Demonizados y atacados por una parte de los grandes medios, los trabajadores agrupados en el Sutna enfrentaron una fuerte alianza entre patronales y Gobierno. La CGT y gran parte de la burocracia sindical volvieron a aportar su pasividad cómplice.
Viernes 30 de septiembre de 2022 18:52
Expulsada mil veces del discurso político y de los análisis sociológicos, la lucha de clases siempre está volviendo. Lo hizo, con fuerza, en los 150 días que duró la importante pelea de los trabajadores agrupados en el Sutna y que acaba de culminar con un importante triunfo, que alienta al ejemplo entre la clase trabajadora.
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“Toda lucha de clases es una lucha política”, sentenciaron los jóvenes Marx y Engels en esa genialidad llamada Manifiesto Comunista. La pelea librada en el neumático no escapa a esa definición global. El conflicto estuvo muy lejos de reducirse a un enfrentamiento cerrado en las fronteras de Fate, Pirelli y Bridgestone.
Fue, desde el inicio, un conflicto que involucró a múltiples actores. Y mientras más se acercaba a su desenlace, más evidente se volvió su carácter de lucha testigo tanto en el terreno salarial como en el otro, más amplio, de los combates de clase. Los obreros debieron enfrentar un conjunto de enemigos que incluyó a las patronales del sector, al Gobierno nacional, una porción sustancial de los grandes medios de comunicación y la derecha política nacional.
Señalemos una cuestión esencial. Junto a la demanda salarial, los trabajadores pusieron en debate el convenio del sector. Al reclamar el pago al 200 % de las horas trabajadas los fines de semana, desafiaron, también, una conquista de las patronales lograda en pleno neoliberalismo. Este reto disparó la dureza patronal.
“El que no salta es patronal, el que no salta es patronal”
Durante meses asistimos a una profunda intransigencia por parte del empresariado a la hora de discutir las demandas obreras. Javier Madanes Quintanilla, dueño de Fate y uno de las veinte personas más ricas del país, se convirtió en vocero explícito de la ofensiva patronal. Convocado a los medios para construir su relato anti-obrero, presentó salarios altísimos que nadie cobraba y encubrió deplorables condiciones laborales que efectivamente son sufridas por los operarios. Mentir para engañar a la llamada opinión pública: parte esencial de la estrategia empresarial.
Los obreros contestaron mostrando sus recibos de sueldo ante las cámaras. Desafiaron a las patronales a que mostraran sus ganancias; sabían que eso no ocurriría. El llamado "secreto comercial" tiene carácter sagrado para el capital. Los trabajadores denunciaron, además, las pésimas condiciones laborales en un sector que, en las estadísticas laborales, es tristemente conocido como la “picadora de carne” por sus terribles consecuencias sobre la salud obrera. La superexplotación patronal quedó bajo la lupa de parte de la sociedad y los medios.
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Esa ofensiva patronal sumó virulencia con las empresas acudiendo directamente al lock-out. La multinacional Firestone-Bridgestone anunció el cierre temporal de su planta. Ansiosos y voraces, los grandes medios de derecha corrieron a condenar lo que llamaron “extorsión gremial”. Una burda operación mediática convirtió a la multinacional en victima de la “violencia obrera”.
En esa ofensiva contra los trabajadores sumaron apoyos: la extorsiva y golpista Sociedad Rural repitió el argumento. La derecha radicalizada del país habló de “caos” y llegó a pedir “cárcel o bala” para los trabajadores que reclamaban. Otros, payasos de redes sociales que nunca agarraron una pala, ofrecieron sus servicios como eventuales carneros de la lucha obrera. Patricia Bullrich, montada en su campaña electoral, se sumó a las condenas a la lucha obrera.
Estos discursos de odio contra la lucha de clases circulan ampliamente en la derecha político-mediática. Si atendemos más de conjunto a la coyuntura nacional, se lanzan hacia todo aquel que se mueva reclamando. Como el movimiento de desocupados o les jóvenes secundaries que toman colegios en CABA. La lógica política esencial radica en condenar el derecho a la protesta.
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¡Viva la lucha de los obreros del Neumático! pic.twitter.com/CGbsIFu7cs
— Nicolas del Caño (@NicolasdelCano) September 30, 2022
Demonización y macartismo
De conjunto, durante semanas se asistió a un enorme operativo político y mediático destinado a condenar el reclamo obrero. A construir un discurso acorde a la demonización de la lucha. Utilizando la pertenencia partidaria de Alejandro Crespo -militante del PO- las acusaciones de “troskos” y “zurdos” se multiplicaron al infinito.
Ese ataque, sin embargo, revela una verdad evidente. El sindicalismo ligado a los partidos del Frente de Izquierda es parte, hace años, de las batallas más duras de la clase trabajadora. No resultó casual que en estos días los grandes medios recordaran importantes luchas como las de Kraft (2009), Lear (2014) o PepsiCo (2017), marcadas por la participación del PTS-FITU y donde la clase trabajadora también enfrentó con fuerza el ataque patronal y las traiciones burocráticas.
Esa presencia de la izquierda en el mundo sindical es un dato inocultable. No solo en el Sutna, donde están presentes varias corrientes de izquierda -entre ellas la Granate, ligada al PTS-, sino también en otros sectores de la clase trabajadora, de peso estratégico, como Subterráneos, Telefónicos o Alimentación, por citar algunos pocos. Su avance está estrechamente ligado a la multiplicidad de engaños y traiciones que producen las dirigencias burocráticas del peronismo.
Al mismo tiempo, esto conecta con una creciente importancia de la izquierda (PTS-FITU) en la escena política nacional, evidente a partir de referentes como Nicolás del Caño o Myriam Bregman. Alcance que se potencia en la medida en que el ajuste implementado por el Frente de Todos carcome su propia base de apoyo.
El temor al “contagio” de esa disposición a pelear del neumático es lo que asusta el mundo de los empresarios y al poder político. En un océano de pobreza y al compás de una inflación alarmante, la lucha del Sutna es un gran incentivo para que la clase trabajadora tome el camino de la lucha de clases por sus demandas.
Para la clase dominante esa presencia de la izquierda clasista representa un problema nodal. El gran capital aprovecha al máximo a la dirigencia sindical traidora. Construida bajo el primer peronismo; continuada y consolidada por todos los gobiernos posteriores, más allá del signo político; esa casta burocrática permanece pasmosamente pasiva ante las diversas variantes de ajuste. Y en estos meses, jugó también su papel frente al conflicto del neumático.
Dentro del agonizante triunvirato cegestista que integran Héctor Daer, Carlos Acuña y Pablo Moyano, los primeros dos no emitieron palabra de apoyo a los trabajadores. La que parece haber sido su única intervención pasó por pedir leña contra los obreros del Sutna durante una reunión en la Quinta de Olivos. El dirigente Camionero, en cambio, acompañó el reclamo. Pero estuvo lejos de convocar alguna medida de fuerza solidaria, capaz de inclinar la relación de fuerzas a favor del reclamo obrero. Recordemos: la lucha duró casi medio año.
El Gobierno, ese aliado incondicional de las empresas
En los largos meses del conflicto, Claudio Moroni fungió casi un gerente de Recursos Humanos de Fate, Bridgestone y Pirelli. El ministro de Trabajo avaló el accionar completamente prepotente de las patronales frente a los trabajadores. Maximizó ese rol cuando acompañó el intento de cerrar unilateralmente la discusión paritaria correspondiente a 2021/2022, ofreciendo un provocador 38 % para la siguiente.
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Más de conjunto, el Gobierno del Frente de Todos evidenció un combativo alineamiento del lado patronal. En esta colaboración activa, Sergio Massa merece un lugar destacado. El superministro de Economía elegido por Cristina Kirchner y Alberto Fernández intervino en el conflicto para desplegar un chantaje anti-obrero, amenazando abrir las importaciones de neumáticos para quebrar la lucha. Los trabajadores no se dejaron amedrentar. Sostuvieron el paro general y los bloqueos. Al mismo tiempo, le dedicaron un profuso cancionero donde lo que sobraban eran insultos.
Consignemos: Massa actuó como Massa podía actuar. El ministro es un aliado incondicional del gran empresariado. ¿Qué otra cosa que amedrentar obreros podría haberse esperado de él? Sin embargo, más allá de las personalidades están las políticas. Y el hombre de Tigre encarna un proyecto político de ajuste alentado por el conjunto del Frente de Todos. Acordado con el FMI, el programa de recortes, inflación y enfriamiento de la economía tiene el aval de Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Los tuits vertidos por la vicepresidenta esta semana, a propósito de la indigencia y la pobreza, pueden mirarse como un intento tibio de despegarse de la crisis social que ese ajuste conlleva. Pero a la hora de la verdad, en el oficialismo todos danzan la música ejecutada por Kristalina Georgieva.
Lecciones de batalla
Hace ya tiempo, Lenin afirmaba que “la huelga enseña a los obreros a comprender cuál es la fuerza de los patrones y cuál la de los obreros: enseña a pensar, no sólo en su patrón ni en sus camaradas más próximos, sino en todos los patrones, en toda la clase capitalista y en toda la clase obrera (…) además, abre los ojos a los obreros, no solo en lo que refiere a los capitalistas, sino también en lo que respecta al Gobierno y a las leyes [1]
La época de las redes sociales, la telefonía móvil y los grandes medios digitales amplifica el alcance de esas enseñanzas. En tiempos de Instagram, Twitter o Whatsapp, la información viaja y se expande a ritmos rabiosos. Esa circulación permite a cientos de miles o millones sacar conclusiones cercanas o similares a las de quienes participan en cada lucha.
Las palabras de Sergio Massa chantajeando a los obreros del neumático llegan a mil celulares en un instante. O se convierten, en minutos, en tendencia en Twitter; o en el centro de los portales de noticias. Las respuestas obreras al ataque corren, también, a velocidad. Citemos un solo ejemplo: en menos de 48 horas, un video de los obreros contestando las mentiras patronales sobre salarios alcanzó 1.000.000 de reproducciones solo en la cuenta de Tik Tok de La Izquierda. Esa viralización también existió a través de innumerables grupos de Whatsapp de los propios trabajadores. Precisamente, al servicio de esta importante pelea por la verdad, pusimos todos nuestros esfuerzos desde La Izquierda Diario.
La importante lucha del Sutna desnudó a los enemigos del conjunto de la clase trabajadora. Evidenció, ante los ojos de miles o decenas de miles, el papel real que cumplen las instituciones del Estado. Aquellas que, convocada a velar formalmente por el "bien común" atienden efectivamente a los intereses del gran capital. Estas lecciones son esenciales para los combates que el pueblo trabajador protagoniza y protagonizará en el período por venir.
[1] Sobre las huelgas. En Lenin. Obras selectas. Tomo 1. Ediciones IPS. p. 65.
Eduardo Castilla
Nació en Alta Gracia, Córdoba, en 1976. Veinte años después se sumó a las filas del Partido de Trabajadores Socialistas, donde sigue acumulando millas desde ese entonces. Es periodista y desde 2015 reside en la Ciudad de Buenos Aires, donde hace las veces de editor general de La Izquierda Diario.