Emma Coronel, esposa de “El Chapo”, fue sentenciada a 3 años de prisión, para delitos que implicarían como mínimo 10 años. La “suerte” con la que corrió, no es la misma suerte con la que cuentan aquellos jóvenes y mujeres que son carne de cañón de la guerra contra el narcotráfico.
La Izquierda Diario México @LaIzqDiarioMX
Martes 30 de noviembre de 2021
El pasado 22 de febrero, Emma Coronel, esposa de Joaquín el “chapo” Guzmán —líder del cartel de Sinaloa—, fue arrestada en Virginia. En ese momento se le acusaba de tráfico de drogas, y de ayudar a la fuga de el Chapo en julio de 2015, de la prisión del Altiplano.
Hoy fue sentenciada a tres años de prisión, por los delitos de tráfico de drogas y lavado de dinero.
Aunque Emma había declarado en las entrevistas brindadas a algunos medios, que ella no tenía nada que ver con los negocios del capo de la droga, y que ella no sabia nada de los mismos, luego de su detención, en junio de este año se declaró culpable de los delitos de los que se le acusó. Admitió la colaboración para la distribución de al menos 450 kilogramos de cocaína, 90 kg de heroína, 45 kg de metanfetamina y 90 mil kg de marihuana.
Dados los delitos por los que fue sentenciada, en realidad implicaba una pena mínima de 10 años de prisión, sin embargo, se presentaron diversas argumentaciones para disminuir su pena, uno de esos argumentos es que su participación era mínima, que ella no era líder y su rol era solo en apoyo al Chapo. Los fiscales habían pedido cuatro años de prisión, pero fue el juez el que bajó a tres años su sentencia.
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Por otro lado, la “suerte” con la que corrió Emma Coronel, para la baja sentencia que obtuvo, no es la misma suerte con la que corren aquellos jóvenes y mujeres que son carne de cañón de la guerra contra el narcotráfico.
Para poner un ejemplo, las llamadas “mulas”, que son mujeres o jóvenes que transportan droga en pequeñas cantidades, llegan a tener hasta 10 años de prisión, muchas de ellas y de ellos, son obligados por las mismas bandas delincuenciales, o llegan a esos lugares ante las terribles condiciones que el narcotráfico deja en sus lugares de origen. Para ellas no es “valido” que no sean grandes capos ni lideres de los cárteles de droga; la diferencia es simple, no pertenecen a las grandes cúpulas de un negocio millonario construido por el tráfico de drogas y la violencia.
Esta disparidad pone en evidencia que, en realidad, la supuesta guerra contra el narco no es una guerra contra los grandes capos, sino contra la clase trabajadora, las mujeres y jóvenes.
Nada nuevo bajo el sol en los marcos de la justicia burguesa, que tiene mano blanda con figuras como Emma Coronel, o Salvador Cienfuegos, o que hace oídos sordos a las múltiples acusaciones hacia funcionarios públicos, de las relaciones que estos sostienen con el crimen organizado; mientras las cárceles están repletas de sectores populares y de la clase trabajadora.