sin ellas. Por tanto, si queremos expulsar de verdad la opresión y la explotación, tenemos que derrocar este miserable sistema y sustituirlo por un sistema basado en el control de los trabajadores, en el que todos obtengan lo que necesitan y se garanticen los derechos. Ni los demócratas ni los republicanos quieren esto, así que no podemos organizarnos con ellos para derrotar al sistema que están apuntalando activamente. Trump no es más que un síntoma maligno (como lo es DeSantis) de un sistema capitalista que está feliz de despojarnos de nuestros derechos más básicos si eso hace que otros se beneficien más.
Más bien, necesitamos construir nuestro propio proyecto político: un partido independiente de los capitalistas, un partido que luche por el socialismo y por los oprimidos. Este partido puede organizar nuestra oposición a la derecha y a Trump y unir nuestras luchas bajo la bandera del socialismo. Esta es la fuerza política que puede enfrentar y derrotar a la derecha. Acusado o no, condenado o no, Trump nunca se enfrentará a la justicia porque el sistema judicial tendría que admitir los innumerables crímenes del régimen y el capitalismo. Esta acusación es solo teatro político, destinado a demostrar que el sistema puede hacerse cargo de Trump. Pero sabemos que no puede. El sistema ayudó a crear y empoderar a Trump. Para derrotarlo a él y a las fuerzas políticas que representa, tenemos que organizarnos contra el sistema. Esto significa no solo organizarnos contra Trump, sino también luchar por los sindicatos en nuestros lugares de trabajo, luchar contra los ataques capitalistas a las personas trans y de color, organizarnos contra los ataques bipartidistas a los inmigrantes, organizar movimientos de masas combativos contra el avance de la extrema derecha, y formar nuestro propio partido político que pueda unir todas estas luchas bajo la misma bandera: la bandera del socialismo.
Traducción: Loly Vera