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La organización de los trabajadores ¿qué tipo de sindicatos necesitamos?

Supuestamente los sindicatos o asociaciones son organizaciones que deberían defender los derechos e intereses de las y los trabajadores, pero muchas veces la realidad es que existen dirigentes vendidos, quienes se arreglan con los jefes según sus propios intereses y deciden entre cuatro paredes por los trabajadores. ¿Es posible otra forma y otros métodos para la organización de las y los trabajadores?

Francisco Flores Cobo

Francisco Flores Cobo Egresado/Gradista de Derecho U. de Chile

Valeria Yañez

Valeria Yañez Actriz Colectivo Artístico Tarea Urgente, gestora cultural Casa Marx Santiago

Martes 19 de julio de 2022

Hay muchas cosas que pensamos que son inamovibles, que funcionan de cierta manera y no pueden ser modificadas porque “siempre ha sido así” . Uno de esos paradigmas dice relación con la organización sindical, en donde es muy fácil encontrarse con dirigentes o directivas sindicales que no responden a los intereses de los trabajadores, que enmarcan la lucha únicamente en la pelea por uno que otro beneficio salarial, y que toman decisiones de manera “burocrática”, ósea sin consultarle a nadie, entre cuatro paredes.

Esta forma de sindicalismo no nace de la nada, fue la dictadura de Pinochet y el Plan Laboral de Jose Piñera quienes sentaron las bases para el debilitamiento de las organizaciones obreras, marcada por la mal llamada “libertad sindical” -que promueve la división de los trabajadores en muchos sindicatos- y por la búsqueda de la despolitización de estas organizaciones, con el objetivo de limitar su actividad y sus luchas únicamente a la lucha salarial de cada gremio o incluso de cada fábrica o empresa individualmente considerada.

El objetivo de la dictadura fue que los trabajadores dejarán de cuestionar esta sociedad dividida en clases y si es que iban a luchar, lo hicieran únicamente por su salario. Para eso, había que alejarlos de toda militancia y perspectiva política.

“El Plan Laboral tuvo como eje quebrantar la unidad sindical al posibilitar la existencia de múltiples sindicatos en una misma empresa (…), asociando democracia e individuo a la idea de libertad de elección para afiliarse a las organizaciones sindicales (…). Este ideario se relacionaba sin duda con el modelo neoliberal que se estaba instalando, cuya concepción de libertad se basaba en un individuo aislado y atomizado, preocupado de su propia realidad, competitivo y consumista” (López, 2014: p. 8).

El Plan Laboral se articuló dentro de un proyecto refundacional, que se apoyó en la lógica del individuo, el consumo, la precarización y mercantilización de la sociedad, junto a la pérdida de conquistas laborales y sociales. Este nuevo modelo de relaciones laborales promovió los múltiples sindicatos por empresa o servicio, junto con la afiliación personal y voluntaria.

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Para la dictadura era necesario dotar al sindicalismo de nuevos términos, lejos de la politización y ajeno a la militancia política (como sí venía siendo hasta la década del 70); un sindicalismo individual que ya no tiene como característica ser un actor transformador en la sociedad.

El Plan Laboral no solo prohibió directamente la politización, sino que buscó la forma de evitar que las y los trabajadores discutiesen sobre temas que se encuentren fuera del ámbito laboral, es decir, problemáticas que afectan a la sociedad en su conjunto y donde, claro está, la clase trabajadora tiene mucho qué decir y aportar.

Justamente “el propósito fue forjar un sindicalismo despolitizado y corporativo, que depositó en el individuo y sus capacidades el autosustento de las necesidades más básicas y su posibilidad de ascenso o inserción social” (López, 2017: p 181)

Tras el fin de la dictadura militar, esta realidad impuesta a la organización sindical, se mantuvo y se sostuvo gracias a la política de la derecha y la ex Concertación quienes bajo las lógicas heredadas por el plan laboral, buscaron conciliar a empresarios, trabajadores y el gobierno, en lo que se conoció como los “diálogos tripartitos”.

La CUT actual, la Central Unitaria de Trabajadores se fundó en 1988, en un Congreso Constituyente para apoyar el plebiscito del No a Pinochet y al candidato Patricio Aylwin (la anterior CUT, como Central Única de Trabajadores, fue disuelta en 1973). El cambio de nombre de Única a Unitaria, fue para evitar críticas de la derecha y conceder a éste sector la división de los trabajadores en organismos diversos y no únicos, apostando por el diálogo social, la moderación y la negociación, evitando la confrontación directa. Educando en un sindicalismo conciliador con los empresarios y el gobierno, que durante los últimos 30 años, ha significado una postergación de las demandas de las y los trabajadores.

​​Se trataba de evitar una política de confrontación, estableciendo una política que no incomodara ni cuestionara los límites de la transición, asumiendo la moderación y postergación de las demandas. Por otro lado, esa nueva hegemonía concertacionista, sostenida en el eje DC (Democracia Cristiana) - PS (Partido Socialista), implicaba el reconocimiento del Estado subsidiario y el capitalismo como un sistema legítimo y necesario, y de esta forma, alejar toda perspectiva de transformación estructural del modelo económico desde las y los trabajadores.

Esta crisis del sindicalismo, implantada por la dictadura, sostenida por la ex concertación y la derecha, y dirigida por las burocracias sindicales y dirigentes traidores, trajo como consecuencia una baja tasa de sindicalización, una profunda división entre organizaciones de trabajadores, la tendencia al corporativismo, la burocratización de estos organismos, y el “culto al individualismo exacerbado y a la resignación social”.

Esto último, también se vio traducido en la organización del trabajo, potenciando la competitividad entre trabajadores, reflejado en la “meritocrática” carrera funcionaria de las y los empleados públicos, la respuesta a metas sanitarias, el subcontrato, entre otras, potenciando la competencia entre los mismos trabajadores y enfrentándolo a la idea del “emprendedor individual”.

¿Cómo enfrentar esta realidad? ¿Existe otra forma de organizar los sindicatos?

La memoria histórica del movimiento sindical vivió una transformación, ya que gran parte de las nuevas generaciones que ingresaron al mundo laboral en los últimos 30 años, no conocieron la historia y tradiciones de la organización sindical luego de su casi completa destrucción por parte de la dictadura. En consecuencia, muchos de los dirigentes gremiales, tanto del sector público como del sector privado, se adaptan a la realidad actual, sin cuestionarla, y por ende terminan promoviendo una actividad sindical que forma trabajadores pasivos, preocupados únicamente por su situación individual, en donde la relación con el sindicato se trata más de obtener uno que otro beneficio, antes que ser una vía de organización, de cuestionamiento y de politización.

Pero esto no siempre fue así, ni tiene por qué seguir siendo así. Existen una enormidad de ejemplos donde podemos ver formas de organización completamente distintas a la actual, incluso superiores al sindicato; los Cordones Industriales, las Juntas de Abastecimiento y Control de Precios, las luchas por el Tarifado Nacional por rama de producción, entre otras experiencias, son palabras desconocidas para toda una generación, sin embargo, fueron formas de organización obrera que se propusieron no sólo pelear por un mejor salario y mejores condiciones laborales, sino que cuestionar al conjunto de la sociedad y pelear por aumentar el poder de las y los trabajadores, democratizando el poder político, económico y cultural.

Los Cordones Industriales por ejemplo, fueron una experiencia de autoorganización obrera y coordinación territorial entre trabajadores y trabajadoras de distintas fábricas y empresas, que se desarrollaron y extendieron durante el paro camionero de octubre en 1972, como una respuesta de las y los trabajadores ante la ofensiva de la derecha durante el gobierno de la Unidad Popular. Algunas de las empresas estratégicas pasaron al Área Social, las cuales fueron expropiadas e intervenidas, otras abandonadas o forzadas por sus dueños para ir a quiebra.

Ante la crítica situación, los trabajadores impulsaron la batalla de la producción, y buscaron las vías para dar respuesta a los problemas de abastecimiento y distribución, generando una forma de organización inédita. Se tomaron las fábricas, las hicieron producir bajo sus manos, y se coordinaron entre sí, generando además sus propios mecanismos de información y articulación, formando los Cordones Industriales, donde las y los trabajadores no solo debatían problemas laborales, sino que también una perspectiva de una nueva sociedad. Los Cordones fueron una forma de organización que superó al sindicato como tal, con todas sus trabas y estatutos legales, fue una organización de facto que levantaron las y los trabajadores ante las necesidades sociales que se presentaron.

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Otro ejemplo de organización, son las gestiones obreras, o tomas de fábricas, que se dieron en Argentina con el proceso de crisis que se vivió el año 2001, donde muchas empresas cerraron, y la respuesta de sus trabajadores fue ocupar esas empresas y hacerlas funcionar. Uno de los ejemplos más vivos es Ex - Zanon, actual FASINPAT (Fábrica sin patrones), que lleva más de 20 años de gestión obrera, donde trabajan sin jefes, los trabajadores se autoorganizan con turnos y roles, ganando todos el mismo salario. Para lograr batallar por la gestión obrera tuvieron que dar toda una pelea antiburocrática, para levantar comisiones internas y sacar a los dirigentes que por años habían naturalizado los accidentes laborales y la explotación.

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“Si nos unimos otro gallo cantaría”

Los antes mencionados son solo algunos ejemplos de organización que superan al sindicato, pero que dan cuenta del rol que pueden jugar los trabajadores como sujetos transformadores de la realidad, más allá de sus luchas económicas parciales.

Pero hoy, en el escenario actual, ¿qué tipo de organización necesitamos?

Es urgente democratizar los sindicatos y asociaciones para que el conjunto de las y los trabajadores rompa con la pasividad y jueguen un rol activo en su organización.

La experiencia de las comisiones y los cuerpos de delegados es un buen ejemplo para dotar de mayor poder y responsabilidad a las y los trabajadores, eligiendo delegados por servicio, por sección, por turno, o por estamento, para poder llevar la voz de sus colegas, los cuales tienen que ser revocables en todo momento por sus compañeres ¡no podemos tener delegados que negocien con los jefes sin consultar a las bases! Como tampoco podemos permitir que se nos despida por organizarnos y tener una participación más activa en los sindicatos y asociaciones. ¡Si nos tocan a uno, nos tocan a todos!

Por otro lado, y como ya vimos, la actual organización de los trabajadores apunta a concentrar el poder en unos pocos, sin permitir una mayor participación, incluso cuando hay otras opiniones divergentes a las de las dirigencias sindicales, se busca acallar esas voces, se vetan, perdiendo la brújula de que los sindicatos y asociaciones deben ser organizaciones vivas, donde las y los trabajadores participen con libertad de opinión y de tendencias políticas, mediante asambleas abiertas y resolutivas, bajo el objetivo común de la defensa de los intereses de sus compañeras y compañeros.

No se puede considerar que la “base” de los sindicatos, solo sirve para mover “masa” o maniobrar ante ciertas acciones que se definan en “las alturas”, si no que la pelea es justamente discutir las diversas opiniones, para buscar la mejor forma para conquistar las necesidades de manera democrática.

Las y los trabajadores tienen el derecho democratico a pensar diferente y que nadie puede acallarlos, y esta no es una pelea menor, pues se ha ido formando una burocracia sindical que busca “llevar la fiesta en paz” ya sea con los jefes o con el gobierno, e incluso negociando a puertas cerradas, lo cual es funcional a las jefaturas. Les conviene que el poder de las y los trabajadores, se concentre en un grupo de dirigentes, que luego se moldean a las labores sindicales, la gran mayoría no trabaja, tienen fuero, y han convertido a los sindicatos en una red de beneficios y bonos para los trabajadores, creando una lógica peticionista desde los trabajadores y asistencialista desde la organización sindical, sin buscar ir más allá y coartando las posibilidades de los trabajadores, de ser protagonistas en la transformación de la sociedad que vivimos.

Un ejemplo de cómo las organizaciones sindicales pueden jugar un rol social y hacerse parte de las discusiones políticas a nivel país, que van más allá de su salario, lo encarnó la FENATS del Hospital Barros Luco, pues durante la rebelión se organizó para sacar la voz de las y los trabajadores, exigiendo el fin del toque de queda, la salida de los militares de la calle, terminar con la represión y echar abajo el gobierno criminal de Sebastian Piñera, planteando que sería mediante una huelga general y en la lucha por una Asamblea Constituyente libre y soberana que le lograrían nuestras demandas. Varias trabajadoras además eran de las brigadas de salud, se realizaron talleres de primeros auxilios en escuelas, se organizaron asambleas conjuntas con usuarios y usuarias, con otros hospitales, buscando coordinarse. Pero a dos años de estos acontecimientos pareciera que se olvidó, que sus dirigentes se olvidaron de los presos políticos de la revuelta. Se han sumado y apoyado al gobierno Boric, del gobierno que pactó y desvió la revuelta social, en la misma sede han recibido a las autoridades y dirigentes de otras asociaciones, acercándose a los gremios oficialistas, por arriba, sin buscar organizar asambleas interhospitalarias, plan de lucha, ni mucho menos comisiones.

El gran favor de las direcciones burocráticas al gobierno y empresarios es contener los ánimos de denuncia y lucha de los trabajadores, manteniéndolos en una espera pasiva. Este giro a la conciliación con el gobierno, ha implicado que no permitan críticas y han vetado de la organización a quienes piensen diferente, sacando de su organización cualquier cuestionamiento genuino al gobierno o a su gestión como dirigentes, tal como pasó con el caso de afiliación de la funcionaria Suely Arancibia a la FENATS del Barros Luco, a quien el directorio de la asociación le negó su participación por tener una opinión diferente.

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A estos métodos burocráticos, tenemos que contraponer los métodos de la democracia obrera, permitir y promover la más amplia participación de tendencias, ideas e iniciativas en la organización de las y los trabajadores, para fortalecerla desde las bases de las y los trabajadores, quienes organizados tienen la fuerza para patear el tablero.

Las demandas que tenemos no son solo económicas o sindicales, claro está que es urgente levantar la pelea de un sueldo mínimo de 650 mil pesos, que aumente en relación al costo de la vida y la inflación, pero también es necesario cuestionar la organización del trabajo. Sabido es que el sistema de turnos o las largas jornadas laborales merman nuestra salud y potencia la aparición de enfermedades crónicas, ¿No podemos pensar otro sistema de turnos y ritmo laboral que no nos enferme?, ¿Cómo enfrentamos los problemas de salud mental que se han exacerbado en la comunidad y en nosotros mismos? Las y los trabajadores tenemos mucho que decir y hacer, sobre todo en un momento de crisis económica, donde quienes pagan los costos somos nosotros.

La invitación es a organizarse, a recuperar los sindicatos y asociaciones de trabajadores, luchando por levantar cuerpo de delegados, por la democracia directa, asambleas resolutivas, con votaciones a mano alzada, delegados elegidos por sus trabajadores, revocables en todo momento, para que la organización de trabajadores sea viva y una herramienta de lucha para nuestras necesidades.

Hoy la gran mayoría de los sindicatos agrupa solamente a una parte de las y los trabajadores, algunas a los sectores más profesionales y mejor pagados, otras a los trabajadores más precarizados, pero dejan afuera a subcontratados y honorarios, nuestra pelea también es por la unidad, por unir a estos diferentes sectores que la burocracia sindical y los empresarios dividen.

Esta es la perspectiva que levantamos desde la agrupación “Abran Paso” de trabajadoras, trabajadores y usuarios de la salud y también del PTR (Partido de Trabajadores Revolucionarios), que buscamos levantar en casa lugar de estudio y trabajo, en lucha por una sociedad donde las y los trabajadores podamos no solo decidir y participar, sino que dirigir una nueva forma de sociedad.

Referencias:

López, Ana. (2013): “Desarticulación y resistencia. Movimiento obrero y sindicalismo en Dictadura. Chile y Argentina, 1973-1983”. Tesis para optar al grado de Magíster en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile.

Lopez, Ana (2017): “Transformaciones estructurales e identitarias en el movimiento sindical durante la transición a la democracia. El sindicalismo chileno en el contexto latinoamericano”. Tesis para optar al grado de Doctor en Estudios Latinoamericanos, Universidad de Chile.