La historia de la salud mental desde sus inicios ¿Cuál fue el rol de la iglesia?
Viernes 17 de diciembre de 2021
Pese a que la depresión es considerada la pandemia del siglo actual y una consecuencia inequívoca del sistema capitalista, la realidad es que viene desde hace miles de años, en cada generación y en cada periodo histórico la depresión y las enfermedades mentales han sido una fuente de incógnitas y misterios para los estudiosos.
¿Alguna vez se han preguntado de dónde viene el desprecio por la salud mental en nuestra sociedad? si alguna vez esta pregunta ha rondado sus cabezas, probablemente han llegado a la conclusión de que la despreocupación de las instituciones estatales y de salud pública por la salud mental proviene de la inmensa presión de los intereses empresariales, ya que preocuparse de los sentires y anhelos de las personas sería un gran problema para la producción, debido principalmente a las altas e insanas horas de trabajo y las consecuencias del agobio laboral.
Sin embargo, es mucho más complicado que eso, así como el desprecio a las mujeres, anclado a una sociedad machista, es mucho más profundo que las diferencias entre sexos.
A lo largo de cientos de años, la iglesia se encargó de poner un signo de alerta y castigo a todo lo que no conocía y no cabía dentro de lo que consideraba “divino”, lo hizo con las mujeres, con la ciencia, con el arte y también lo hizo con la salud mental.
Empecemos desde el principio, muchos años atrás entre los griegos, se manejaba la teoría de los humores, utilizada para entender los estados de salud, según esta teoría el carácter se concibe como resultado de cuatro fluidos corporales, la flema, la bilis amarilla, la sangre y la bilis negra.
Esta última en griego se escribe melaina chole, que daría paso a la la palabra melancolía, que según filósofos como Hipócrates era la responsable de los estados negativos y de abatimiento. Hoy sabemos que la bilis negra no existe, sin embargo, las primeras observaciones de la consecuencia de la bilis negra en el cuerpo se mantienen, por ser el primer precedente de los estados depresivos.
La predominancia de la bilis negra estaba relacionada a los cambios estacionales, la carga de trabajo y las malas condiciones de vida. Era observada de cerca, porque atacaba principalmente a mujeres, artistas y filósofos. En esos tiempos ya se reflexionaba sobre el impacto de los males en la psiquis, en el cuerpo y de la incorruptible relación entre éstos.
La Edad Media supone un borrón de las primeras raíces sobre estos estudios, ya que la inquisición consideraba la depresión como una manifestación de la desaprobación de Dios, una muestra de que quien la vivió era rechazado en el reino divino.
San Agustín predicaba que lo que nos diferenciaba de los animales, era el uso de razón, por tanto la perdida de esta convertía al hombre en una bestia, desde ese enfoque se refería a los melancólicos como sujetos que habían perdido la capacidad de raciocinio, al mismo tiempo que perdían la alegría y todas las cosas buenas que la imagen divina ofrecía.
Desde estos planteamientos se creía que la tristeza y el abatimiento eran señal de una posesión demoniaca, de ser así, y si el demonio no se podía exorcizar de la persona, ésta misma debía ser eliminada, en esta línea es que comparaban la depresión a las emociones sentidas por Judas, quien en la historia bíblica se habría suicidado tras traicionar a Jesús, es por esta razón que existe la costumbre de expulsar a los suicidas de los cementerios.
En esta época se cazaban brujas y herejes, que en realidad eran mujeres, científicos y artistas que no deseaban vivir bajo las normas de la iglesia, también se cazaban epilépticos, esquizofrénicos, bipolares, depresivos y toda la gama de personas afligidas por enfermedades mentales que podamos imaginar gracias a los estudios que conocemos ahora, que han proporcionado una pizca de claridad a lo que es vivir con una enfermedad que afecta al cerebro.
Es en este contexto, que podemos imaginar que todas estas personas iban a parar a cárceles e instituciones sanitarias controladas por la iglesia, donde eran torturados y atormentados antes de ser llevados a la hoguera, arrojados al mar con ladrillos o sometidos a algún tortuoso castigo que significaba la muerte.
Teniendo esto en nuestra retina es que podemos decir que el castigo y el prejuicio a las aflicciones mentales son una cosa draconiana, una herencia de la iglesia, de su ligazón con el estado y el poder de las clases dominantes, que expresa una vez más la intención de mantener el sistema sin cuestionar.
¿Por qué digo esto? porque las enfermedades mentales, así como cualquier otra, son las muestra de que el sistema tal como está no funciona para todos, que no es amplio, fácil y diverso para todos los que pisan la tierra y que para llegar a ser así es necesario cambiar las cosas de raíz.
Puede que en un futuro, sin clases dominantes y sin instituciones que castiguen las diferentes capacidades, sigan existiendo enfermedades mentales, porque en muchos casos, responden a una estructura química del cerebro que debe ser atendida para funcionar correctamente, sin embargo puede que el prejuicio, la falta de oportunidades y el aislamiento, así como el desconocimiento de como tratarlas ya no sea un límite.
Actualmente la melancolía sigue siendo un problema que aqueja a miles y aunque no existe una bilis negra que controle el cuerpo, para muchos, vivir con estas enfermedades es como si algo externo controlara el cuerpo y los pensamientos, es por eso que es una necesidad de las futuras generaciones luchar por un sistema público de salud integral hacia todas las enfermedades, pero también ir por una sociedad que no potencie la sensación de agobio y vacío, que son sensaciones que el capitalismo acuna y fortalece para seguir explotando y oprimiendo.