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Red Internacional
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A 50 AÑOS DEL MOVIMIENTO DE 1968. La ocupación del Casco de Santo Tomás

Después de la ocupación de Ciudad Universitaria, seguiría la ocupación del Casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional.

Óscar Fernández

Óscar Fernández @OscarFdz94

Domingo 23 de septiembre de 2018

El 23 de septiembre, el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra presenta su renuncia en un discurso donde declara:

Sin necesidad de profundizar en la ciencia jurídica, es obvio que la autonomía ha sido violada [...] Me parece importante añadir que, de las ocupaciones militares de nuestros edificios y terrenos, no recibí notificación oficial alguna, ni antes ni después de que se efectuaron [...] Los problemas de los jóvenes solo pueden resolverse por la vía de la educación, jamás por la fuerza, la violencia o la corrupción [..] Estoy siendo objeto de toda una campaña de ataques personales, de calumnias, de injurias y de difamación. Es bien cierto que hasta hoy proceden de gentes menores, sin autoridad moral; pero en México todos sabemos a qué dictados obedecen. La conclusión inescapable es que, quienes no entienden el conflicto, ni han logrado solucionarlo, decidieron a toda costa señalar supuestos culpables de lo que pasa, y entre ellos me han escogido a mí [...] Por ello es insostenible mi posición como rector, ante el enfrentamiento agresivo y abierto de un grupo gubernamental. [...] En virtud de las consideraciones anteriores, me veo en la imperiosa necesidad de presentar mi renuncia irrevocable.

Mientras tanto, en el Casco de Santo Tomás, tras dos días de enfrentamiento, el ejército rodea el edificio de la Escuela de Ciencias Biológicas del Politécnico (el mismo que, siendo entonces el internado de los alumnos de provincia, fuera ocupado en 1956) y parte de los estudiantes subió a la azotea. Uno de ellos usó un magnavoz y habló mientras la tropa tomaba posiciones de ataque: “¡Sepan que no tenemos miedo! ¡Podrán callarnos sólo si nos matan, pero no podrán ocultar nuestra razón!”.

Tras 12 horas de enfrentamiento, soldados y granaderos ocupaban el Casco de Santo Tomás. En la refriega se nota la diferencia entre los bandos: unos con tirachinas, resorteras, petardos, cócteles molotov, algún “suertudo” que logró conseguir una pistola calibre 22 y pistolas de clavos y los otros con rifles M-1, cascos relucientes, bazucas y tanquetas. La prensa extranjera dice que hubo 15 muertos, mientras que el gobierno sólo confirma una quinta parte (tres fallecidos). Las enfermeras del Hospital de la Mujer, en San Cosme, intentaron en vano ayudar a los muchachos a que el ejército no se los llevara.

La provocación del gobierno es el detonante de la toma: individuos incendiaron una patrulla y dos motocicletas de Tránsito. Si la toma de CU se dio sin un solo tiro, el Poli no se rendiría sin dar pelea. Los aguerridos politécnicos cavaron trincheras, hicieron barricadas con lo que pudieron y tumbaron postes para evitar el paso de vehículos policíacos y militares. Pelearon con lo que pudieron y como pudieron: a veces cuerpo con cuerpo, otras, pecho tierra. Los heridos tuvieron que ser atendidos en el edificio mismo, no había manera de que los médicos pudieran ingresar sin romper el cerco policíaco.

Finalmente, los soldados con sus tanquetas lograron entrar a Santo Tomás y la prensa pudo ver las condiciones de los jóvenes: heridos en los pasillos y muchos con heridas infectadas producto de los medicamentos improvisados en los laboratorios de biología. Algunos incluso llevan horas de haber fallecido. Los detenidos son escoltados por soldados o por corpulentos con prendas blancas en la mano izquierda y armas blancas largas en la derecha. Es hasta ese entonces, la noche más sangrienta del movimiento estudiantil, pero lo peor estaría por llegar.


Óscar Fernández

Politólogo - Universidad Iberoamericana

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