Sin duda este ha sido el año del coronavirus. El impacto de la pandemia ha sacudido todas las esferas de la sociedad, desde la sanidad hasta la economía, pasando por la educación y las formas de socialización. Entre los sectores más afectados en el ámbito laboral nos encontramos nosotros: los y las jóvenes.

Pablo Castilla Contracorrent Barcelona - estudiante de Filosofía, Economía y Política en la UPF
Lunes 2 de noviembre de 2020
Según un informe del Instituto de la Juventud (INJUVE), en el mes de julio solo el 33,5% de las personas jóvenes tenían empleo, incluyendo a quienes estaban en ERTE. El dato se agrava cuando tenemos en cuenta que el 29,6% de ellos tenía un alto riesgo de perder su empleo por trabajar en sectores vulnerables como la hostelería y los servicios. En este sentido, con el avance de las medidas restrictivas y el cierre o reducción de la actividad en bares, restaurantes, teatros y otros sectores del ocio y la restauración, todo apunta a que se confirmarán los peores pronósticos al respecto.
Además, los trabajos de verano, una de las principales fuentes de ingresos para los jóvenes, también se han visto afectados. El empleo juvenil estacional cayó un 14,1% en julio respecto al año pasado en dichas fechas. Durante esta época muchos y muchas jóvenes no han sido contratadas debido a la reducción de la demanda de empleo o han sido despedidas ante el cierre de actividades.
Hay quienes especulan diciendo que, ante la falta de trabajo, los y las jóvenes optaremos por los estudios. Sin embargo, también llevamos años sufriendo un proceso de elitización de la universidad con tasas desorbitadas, lo cual hace que no sea descabellado pensar que este fenómeno se agrave. El resultado es que hay un gran número de jóvenes que no estudian y no trabajan, pero porque tampoco pueden siquiera permitírselo.
Antes de la pandemia ya éramos uno de los sectores más precarios y ahora eso se profundiza. ¿Y cómo nos tratan? Con persecución y criminalización. Se nos tacha de irresponsables y se señalan los pocos ejemplos de mal comportamiento, pero no se habla de los transportes públicos abarrotados o los trabajos precarios sin medidas de seguridad.
El efecto de la pandemia no solo ha afectado a lo laboral, sino también a lo psicológico. Según un informe publicado por la OIT, más de la mitad de los y las jóvenes entre 18 y 29 años a nivel mundial afrontaban con incertidumbre o temor sus perspectivas laborales de futuro; un 50,2% presentaba posible ansiedad o depresión.
Somos una generación marcada por las crisis, primero la del 2008 y ahora la del coronavirus. Hemos visto claramente como en este sistema las pérdidas se socializan y los beneficios se privatizan. Quienes decían representar una alternativa para la juventud hoy forman parte de un gobierno que impulsa una FP de “rider”, asegurando así que la mano de obra, además de barata, esté bien educada para servir a los intereses de las empresas.
Quienes decían representar una alternativa para la juventud y la clase trabajadoras rápidamente dejaron de serlo y hoy son quienes gobiernan con el PSOE sufragando los ERTEs de empresas millonarias. Ante esta situación de aumento de la precariedad laboral, despidos e incertidumbre de futuro para la juventud, Unidas Podemos forma parte de quienes hoy nos dicen: a descansar por la noche seguros en casa que mañana hay que ir a trabajar.