En los últimos días hemos visto un fuerte enfrentamiento político entre las distintos sectores de la derecha con acusaciones cruzadas que solo suben de nivel, en medio de la disputa por la conducción de la coalición gobernante.

Ιωαχειν Santiago de Chile
Martes 7 de julio de 2020
En el habitual programa de debate y análisis político de este domingo de la cadena televisiva del grupo Lucksic , Canal 13, Mario Desbordes y Jaqueline van Rysselberghe intercambiaban duros y hasta excéntricos epítetos al acusar el primero a la segunda de "machista" por sus dichos respecto a la diputada de RN a la quién la senadora acuso de ser "seducida por el populismo" (un guiño a la idea de que le era "infiel" a su marido el ministro Monckeberg, parte del comité político de Piñera al apoyar proyectos de la oposición como el pos natal de emergencia) y la senadora al diputado acusándolo de populista por impulsar proyectos "inconstitucionales" solo con el objetivo de aparecer en la tele.
Todo esto transcurría mientras el gobierno trataba de colocar parches y juntar sus fichas para recomponerse en un escenario adverso.
La pintoresca escena de los dos principales partidos oficialistas sacando los trapitos sucios a vista y paciencia de la opinión pública se ha convertido en algo habitual por estos días , lo que tiene nervioso a un gobierno que no habiendo pasado unos pocos días desde la firma del acuerdo con la oposición, nuevamente perdía la agenda por las iniciativas que presentaban el congreso a la que incluso se sumaban diputados de su sector.
Esta escena de desorden que había logrado ser contenida con algunas alzas en las encuestas y una mayor sensación de cohesión, rápidamente se desbarató en cuanto la puesta en escena del acuerdo nacional mostró que era incapaz de ser una solución de fondo a la crisis política, social, sanitaria que atraviesa el país.
Un antiguo dirigente estudiantil devenido en analista y comentarista político en redes sociales, reconocido por sus agudos comentarios, señalaba una arista interesante del conflicto Desbordes / van Rysselberghe consistente en rastrear su origen en la madrugada del 12 de Noviembre cuando se firmaba el famoso acuerdo por la paz.
Chile se encontraba en medio de las más grandes movilizaciones tras el fin de la dictadura, con una revuelta popular en ciernes que amenazaba los cimientos mismos de la institucionalidad política y económica. Mientras la popularidad del gobierno se desvanecía tan rápido como surgían las barricadas, Mario Desbordes da un golpe de timón y hace girar a la derecha hacia el centro buscando un entendimiento con la oposición aunque eso significase ceder la necesidad de cambiar la constitución.
Maniobras más, maniobras menos, al final estaría claro que la instancia sería completamente amarrada de antemano, y el Frente Amplio habituado a conformarse con victorias morales no sería un obstáculo para el entendimiento. Pero esto no dejo tranquila a la UDI.
Sorprendida por los acontecimientos y dejándose llevar por las impresiones que las imágenes evocaban, si bien a regañadientes y asegurándose de dejar todas las trampas institucionales que hicieran imposible los cambios sustantivos, la UDI concurrió convencida por sus pares de RN a firmar el acuerdo señalando que ellos votarían Rechazo, dado que saben que hasta el más mínimo cambio por simbólico que sea puede despertar las expectativas de la gente y convertirse en una bola de nieve impredecible y difícil de controla.
Transcurrido unos días y cuando el Frente Amplio y su candidata presidencial Beatriz Sanchez fue funada en la plaza de la dignidad la imagen para la UDI se hizo más clara: en su lectura la revuelta carecía de una conducción política, por tanto haber cedido incluso un plebiscito amañado fue un monumental error, solo era necesario mantenerse firme con la represión y aguantar la oleada y todo se hubiese mantenido tal cual estaba.
Así es como este conflicto entre "duros" y "blandos", entre la derecha "inflexible" y la derecha "dialogante", que tantos suspiros provoca en una oposición impotente que con una dosis de arribismo sueña con tener una derecha de estándares "europeos", se ha tomado la agenda durante toda la pandemia.
La UDI busca pasar la factura a Desbordes por una táctica que salió mal y que buscan con todas sus fuerzas revertir. Los ataques pasados durante la pandemia que no han obtenido ningún tipo de respuesta, con una dirección sindical haciendo cuarentena y la izquierda rasgando vestiduras en clases inservibles de moralidad pública, sustentan su hipótesis de mantenerse intransigentes, aún cuando Desbordes recurra a maniobras parlamentarias para mejorar su margen de negociación en el rumbo del gobierno, es la UDI la que finalmente ha terminado imponiéndose como en el plan de apoyo a las clases medias que finalmente anunció Piñera en respuesta a la demanda del retiro de fondos de la AFP, algo que también saca ronchas y comienza a generar fracturas internas en RN quién no ha logrado sacar mayor provecho de ser el partido mayoritario de la derecha.
En una entrevista en El Mostrador Pablo Ortuzar, libertario devenido en analista de la derecha del IES, sostenía categóricamente que el gobierno de Piñera: no tiene ni la capacidad ni el tiempo para arreglar la disputa dentro de la coalición descartando así los esfuerzos del gobierno por colocar paños fríos y ordenar sus filas de cara a lo que queda del mandato. La baja popularidad del gobierno ya es un hecho irreversible para muchos.
Sin embargo, esto no parece afectar las posibilidades de la derecha de hacerse de un segundo mandato , lo que para la UDI es otro aliciente a redoblar la disputa interna, como lo muestra el hecho de que Lavin siga siendo el político mejor posicionado de cara a las elecciones presidenciales, claro esta a expensas de empresarios que no han escatimado esfuerzos, por ridículos que parezcan, en posicionar al alcalde de Las Condes como figura política.
La lectura de la UDI puede parecernos, a nosotros escritores/lectores de izquierda, bastante arriesgada dado que juega con fuego en un escenario particularmente inflamable donde cualquier paso en falso podría nuevamente encender la llama de la rebelión. Pero la UDI da en el clavo que mientras no exista una conducción política, un partido revolucionario en nuestro lenguaje, la revuelta solo será un estallido "mas o menos álgido" que ellos siempre podrán aplastar con la fuerza del ejercito, que no han dudado nunca en utilizar como herramienta.
La relación de fuerzas entre las clases puede estar en desventaja para ellos, pero tiene el factor decisivo que es el monopolio de la fuerza represiva y una estructura compacta de cuadros y dirigentes capaces de imponer su voluntad política, sumado a todos los recursos que le entregan los dueños del país.
En este escenario difícil que un cónclave de Chile Vamos funcione para el gobierno cuando la derecha se enfrasca en una disputa que puede delinear la orientación estratégica del sector de cara a los próximos acontecimientos, y donde un gobierno hundido en su popularidad, al no tener efectos en sus chances, parece un costo menor que Desbordes y Van Rysselberghe están dispuestos a sacrificar.

Ιωαχειν
Editor y columnista de la Izquierda Diario