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Red Internacional
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Gobiernos cínicos. La ola de calor y el ajuste afectan el derecho a la educación de les pibes

Miles y miles de alumnes tienen que intentar estudiar en escuelas que no tienen calefacción ni buena ventilación, ni agua potable, entre tantos problemas de infraestructura. Estudios demuestran que la ola de calor afecta el proceso de aprendizaje, sobre todo en las comunidades más empobrecidas. El ajuste y el futuro de la juventud.

Miércoles 8 de marzo de 2023 13:22

Como venimos mostrando, la ola de calor golpea todo el país, pero no afecta a todos y todas por igual. La falta de servicios, los tarifazos, las condiciones de los barrios y viviendas, afectan mucho más en los barrios populares que en las zonas ricas.

Y el problema también se traslada a las aulas. Sucede en invierno, con pibes estudiando envueltos en frazadas, sucede en verano con aulas que se convierten en un horno. Edificios con instalaciones y servicios precarios, con ventiladores rotos (o directamente sin ellos), donde escasean los aires acondicionados o la instalación eléctrica no permite usarlos, con falta de circulación adecuada de aire y problemas de provisión de agua.

La situación contrasta con lo que pasa en los colegios privados. El diario La Nación cuenta sobre el "corredor semicubierto que inauguró el Colegio Northlands Nordelta, con materiales que permiten que el calor sea absorbido y almacenado por los elementos del interior, contribuyendo al calefaccionamiento del ambiente". O las inversiones del Colegio San Andrés, que incluyen "un sistema de 33 paneles solares que tiene una pantalla de display que comunica la energía generada y su impacto ambiental a los alumnos".

Una muestra de que la ola de calor no se vive igual en todas las aulas.

Pero la comunidad educativo no se quedó cruzada de brazos. En estos días docentes, alumnes y sus familias denunciaron esas condiciones. Por ejemplo en La Matanza, donde se movilizaron desde escuelas de Laferre y González Catán al Consejo Escolar para reclamar soluciones. También se conocieron las denuncias de docentes de escuelas de San Martín, San Nicolás, Bahía Blanca y la Ciudad de Buenos Aires.

Es que la conducción del SUTEBA (Baradel), se limitó a reenviar los "consejos" del gobierno bonaerense: "mantener el aula freca y ventilada", "recomendar vestir con ropa holgada y colores claros", "proponer actividades tranquilas", y "llamar al servicio de emergencia" si se le desmaya un pibe. La "calentura" fue para las docentes que recibieron el comunicado oficial. La misma que sintieron en la Ciudad de Buenos Aires, donde hay 450 escuelas con problemas de ventiliación, cuando Acuña mandó “agua fría” a las escuelas porteñas para combatir la ola de calor.

En algunos de esos lugares hubo cierres de escuelas, tal como lo indica el Reglamento de Instituciones Educativas. Pero tuvo que ser por la pelea de la docencia, porque las autoridades no querían hacerlo. Algo elemental para evitar situación aún más críticas, pero que no es ninguna solución de fondo.

La situación plantea un problema social profundo. No es una cuestión “natural”, climática. Los gobernantes del Frente de Todos y Cambiemos se rasgan las vestiduras sobre “la importancia de la educación”, “el futuro de nuestros niños”, pero los arrojan a condiciones de vida y de estudio brutales. Condiciones que afectan además los procesos de desarrollo y aprendizaje. Desde la pobreza en que crece la mitad de las infancias, hasta las condiciones de trabajo y enseñanza de la docencia, pasando por la desinversión y las "políticas pedagógicas" de los distintos gobiernos.

El ambiente de estudio es uno de esos factores. Así lo plantean estudios científicos en todo el mundo. Uno de los más conocidos fue realizado por investigadores de las universidades de Harvard, de California y la Universidad Estatal de Georgia. Estudiaron el “rendimiento” de más de 10 millones de estudiantes en exámenes. La conclusión terminante fue que “la exposición a altas temperaturas impacta de forma acumulativa en el desarrollo de habilidades cognitivas”. Incluso trazaron una relación entre la relación entre los grados de exceso en la temperatura y cómo afectaba el “rendimiento”.

Ingenieros aseguraron que “las aulas deben tener una temperatura mínima de 22º en invierno y de 24º en verano, con una humedad relativa del 40% al 60%”. ¿Cuánto hace en una escuela de La Matanza, del Gran Mendoza o Rosario, con 40 pibes hacinados? ¿40 grados?

Los estudios aseguran que “la reducción en el aprendizaje comienza a ser detectable cuando la temperatura sube por encima de los 21 grados, se acelera a partir de los 32 grados y se hace aún más notable por encima de los 38 grados”. El calor hace más difícil concentrase en clase, memorizar los contenidos y obviamente perjudica la tarea docente.

Las investigaciones dejaron otra conclusión que no por obvia deja de ser preocupante: “las familias de bajos ingresos y/o pertenecientes a comunidades negras e hispanas resultaron hasta tres veces más afectadas. Por esto, los expertos hablan de “brechas raciales” y relativas a la condición socioeconómica”.
Estas condiciones no solo hacen a la actividad en las aulas, sino al momento de hacer las tareas en casa que también sufren la “pobreza energética”.

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Cuando empieza el ciclo lectivo y la campaña electoral, los partidos tradicionales hacen discursos cínicos y demagógicos sobre “invertir en la educación es invertir en el futuro”. Las conducciones de los gremios docentes aplauden (o reenvían consejos).

Pero también surge el ejemplo de la docencia que se organiza para denunciar este ajuste y reclamar soluciones inmediatas. Es el caso de la movilización que preparan desde la Multicolor del SUTEBA Matanza para este viernes 10 de marzo, junto a la comunidad educativa, al Consejo Escolar. Como dijo Nathalia González Seligra, docente y delegada de la Secundaria 23, “la salida para garantizar una educación de calidad empieza por la pelea por aumento de presupuesto educativo, en base desconocer el acuerdo con el FMI y afectar las ganancias de los grandes grupos económicos. Tenemos que pelear por poner en pie un plan de obras de reparación y construcción de escuelas dirigido y controlado por docentes y familias; quienes somos los únicos interesados en la educación pública.”