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Red Internacional
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OPINIÓN. La sexualidad en el trabajo: el deseo en disputa (parte I)

Tomás Máscolo

Tomás Máscolo @PibeTiger

Jueves 7 de septiembre de 2017

Fotomontaje: Enfoque Rojo

La genitalización está destinada a quitar al cuerpo su función de reproductor de placer para convertirlo en instrumento de producción alienada, dejando a la sexualidad sólo lo indispensable para la reproducción. Es por eso que el sistema condena con especial severidad todas las formas de actividad sexual que no sean la introducción del pene en la vagina, llamándoles "perversiones", desviaciones patológicas, etc. Para encadenar el ser humano al trabajo alienado es necesario mutilarlo reduciendo su sexualidad a los genitales.

Néstor Perlongher - Sexo y revolución

La alienación principal, a grosso modo, se fundamenta en la sistemática separación de los productores directos (trabajadores) y sus medios (herramientas) y objetos de trabajo (tierra, agua etc.). Ese concluye en: la expropiación del fruto del trabajo propio y el divorcio entre el conocimiento del proceso productivo y el productor. El trabajador despojado de bienes con los cuales pueda proveerse de satisfactores, es forzado, so pena de perecer de inanición, a venderse como una mercancía a quien lo desee explotar.

Al decir de Marx: "la alineación, la enajenación del ser humano, en la medida en que supone la pérdida de sí mismo, la renuncia a su propia naturaleza en favor de la de un ser ajeno. De este modo el ser humano se convierte en algo extraño para sí mismo, en un ser alienado. El producto de su objetivación se le impone como la verdadera y única realidad, a la que debe someterse, viéndose obligado a vivir "para otro".

Pero frente a la explotación la organización de los trabajadores es fundamental para poner un freno. El motivo de esta nota es abrir un debate alrededor del cuerpo, el deseo y el trabajo. Si bien aquellas identidades y sexualidades que están fuera del cinturón de la heteronorma son las más perseguidas, en un régimen laboral de explotación y tercerización cualquier tipo de deseo sexual - incluso el heterosexual - se ve truncado.

“Estaba muy cansado y no se me paraba”, cuenta Emanuel Giménez, un joven rosarino de menos de 20 años que laburó en una fábrica metalúrgica. “Mi novia me preguntaba qué me pasaba, yo simplemente estaba cansado”. Su relato, me recuerda al de un obrero, retratado en la película Memorias para Reincidentes. La misma aborda la lucha obrera que se venía gestando en los años previos, desde el Cordobazo, las nuevas conducciones clasistas extendiéndose por todos el país, las huelgas y tomas contra el pacto social y los dos Villazos, y en todo ese escenario de lucha se cuela la anécdota de los obreros de la Fiat en Córdoba, donde los trabajadores en las asambleas también problematizaban su escasa vida sexual producto de las condiciones laborales.

El relato de Emanuel sigue: “El primer día de trabajo mi jefe me dijo que me quede callado, que mire a mi compañero y no hable. Yo sabía que me iban a hacer pagar el derecho de piso, por eso tampoco decía nada cuando me preguntaban constantemente si me cogía a talo cual compañera, aunque sabía que eso podía generar que me dejen de lado”.

Al relato del rosarino se le suma el de Luis, que vive en Capital federal y trabajó muchos años en Ausa. Al preguntarle sobre cómo vivió su sexualidad en el trabajo dijo: “El clima laboral suele ser hostil, más aún en los lugares de trabajo donde el promedio de edad es más alto. Si bien se percibe una mayor libertad y aceptación, hay un sentido común que sigue siendo muy opresivo. Por ejemplo, muchos compañeros que no dicen abiertamente que son homosexuales, tienen que escuchar las conversaciones cotidianas entre cuadrados que hacen chistes como: “que sos puto que no te animas”, “veni y agarrame esta”, “como te gusta la banana”, “tienes que arrodillarte si queres un favor de la empresa”, “este habrá entregado el orto para que le den el cambio”, dijo.

Los rotos

Marcos cuenta que trabaja desde desde los 11 años. “Hoy en día tengo 21 años. Me cagué el ciático. Dolores de espalda constantes, las piernas sobre todo y los pies por estar muchas horas parado trabajando, los días de humedad me duele lo que es el hombro y la muñeca”. Trabajó de verdulero, changarín y de mozo entra tantas cosas. El relato de Marcos es único pero sus dolores son colectivos.

En estos meses se pone en discusión el rol de los jóvenes en las elecciones. Gran parte del llamado “voto joven” (de 16 a 24 años), es parte de la famosa generación “ni ni”. El 15 %, que son 566.000 jóvenes, no estudia ni trabaja. A esta cifra se le suma la desocupación, que es del 18 %, el doble que en la población adulta. Muchos jóvenes se ven obligados a dejar sus estudios para trabajar, y ahí empieza el círculo de los “ni ni”: se los condena a los peores trabajos.

"Entré disfrazada de hombre para poder conseguir este trabajo"

Es la historia de una trabajadora de Donnelley, cuando todavía no estaba bajo control obrero. Seguramente el camino que comenzó a transitar Tamara con el apoyo de los compañeros y su batalla contra la discriminación es un primer gran paso. El apoyo de la Comisión Interna de Donnelley y de los militantes del PTS como parte de ella, unificando la lucha contra la explotación y la opresión, es un ejemplo para la clase obrera. Luchando contra todo tipo de opresión y discriminación la clase trabajadora también se libera, en parte, a sí misma.

Pero Tamara, no es la única que luchó contra los prejuicios. La trabajadora de La Virginia y candidata a diputada nacional por el Frente de Izquierda, Leilen Archenti cuenta que tiene HIV y que tuvo que pelear mucho contra la patronal y algunos compañeros de trabajo que aún tenían prejuicios con su enfermedad. “Muchas veces lavaban el bebedero con lavandina”, cuenta. Es fundamental dejar en claro que quienes viven con VIH no están incapacitados bajo ningún concepto para la realización de cualquier clase de actividad laboral. Aún hoy, se siguen utilizando en varias empresas los preocupacionales con VIH, lo cual es completamente ilegal, y limita las posibilidades acceder a un trabajo a las y los seropositivos.

¿ Es un problema ser heterosexual?

No, no es un problema ser heterosexual, el problema es la opresión. Es un problema cuando por hacer topples en Necochea te paren más de tres policías mientras en las revistas de modas ponen el último topless de tal o cual vedette para vender más números.

No hay ningún problema en construir una sexualidad, el problema es cuando la quieren controlar. Cuando no dan educación sexual en las escuelas y se permite - aún hoy contando con una Ley de educación sexual - la injerencia clerical. Esa injerencia que no permite que esa educación no sea solamente orientada a la heterosexualidad y permita a los jóvenes gays, lesbianas y trans saber cuidarse de las enfermedades de transmisión sexual, entre otras cosas. Sobre todo teniendo en cuenta que estamos en un país que posee Ley de Identidad y ley de Matrimonio igualitario.

Es así como lo relata Ari Laxague: “La ley de identidad de género supone un nuevo paradigma legal donde el género de una persona puede ser el que ésta confiese: no hacen falta requerimientos estéticos ni pericias psicológicas para confesarse de un género u otro o acceder a tratamientos para adaptar el cuerpo a como lo deseamos y eso me parece fundamental”.

Las personas trans tienen un promedio de vida de 35 años y hace mucho tiempo vienen peleando contra la discriminación, intentando incluso que se cumpla el cupo laboral trans. Es así cómo lo vive Juan Ignacio Pascual “Si bien fueron conquistas importantes en cuanto a adquisición de derechos y visibilización de la comunidad LGTBI, funcionaron y funcionan como una lavada de cara para un sistema que sigue matando personas trans todos los días, que sigue poniendo en una posición vulnerable a todxs lxs que vivimos nuestra sexualidad en disidencia con la heteronorma”.

El 16 de septiembre del 2015 se aprobó la ley de cupo laboral trans en la provincia de Buenos Aires. La misma promueve el 1% de los puestos de empleo estatales, sin embargo la ley sigue sin reglamentación y al día de hoy absolutamente ningún municipio la cumple, ya sean municipios macristas o peronistas. Funcionarios del gobierno de María Eugenia Vidal salieron a anunciar hace unos meses seis mil puestos de trabajo para travestis y transexuales que aún esperan.

La lucha por la verdadera libertad sexual

Podemos hablar de una correspondencia entre cuerpo y trabajo, que al mismo tiempo se inserta en la principal contradicción de la sociedad capitalista, la relación capital – trabajo. Son los cuerpos en última instancia los que se introducen en el proceso de trabajo, donde se da el proceso de extracción de plusvalía y también de alienación.

Pero en el capitalismo el cuerpo no es solo mero proceso de trabajo, se encuentra inserto dentro de un sistema mucho más vasto vinculado a otros fenómenos. En primer lugar la enajenación, pero expuesto también a la precariedad del trabajo, a la muerte prematura, a las enfermedades prematuras, a la reducción del tiempo para el sueño, la comida y el disfrute en todas su manifestaciones. Esos son los sustratos de la miseria corporal, una denuncia a las miserias de la vida a través de la cual la tradición marxista, las corrientes del feminismo y de la liberación sexual se valieron para criticar el funcionamiento interno del capitalismo.

El capitalismo se encarga de prometer la felicidad a todos, anuncia que el alcance del placer está en cada esquina. La sexualidad no escapa de esto. Una ilimitada oferta de posibilidades sexuales desarrolló con vigor un mercado repleto de apps para encuentros, cruceros, hoteles, salidas románticas. Pero nos topamos con una vida cotidiana repleta de dificultades para alcanzar esos estándares, incompatibles con el día a día de millones que dejan literalmente su cuerpo en trabajos que estrujan sus energías más vitales.

Una perspectiva de liberación sexual no sólo debe atender el deseo y las limitaciones de aquellos que eligen vivir su sexualidad por fuera de los parámetros de la heteronormatividad. Debe también recuperar la crítica y la organización contra aquellos procesos más profundos mediante el cual el capitalismo enajena los cuerpos, regimenta el deseo a los ritmos tiranos del reloj, la máquina y la ganancia.

Se trata de crear las condiciones materiales, culturales y políticas para que ello suceda, sentar las bases de una verdadera liberación sexual contra las desigualdades existentes, contra la objetivización de los cuerpos y el deseo.


Tomás Máscolo

Militante del PTS y activista de la diversidad sexual. Editor de la sección Géneros y Sexualidades de La Izquierda Diario.

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