El límite establecido por el Gobierno para el uso del aire acondicionado en hostelería y comercio ha hecho saltar a la palestra a las patronales del sector. Con un tono victimizante buscan preparar un relato para justificar los futuros ajustes y despidos que están por venir.
Sábado 13 de agosto de 2022
Esta semana el Gobierno PSOE-UP presentaba el plan de eficiencia y ahorro energético. Entre las medidas fijaba el límite para el uso del aire acondicionado y la calefacción en transporte público, comercios, centros comerciales y establecimientos hosteleros. En estos lugares no se podrán poner el termostato del aire acondicionado por debajo de los 27 grados y la calefacción no podrá ponerse por encima de los 19 grados. Esta ha sido la medida más polémica que, más allá de los límites que presenta, ha hecho salir a la patronal de estos sectores con un relato victimista que se prepara para justificar la precariedad y los futuros despidos.
En un artículo de El Economista la patronal hostelera de Madrid, explicaba que este plan tendrá “pérdidas millonarias” para estos negocios, sin embargo, lo que se pretende es esconder los despidos futuros que prepara para después del verano.
¿Qué nos muestran estos estudios? Hostelería Madrid explica que estas nuevas medidas que propone el gobierno supondrán hasta septiembre una caída del 3% de los clientes esto es: 116 millones de euros de pérdidas que aumentarán hasta los 520 millones hasta el próximo año, suponiendo un total de más de un millón de euros al día. Según la patronal hostelera de Madrid esta nueva medida que limita el aire acondicionado supondrá una pérdida de atractivo para la comunidad, a pesar de que ya se encuentra en el número trece entre las diecisiete que existen en el ranking de visitantes de España tanto extranjeros como nacionales.
El artículo concluye con un desenlace según el cual estas pérdidas supondrán el despido de seis mil empleados este año, lo que deja ver dos cosas, por un lado que la patronal prepara un relato para justificar posibles futuros despidos y por otro lado que, las medidas de este gobierno terminan repercutiendo sobre la clase trabajadora que acabará por asumir las consecuencias últimas, que no son efectivas ni justas. Mientras se limita la temperatura de los locales, el Gobierno pide además a la clase trabajadora que no pongamos el aire acondicionado en verano ni la calefacción en invierno y deberemos esperar dentro de poco incluso limitaciones directas para proteger los beneficios de las grandes eléctricas.
Volviendo a las cuestiones sobre la hostelería, hemos visto como este año los hosteleros se quejaban sobre la “falta de camareros”, pero es evidente que esto no se corresponde con una vagancia generalizada, que es el burdo argumento que utiliza la patronal, sino al rechazo que empieza a generar el régimen de pseudo esclavitud del que depende este tipo de negocios.
Como muchos de los que hemos trabajado en este sector, sabemos los trabajadores tenemos que asumir horarios partidos de un total de hasta 14 horas diarias sin descansos, o con una tarde libre a la semana, sobrepasando con creces cualquier tipo de legalidad. Y es que esto no solo es una trágica excepción sino una norma general del trabajo hostelero.
Así como se extienden las horas de trabajo hasta el límite, el sueldo se aumenta lo mínimo posible, habiendo aumentado una media de 2.2% desde 2008, lo que no llega al sueldo mínimo de media por mucho que el gobierno celebre esa subida ínfima por debajo de la inflación como una conquista de la clase trabajadora. Esta “gran conquista” no solo no se aprecia en un sector en el que los horarios legales brillan por su ausencia sino que solo se sitúan por debajo del aumento en sanidad en el mismo periodo 2.3% (contando después de una pandemia).
En estas condiciones la cuestión no es falta de fuerza de trabajo sino una exacerbada muestra del funcionamiento del capitalismo. Para que un grupo pequeño de hosteleros pueda observar esas grandes ganancias (aunque según El Economista ahora tengan que afrontar entre un 3-5% de perdidas) miles de trabajadores deben padecer en trabajos de extrema precariedad.
A pesar de esto se empiezan a observar atisbos de esperanza para los trabajadores de este sector, pero no se deben buscar mirando y rezando hacia arriba, en el Estado burgués, sino mirando en las nuevas generaciones de jóvenes que están creando sus propios sindicatos para exigirles a sus patrones subidas de sueldo, reducciones de jornada, mejores condiciones de trabajo, organizar piquetes y huelgas en Estados Unidos, o en el ejemplo que están dando los jóvenes precarios también aquí en Estado español con la lucha de empresas como Gopuff, Telepizza o VIPS. Esta es la única manera de encontrar las soluciones reales de los problemas de los trabajadores en hostelería, no en subidas, negociadas por arriba, por debajo de la inflación que no cubren nuestras necesidades básicas y tampoco en medidas totalmente limitadas como las paralizaciones del aire acondicionado y la calefacción que tratan de blindar a toda costa los beneficios de las grandes empresas y eléctricas.