Hay que barrer con toda ilusión de que la nueva Constitución va a resolver las demandas por las cuales nos rebelamos hace dos años ya que no toca los principales ejes de la acumulación capitalista, deja todo en manos de un gobierno que no ha querido tocar a los grandes empresarios y de un parlamento que está dominado por los partidos tradicionales de los 30 años.
Viernes 8 de julio de 2022
En una nota anterior se dio cuenta de que el final del trabajo de la Convención Constitucional estuvo marcado por el avance de la derecha con su campaña de “rechazar para reformar” la Constitución Pinochet, buscando hacer un sentido común anti indígena y anti derechos a través de su retórica de rechazo ciudadano.
Los agentes más reaccionarios de los grandes grupos económicos han ocupado para instalar este ánimo millones de pesos en noticias falsas, así como adulteración de documentos y la clásica utilización de prejuicios pinochetistas como el miedo al “comunismo”, a ser como Venezuela.
Además de ligar los efectos económicos de la guerra en Ucrania al proyecto de Constitución, como si la especulación capitalista de las materias primas y el transporte simplemente no existiera.
Por otro lado, y al margen de las mentiras que instala la derecha, el texto constitucional presentado el pasado 4 de julio es conscientemente continuador de las Constituciones anteriores, en cuanto protegen la fortuna y la propiedad de los grandes multimillonarios del país, ligados al gran capital internacional de EEUU.
La novedad es que junto a estas continuidades aparecen el reconocimiento “histórico” de elementos progresivos como el derecho a la educación, su gratuidad y democracia; los derechos sexuales y reproductivos, así como también el reconocimiento de la autonomía de los pueblos originarios, a través del Estado Plurinacional y el sistema de justicia indígena.
«De la misma manera, en el mundo del trabajo, se avanza en el derecho de igual trabajo igual salario, se dispone la libertad sindical y la libertad para la negociación colectiva por empresa, sector o rama de la producción, además de eliminar la prohibición de huelga que hoy pesa sobre sectores clave como los puertos.»
Sin embargo, tales reconocimientos de derechos están limitados a dos bandas: en primer lugar, según el contenido mismo del texto, la aplicación de los derechos van a depender en última instancia de la capacidad presupuestaria del Estado, en segundo lugar, la mayor parte de las transformaciones que promete el proyecto de Constitución están ligadas a leyes complementarias que deberán ser aprobadas por un Congreso donde la derecha es la primera minoría (68 de 155 diputados y diputadas).
Las Constituciones y la lucha de clases
Ahora bien, toda la historia constitucional del país -con el borrador incluido- muestra que la clásica fórmula leninista de que el Estado “es una máquina de opresión de una clase sobre otra” conserva toda su potencia. Las constituciones cumplen el rol entonces de las instrucciones de dicha máquina.
En este sentido, los derechos sociales en las constituciones, parafraseando a la constitucionalista australiana Rosalind Dixon (que de marxista no tiene un pelo), cumplen el rol de “sobornos” con los cuales se mantiene a la población en un estado de pasividad.
De esta manera las dos opciones del plebiscito del 4 de septiembre ponen a la clase trabajadora y grupos históricamente relegados como las mujeres, la juventud y pueblos originarios en una nueva trampa histórica: Por un lado, mantener todo tal como está, con la promesa de que un Congreso mayoritariamente de derecha haga alguna reforma parcial (más o menos como han hecho desde el ‘89) con la consigna de “rechazar para reformar”.
Toda persona honesta que quiera lo mejor para el pueblo trabajador no puede hacer otra cosa que mostrar repudio por el Rechazo.
Por otro lado, el grueso de la ex Concertación (hoy llamada a sí misma como el “socialismo democrático”) junto a la nueva élite gobernante de Apruebo Dignidad nos llaman a votar Apruebo por los derechos sociales y porque, de lo contrario, estaríamos desperdiciando la “única oportunidad” de cambiar la Constitución de Pinochet-Lagos.
Desde el 5 de julio, otra opción cómoda para los partidos de los 30 años y el gran empresariado se desarrolla tras la "vía alternativa" que propone el ex presidente de la transición pactada Ricardo Lagos, donde queda visible hacia donde apuntan los otros sectores ligados a la ex concertación y la nueva Mayoría; se trata de una opción ni por el apruebo ni por el rechazo, sino poner el foco en las reformas constitucionales para "incorporar los diferentes punto de vista de todos los sectores". Hacen un llamado a dejar las diferencias de lado de parte de los protectores de la constitución de Pinochet y quienes prometen resolver las contradicciones del sistema capitalista con un nuevo "pacto social", para concentrarse en la gobernabilidad; idea fundamental que dio nacimiento al Acuerdo por la paz y la nueva Constitución; desvío impulsado por Boric, la ex concertación y la derecha, de la rebelión popular de 2019.
Con las diferentes apuestas de los mismos de siempre de la mano con el capital chileno e internacional más claras; podemos sintetizar que sin duda es un avance el reconocimiento a pueblos indígenas, derechos reproductivos, de sindicalización etc, pero éstos quedan en el aire si es que no tenemos un financiamiento integral de aquellos e incluso, no son cambios implementados desde las bases de la sociedad (con democracia directa y representantes revocables que reciban de sueldo lo mismo que un trabajador calificado, por ejemplo).
Hay que barrer con toda ilusión de que la nueva Constitución va a resolver las demandas por las cuales nos rebelamos hace dos años ya que no toca los principales ejes de la acumulación capitalista, deja todo en manos de un gobierno que no ha querido tocar a los grandes empresarios y de un parlamento que está dominado por los partidos tradicionales de los 30 años.
Por esto es que confiamos en el camino de la movilización, de la auto organización, con un programa que se proponga atacar la ganancia del gran empresariado para financiar las necesidades de las mayorías populares.
Más allá del voto, como jóvenes de izquierda, somos parte y le hablamos al sector que relegaron durante todo el proceso constitucional, a lxs secundarixs, a quienes negaron el voto hasta hoy ya que para estos sectores que hoy discuten fervientemente que postura tomar para calmar las aguas, somos simples símbolos de inconformidad o de criminalización de la protesta.
Al movimiento estudiantil, les jóvenes que viviremos en este nuevo sistema político que se discute tenemos que tener en mira, que es indispensable pelear por una oposición por izquierda al gobierno de Boric, una alternativa desde la clase trabajadora, socialista y revolucionaria.
Esto plantea una tarea inmediata para todas y todos quienes no confiamos en este gobierno, una salida concreta para superar la traba inmediata que significa la composición actual del congreso, donde tenemos sectores anti derecho de las mujeres, representantes de los intereses empresariales y gran acuerdistas, con una coalición de gobierno que promete grandes reformas pero que no tiene el peso independiente para pasarlas adelante sin pactar con sectores abiertamente de derecha.
Esta salida significa que la clase trabajadora se ponga al centro con sus métodos y sus demandas, por un aumento general e inmediato de los salarios acorde a la inflación de los alimentos, por el reparto de las horas de trabajo entre ocupados y cesantes, rebajando la jornada laboral a 30 horas a la semana, sin rebaja salarial alguna; que plantee la expropiación sin indemnización y bajo gestión de sus trabajadores de todas las empresas de servicios básicos que especulen con los precios.
Este es el gran desafío para un movimiento de izquierda que se plantee resolver las contradicciones del sistema capitalista, sin confiar en sus representantes y perpetuadores, un desafío de época que miles hemos llevado adelante pensando más allá de las meras soluciones electorales para el pueblo, que después la clase dominante y sus representantes reafirman con represión.