En un nuevo editorial, el diario mitrista reconoce la derrota de los genocidas al querer usar el “2x1”. Pero ahora quiere convertir en delincuentes de lesa humanidad a la militancia de los 70.
Daniel Satur @saturnetroc
Martes 16 de mayo de 2017 16:39
En nuevo intento de querer torcer las lecciones de la historia reciente argentina, el diario la Nación publicó este martes una nota editorial titulada “Del ’dos por uno’ a la infinita impunidad”.
Se aclara (por si hace falta) que cuando dice “impunidad” el diario no hace referencia a quienes desde el Estado consumaron entre mediados de los 70 y principios de los 80 un plan genocida secuestrando, robando bebés, desapareciendo personas y aplicando un plan económico de saqueo nacional.
No. Con la pluma que la caracteriza, la “tribuna de doctrina” de la derecha argentina exige ahora que, ya que sus defendidos van a seguir presos, al menos terminen también tras las rejas aquellos a los que se aplicó de forma directa el terrorismo de Estado y sobrevivieron.
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la Nación reconoce que el fallo de la Corte Suprema que otorgó el “2x1” al genocida Muiña “provocó una tormenta política y la reacción adversa de gran parte de la sociedad”.
Dicho lo cual, se lanza a cuestionar fervientemente la supuesta “asimetría” que existiría entre la forma de juzgar los crímenes de lesa humanidad (que dejaron un saldo de 30 mil desaparecidos, miles de sobrevivientes con secuelas imborrables, 400 personas con su identidad robada y un país sumido en una catástrofe económica cuyas consecuencias aún siguen vigentes) y los asesinatos cometidos por algunos grupos que integraron el amplio abanico de organizaciones obreras y populares que protagonizaron una verdadera insurgencia contra el poder entre los años 1969 y 1976.
Es más, el diario conducido por los herederos de Bartolomé Mitre busca por varios medios forzar interpretaciones jurídicas y legales, sugiriendo que los casos protagonizados por grupos como el ERP o Montoneros deberían ser considerados “delitos de lesa humanidad”.
Incluso, en un acto que no tiene nada que envidiarle a cualquier novelista freaky, el editorial de La Nación no duda en poner un signo igual entre el Ejército Revolucionario del Pueblo y el ISIS o entre Bin Laden y Rodolfo Walsh, Haroldo Conti o Raymundo Gleyzer.
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Como en tantas otras oportunidades, La Nación se apoya para sus argumentaciones en los postulados de verdaderas personalidades del republicanismo nacional. En este caso apela a una idea de Elisa Carrió, como es la sugerencia de que se declaren delitos de lesa humanidad aquellos actos que la legislación internacional considera “terroristas” y que no necesariamente fueron realizados desde el Estado.
Muy oportuno que La Nación se apoye en Carrió. Sobre todo cuando la diputada del oficialismo acaba de considerar a los genocidas de más de 80 años como pobres ancianos dignos de la más cristinana compasión. Vale recordar que se trata de la misma referente “cívica” que hace algunos años defendió a Ernestina Herrera de Noble cuando ésta estuvo al borde de ser juzgada y condenada por haber apropiado hijos de desaparecidos (caso que, al día de hoy, sigue sin ser resuelto ya que el origen del niño y la niña adoptados en los meses de mayo y junio de 1976 por parte de la dueña de Clarín sigue siendo un secreto).
Eso sí, como los editorialistas de La Nación sufren de esa curiosa enfermedad que combina liberalismo y conservadurismo reaccionario, no se privaron tampoco en esta oportunidad de apelar a normas internacionales como el derecho humanitario de la ONU para sustentar su odio de clase y reincidir en la exigencia de, si no la impunidad para los criminales de la dictadura, al menos la cárcel para quienes sobrevivieron al genocidio.
La reacción de La Nación, una vez más, al servicio de intentar torcer la historia construida a lo largo de cuatro décadas de lucha de sobrevivientes, familiares de víctimas, organismos de derechos humanos y organizaciones obreras y de la izquierda. Una historia que, si bien se mantiene en pie ante cada nuevo ataque, desde el Gobierno y sus intelectuales se empecinan en hacer desaparecer.
Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS).