Crónica de la lucha de residentes y concurrentes que irrumpió en los hospitales porteños y contagió una marea blanca que hoy se extiende. Al ritmo del Bizarrap pero sin olvidar las “viejas recetas” de la lucha de clases, consiguieron un triunfo histórico. En su grito desnudaron cómo golpea al pueblo trabajador el ajuste en la salud pública.
Camila ya atendió más de 30 pibes hoy. Las madres le cuentan que están comiendo menos, que les costó cargar la SUBE para llegar. Está quemada. No se recuperó de la última guardia. Las escucha y las contacta con un comedor cerca de Constitución. Sale de Pediatría y se mete en el pasillo; otras residentes la esperan. Llevan un cartel que dice “300 pesos la hora: vocación no es explotación”. Juntas encaran por la salida de guardia mientras dos enfermeras las saludan. “¡Vamos chicas!”. Caminan por la 9 de Julio hasta que el blanco de los guardapolvos se hace más nítido. Empiezan a apurar el paso. El sonido que sale del megáfono y los redoblantes les da el último impulso. “Aumeeentame / Que este sueldo a mí me dueele”. El ritmo del Bizarrap y Quevedo les terminan de dibujar una sonrisa y se prenden al canto. “Soy una residente / quiero un sueldo digno”.
En las últimas semanas una marea blanca conmovió el centro político del país. Como les indica el oficio, partieron de un diagnóstico: la salud pública está en crisis y quienes la sostienen también. Propusieron entonces un tratamiento, estricto aunque ambulatorio. Aplicaron viejas recetas que no figuran en manuales médicos pero aprendieron de otros equipos de salud. Tras nueve intensas semanas, lograron controlar el virus, aunque saben que falta mucho para erradicarlo. Lo más interesante: la fórmula empieza a ser replicada en otros hospitales del país.
El diagnóstico
“Los residentes tenemos jornadas de 80 o 90 horas semanales, 380 por mes, hasta 10 guardias de 24 o 36 horas que están incluidas en el mismo precio. No nos bancamos que nos digan que tenemos que aguantar todo solo por la vocación”. La que habla es Vanesa, residente de Nefrología Infantil en el Hospital Garrahan.
El conflicto en la Ciudad de Buenos Aires expuso un cuadro crítico que la millonaria pauta de Rodríguez Larreta se empeña en tapar. Entre el 40 y 50 % de los profesionales de la salud son residentes y concurrentes. Son 4.500 jóvenes que, recibidos y matriculados tras siete u ocho años de estudio, eligen seguir su formación en el sistema público. Se convierten así en una pieza clave de los 33 hospitales porteños y sus Centros de Salud y Acción Comunitaria (CeSAC).
Cuando empezó el conflicto cobraban 120 mil pesos, 300 pesos la hora. A pesar de que la práctica indicaría una “dedicación exclusiva”, muchos tienen otros trabajos. Igual que las enfermeras o camilleros con quienes comparten sus días.
Camila, residente de pediatría del Hospital Elizalde, cuenta que “cada vez somos menos atendiendo a una población cada vez más numerosa. Eso nos lleva a un cansancio constante, que tampoco es bueno para los pacientes”. Una de sus compañeras lo resume así: “a veces termino la guardia y no sé ni qué día ni qué hora es”.
Sol es concurrente en el Hospital Borda. “Nosotras tenemos, supuestamente, una carga horaria de 20 horas. Pero no se cumplen. Hay sectores donde hay más concurrentes que profesionales de planta. Nos venimos autorganizando junto a los ‘resi’ porque queremos salario, ART y obra social”.
Durante semanas, el ministro Fernán Quiros y su jefe Larreta hicieron oídos sordos. Decretaron un aumento que la Asamblea consideró insuficiente. El diagnóstico fue contundente. “Sin residentes y concurrentes no hay hospital. Precarizadxs no vamos a trabajar”.
Estudios complementarios
El conflicto sacó a la luz algo todavía más profundo: las heridas abiertas de la salud pública y cómo el ajuste golpea a la población.
Camila cuenta que “hoy la crisis es más marcada. Nuestros pacientes vienen de Provincia o la zona sur de la Ciudad. Desde la pandemia se nota más la falta de acceso a los medicamentos, gente pierde un turno porque no tienen para viajar, o madres que te cuentan que no le pueden dar de comer a sus hijos”. Sol agrega que “aumentaron mucho las consultas de salud mental y no hay turnos. En la zona de la Villa 21-24 y Zabaleta hay un solo psiquiatra para miles de personas y muchos problemas”.
Buenos Aires es una ciudad rica, pero el 42 % de los menores de 17 años de la zona sur se atienden en el sistema público. El triple de quienes viven en la zona norte pero bastante parecido a lo que pasa en el resto del país: 3 millones y medio de pibes y pibas concurren a hospitales vaciados y saturados. Si sumamos la población adulta, son 10 millones. La cifra crece cada año al ritmo del trabajo informal y los precios desorbitados de la salud privada. A pesar de eso, los recursos destinados a la Salud cayeron un 30% desde que el macrismo gobierna la capital. A nivel nacional lo mismo: el peronnismo ajustó el presupuesto del sector más del 30 % en términos reales, entre 2021 y 2023.
La juventud que sale hoy las calles también pelea contra eso. “Esto lo hicimos no solo por nuestro salario, sino en defensa de una salud pública de calidad” sigue Vanesa. “Este vaciamiento y precarización viene de años, con un presupuesto que siempre se achica y afecta a quienes se atienden aquí”.
Les pibes hablan de cifras pero también de historias concretas. De turnos que tardan meses, de falta de insumos, medicamentos incomprables y enfermedades asociadas a la precariedad de la vida. Dolores y rostros que les quedan grabados.
Franco trabaja en el CeSAC 35, un centro del Hospital Penna ubicado en la Villa 21-24. Le dicen Paco. Mientras corta la 9 de Julio señala una marcha de la Unidad Piquetera. “Ellos nos han apoyado. Son los mismos pacientes que atendemos en las salas. Trabajamos a la par con las promotoras de salud: dengue, plomo en agua, electrificación. Porque no existe que haya salud si no hay vivienda, si no se puede comer, si los pibes tienen que caminar descalzos, si tienen que esperar un año para un turno. Nosotros queremos enfrentar el ajuste que dicta el FMI y todos los gobiernos aplican. También estamos en la calle por ellos. No están mal los pacientes porque nosotros paramos: nosotros paramos porque están mal”. ’Paco del Penna’ se convirtió en uno de los referentes de la lucha. Milita en la agrupación Marrón de Salud y en el PTS en el Frente de Izquierda.
El tratamiento
Tamos todos los del Guti / Los del Arge, los del Cuna, los del Penna
Tamo el Fernandez con Ramos Mejia / Y hasta se sumaron del Santa Lucia
(Música Bad Bunny, letra Asamblea Residentes)
Ante semejante cuadro, les residentes indicaron un tratamiento. El último síntoma preocupante había aparecido en la tercera semana de septiembre, cuando el gobierno y las cúpulas gremiales acordaron un aumento miserable.
Escuchemos el coloquio de distintos especialistas. “Comenzamos con diálogo y cartas para tener una negociación. Sin respuesta, el 21 de septiembre arrancamos la lucha” (Vanesa). “Empezamos a hacer asambleas por hospital. Nos fuimos juntando con otros hospitales. 100% autoconvocados” (Camila). “Teníamos asambleas periódicas, intrahospitalarias, los delegados de los 33 hospitales llevaban las propuestas a la asamblea general” (Vanesa). “Impulsamos asambleas de todo el equipo de salud para unirnos con enfermería, planta y tercerizados” (Paco). “Fueron 9 semanas de lucha, 21 días de paro por tiempo indeterminado” (Vanesa). “Asambleas, huelgas, son los métodos para que las cosas se muevan” (Ana). “Nada de paros domingueros” (Juan). “Lo del 8 fue una victoria, ese día le arrancamos un paro a los gremios y tuvieron que salir a la calle” (Camila). “Estábamos dormidas de tantas guardias. Ahora estamos más despiertos que nunca” (Julia).
Así fue que aplicaron un tratamiento intenso, ambulatorio, combinando la fuerza y creatividad de la juventud con las “viejas recetas” de la lucha de clases: asambleas, paros, movilización, cortes. El repertorio de los “resi” y la orquesta dirigida por la Ceci contagiaba a la marea blanca pero también a cualquiera que los escuchara. “Antes los aplaudían, hoy los olvidan” decía un hombre que los veía pasar. Y los volvió a aplaudir.
Durante 9 semanas pusieron de pie un movimiento combativo y autoconvocado. Buscaron la unidad con asambleas abiertas junto a profesionales de planta, enfermeras, camilleros y administrativos; con movilizaciones junto al Hospital Garrahan y al Posadas; con ‘los resi’ de Provincia que comenzó en la histórica marcha del 8 de noviembre, donde se mezclaron guardapolvos blancos, celestes, azules de distintos sectores. Ese día marcó además una de las claves de la lucha: no solo apostaron a la autorganización, a la coordinación desde abajo. Utilizaron esa fuerza para imponerle a los gremios que convoquen medidas que permitieron a otros miles de trabajadores salir a la calle. Médicos Municipales, Federación de Profesionales, CICOP, Sutecba, ATE y UPCN tuvieron que marchar, al menos unas horas, al ritmo del Bizarrap. Rap con R de Residentes.
De alta pero con seguimiento
El martes 15 de noviembre el gobierno tuvo que aceptar las demandas. Como si los ’resi’ de otorrino le hubieran destapado los oídos. Tuvo que otorgar un aumento del 99 % remunerativo para todas las categorías con revisión en enero si los supera la inflación. El sueldo inicial será de 200 mil pesos. Además un aumento del 270 % anual en el suplemento de ingreso a la carrera y un 135 % en el de función crítica y guardias. No habrá sanciones ni descuentos de los días de paro. Los reclamos de los concurrentes serán tratados en una mesa de negociación que comienza el miércoles 23 y será acompañada por los residentes.
“Logramos un triunfo histórico –dice Vanesa– le sacamos 80 mil pesos a un gobierno que siempre nos ajustó. Es la segunda victoria contra Larreta, la otra en 2019”. El dato es bueno. Es el segundo triunfo ante uno de “presidenciables” de la derecha. Como dice Paco, “hay mucho discurso de que no se puede, de que hay que esperar, de resignación. Ganábamos 120, salimos a luchar y conseguimos 200. Decime si no se puede”. Teléfono para las conducciones gremiales del Frente de Todos.
La alegría por el triunfo se vivió en las calles donde todavía marchaban, pero también en sus lugares de trabajo. El equipo de salud sentía la victoria como propia. Como decía una médica con 20 años de servicio: “es un orgullo, nunca vi algo así. La juventud y los pibes siempre están por delante nuestro”.
Saben que lo que conquistaron estos días es importante para su bolsillo, pero hay muchas cosas que siguen en terapia. Sus hospitales, sus pacientes, sus compañeros de otros sectores. Como dijo Paco en la última asamblea, “esto es un gran triunfo, pero también es un comienzo”.
El contagio
Iara es residente de ginecología del Hospital Gonnet, en el Gran La Plata. El 17 de noviembre marchó delante de una columna de 1000 residentes de 50 hospitales y centros de salud bonaerenses, con la Asamblea de CABA y masivas columnas del Garrahan y el Posadas. “Antes teníamos hasta 21 días sin franco, pero conquistamos un cambio de reglamento. Ganamos el descanso, aportes previsionales y plus por guardia. Pero en noviembre cobramos menos y estalló la bronca”, cuenta a La Izquierda Diario. Alexis marcha más atrás con un grupo de compañeras del centro de salud de Villa Hudson de Florencio Varela. “Tenemos los mismos problemas que en Capital. Este mes cobré 134 mil pesos, hacemos guardias de 36 horas. Somos una juventud precarizada”. Alexis es el primero que pudo hacer una carrera universitaria en una familia de laburantes. Pero también están los precarios de los precarios. Mauricio es residente en el Hospital Eva Perón de Merlo. "Cobro $83 mil y pago $51 mil de alquiler”. El Municipio le paga 196 pesos la hora, la mitad que sus compañeros que dependen de Provincia.
Las y los residentes de Provincia tienen su tradición de lucha, pero la marea que llegó del otro lado de General Paz terminó de empujarlos. “Lo de CABA contagió un montón. Ese mismo día armamos una asamblea, se llenó. Fue algo histórico” dice Alexis. Sigue Iara: “Hace años nos venimos organizando. Todo se vota. Lo llevamos a la Comisión Provincial de Residentes y se refrenda en asambleas de hospital”. Cuando terminó la última jornada hicieron una asamblea de 700 en Plaza de Mayo. Este miércoles 23 juegan otro “partido” en La Plata.
Mientras marchan cuentan que el gobernador “progresista” trata a la salud igual que el jefe de gobierno derechista. “Hay mujeres que les damos el alta y nos piden quedarse para almorzar. Otras que viajan una hora en bondi con contracciones porque en sus zonas las rebotan por falta de camas” cuenta Iara, que es parte de la Corriente de Izquierda de Salud. Alexis dice que en Varela “el aumento de la pobreza se nota. Estamos viendo un aumento de casos de tuberculosis, que suele darse cuando la gente vive hacinada, en casas precarias, sin ventanas, como la que atendemos en el barrio”. Mariana cuenta que en el Hospital de Niños de San Justo (La Matanza), “algunas madres nos tocan la puerta para pedirnos las viandas que nos dan de almuerzo para que coman sus hijos; o tienen que elegir entre los anteojos que les recetan o comer”.
El diagnóstico es el mismo. “Todos los gobiernos recortaron los presupuestos de salud, porque todos están de acuerdo con el FMI”. La fórmula también: autorganización, democracia de las bases, medidas combativas y unidad con otros sectores.
Pero la marea llega más lejos. “Mi sueldo es tan pedorro como este cartel” dice la pancarta que sostiene una ‘resi’ con la picardía típica de las calles de Córdoba. El acuerdo de la conducción burocrática del SEP (empleados públicos) con el gobierno fue la gota que rebasó el vaso. La próxima semana harán 48 horas de paro. En Santa Fe y Rosario marcharon cientos de médicos, residentes, enfermeras y trabajadores de distintos efectores. También en Salta, Chaco, Mendoza y Río Negro. El mismo diagnóstico, el mismo tratamiento.
El efecto contagio es quizás uno de los triunfos más grandes de la juventud precarizada.
Recomendaciones para una cura completa
“Lo importante es poder empezar a coordinar junto a todos los sectores que están reclamando en medio de una crisis social y económica muy grande” dice Belén, residente del Posadas. El hospital más grande del país hoy se vuelve a poner de pie.
Es que la marea blanca muestra un camino: la unidad fortalece las luchas y la lucha paga. La Marrón y la Corriente de Izquierda de Salud levantan esa bandera, como parte del Movimiento de Agrupaciones Clasistas. Los residentes y concurrentes, los obreros del neumático que también vienen de un triunfo, las organizaciones sociales y el sindicalismo combativo, podrían convocar un Encuentro Nacional que reúna a miles de luchadores y luchadoras. Un espacio donde debatir y poner de pie una Coordinadora nacional que se proponga organizar la resistencia al ajuste y la pelea por todos los reclamos.
La juventud de la salud se está sumando a la tradición de lucha de los elefantes de Neuquén, el Garrahan, el Posadas, los hospitales platenses y otras peleas históricas. Pero también a las huelgas de “esenciales” que recorren el mundo, en el Estado Español, Inglaterra o Estados Unidos. Porque todos los gobiernos los llamaron héroes y hoy los quieren descartar.
La pandemia confirmó que la Salud Pública es un servicio básico para la humanidad. Pero el capitalismo la destruye con ajustes, privatizaciones y precarización. Es la expresión de un sistema social donde el lucro está por encima de la vida de los seres humanos y la naturaleza. Donde los desarrollos tecnológicos, científicos y médicos podrían permitirnos una mejor calidad de vida pero los convierten en un negocio.
Este sistema no va más. La clase trabajadora, la que hace funcionar también el sistema de salud, es la que puede dar vuelta todo.
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