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Red Internacional
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Panorama Económico. La sonrisa de Lagarde

El portavoz del FMI, Gerry Rice, señaló que la votación del Presupuesto 2019 “es un paso positivo”. Confirmó que Christine Lagarde llegará en los próximos días a Buenos Aires para la reunión del G-20.

Pablo Anino

Pablo Anino @PabloAnino

Viernes 16 de noviembre de 2018 00:57

Imagen/Enfoque Rojo

El portavoz del Fondo Monetario Internacional (FMI), Gerry Rice, en la habitual rueda de prensa que realiza cada dos semanas en Washington, mostró la satisfacción del board del organismo con la aprobación del Presupuesto 2019 en el Senado.

“Es un paso positivo” para mejorar las políticas económicas afirmó Rice, quien también confirmó que Christine Lagarde llegará en los próximos días a Buenos Aires para la reunión del G-20.

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El festejo del presupuesto no se redujo a Washington. En la city porteña también hubo celebración. El Mercado de Valores (Merval), donde cotizan las empresas más grandes del país, registró un alza de 3,8%.

Los especuladores de la city consideran que el Presupuesto 2019 garantiza, junto con el financiamiento del FMI, que el Gobierno pueda hacer frente a los vencimientos de deuda del próximo año.

Es una definición apresurada: el propio presupuesto indica que, a pesar del nuevo acuerdo con el FMI, faltan recursos para hacer frente a los vencimientos de deuda del año próximo.

Incluso el memorándum que emitió el personal técnico del organismo internacional al aprobar el segundo acuerdo en menos de seis meses califica con una probabilidad “no alta” la sustentabilidad de la deuda.

Otra señal positiva para los “mercados” fue el buen resultado que obtuvo el día miércoles el Ministerio de Hacienda en la licitación de Letras del Tesoro (Letes). Es decir que sigue el festival de deuda, en este caso de corto plazo.

Las consecuencias del FMI

El Presupuesto 2019 comprende un fuerte viraje en las prioridades en el uso de los recursos del Estado, que no obstante previamente ya estaban distribuidos con la cancha inclinada en favor de los especuladores.

Para el año próximo los desembolsos de intereses de la deuda pública se incrementan 49 % en términos nominales y 10 % en términos reales. Entre el 15 % y el 20 % de lo que gasta el Estado se irá a manos de los acreedores. En simultáneo, la gran mayoría de las partidas con destino a atender necesidades sociales caen en términos reales y en algunos casos, incluso, en términos nominales.

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Para tener una idea de quién gana basta ver que por cada peso que se destina a salud se van a pagar intereses de deuda por cuatro pesos. O que por cada peso que va a educación van dos pesos con sesenta centavos a la deuda.

El Gobierno y la ortodoxia económica dicen que no quedaba otra salida que el “déficit cero”. Pero este criterio se aplica al déficit primario que comprende a la educación, a la salud, a la vivienda social, al alcantarillado, a la ciencia, a la tecnología, entre otros.

Pero el déficit financiero, que comprende los pagos de intereses de deuda, se ubicará por encima del 3 % del PIB y si se suma el déficit cuasi fiscal, que comprende el costo de la “bicicleta financiara” que reactivó el Banco Central, el desequilibrio llega al 8 % del PIB. Una bomba de tiempo.

No es natural

Los acontecimientos desde abril a esta parte siguieron un ritmo vertiginoso: todo empezó con una corrida cambiaria con protagonismo de la banca yanqui J.P. Morgan y otras entidades.

Entre otras causas, la tormenta fue desatada por la suba de la tasa de interés en Estados Unidos y por la desconfianza creciente de los “mercados” en la voluntad del macrismo por acelerar el ritmo del ajuste.

La corrida fue la “medida de fuerza” para imponer una aceleración del ajuste. Frente a las escenas de pérdida de control de la gestión de la crisis, el Gobierno corrió a realizar un acuerdo con el FMI a principios de mayo.

Acusado de “mala praxis” por vender dólar barato y no lograr contener la suba (la cotización se ubicaba por encima de $ 28), el 14 de junio renunció un desorientado Federico Sturzenegger.

Luego del primer acuerdo con el FMI, sellado el 20 de junio, ingresaron U$S 15 mil millones que fueron dilapidados en fuga de capitales.

Después de una breve primavera durante julio, se precipitaron nuevas inestabilidades. El 13 de agosto el dólar se acercaba a $ 31 y el Gobierno realizó anuncios: se suspendía la subasta de dólares que realizaba el Ministerio de Hacienda y el Banco Central sube la tasa de referencia a 45%. Al día de hoy ronda el 65 %.

En la mañana del 29 de agosto Mauricio Macri ofreció un breve mensaje por las redes sociales anunciando un nuevo acuerdo con el FMI del cual no existían ni los borradores. “Hemos tenido nuevas expresiones de falta de confianza en los mercados", afirmó el presidente.

Horas después del desatinado mensaje presidencial el dólar escalaba por encima de $ 40: los “mercados” seguían sin corresponder el amor profesado por el oficialismo.

El nuevo protagonista del Central, Luis Caputo, también fue devorado por la crisis y renunció el 25 de septiembre mientras Nicolás Dujovne y Mauricio Macri estaban en Nueva York negociando el segundo acuerdo con el FMI en menos de seis meses.

El repaso de lo sucedido revela que la tormenta de la que habló Macri no es producto de la naturaleza, sino de una imposición del capital financiero internacional a la que el macrismo consintió gustoso.

Cuesta abajo

“Nunca se hizo un ajuste de esta magnitud sin que caiga el Gobierno” afirmó inmutable Nicolás Dujovne calificando la brutalidad de la tarea que trae entre manos.

Cuando termine el año la recesión se medirá en una caída del 3 % de la actividad o más. Para el año próximo el pronóstico del FMI y la Cepal es que seguirá el derrumbe con una baja cercana al 2 %.

El desplome industrial se mide en números alarmantes y en destrucción de puestos de trabajo, como informó estos días la Unión Industrial.

En ese sector empresarial, aunque no hay ruptura con el Gobierno y la figura de Dante Sica al frente del Ministerio de Producción refrescó la relación, la crisis se está reflejando en los balances de varios de los dueños del país.

Mirgor, la empresa industrial de la familia de Nicolás Caputo, el amigo del alma de Macri, tuvo pérdidas millonarias. Nicky se compensa, por otro lado, con las ganancias que realiza, beneficiado por los tarifazos, en el rubro energético.

Pero el balance de Mirgor es sintomático de una situación que adquiere rasgos más generales: Molinos exhibe un rojo importante en sus cuentas y Arcor en nueve meses acumula pérdidas por más de $ 6.200 millones.

El peronismo en sus distintas variantes, incluida la kirchnerista, busca dialogar con esa realidad adversa del empresariado industrial.

El trato no es el mismo hacia la clase trabajadora: el sindicalismo peronista es cómplice del derrumbe salarial. En el sector privado registrado la caída del poder de compra del salario alcanza al 15 % desde que asumió el macrismo hasta junio. A fin de año podría llegar al 20 %.

El bonito acordado por la CGT, los industriales, la cámara de comercio y de la construcción cubre apenas un quinto de la pérdida del salario frente a la inflación de este año en el sector privado registrado.

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Peor aún es la situación del salario del empleo público: en este sector la caída del salario real llegará al 25 % en el último trimestre del año (octubre-dicembre), según estimó el Observatorio del Derecho Social de la CTA Autónoma.

Ni que decir que entre los trabajadores no registrados (en “negro”) la crisis avanza carcomiendo de manera más aguda el poder de compra de los ingresos.

Cuando se conozcan nuevos datos de desocupación, seguramente el índice se ubicará por encima del 10 %.

En este contexto, la CGT de Lagarde se reunió con la misión del FMI que está en Argentina, no para exigirles que se vayan del país, sino para advertirle de la “situación social dramática”. Un desatino frente a los representantes del organismo que hundió a Argentina en 2001 y a Grecia más recientemente.

El Gobierno obtuvo, como en diciembre con la contrarreforma previsional, un triunfo pírrico con la votación del presupuesto. La paz que reina en la cotización de la variable dólar contrasta con la convulsión que causa la carestía en la vida cotidiana de los seres humanos.

Nuevas escenas de pánico cambiario pueden aparecer intempestivamente en cualquier momento: los desequilibrios económicos no son pocos y muchos se agudizan por la propia crisis.

Un balance provisorio del macrismo muestra un país más endeudado: pasó de deber U$S 241 mil millones a fines de 2015 a U$S 327 mil millones en segundo trimestre de este año. Y, como consecuencia del endeudamiento y de otras concesiones, más entregado a las potencias imperialistas y al FMI. Por eso sonríe Christine Lagarde.

Llegado a este punto, todas las fuerzas políticas en presencia frente a la crisis deberían responder al menos dos preguntas en miras del futuro inmediato: ¿Se plantean romper con el FMI? ¿Tienen en su programa dejar de pagar la deuda a los que saquean el país? La izquierda responde que sí. Hay que borrarle la sonrisa de la cara a madame Lagarde.

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Pablo Anino

Nació en la provincia de Buenos Aires en 1974. Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La Izquierda Diario.

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