La rebelión de las y los “elefantes” de la salud de Neuquén sacudió el escenario político y sindical de la provincia, y la onda expansiva se sintió en todo el país. Desde la interhospitalaria a los piquetes en Vaca Muerta, pasando por la alianza con el pueblo mapuche y la comunidad, ¿qué dejó esta lucha de más de 60 días?
Sábado 12 de junio de 2021 10:24
La lucha de las y los autoconvocados de la salud de Neuquén, los llamados “elefantes”, irrumpió en el escenario de la emergencia sanitaria y ya nada volverá a ser como antes. Detrás de una aparente vuelta a la “nueva normalidad”, a dar vuelta la página, las huellas que dejó esta batalla todavía están por verse. No sólo las que señalan los diarios en relación a la afectación en la actividad petrolera producto de la efectividad de los piquetes en Vaca Muerta. Lo más importante es lo que dejó como experiencia para el conjunto de la clase trabajadora, y en particular para la organización de los propios trabajadores de la salud. La burocracia de ATE cerró un acuerdo salarial parado sobre la fuerza de las y los elefantes, pero no “cerró” un proceso profundo que sigue, y al que hay que desarrollar con todas las fuerzas.
Aunque pudo retomar el control de la situación después de jornadas de crisis aguda, el Gobierno y el MPN salieron golpeados de este conflicto, en particular el gobernador Omar Gutiérrez. A esto se suma el colapso sanitario con la llegada de la segunda ola, que tira por la borda el único “mérito” que podía mostrar el Ejecutivo que era un cierto nivel de vacunación por sobre la media nacional, que de todas maneras se demostró completamente insuficiente.
Acáse puede seguir en detalle cómo fue el curso de los acontecimientos, en esta nota nos dedicaremos sólo a sacar algunas conclusiones y análisis de los distintos momentos del conflicto.
La de salud, ¿fue sólo una lucha salarial?
La lucha de salud empezó como una verdadera rebelión antiburocrática contra el acuerdo que firmaron ATE y UPCN con el Gobierno del MPN, que otorgaba un 12% de aumento, luego de un 2020 sin aumentos salariales y una inflación del 40%. Pero no fue un mero conflicto salarial ni sólo antiburocrático. Expresó el hartazgo de un sector de la clase trabajadora que estuvo, y sigue estando, en el centro del combate contra la pandemia, que vio sufrir y morir no sólo a cientos de pacientes sino a sus propios compañeros y compañeras, que recibió aplausos y discursos “con honores”, pero que en el día a día fue maltratado, con bajos salarios, precarización, sin condiciones de seguridad e higiene. Y para colmo, un par de burócratas sindicales, que no trabajan hace años y no pisaron un hospital durante toda la pandemia, los ignoraron y desconocieron el voto masivo de los hospitales y centros de salud que rechazaron ese acuerdo miserable.
Al calor del rechazo de las asambleas y las primeras movilizaciones, mientras la burocracia miraba para otro lado, la primera actitud del Gobierno fue negar el conflicto y, junto a ATE, apostar al desgaste (“cuando cobren el aumento va a bajar la espuma” dijo Quintriqueo). Pero la lucha no sólo siguió sino que fue despertando cada vez más simpatía y apoyo popular. A la par, las y los docentes de ATEN, judiciales y municipales de la localidad de Centenario fueron al paro. Impulsado por la oposición de ATEN, confluyen docentes y salud en dos acciones importantes, una en Casa de Gobierno y otra en un corte del puente Neuquén-Cipolletti, contra la propia conducción docente. Estaba planteada la confluencia en un paro provincial y plan de lucha para imponer las demandas de los distintos sectores, pero es a esta perspectiva a la que huyen las conducciones sindicales burocráticas y se apuran por negociar con el Gobierno y levantar el paro. Si en esta primera etapa más “sindical” del conflicto no se avanzó en la unidad y coordinación fue por responsabilidad de esas direcciones sindicales que trabajaron abiertamente para evitarlo.
El 1 de abril, el jueves de semana santa, el conflicto pega un salto con el corte durante todo el día en la ruta 22 en Arroyito, donde en 2007 fue asesinado el maestro Carlos Fuentealba en una represión policial también durante un corte de ruta. Junto a otros cortes, las y los trabajadores de la salud paralizan por horas el acceso a localidades turísticas, y concentran la atención de toda la provincia, incluso con las primeras repercusiones nacionales. La tensión con un grupo de “turistas” y un “contrapiquete” de éstos que impide el paso de dos ambulancias genera mucha indignación. El corte se levanta con alta moral y con amplia simpatía, como se manifestó cuando un trabajador de una obra vial sobre el puente de Arroyito “apuntaló” el piquete con una barricada de tierra con su pala mecánica para contener a los “turistas”. El sábado 3 de abril se convocaron caravanas en distintas localidades, que terminan siendo masivas y mostrando un apoyo popular abrumador. Se cobran los salarios con descuentos por los días de paro y fracasa definitivamente la esperanza de que el aumento “bajara la espuma” y los descuentos potencian la bronca.
El Gobierno siguió apostando al desgaste pero los trabajadores ganaron fuerzas. Ante la negativa de reconocer a las y los autoconvocados como interlocutores, el 6 de abril una interhospitalaria votó nuevos cortes para el miércoles 7 en la ruta del petróleo, esta vez más cantidad y hasta las 17 hs, para afectar el día de producción. Los cortes se realizaron con éxito, y a la hora de levantar, acompañados por comunidades mapuches, un sector decidió continuar. Rápidamente los cortes se llenaron de trabajadores y trabajadoras de salud, y en cuestión de horas se multiplicaron. Con el correr de los días llegaron a ser casi 40 cortes simultáneos en toda la provincia, con epicentro en las rutas del petróleo en Vaca Muerta, el principal yacimiento de gas y petróleo no convencional de Argentina y uno de los más grandes del mundo.
Se abrió una crisis de gobierno
El reclamo de los autoconvocados y las autoconvocadas de salud se transformó claramente en un conflicto político que concentró la simpatía popular y el rechazo al maltrato de la “primera línea” que puso el cuerpo a la pandemia. Los cortes de las y los trabajadores de la salud despertaron una simpatía enorme y el apoyo se volvió abrumador entre la población. Fracasaron todas las amenazas y provocaciones para generar “incidentes” con otros trabajadores como los camioneros que no podían transitar, o los petroleros que no podían llegar a sus puestos de trabajo, quienes, por el contrario, se acercaban a los piquetes a llevar alimentos y muestras de apoyo. Imposibilitados de cualquier salida represiva abierta o encubierta con patotas, lo que muy probablemente hubiera desencadenado una respuesta popular de consecuencias impredecibles, el Gobierno de Omar Gutiérrez entró en días de desorientación y parálisis, cometiendo un error detrás de otro. Son los días más agudos del conflicto, que abrieron una crisis dentro del MPN y su Gobierno, en especial del propio gobernador que muchos comparaban por esos días con el ex presidente De la Rúa, volteado en 2001 por un levantamiento popular.
A un nivel aún mayor que al inicio de la lucha, estaba planteada la necesidad de un paro provincial y un plan de lucha que le diera continuidad, para la entrada en escena de otros sectores de la clase trabajadora, empezando por las y los trabajadores de la educación y otros estatales, también involucrados en el acuerdo salarial miserable firmados por ATE y UPCN. En perspectiva se podía transformar la crisis de gobierno “latente” en una crisis abierta, que pusiera en cuestión no sólo un acuerdo salarial sino más de conjunto las políticas de ajuste y de entrega, incluyendo las demandas de otros sectores empobrecidos. Es que los cortes en Vaca Muerta desnudaron la profunda desigualdad en una provincia donde conviven las principales petroleras del mundo, con casi un 50% de la población que vive en la pobreza, y señalaron dónde están los recursos que saquean las multinacionales.
Una vez más las burocracias sindicales, muchas de ellas alineadas con el gobierno nacional, huyeron como de la peste de esta perspectiva y evitaron cualquier acción de apoyo serio a las y los trabajadores de la salud, que “contagiara” a otros sectores y abriera una dinámica aún más aguda de la lucha de clases. Esto es lo que le dio, después de 10 días de incertidumbre, oxígeno al Gobierno para retomar la iniciativa y buscar una salida al conflicto, de la mano de Carlos Quintriqueo y la burocracia de la Verde y Blanca de ATE, con el concurso de todos los partidos del régimen.
Así el 18 de abril ATE realiza un “plenario” donde resuelven un paro, para terminar cerrando una semana después en una mesa previamente acordada con el Gobierno, un acuerdo salarial del 53 %, que inicialmente era hasta febrero del 2022 y debe acortar hasta diciembre de este año por el descontento que generó hasta en su propia base el “plan cuotas”. También el Gobierno anunció el pase a planta de 500 trabajadores y trabajadoras eventuales de salud y otro tanto en distintas dependencias del Estado. El triunfo es claramente de las y los autoconvocados, pero el MPN tiende una soga a la conducción de ATE para salvarla de un desprestigio mayor, y para no terminar de reconocer a las y los autoconvocados como interlocutores.
El Frente de Todos, desde el inicio del conflicto hizo claramente una utilización electoral para desgastar el MPN. Al inicio de la huelga hizo declaraciones de apoyo pero cuando pegó un salto y se agudizó la crisis, sobre todo el peronismo que tiene llegada a los sindicatos, jugaron a favor de la “moderación” y la contención.
Desde los sindicatos pero también sus diputados, como Mariano Mansilla que ocupó una “silla” en la inconducente mesa de negociación del fiscal Geréz, privilegiaron los negocios comunes en Vaca Muerta y trabajaron por evitar cualquier radicalización, llamando a la “flexibilización” de los cortes y la “normalización” de la circulación y la actividad de las petroleras.
La reciente visita de la ministra de Salud, Carla Vizotti, confirmó esta relación diplomática. Enviada a revisar las medidas tomadas por el gobernador frente a la segunda ola, en una de las provincias más afectadas de todo el país, con las terapias colapsadas y personal de salud aún sin vacunar, lo único que se escuchó de boca de la ministra fueron elogios a la gestión del MPN. Incluso cuando autoconvocados le acercaron una carta contando su situación y la situación sanitaria en la provincia, la ministra hizo la falsa promesa de recibirlos y se retiró sin decir una sola palabra sobre el conflicto de salud.
Los gobiernos de Fernández y Gutiérrez son corresponsables de la gestión desastrosa de la pandemia, de los bajos salarios al personal de la salud y de la falta de medidas para los sectores más postergados, como un IFE que cubra la canasta familiar o un plan de obras públicas para viviendas, hospitales e infraestructura.
Rebelión antiburocrática y organismos de autoorganización
No es la primera vez que las burocracias sindicales hacen acuerdos por fuera de las decisiones de las bases. Pero esta vez la traición de esas burocracias sindicales despertó tanta bronca que no impidió a las y los trabajadores salir a la lucha por sus derechos. Las asambleas por hospital y la asamblea interhospitalaria se transformaron en la nueva dirección real y efectiva, donde todos los trabajadores y trabajadoras podían discutir y resolver democráticamente cada paso a seguir, y coordinar en toda la provincia. Así surgieron los “autoconvocados”, superando a los dirigentes sindicales vendidos y eligiendo sus propios representantes.
La interhospitalaria funcionó como un organismo de frente único donde se expresaban las distintas “tendencias” (no necesariamente “partidarias” u organizadas en alguna agrupación) dentro de las y los autoconvocados. Desde la agrupación Violeta Negra y el PTS peleamos porque se desarrollara como un verdadero organismo democrático de autoorganización, un “comité de huelga” que funcionara en base a las asambleas de base, respetando los mandatos y la proporcionalidad de las votaciones, por mayoría y minoría, con actas donde se registrara cada una de las votaciones y mociones. Esta es una conclusión importante para hacer pesar las decisiones de base y los mecanismos democráticos de autoorganización por sobre los acuerdos del activismo.
La interhospitalaria jugó un rol clave para la coordinación y la dirección, con libertad de tendencias hacia su interior, de una lucha de carácter provincial, con hospitales y centros de salud en todas las localidades. Hoy estos organismos tienen la tarea de organizar a la primera línea para dar una respuesta junto al resto de la clase trabajadora y la población al colapso del sistema público de salud.
Y junto con esto impulsar una campaña extendida contra los sumarios y las causas a los trabajadores y trabajadoras de la salud, abierta persecución del gobierno del MPN y hacer fondo de lucha para sortear los más de 3 millones de pesos de descuentos sobre sus salarios. Todo esto, en la perspectiva de organizar la recuperación de los cuerpos de delegados y pelear la conducción de las Juntas Internas, que continúan en manos de la burocracia sindical.
El otro aspecto que faltó desarrollar fue el de la coordinación con otros sectores, poniendo en pie organismos comunes para la lucha. La responsabilidad central de que esto no sucediera la tuvieron las distintas burocracias sindicales, que evitaron en todo momento la lucha y cuando fue inevitable hicieron todo lo posible por impedir la coordinación. Más allá de los dirigentes sindicales abiertamente enfrentados a las y los autoconvocados, empezando por ATE y UPCN pero también Guillermo Pereyra de petroleros o Sergio Rodríguez de Comercio, direcciones como las de ATEN o Judiciales, donde el malestar de las bases y la existencia de una fuerte oposición en el caso de docentes llevó al paro y medidas de lucha, se negaron a unirse a las y los autoconvocados. En vez de profundizar el camino de la lucha de clases, lo que podría haber cambiado cualitativamente la situación provincial y agudizado la crisis del Gobierno, trabajaron para cerrar rápidamente acuerdos salariales muy por detrás de la inflación y dejar en soledad a la lucha de salud.
Nuestro planteo de convocar a un Encuentro de Trabajadores en lucha al inicio del conflicto apuntaba a buscar poner en pie organismos de autoorganización comunes, verdaderos “comités de acción” que sirvieran para coordinar la lucha e imponer a las direcciones sindicales una lucha común, o superar a esas direcciones como sucedió en salud. Cuando los piquetes despertaron el apoyo popular activo de las poblaciones, Asambleas populares convocadas por las y los trabajadores de la salud junto a otros sectores, podrían haber fortalecido esa unidad conquistada y que despertó el apoyo por debajo de camioneros, petroleros, docentes, otros estatales y cientos de trabajadores y trabajadoras que manifestaban su solidaridad.
La coordinación con otros sectores, unificando las demandas y poniendo en pie organismos comunes como Coordinadoras o Encuentros, fue el aspecto más débil y el que menos “naturalmente” se expresó en esta y otras luchas. Es una pelea dentro del propio activismo para romper con la naturalización de que las luchas son por sector y que a lo sumo se pueden coordinar acciones aisladas. La unidad entre ocupados y desocupados, estatales y privados, las gestiones obreras, los estudiantes, las familias sin vivienda, etc, es clave para que las y los trabajadores empiecen a levantar una salida de conjunto alternativa a la de los gobiernos, que quieren descargar la crisis y las consecuencias de la pandemia sobre las y los trabajadores y sectores populares.
Piquetes en Vaca Muerta y la ruptura de la legalidad burguesa
Los piquetes en Vaca Muerta y las rutas del petróleo fueron un giro en el conflicto y cambiaron la situación política provincial. Con el acompañamiento de las comunidades mapuches que viven y conocen el territorio, la simpatía de la población de las distintas localidades de la provincia, especialmente en Añelo, en el centro de Vaca Muerta, y de los propios camioneros y trabajadores petroleros, las y los autoconvocados de salud lograron con 38 piquetes en las rutas del petróleo, del turismo y los pasos internacionales con Chile, paralizar por 22 días gran parte de la producción de gas y petróleo de la provincia.
Por el apoyo popular y ante el temor a desatar un levantamiento popular con consecuencias impredecibles, el Gobierno se vio imposibilitado de usar las fuerzas represivas para desalojar las rutas, como hiciera en 2007 el MPN cuando era gobernador Jorge Sobisch, asesinando a Carlos Fuentealba.
Incluso la burocracia sindical, en primer lugar la de petroleros, no pudo ir más allá de las palabras, y repetir la historia de 2006 cuando la patota del MPN conocida como “cascos amarillos” atacó los piquetes docentes en la refinería de YPF en Plaza Huincul.
Este temor a usar la violencia estatal o “paraestatal”, no niega que mañana vaya a ser usada en otros conflictos. Por el contrario, la clase trabajadora deberá prepararse y también organizar la autodefensa contra las patotas y la represión policial. Pero en este conflicto demostró que cuanto más apoyo popular consigue una lucha, mayor es el poder de fuego que se le saca al Estado para usar la violencia, o que al hacerlo sea a un alto costo. No fue que el MPN no quiso usar la violencia, sino que no pudo por la relación de fuerzas conquistada por las y los autoconvocados.
Sólo así se explica que medidas de acción directa de un nivel mayor de radicalización no pudieron ser derrotadas por el Estado. La disposición de los cortes en rutas y picadas (caminos de ripio de acceso a pozos, yacimientos, baterías y demás sectores de la industria petrolera), el control de los accesos a las distintas localidades y pasos fronterizos (se dejaban pasar vehículos particulares, transporte para abastecer comercios, etc, y sólo se impedía el paso de vehículos y personas relacionados con la industria petrolera), la paralización del principal yacimiento no convencional del país y uno de los más importantes del mundo, fue una medida pocas veces vista, que rompió con la “legalidad burguesa” y afectó el “derecho” de los capitalistas a la libre circulación y producción. Esto es lo que desconcertó y preocupó no sólo al Gobierno sino a las cámaras empresariales y las gerencias de las multinacionales, acostumbradas -incluso en Medio Oriente- a garantizar a sangre y fuego la producción petrolera en medio de guerras civiles o de liberación nacional.
También es una gran lección para el conjunto de la clase trabajadora y para la lucha de clases. En momentos donde en el mundo vemos “revueltas” que enfrentan las políticas de ajuste de los gobiernos, como en Colombia, Perú o Chile, con mayores niveles de violencia pero en general con la clase obrera sin jugar un rol central y sin afectar los sectores concentrados de los capitalistas, los autoconvocados de Neuquén supieron golpear en una “posición estratégica” de la producción capitalista de la provincia y el país. El impacto fue inédito y los piquetes de salud mostraron una efectividad nunca antes vista para afectar la actividad en Vaca Muerta.
¿Cómo pasó esto? Los 28 piquetes en las zonas petroleras y sus rutas de acceso estuvieron estratégicamente ubicados. Luego de algunos días de corte total se concentraron exclusivamente en impedir el paso de camiones y camionetas del sector petrolero, con insumos y personal que se dirigiese a los campos. De conjunto, los piquetes obstaculizaron los “cuellos de botella” del circuito petrolero, especialmente de la explotación no convencional en Vaca Muerta. (Para más detalles ver“Cuando salud paró el fracking en Vaca Muerta”)
Una alianza clave: la unidad con las comunidades mapuches, los trabajadores y el pueblo
La unidad con otros trabajadores y trabajadoras en lucha fue uno de los primeros aciertos de esta lucha. Forjada al principio en movilizaciones comunes, se consolidó cuando el Ente Provincial de Energía de Neuquén (EPEN) decidió cortar la luz a la gestión obrera de Zanon. La medida fue orquestada por el propio Gobierno junto a la conducción de ATE, que tiene su representante en el directorio del EPEN y actuaron en común, como forma de amedrentamiento a quienes desde el primer día fueron aliados en la lucha de los y las autoconvocadas. La respuesta contundente, con cortes de ruta en común entre ceramistas y autoconvocados selló un pacto de defensa mutua. La energía fue restituida a la cerámica, y los trabajadores de Zanon hasta el día de hoy, producen los cerámicos con la figura del elefante, que fueron colocados en las puertas de los hospitales, de cada sector y son un aporte al fondo de lucha.
Y fue central acompañamiento y la determinación de las comunidades mapuches a “bancar” la lucha de salud y los piquetes. Desde la disposición de los cortes para que tuvieran efectividad en la paralización de la circulación y la actividad petrolera, hasta la provisión de leña, electricidad, alimentos, etc.
También fue un gran punto de apoyo la simpatía y la solidaridad activa de la gran mayoría de la población de toda la provincia, que se expresó en masivas movilizaciones en la capital neuquina y numerosas caravanas en todas las localidades. Así también lo demostraron los estudiantes y jóvenes que pusieron en pie un comité de acción en apoyo a salud, acompañando cada iniciativa.
Esta alianza mostró la potencialidad de la clase trabajadora cuando muestra predisposición y determinación en la lucha, cómo puede despertar la simpatía de otros sectores populares agraviados. En este caso, las comunidades mapuches que sufren día a día el avasallamiento de las petroleras en sus territorios, desplazándolos y contaminando sus tierras, vieron en las y los trabajadores de la salud un aliado con fuerza contra esas petroleras. Si no fuera por las burocracias vendidas en los grandes sindicatos como el petrolero, la potencia de la clase trabajadora sería mayor, ya que los petroleros ocupan una posición estratégica “desde adentro” de la propia producción.
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Aunque el Gobierno pudo retomar la iniciativa gracias al rol de las distintas direcciones sindicales que evitaron profundizar el conflicto y buscar así una salida con concesiones salariales a las y los trabajadores de salud y el resto de los estatales pero evitando una crisis provincial mayor, sale golpeado y las y los trabajadores fortalecidos. Pero sobre todo muestra que el MPN y las propias multinacionales petroleras no son “intocables”. Existe una especie de sentido común en muchos sectores de activistas y en la histórica “vanguardia neuquina” de que al MPN no se lo puede derrotar, y que la pelea es por arrancarle “algo”. Sindicalmente haciendo acciones de presión, incluso pueden ser de cierta radicalidad y combatividad, pero con el objetivo de conquistar sólo un aumento salarial mejor, frenar algún despido o alguna política antidemocrática, pero no más allá. Y luego políticamente apoyar alguna variante “opositora” de centroizquierda o peronista, y hasta alguna fracción interna dentro del propio partido provincial. Pero esta lucha demostró, aún con sus límites, que se puede poner en crisis al MPN, y que si se supera a la propia burocracia sindical que trabajó en contra de la lucha, se lo puede derrotar. Para eso hay que recuperar o crear nuevas organizaciones de las y los trabajadores y sectores populares, pero también construir un fuerte partido revolucionario de la clase trabajadora que pelee en cada lugar de trabajo o estudio, en cada barrio, en el movimiento de desocupados, en las tomas de tierras, de manera unificada y coordinada, por esta perspectiva.
En lo inmediato, desarrollar la autoorganización en salud votando delegados y delegadas por sector en cada hospital, seguir sosteniendo la interhospitalaria como instancia de coordinación, pelear por recuperar y poner en pie nuevas Juntas Internas y la Rama Salud nuevamente, así como organismos de coordinación permanente con otros sectores, como pueden ser Coordinadoras de los sectores en lucha y antiburocráticos, es un punto de partida para llegar mejor preparados para los futuros e inevitables conflictos. Parte de esta pelea, no sólo de las y los trabajadores de salud, es la defensa contra los sumarios, causas penales y descuentos, y el impulso del Fondo de Huelga de las y los autoconvocados.
Mientras la pandemia y las políticas de los distintos gobiernos siguen golpeando a la clase trabajadora y degradando las condiciones de vida de millones, es clave prepararse poniendo en pie esos organismos que permitan unir democráticamente a los distintos sectores de las y los trabajadores, ocupados y desocupados, estatales y privados, en “blanco” o precarizados, junto a otros sectores populares, levantando de conjunto las distintas demandas. La gran lucha de los elefantes de Neuquén deja ricas lecciones y es un punto de apoyo pensando en el futuro.