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Red Internacional
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Teatro. La pareja de la santa y la puta en un logrado espectáculo

“Suavecita” provoca cierto estupor difícil de definir.

Osvaldo Quiroga

Osvaldo Quiroga @osvaldo_quiroga

Jueves 25 de julio 10:08

Es sabido que el capitalismo deja afuera del sistema a millones de seres humanos. Muchos sucumben frente a un poder que perciben tan brutal como eficaz a la hora de destruir. Pero hay otros que luchan con denuedo para torcer un destino que parece prefijado por las leyes del mercado. Es el caso de Suavecita, que no sólo es el título del espectáculo, escrito y dirigido por Martín Bontempo, sino que es el nombre del personaje, una mujer que para subsistir ofrece una terapia alternativa en pacientes terminales, una suerte de show erótico adecuado a la fantasía de cada uno. O mejor, a lo que ella supone que ellos fantasean. Si los toca o no los toca, si hay un placer físico que llega a ellos a través de la mano de Suavecita, no es lo central. Ella está presa de los caprichos del doctor Rodríguez, que la explota con fines tan oscuros como difusos. El objetivo de Suavecita es uno solo: darle de comer a su hija, tratar de que tenga las mejores condiciones de vida posible. Una vida mejor que la que ella se da a sí misma.

Todo cambia cuando las manos, la imaginación y la danza provocan de manera misteriosa algo parecido a la cura de sus pacientes. El erotismo, la ciencia ficción y el misterio le abren paso al mito. Es como si asistiéramos al nacimiento de una santa del conurbano, que en vez de ir de su casa al trabajo y del trabajo a su casa, va del deteriorado hospital a las cimas del firmamento.

Camila Peralta compone un personaje de rara belleza. La pareja de la santa y la puta se apodera de su cuerpo y transforma el espacio. Lo hace con sus modulaciones vocales, con su potencia expresiva y con la ductilidad que pone en juego en cada una de sus fantasías. Desde flirtear con un paciente (o un cliente) con doble apellido, hasta el encuentro sexual de dos ancianas, pasando por un robot que seduce a un chico postrado y una danza rutera en el capot de un camión, la actriz juega a fondo cada una de estas postales y hace del espacio escénico el lugar de la imaginación y del delirio.

El texto de Martín Bontempo, responsable también de la dirección, abunda en diminutivos. Como si Suavecita fuera la protagonista de un cuento de hadas donde lo real se esconde en el tono infantil e ingenuo de la protagonista. Y lo real es la miseria, el hambre, la explotación del médico proxeneta y otros personajes que surgen a partir de las disquisiciones de Suavecita, como las enfermeras que se juntan a tomar mate, o la empleada que vende papel higiénico a pedacitos en la puerta del hospital. Lo que mueve la acción de Suavecita no es curar enfermos, cosa que le atribuyen los vecinos. Lo que ella quiere es rellenar su muela y sostener a su hija.

El vestuario, la música y la escenografía resultan potentes ejes narrativos. La minifalda y el saquito de hilo de Suavecita, el telón instalado en el proscenio y que al correrse cambia los escenarios, dialogan con los sonidos que ambientan las fantasías eróticas.

Lo que han logrado Martín Bontempo y Camila Peralta es una realización cuya potencia dramática alumbra esas zonas de lo siniestro -aquello que es extraño y familiar al mismo tiempo-, donde emerge la crisis de un país, el nuestro, a través de una joven viuda y madre de una hija pequeña, que se abre camino con su cuerpo sin saber que al hacerlo también se convertirá en una santa.

“Suavecita”. Dramaturgia y dirección: Martín Bontempo.
Intérprete: Camila Peralta.
Diseño de maquillaje: Adam Efron.
Diseño de luces: Fernando Chacoma.
Música: Germán Severina.
Dirección de arte: Uriel Cistaro.
Funciones: viernes y sábados, a las 20 h en Caras y Caretas, Sarmiento 2037.


Osvaldo Quiroga

Periodista especializado en Cultura, creador de El Refugio y Otra Trama. Actualmente al frente de Cultura 2.4, que se emite por la plataforma Global Play.

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