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La precarización en Salud, precariza también nuestra salud

Laura Bogado

La precarización en Salud, precariza también nuestra salud

Laura Bogado

Ideas de Izquierda

En todo el mundo, las trabajadoras y trabajadores de la Salud somos un "bien escaso". Es uno de los recursos humanos más buscado en el capitalismo que, en su irracionalidad, genera miles de patologías evitables. Pero, contra toda ley del mercado, en Argentina, las condiciones en las que trabaja un integrante de equipos de Salud es altamente insegura para su propia salud y casi sin respetar los elementales derechos laborales.

La precariedad en Salud no es sólo una palabra. Tiene caras, tiene cuerpos. Pero además aquellas mujeres que la viven en sus cuerpos, son también las que cuidan, curan, enseñan.

Cuando las consecuencias de la precarización en Salud se convierten en dolor, afecciones crónicas que inciden directamente en la vida cotidiana, es muy difícil hablar de números. Porque cada historia merece ser contada. Y las que pueden hacerlo, nos dan un panorama de lo que es, históricamente, la expresión más brutal de la falta de condiciones dignas, bajos salarios, falta de personal y de reconocimiento de las mujeres trabajadoras en el sector.

Pero debemos comenzar con algunos datos para entender dónde estamos paradas. Y por qué es necesario denunciar las condiciones en las que trabajamos, la relación con el salario y la extenuante jornada laboral, para pensar medidas que incluya transversalmente al conjunto del equipo de Salud en políticas y protocolos de prevención y cuidado para la "primera línea" (el nombre con el que fuimos tristemente bautizadas durante la pandemia del COVID-19).

Salud, sustantivo femenino

Según un estudio de la OIT del año 2020, "en Argentina, las mujeres constituyen el 70% del empleo en el sector de la Salud, lo que a su vez representa un 9,8% del total de las mujeres ocupadas del país. Si bien son mayoría en prácticamente todas las ocupaciones del sector de la Salud, el porcentaje de mujeres es significativamente mayor en las ocupaciones técnicas (enfermeras, parteras, etc.), las profesiones vinculadas a la gestión administrativa y en los servicios de limpieza y gastronomía."

En este mismo informe, además de graficar la prevalencia en las enfermedades laborales, lo que deja en claro es que las mujeres son las que realizan el trabajo más precarizado, peor pago y con menor reconocimiento. Pero que a su vez, son las que más vínculo tienen con les pacientes en tareas de cuidado y prevención.

La realidad más común y que abunda en Salud, sobre todo entre las mujeres, es el pluriempleo. Pero, esta situación no sólo implica una mayor carga horaria y las correspondientes consecuencias en la salud personal. Sino que además implica que a mayor cantidad de trabajos, mayor precariedad en la contratación. Siendo la más común la modalidad del monotributo, en la que desaparecen todos los derechos laborales, para beneficio de las patronales que se ven exentas de pagar vacaciones, ART, enfermedades laborales o de cualquier índole. Con la farsa de que se presta servicios como un emprendedor autónomo, se encubren relaciones laborales de dependencia.

"Las trabajadoras de la Salud no registradas presentan muy baja cobertura en derechos como la protección por accidente o enfermedad profesional (11,3%), obra social (25,7%) y licencia por enfermedad (22,8%)".

Según un estudio realizado en Argentina en 2017 por la Asociación de Médicos Municipales de la Ciudad de Buenos Aires (AMM), la prevalencia de enfermedades laborales en trabajadoras de la Salud fue del 70%, siendo la enfermedad más común la osteomuscular, seguida por trastornos psicológicos y respiratorios. Y la enorme mayoría de esas enfermedades marcan el cuerpo de forma permanente, es decir, son crónicas.

Los pasillos del Hospital Posadas están llenos de mujeres con historias que cuentan sus propios cuerpos. Aquí queríamos presentar algunas para darles voz y animar a otras miles de trabajadoras de la Salud a que juntas, podamos encontrarnos espacios y herramientas para empezar a organizarnos contra esta realidad que, lejos de ser abordada como corresponde por las autoridades sanitarias de cualquier índole, se ve agravada año tras año.

Nuestras voces, nuestros cuerpos, nuestras vidas

María comenzó con sus problemas de columna en la clínica donde dio sus primeros pasos como enfermera. Al principio, los dolores musculares se tapaban con medicación y kinesiología. Pero al llegar al Hospital Posadas, el trabajo se fue haciendo más duro y la falta de formación para el cuidado propio con aplicación de técnicas o del uso adecuado de la estructura corporal, sumado a la falta de elementos de seguridad, sin olvidar el mal estado de las ruedas de las camas y las sillas, hacen que cualquier cuadro se empiece a agravar.

Hoy el diagnóstico de María, después de darle más de 20 años de servicio al Hospital -que aún no la transfiere a planta permanente-, es hernia de 2 discos cervicales y varias discopatías cervicales y lumbares. Difícilmente pueda disfrutar de una tarde de juegos con sus nietos. O sea, tener una vida plena. Pero, con una sonrisa dice que "aunque me duela, yo lo hago igual, voy a seguir disfrutando de mis nietos, voy a seguir viviendo plenamente, voy a seguir conociendo el país con mis amigas". María es un ejemplo de luchadora, que peleó sin descanso por la reincorporación de los miles de despedidos durante el gobierno de Macri, en el 2018.

Ana tiene más de 15 años de Hospital Posadas. Empezó en un servicio que se llama "Lactario". Allí preparan, envasan y distribuyen la leche para los cientos de niñas y niños que están internados. El trabajo es repetitivo y sin descanso, pero ella siempre lo sintió muy gratificante. Un día, tuvo una fuerte discusión con su supervisora y decidió cambiarse de servicio. Las autoridades del Hospital tenían reservada, para ella, una sorpresa no muy grata: atención al público en la entrega de turnos de todas las especialidades.

En ese lugar, Ana atendía en sus 7 horas de trabajo a, aproximadamente, 200 personas por día, con intervalos muy cortos de descanso. Uno de esos días a Ana se le empezó a entumecer la mano derecha, pero siguió trabajando. No le dio importancia, lo atribuyó a la mala postura, al trabajo repetitivo con la computadora. Pero en su casa, cocinando, también se le entumecía la mano, y cuando ayudaba a su hijo a hacer la tarea, también. Pero no se lo dijo a nadie y siguió y siguió. Hasta que el dolor se hizo insoportable, ella siguió. Y cuando ya no pudo más, el traumatólogo le dijo: "el túnel carpiano [patología de un nervio de la muñeca] en la mayoría de los casos mejora con férula, pero en tu caso, lo mejor va a ser la cirugía." Ella se negó y con mucha decisión dijo que se iba a cuidar su mano e informó a sus jefes que no iba a ser más esclava de su computadora. Que debía cuidar su salud.

La realidad para el equipo de residentes es muy acuciante. Largas horas sin dormir, guardias de 24 y hasta 36 horas, miles de pacientes en esperan para su atención, pisos de internación que recorrer sin equipamiento básico para la seguridad personal de las trabajadoras y cientos de tareas que se le suman a la asistencial, que tienen que ver con lo administrativo y, por supuesto, con su formación profesional.

Al consultarle a una de ellas cuál podía ser la enfermedad laboral prevalente, lo que me contestó fue: "Eso, lo veremos a futuro. Hoy, el mayor problema para nosotras son los accidentes laborales. Tenemos compañeras que se lastiman por intentar llegar a tiempo a hacer una reanimación, caídas e incluso fracturas. Varios compañeres que en el afán de terminar su trabajo a tiempo sufren pinchazos con riesgos altos de contraer alguna enfermedad infectocontagiosa. Inclusive al día de hoy tenemos compañeras y compañeros con secuelas luego del contagio con COVID."

La salud de las trabajadoras de la Salud hoy no puede seguir manteniéndose olvidada y al margen de políticas sanitarias que restituyan la seguridad y los derechos. Y para eso, debemos participar activamente de la elaboración de informes y protocolos, en los cuales las trabajadoras, con los recursos de los sindicatos, que hasta ahora siguen ausentes, podamos exigir la más absoluta celeridad en la aplicación efectiva. Porque este recurso, que es escaso, no puede esperar más. Porque además, tampoco pueden esperar más los miles de pacientes que esperan años para ser atendidos. Condiciones dignas y seguras para nosotras, es una garantía de Salud pública de calidad.

Cuando nos organizamos somos más fuertes. ¡Vaya si lo sabemos las mujeres! Lo sabemos también las trabajadoras y trabajadores de la Salud, lo sabemos especialmente quienes trabajamos en el Hospital Posadas que enfrentamos los despidos en 2018. Junto a otros sectores de Salud en lucha, ¡recuperemos nuestra tradición!


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Laura Bogado

Trabajadora Hospital Posadas. Integrante del CDP de la Cicop por la Lista 5