Las recientes cifras acerca de los niveles de sindicalización en México, son alarmantes, pues revelan como este derecho se ha ido perdiendo, para favorecer esquemas de precarización laboral que degradan las condiciones de vida de los trabajadores.
Miércoles 4 de mayo de 2022
Según datos dados a conocer por el Observatorio de Trabajo Digno (OTD), más de 29.5 millones de trabajadores no están afiliados a un sindicato, lo que representa el 86% de la población que vive de un salario. Es decir, sólo poco más de cuatro millones pertenecen a una organización sindical, por lo que tienen un Contrato Colectivo de Trabajo (CCT) que formalmente regula las relaciones obrero patronales en las empresas o lugares de trabajo donde se cuenta con éste. Sin embargo, de la población que se encuentra afiliada a un sindicato, sólo un 15% cuenta con un CCT real, ya que como informó la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), se calcula que el 85% de esos CCT se trata de contratos de protección patronal, es decir, favorables a la patronal.
Cabe mencionar que la explotación asalariada no terminó -sino que se profundizó- con la llegada del gobierno de la llamada ’Cuarta Transformación’ ni con la reforma laboral que decretó en 2019, ya que en realidad no obliga a los patrone a mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, ya que la inmensa mayoría de las y los trabajadores siguen sometidos a terribles condiciones de precarización laboral, que los deja expuestos a la llamada ’flexibilización’ y a los abusos patronales.
Como parte de esta política, continúa el uso masivo del outsourcing -subcontratación-, que no ha desaparecido en México, sino que sólo se ha regulado para que las empresas paguen al menos parte de los impuestos que les corresponden por la contratación de personal.
¿Qué es la flexibilización laboral y los contratos de protección patronal?
La flexibilización laboral implica la desregulación de las relaciones obrero patronales bajo el discurso de incrementar la eficiencia en las empresas o instituciones, lo cual resulta ser una pantalla ideológica para ocultar una mayor explotación sobre los trabajadores.
Uno de los primeros mecanismos de esta política es la flexibilidad de los salarios que implica la eliminación de salario base o su reducción al mínimo para que del trabajo a destajo o por comisiones provenga la mayor parte de los ingresos del asalariado, el resultado es que estos no van acordes a cubrir las necesidades de supervivencia del trabajador sino de favorecerla incesante acumulación de capital, lo que se traduce en la caída del poder adquisitivo de aquel.
Otro aspecto de dicha flexibilización es la polifuncionalidad, es decir que el trabajador realice todo labores tipo de labores, sin importar que esa no sea la función para que la fue contratado o siquiera que esté preparado para realizarla. Además, podemos encontrar la aplicación de largas jornadas de trabajo sin horario fijo ni la remuneración correspondiente, desechando la jornada laboral establecida y disponiendo del trabajador prácticamente en cualquier momento.
Así como la inestabilidad laboral, consecuencia de las múltiples formas de contratación precaria, la falta de contrato o la renuncia anticipada obligada, lo cual mantiene al trabajador en la incertidumbre de continuar en el puesto de trabajo al existir una enorme posibilidad de quedarse desempleado. Lo que desemboca en daños a su salud física y/o psicológica. Ni que decir de la pérdida de prestaciones, como vacaciones pagadas o servicio médico gratuito.
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La flexibilización está orientada a eliminar los gastos que los patrones consideran ’innecesarios’ como las prestaciones, los sindicatos y la contratación laboral permanente. Esta política beneficia el crecimiento de la desigualdad social al favorecer el despido libre, omitiendo medidas que mejorarían la calidad de vida del trabajador. El resultado es que se presenta una mayor competencia entre los propios asalariados para conservar su fuente de ingresos, lo que los lleva a aceptar condiciones laborales cada vez más desfavorables.
En ciertos sectores de la economía, para legitimar y garantizar el control, se implementan los contratos de protección patronal, los cuales son los CCT firmados a espaldas de los trabajadores por los patrones con un sindicato simulado (sindicato blanco) y controlado por sus agentes directos, los cuales reciben dinero y prebendas para garantizar los intereses de aquellos. Donde el sindicato ni siquiera simula defender los derechos laborales, sino que es totalmente ajeno y abiertamente contrario a los intereses de los trabajadores.
Además, están los sindicatos burocratizados -’charros’-, cuyos dirigentes dicen defender los derechos laborales, pero en los hechos los entregan o no hacen nada para defenderlos, sino que muchas veces denuncian ante la patronal o agreden directamente a los trabajadores de base que deciden protestar.
A la par, se fomenta entre los trabajadores la ideología liberal, para promover el pensamiento individualista, donde el éxito proviene de la obediencia, el desempeño personal, las buenas relaciones con los jefes, y no de la organización colectiva para la defensa del trabajo.
¿Por qué es importante el derecho a la sindicalización?
Primero habría que hablar del derecho a la basificación, que en otras palabras implica estabilidad en el empleo, que es el goce de parte de los trabajadores, de permanecer en su puesto de trabajo de forma permanente, con la obligación para éstos de cumplir con sus tareas. Por su parte, el derecho a la sindicalización implica la libertad que tienen todos los empleados de afiliarse a un sindicato para que defienda sus intereses frente a la patronal y de gozar los beneficios que ofrece el CCT.
Por su naturaleza colectiva, la sindicalización sólo puede ser efectiva cuando está bajo el control de los trabajadores de base organizados democráticamente y el sindicato realmente cumple con su rol histórico, es decir, luchar por los derechos de la clase trabajadora, algo que ha sido pervertido por las burocracias sindicales dentro del reducido número de trabajadores afiliados a un sindicato real.
Pues con frecuencia son estas dirigencias sindicales las que dejan pasar los ataques contra los derechos laborales, incluso son las que facilitan que en un mismo centro de trabajo existan trabajadores sindicalizados y no sindicalizados (como los de confianza, los de tiempo y obra determinada, los terciarizados etc.), permitiendo la división de las filas obreras y negándose a respaldar a los más precarios.
Frente a esa situación, que no cambiará de fondo por ninguna ’reforma laboral’ decretada por el gobierno de acuerdo al interés de los empresarios, es necesario construir agrupaciones clasistas dentro de los gremios, que luchen por democratizar y recuperar los sindicatos como herramientas de lucha, que se planteen como primera tarea luchar por el reconocimiento sindical y la basificación de todos los trabajadores precarios, y porque estas organizaciones obreras sean independientes, tanto de los empresarios como del Estado y sus instituciones. También es fundamental promover la más amplia unidad entre los diversos sectores de trabajadores y otros sectores sociales como los campesinos, los estudiantes, las mujeres, la comunidad LGBT+ etc., para conquistar la fuerza suficiente que nos permita defender nuestros derechos y lograr nuevas conquistas.
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Se puede tomar como ejemplo la lucha de los trabajadores de Amazon, que, contra todas las maniobras implementadas por el patrón, Jeff Bezos, principal accionista de la empresa, lograron constituir su sindicato, como instrumento para la defensa de sus derechos laborales y para combatir la explotación capitalista.