Ante la crisis económica y de salud pública desencadenada por la pandemia de coronavirus, la izquierda estadounidense oscila entre los esfuerzos de ayuda mutua y la impotencia parlamentaria. Tenemos que participar en las luchas de los trabajadores hoy y prepararnos para el próximo aumento.
Martes 31 de marzo de 2020 23:54
Hay más de 140.000 casos diagnosticados de COVID-19 en EE.UU., pero el número real de infectados probablemente ya sea de millones. No sabemos la incidencia real de las infecciones porque la administración Trump restringió intencionadamente la disponibilidad de pruebas para mantener los números artificialmente bajos. Por esta razón, se perdió una oportunidad de oro para detectar casos tempranos, rastrear sus contactos y aislarlos antes de que hubiera circulación comunitaria.
Ahora es demasiado tarde. Las UCI (Unidades de Cuidados Intensivos) en New York están desbordadas y podemos esperar situaciones similares en otras ciudades cuando lleguen a su pico de infectados. Estamos en camino de encontrarnos en un escenario como el de Italia o España, pero con una población cinco veces mayor y sin atención sanitaria universal. Sólo en el estado de New York, hubo 279 muertes el lunes 30 de marzo.
Esta sombría situación se ve agravada por la creciente falta de elementos de protección personal (EPP) para los trabajadores de la salud. Y esta falta de EPP contribuye a otro problema: la escasez de los propios trabajadores de la salud. La negligencia de las autoridades públicas en asegurar un suministro adecuado de EPP ya ha llevado a la muerte de al menos dos enfermeras en la ciudad de New York. Muchos otros trabajadores de sectores considerados "esenciales" se enfrentan a una situación similar, en la que se ven obligados a trabajar en condiciones inseguras bajo la amenaza de ser despedidos y, por lo tanto, quedarse sin ingresos en la crisis económica más grave desde la Gran Depresión.
Sin embargo, también debemos cuestionar lo que es realmente esencial y lo que no lo es. Por ejemplo, con la excusa de mantener negocios esenciales en funcionamiento, los mega-desarrolladores inmobiliarios continúan construyendo torres de lujo en el Upper East Side de Manhattan, obligando a los trabajadores a trabajar en condiciones deplorables. Bajo la presión de Wall Street, el presidente Trump trató la semana pasada de acelerar la reapertura de la economía, pero la reacción popular fue tan fuerte que tuvo que dar marcha atrás. Aparte de la propia personalidad inestable de Trump, sus constantes zigzags en sus políticas para contener la pandemia muestran divisiones profundas entre los sectores burgueses sobre cómo afrontar esta crisis.
Actualmente, un gran porcentaje de la fuerza de trabajo de Estados Unidos está desempleada o suspendidos (algunos siguen formalmente empleados pero con cero horas), encerrados en casa y luchando por salir adelante. El número de personas que solicitaron el seguro de desempleo aumentó a más de 3 millones la semana pasada, y esto es sólo un indicador del desempleo real, que incluye a muchos más que no pueden solicitar el seguro de desempleo porque no trabajaron lo suficiente como para aplicar, además de los que tienen trabajos precarios y los millones de inmigrantes indocumentados. A pesar de el paquete de “estímulo” de un billón de dólares, el dinero que se da a las familias trabajadoras apenas alcanza para pagar el alquiler y algunos gastos mínimos. El gobierno decidió, una vez más, rescatar al gran capital y dar sólo migajas a los trabajadores. El cheque de 1.200 dólares, que sólo llegará a los trabajadores del sector formal, es un magro subsidio que apenas puede ayudar a las familias a mantenerse a flote durante un par de semanas (dejando a cientos de miles de trabajadores de restaurantes, niñeras y trabajadores de las plataformas a la deriva). Sin embargo, para el gran capital, la ayuda es generosa: 500 mil millones de dólares a las grandes empresas, 58 mil millones de dólares a las aerolíneas, y más.
En esta situación, algunas industrias están sacando un enorme provecho. Amazon, por ejemplo, está recibiendo más pedidos on-line línea que nunca, y Honeywell y 3M - los mayores productores de máscaras N95 y otros equipos de protección - vieron sus ganancias dispararse debido a la crisis. Gran parte de la industria de la salud debe ser incluida en esa lista también - especialmente los laboratorios que hacen las pruebas de COVID-19.
El capitalismo fracasó
El gobierno demostró una vez más que es amigo del capital y enemigo de la clase obrera. La administración Trump y el consenso bipartidista en el Congreso respondieron inadecuadamente a esta inminente crisis de salud pública en varias ocasiones, lo que permitió que el brote se fortaleciera y se extendiera. Desde los primeros días de esta crisis, la Casa Blanca y la mayoría de los legisladores se preocuparon más por mantener la confianza de los mercados y evitar perturbaciones en la economía que por salvar vidas. Tampoco produjeron suficientes pruebas para detectar y rastrear los contactos en una etapa temprana para contener los grupos de transmisión. Una vez que el virus se propagó, el gobierno (a todos los niveles) no protegió a los trabajadores y sus familias, obligándolos a presentarse a trabajar enfermos o sin protección, exponiéndolos al contagio. Y más recientemente, el gobierno fracasó en producir respiradores a tiempo antes de que los hospitales se vean abrumados con pacientes que necesitan asistencia respiratoria.
¿Por qué sucedió esto? Porque la producción en el capitalismo no está determinada por la necesidad social, sino por las perspectivas de beneficio. Donald Trump, como verdadero representante (y miembro) de la clase capitalista, trató de convencer durante varias semanas a los capitalistas de producir el equipo necesario sin coacción. Pero el número de casos de COVID-19 se disparó mientras General Motors seguía negociando un jugoso acuerdo antes de convertir sus plantas para la producción de respiradores. Trump finalmente intervino la semana pasada y supuestamente ordenó a GM que comenzara la producción, pero no hay detalles de cuándo y cuántos se producirán. Las semanas perdidas en retrasos innecesarios se pagarán en las próximas semanas con las vidas de los pacientes que no tendrán el soporte respiratorio que necesitan.
Sordo aumento de la lucha de clases
Antes de que la pandemia golpeara, la lucha de clases estaba en alza en todo el mundo. Incluso en EE. UU., los conflictos laborales volvieron a escena después de varios años de calma. La pandemia, con el aislamiento social que implicaba y, en algunos casos, el sentimiento de unidad nacional que traía, parecía dejar la lucha de clases en un segundo plano. La nueva norma de distanciamiento social, las cuarentenas obligatorias y el aislamiento voluntario representan enormes obstáculos para cualquiera que intente organizarse. Y la idea de que estamos en guerra contra un enemigo común impregna los medios de comunicación y todo el discurso político; pero la realidad es demasiado contundente para que se pueda ocultar bajo este velo de armonía social. La verdad es que el choque de clases está presente en todos los aspectos de la crisis.
En particular, una tensión latente está creciendo en prácticamente todos los sectores "esenciales", donde los trabajadores se enfrentan a condiciones de trabajo inseguras, a la falta de licencias por enfermedad remuneradas y a la obligación de trabajar, incluso para aquellos que corren un alto riesgo de contraer COVID-19. Los trabajadores de GM, Ford y Fiat Chrysler hicieron paro a principios de este mes, obligando a las empresas a detener la producción. Los trabajadores de los almacenes de Amazon organizados como "Amazonas Unidas" recientemente consiguieron tiempo descanso pago en al menos dos lugares de trabajo, y se están llevando a cabo campañas de organización similares en muchos otros. Casi 200 mil trabajadores de la aplicación de entregas a domicilio Instacart se declararon en huelga nacional el lunes, exigiendo equipo de protección, 5 dólares adicionales por hora de salario por riesgo y la extensión de las licencias pagas para aquellos que son población riesgo debido a condiciones de salud. Las enfermeras del hospital Jacobi en el Bronx organizaron una manifestación la semana pasada para exigir equipo de protección adecuado.
Es probable que estos ejemplos se multipliquen a medida que los casos de COVID-19 sigan aumentando y nos hundamos cada vez más en una crisis económica y de salud pública. Y si seguimos los pasos de Italia en la tendencia de los casos de coronavirus, también podríamos seguir su ejemplo sobre cómo luchar contra la codicia capitalista en medio de la pandemia. En Italia, esta tendencia de la lucha de clases a estallar abiertamente alcanzó su máxima expresión: las federaciones sindicales convocaron una huelga general que tuvo lugar el 25 de marzo, para protestar por la ampliación de la definición de actividad "esencial" por parte del gobierno a petición del capital.
La tan utilizada comparación de la situación actual con los tiempos de guerra no es totalmente injustificada. De hecho, las guerras suelen fomentar un sentimiento de patriotismo y unidad nacional y, al igual que ahora, la lucha de clases, incluso cuando es tapada por un mar de nacionalismo, sigue volviendo obstinadamente a la superficie. Además, como muestra Beverly Silver en su trabajo histórico Forces of Labor (Fuerzas del Movimiento Obrero, NdelT), los impases en la lucha de clases durante las guerras del siglo XX fueron seguidas inmediatamente por auges obreros vez que la guerra terminó. Podemos esperar un rebote similar de la lucha de clases, tal vez uno de los más fuertes en la historia de EE.UU., una vez que dejemos atrás la pandemia.
¿Cuáles son las tareas de la izquierda estadounidense en este escenario?
La gran jugada de la izquierda estadounidense desde principios de 2019 fue hacer una campaña incondicional a favor de Bernie Sanders, con la esperanza de que esto resulte en un fortalecimiento de sus organizaciones. Así lo hizo el DSA (Democratic Socialist of America, NdelT), la organización socialista más grande del país, así como de otras organizaciones más pequeñas como Socialist Alternative. A pesar de contar con más de 55 mil miembros, el DSA pospuso ad eternum la tarea de construir un partido socialista independiente en EE.UU., optando en cambio por profundizar sus lazos con el Partido Demócrata. Esto implicó, implícita o explícitamente, menos atención y recursos a la tarea de construirse en los lugares de trabajo y en los sindicatos, y convertirse en dirigentes obreros para las luchas venideras.
Guiado por un énfasis en la política electoral, el DSA desplegó durante el último año miles de miembros en todo el país con la ilusión de que Sanders podría arrancar al Partido Demócrata de las garras del establishment. Pero subestimaron el poder de las elites del partido. Después de meses de constante descenso en las encuestas, malos performances en los debates y graves y repetidos errores en las entrevistas, Joe Biden parecía haber quedado fuera de la carrera. El establishment demócrata luchó por encontrar un candidato que pudiera unificar el voto moderado. Sin embargo, una rápida maniobra unos días antes del Súper Martes fue suficiente para hacer de Biden el inevitable candidato y desbaratar los esfuerzos de Sanders.
Luego vino la pandemia y todo cambió. La emergencia de salud pública se convirtió rápidamente en una crisis económica que requirió la intervención del gobierno. El plan de “estímulo” que republicanos y demócratas idearon fue, como ya se ha señalado, un generoso regalo para el capital, con una miserable limosna los trabajadores. Bernie Sanders y el Squad (como se conoce a Alexandría Ocasio-Cortez y otras diputadas progresistas, NdelT) reconocieron esto, pero no pudieron cambiar mucho. A pesar de los millones de donaciones, el ejército de partidarios y los millones de votos obtenidos en las primarias, Sanders no fue capaz de cambiar el carácter de la intervención del gobierno. Ocasio-Cortez, a su vez, a pesar de hacer una escena en la Cámara de Diputados, terminó votando también por el rescate.
La estrategia propuesta por los llamados socialistas democráticos fue tomar por asalto el Partido Demócrata y hacer que Bernie Sanders fuera elegido como candidato. Este fue, desde el principio, un plan dirigido a ganar pequeñas reformas, mientras se mantenía el pesado andamiaje del estado capitalista (e imperialista) de EE.UU. Ahora la estrategia mutó en presionar a los partidos Demócrata y Republicano para asegurarse de que no dejen morir de hambre a miles de trabajadores, que están encerrados en casa sin ingresos. Los demócratas moderados estaban ansiosos por incluir algunas de las demandas de la clase trabajadora en el proyecto de ley (atribuyéndoselas a Elizabeth Warren), para hacer el paquete de estímulo más aceptable para el público en general, una señal de que habían aprendido las lecciones del rescate de 2008 y la indignación pública que dio inicio al movimiento Ocuppy.
Por supuesto, Sanders no es el problema; el problema es la disonancia cognitiva entre los líderes de la mayor organización socialista de los Estados Unidos, que han insistido repetidamente en que para construir el poder de la clase trabajadora, necesitamos hacer política dentro del Partido Demócrata.
Todo cambió en cuestión de dos meses, y la necesidad de que la izquierda converja con los sectores más combativos de la clase obrera se ha hecho más urgente. Hoy en día, los socialistas en EE.UU. necesitan estar al frente de la lucha por condiciones de trabajo seguras y contra los despidos. Nosotros desde Left Voice, parte de la Red Internacional La Izquierda Diario, trabajamos día y noche no sólo para proporcionar un análisis anticapitalista, sino también para amplificar las luchas de los trabajadores.
Pero así como los socialistas necesitan ser parte de las luchas de los trabajadores que se multiplican a nuestro alrededor, hay una necesidad igualmente urgente de una representación política independiente de la clase obrera. Tal vez ahora que Biden parece haber asegurado la nominación, los socialista en EE.UU. podemos dedicar todos nuestros esfuerzos a construir un partido de trabajadores, incluyendo inmigrantes y nativos, negros y latinos, homosexuales y todos los oprimidos. Un partido de trabajadores para luchar contra el capital.
El camino al socialismo a través del Partido Demócrata demostró ser un completo fracaso. Hoy en día el DSA, con su crecimiento, está en una posición mucho mejor que nunca para llevar a adelante estas luchas. Sin embargo, esto no es gracias a la campaña de Bernie 2020, sino a pesar de ello. Los enormes esfuerzos relacionadas con la campaña de Sanders desviaron valiosos recursos que podrían haber sido utilizados para construir poder en nuestros lugares de trabajo, para luchar por sindicatos democráticos y militantes (contra la burocracia sindical), y para sentar las bases de un partido obrero independiente que luche por la ruptura con el capitalismo. Dicho partido sería capaz de coordinar la lucha en los lugares de trabajo, unir la lucha de los trabajadores de la primera línea con los desempleados, y representar una alternativa de la clase trabajadora que no se sienta obligada a firmar otro rescate para el capital.
Artículo orginal de Left Voice parte de la red internacional de La Izquierda Diario
Traducción: Nicolás Daneri
Juan Cruz Ferre
Editor de Left Voice y columnista en La Izquierda Diario. Médico, actualmente vive en Estados Unidos y cursa Sociología en la City University of New York.