El pasado miércoles 28 de septiembre se conmemoró el día internacional del aborto. Los eventos pro-aborto comenzaron desde horas de la mañana en el atrio de la Universidad Mayor de San Andrés con distintas agrupaciones feministas, como Pan y Rosas, el colectivo cuerpa autónomo y el colectivo rapsistencia entre otros, extendiéndose hasta las 9:00 pm.
Lunes 3 de octubre de 2016
Foto: panyrosas.cl
Se utilizaron distintos mecanismos de propaganda, difusión y acción política como proyecciones, volates y música en vivo, hubo muy buena recepción tanto de los transeúntes como de la comunidad estudiantil que fue a presenciar los actos, aunque, por supuesto, no faltaron conservadores antiabortistas que abuchearon y vociferaron frases cristianas planteando posicionamientos “en contra del asesinato”.
Sin duda es un tema muy polémico, los principales argumentos utilizados por las corrientes feministas, y que determina uno de los ejes centrales de discusión, es la lucha por el derecho de autodeterminación del cuerpo de la mujer, tesis que suelen decantar en debates acerca de los métodos por los cuales se podría lograr y bajo qué direccionalidad política. Es fundamental, sin embargo, comprender que la lucha de las mujeres por su autodeterminación corporal y espiritual no acaba en la discusión del aborto y que esta discusión es sólo una faceta de tantas otras que se plantean para combatir al Estado patriarcal, el cual, mediante sus brazos represores, regula el cuerpo de la mujer a conveniencia del mercado capitalista, ya sea por coacción (por ejemplo mediante las leyes) o por convencimiento (mediante la cultura machista), pero siempre violentando.
Por otro lado, los posicionamietos más reaccionarios interpelan dichos postulados argumentando que el aborto es parcial o totalmente equivalente al infanticidio, lo cual sólo puede comprenderse si adquirimos los axiomas religiosos apologetas de éste sistema patriarcal que vela constantemente por el núcleo familiar tutelado por el varón, núcleo que representa una pieza clave en la reproducción de la economía capitalista. Para el sistema económico y político actual (centrémonos en la actualidad para no desviarnos), la regulación del cuerpo de la mujer cumple un rol económico favorable a nivel social e individual ya que, por ejemplo en respecto a la reproducción humana, es más conveniente que exista mano de obra sobrante para que las clases dominantes, aquellas que administran justamente el Estado, tengan mayores posibilidades de explotación de las clases populares y mayoritarias. De ahí devienen también las concepciones conservadoras que apelan a la moral cristiana para la cohesión familiar que oprime a la mujer, pues “la familia es el núcleo de la sociedad”.
Si la lucha en contra de la patriarcalidad estatal encuentra una de sus premisas de mayor peso en el derecho a la libre autodeterminación del cuerpo de la mujer, ésta lucha también tendría que plantearse en el marco de la cotidianidad ya que es en ella donde la opresión se desenvuelve con más libertad pues es mucho menos evidente y por tanto mucho menos combatida, o dicho de otro modo, la lucha contra la opresión de género por el patriarcalismo debería practicarse diariamente y a todas horas ya que la regulación del cuerpo femenino se manifiesta más a menudo de lo que se parece, y uno de los aspectos más importantes de la vida cotidiana de las personas son sus relaciones amorosas, ya sean de noviazgo, matrimonio o compañerismo de distinta índole.
Actualmente, todas éstas relaciones suelen tener su mayor asidero y fundamento en el acuerdo monógamo, lo que representaría una seria contradicción si alguien se plantease luchar por su libre autodeterminación corporal y espiritual. Tómese en cuenta que la monogamia no sólo es un tipo de acuerdo bilateral que establece una serie de normas, más implícitas que explícitas por cierto, que permiten modificar la interrelación de un par de individuos supuestamente en favor de sus impulsos corporales y sentimentales, sino que es, además, un tipo de composición familiar. El acuerdo monógamo es el único que posibilita la creación del núcleo familiar tradicional, toda familia contemporánea se basa y fundamenta en el acuerdo monógamo, e históricamente la familia moderna no podrá modificarse si no es con la emergencia de movimientos ideológicos que cuestionen la monogamia.
El acuerdo monógamo es uno de los elementos ideológicos más potentes del Estado patriarcal: es excluyente, privatizador y heterosexualizante, como la familia misma. Las relaciones amorosas, hoy en occidente, no son libres de desarrollo si no es en monogamia, cuya principal característica es la exclusividad corporal y, ¿cómo no?, espiritual. En efecto, si se acuerda mutuamente que las expresiones amatorias excluyen a todos los demás individuos, el primer problema político es que se da consensuada potestad a decidir por la humanidad del otro en función a los intereses propios, lo que significa una drástica reducción de los derechos de autodeterminación y libertad tanto sexual como sentimental para con uno mismo y da cabida a pensar en la libertad de la pareja como algo problemático y contraproducente. El segundo e inmediato problema que se desprende es que al momento en que se quieran socializar dichas expresiones amatorias, porque siempre existe el impulso de hacerlo, el método por excelencia del que se echa mano es la opresión de género; suponiendo que una de las partes desee sexual o sentimentalmente a un tercero, si es consecuentemente monógama entonces reprimirá sus impulsos, y esto no significa otra cosa que la inhibición voluntaria de la libertad propia, la moral burguesa exalta cataloga ésta acción como fidelidad. Ahora, si rompe el acuerdo y cumple sus fantasías independientemente de su pareja, es decir si comente infidelidad, el modo en que el otro o la otra buscarán subsanar ésta falta es mediante el chantaje emocional, la humillación, los golpes y otros recursos de violentamiento, acciones todas que favorece tanto a la institución matrimonial como a la familia y al Estado, o sea que dichas instituciones necesitan de la fidelidad para perpetuarse.
Partamos de hechos concretos: el aborto no es posible sin el embarazo que a su vez no es posible sin que haya habido relaciones sexuales previas (podrán haber ciertos reparos pero éste es el fenómeno social predominante), lo que nos lleva también a la discusión de la libertad sexual y el amor libre, a menos claro que estemos ante un caso de coacción (violación, estupro, chantaje, etc.), y si discutimos acerca de la autodeterminación corporal, se abarca todo cuadro. Sí, la autodeterminación del cuerpo es lo que está en discusión cuando las mujeres se organizan y juntas arremeten de distintos modos para exigir al Estado y a la sociedad masculina que paren la constante coacción (violaciones, etc.) y cosificación hacia el género femenino, pero también y en la misma medida se debería incluir la discusión de la libertad sexual y el amor libre, y al hacerlo no podremos escapar a la disputa entre cuerpo libre o monogamia, esta última basada en la cosificación corporal. Otro hecho concreto es que incluso las mujeres mismas son partícipes de constantes coacciones hacia los varones en sus relaciones de pareja, controlando su ser, del modo que pueden, con el discurso de la fidelidad, aunque también esto se da entre las diversas tendencias sexuales (héteros, lesbianas, etc.), es decir que es un hecho absolutamente generalizado. El violentamiento que crea la monogamia tiene por principal herramienta la propaganda de la fidelidad, que no es otra cosa que el elemento central cultural de cohesión de la familia monógama.
Observemos también que la misma composición familiar impide la libertad sexual de la mujer ya que si alguna decidiera tener diversas parejas sexuales cabría la posibilidad de que quedase embarazada, incidiendo en los lazos consanguíneos familiares tanto de parte suya como de las del marido, si es que lo tuviera, mas no suele suceder esto con el hombre ya que ante el mismo problema él tendría muchísimas más posibilidades de que su falta sea menos evidente. La familia moderna está configurada de tal modo que si una mujer tiene un embarazo no deseado, el futuro individuo que resulte de ello pondría en riesgo el además del prestigio del apellido (por vía paterna) de la familia, el derecho de herencia, además que un sujeto que no comparta el parentesco con el núcleo familiar siempre será tratado como un elemento, por así decirlo, de segundo orden (me refiero a hijos adoptados, padrastros, madrastras, hermanastros, etc.), pero si un varón embarazase a una mujer, coaccionándola o no, tiene muchísimos recursos para lograr que dicha eventualidad no pase de ser “una mala noticia”, y que su familia no sufra mayores consecuencias que las de algunos malestares morales. En este caso en particular, las mujeres siempre tienen las de perder: si se da lugar al alumbramiento el bebé será criado en un ambiente hostil, y si se decide por el aborto y lo lograse pese a las limitaciones sociales, quedará estigmatizada por el círculo familiar y social, por eso es tan importante la organización colectiva para la lucha política y cultural.
Sin embargo, la sociedad ha naturalizado en tal grado la privatización y cosificación del cuerpo humano que logra que incluso las feministas reafirmen todos los días la lucha por la decisión libre del útero a cierta hora del día y luego, a otra hora, sean ellas mismas quienes rindan cuentas de sus corazones y órganos sexuales a sus parejas en sus hogares. Es francamente contradictoria la disputa en contra de la regulación del cuerpo por el Estado patriarcal en tanto se establece, mediante la monogamia, la regulación del cuerpo por la pareja y hacia la pareja. La monogamia es la herramienta opresiva que el Estado necesita para la conformación de la familia tradicional, y esto merece cierta atención cuando hablamos de opresión de género. La mujer debe más fidelidad al hombre que el hombre a la mujer pues la cultura tiende a la cosificación del cuerpo femenino, desde el palacio de gobierno hasta nuestros hogares, por eso para la sociedad siempre será peor vista una mujer infiel que un varón, porque es “inaceptable” que un individuo ejerza su libertad sexual, pero es repulsivo que el objeto de su deseo la ejerza.
Al decir los revolucionarios que “lo personal es político y lo político es personal”, se ataca la visión tradicional y reaccionaria de que alguien pueda obrar bien en la vida política y en la vida personal bajo dos lógicas distintas, bajo dos agendas distintas. La coherencia e integridad revolucionaria se ven melladas si se hace Estado al pregonar con la práctica relaciones personales de noviazgo funcionales al mismo, pues presupone la reproducción de la dinámica moral y económica estatal. Los acuerdos de exclusividad, casi siempre sobreentendidos al momento de pactar un noviazgo, tienen por función la mutua fiscalización del cuerpo y el espíritu de la pareja y naturalizar la cosificación y negación del otro como individuo.
Existen muchos más elementos opresivos en el acuerdo tradicional monógamo que serán señalados en otro momento, pero si tomamos en cuenta sólo el aspecto de la exclusividad corporal y sentimental podremos constatar que hay mucho en lo cual las corrientes feministas pueden trabajar para la lucha en contra del machismo y a favor de la libre autodeterminación del cuerpo, y que la frase “por un orgasmo libre, colectivo y popular” tenga tanta importancia como la que versa “nosotras parimos, nosotras decidimos”.
*Estudiante de Filosofía de la UMSA y militante de la Corriente Estudiantil Revolucionaria Octubre.